⛈️


Sabía que estaba perdido.

Había extraviado todo lo que un día quiso dar con su propia decisión. Ahora se sentía sin absolutamente nada, creía que todo lo que un día fue, todo lo que había sido, ella se lo había llevado con su partida.
No estaba seguro de lo que quería, ni lo que ahora era. Al contrario, se creía débil, realista, conformista; todo gracias al tormento que llevaba castigándolo desde ese trágico día y del que no podía liberarse.

—Muy bien Min, ahora dime—la castaña acomodó sus lentes grandes y de basto aumento—En general, ¿Cómo describirías tu estado de ánimo?—preguntó.

El chico bajó la mirada tomándose su tiempo para analizar la pregunta, divago por todo el rededor del consultorio, pasando por el reloj arriba de la puerta en blanco, color, que en realidad abundaba por toda esa habitación. Finalmente detuvo su mirar en esa planta de su escritorio que seguramente llevaba a más de un mes muerta mientras pensaba con detenimiento una respuesta, y cuando por fin una posible apareció, se acomodó en la silla de cuero haciéndolo rechinar.

—Bueno...—murmuró entre dientes mientras movía su pierna de arriba a abajo con inquietud—Estoy bien—se limitó a decir, pero al ver que ella esperaba algo más, continúo—¿Sabe? Soy como un libro, los demás sólo pueden ver la portada, pero el contenido lo sé sólo yo y...eso me gusta. Me gusta ser un enigma para las personas que no conozco.

Dijo ganándose sólo un asentimiento, y al mismo tiempo en que la pluma hacía contacto con el papel al escribir lo que sea que fuese sobresaliente para la doctora.

—¿Qué son todos esos golpes? La semana pasada no estaban ahí—siguió con sus preguntas regresando una mirada seria a su rostro.

—Fue un incidente pequeño—explicó restándole toda la importancia—Me robaron y traté de impedirlo insensatamente, recién venia saliendo del trabajo

—Yoongi, seré sincera contigo—suspiró dejando la libreta sobre la pequeña y redonda mesa junto a ella apenas adornada con esa planta a punto de secarse—Tú vida, esta envuelta en una kenopsia infinita, no estás bien, necesitamos arreglarlo, ¿Hay algo por ahora que te haga sentir feliz?

El frunció el ceño y cruzó la pierna que antes movía.

—Vamos, debe haber algo, alguien—insistió esperanzada.

—No diría que me hace feliz, pero...si, tal vez hay alguien.

—¿Alguna chica?—sonrió casquivana.

—Si, entró a trabajar hace poco en la cafetería donde yo trabajo desde hace un par de años, es muy extrovertida y simpática, su risa llega a ser contagiosa a veces, pero otra es muy irritante—dijo rodando los ojos—Por lo que sé, se prepara para el examen de la universidad, eso explica el hecho de que siempre anda metida en los libros.

—¿Has intentado hablar con ella?—preguntó tratando de indagar más allá.

—Sólo hemos hablado un par de veces. De no haber sido por ella, no sé como hubiera terminado en aquel callejón. Quizá yo en una camilla de hospital o tres metros bajo tierra. Fue ridículamente vergonzoso para mi, pero debo admitir que es demasiado ruda, se interpuso con un sartén y los amenazo diciendo que había llamado a la policía.

—Bien, entonces deberías concentrarte en eso, hablaremos más a fondo después—dijo levantándose del sofá —Terminemos por hoy la sesión, te veré la próxima semana—finalizó.

Si pudiera agitar una varita mágica, los cambios que haría en su vida serian drásticos.
Era un chico raro, parecía que su mente y corazón siempre estaban en otro planeta o lugar, todo menos de acuerdo o sincronizado en algo.

Estaba cansado; cansado de mentirse creyendo que las cosas, que su vida cambiaría de la noche a la mañana, decepcionado cuando despertaba al día siguiente y veía todo igual.

Seguía tratando de sanar las cosas de las que aún no se atrevía ni a hablar.

El trabajo continuó tranquila y relajadamente hasta que el reloj marcó las seis y cuarto de la tarde, eso significaba que su hora de descanso había llegado, y como todos los días, subió al techo del establecimiento. Cada cuatro escalones un suspiró se le escapaba con pesadez, y algo agitado saco un cigarrillo de la caja que siempre llevaba consigo en el bolsillo de la chaqueta.

—Fumar es muy malo para tu salud—interrumpió una voz a sus espaldas, y no supo quién era hasta que la causante llegó a su lado—Mejor toma esto—dijo intercambiando el cigarro por un chupete de frambuesa.

Sin reclamar nada, lo aceptó y miró al frente introduciendo aquel dulce en su boca. Había pasado bastante tiempo desde que había comido algo dulce.

—Es linda ¿No crees?—interrumpió de nueva cuenta esa chica de cabello largo y un castaño claro.

—¿Qué es linda?—volteo el peli negro con el entrecejo fruncido. Suficiente ya tenía con tener que dejar pasar su oportunidad de fumarse uno de sus cigarrillos, como para que la contrario siguiese irrumpiendo en su descanso.

—La puesta de sol—explicó extrañamente emocionada—Es la sensibilidad de belleza, la humanidad se refleja en ella.

—La humanidad es una mierda—respondió seco y regreso la vista al frente—Es imposible que se refleje en algo tan bello como lo es una puesta de sol.

—¿Por qué piensas así?—preguntó la chica a su lado arqueando una de sus cejas.

—Porque es la verdad, se necesita más gente buena, que sea feliz sin joder a nadie, la mayoría de las personas son crueles, despiadadas, el mundo está lleno de auténticos hijos de.

—No creo del todo en las malas personas Suga—le interrumpió para no dejarle terminar—Sé que a veces son decepcionantes pero, supongo que es porque no saben hacerlo mejor, no conocen otra manera de actuar.

—¿Suga?—cuestionó el chico incrédulo.

Era la primera vez que alguien si quiera se atrevía a llamarle así.

—Tienes un aspecto dulce, te sienta bien—le dijo sonriente, después miro el reloj en su muñeca—Bueno, te veré abajo.

—Espera—soltó haciendo detener a la contraria—¿Cómo dijiste que te llamas?

—¿Enserio? Llevo casi una semana aquí y no sabes mi nombre—negó incrédulo.

El pelinegro bajo la mirada algo avergonzado.

—Ha YeSol—dijo llamando nuevamente su atención—Sol para ti—sonrió por último, antes de perderse por la puerta que conducía al establecimiento otra vez.

—Sol—susurró tirando el chupete al piso, colocó aquel arma entre sus labios y retuvo el humo unos cuantos segundos antes de soltarlo.



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Glosario.
Kenopsia: Atmósfera triste que se siente cuando ves vacío un lugar. Cuando antes había gente.

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