Capítulo 3

—No hablás mucho, ¿verdad? —cuestiona Oscar, sentándose frente a mí mientras come una hamburguesa con muchas verduras en el comedor escolar.

Niego con la cabeza y me meto una papa frita en la boca. Miro a mi primo para que me ayude, pero se encoge de hombros. Bruno me mira y vuelve a ver su celular. Me senté con ellos porque allí se encontraba mi familiar, sino estaría súper sola, en algún rincón del lugar.

—Está mal de la garganta —dice finalmente Luciano—. No puede hablar bien, pero te aseguro que cuando se cure va a ser un loro parlanchín.

Todos en la mesa ríen. Eso es mentira, yo nunca hablo mucho y menos si tengo que hablar como hombre. Ruedo los ojos.

—¿Por qué estás mal de la garganta? ¿Sos cantante o algo? —pregunta ahora Bruno y noto un brillo travieso en sus ojos, mezclado con una pizca de burla en su sonrisa torcida.

—No —contesto en un susurro—. Tomé frío anoche...

—Ah... ¿tenés alguna red social? —Vuelven a mirarme todos.

Casi que se me sale darle mi nombre real, pero por suerte me detengo a tiempo. Respiro hondo y sigo intentando imitar la voz de un chico.

—No, no tengo. Me olvidé que lo tengo desactivado, pero si quieren me pasan los de ustedes y hoy los agrego. Si es que abro de nuevo la cuenta, claro.

—Yo soy Osqui Nuñez —dice Oscar. Oculto una sonrisa. ¿Osqui?

—Yo Bruno Martínez.

—Después los busco —replico con desinterés.

Mi primo se tapa la boca con la mano y luego se refriega los ojos negando con la cabeza. ¿Tan mal lo estoy haciendo? Los chicos vuelven a hablar sobre temas que no me interesan y me relajo por diez minutos. Joaquín está tirando migas de pan y pedazos de carne a nuestra mesa mientras se ríe. Nota que lo estoy mirando y alza las cejas. Es un idiota. Uno de esos pedazos de comida cae entre los rulos de Bruno y nos reímos.

—¿Quién te lo sacará de ese enjambre ahora? —cuestiona Oscar entre carcajadas.

—Yo puedo quitármelo. No jodan.

Mete sus dedos entre su cabello y empieza a moverlos. Termina sacando un trozo enorme de carne y grasa. Nos reímos más fuerte y trato de ocultar mi risa femenina.

Dos minutos después estamos más calmados.

—Cambiando de tema... falta poco para la fiesta de fin de año. ¿Van a invitar a alguien o vendrán solos? —pregunta mi primo.

—Yo voy a venir con Bruno —dice Oscar, riéndose. Me voy dando cuenta que este chico se ríe por cualquier cosa—. ¿Y vos, Lucas? ¿Tenés a alguna chica a tu alrededor?

—No —respondo secamente. Dentro de mí tengo una chica, quiero decir.

Se quedan todos en silencio. Los chicos de otro grado me miran fijamente.

—En cinco minutos entramos de nuevo a clases. Última hora, gracias a Dios —comenta Oscar, estirando la cabeza para ver la hora en el celular de mi primo.

Nos apresuramos a comer el resto de nuestro almuerzo. No está tan mal la escuela, pero voy a tener que acostumbrarme a comportarme como hombre. Oscar eructa y sonríe. Me río al ver que tiene una lechuga pegada al diente.

—Tenés el diente podrido —dice Bruno, sonriendo. Debo admitir que tiene una sonrisa preciosa.

—Y vos tenés grasa en el pelo. Andá a bañarte.

—No se peleen —agrega Luciano. Los otros ríen.

El timbre para volver a clases sonó al instante. El petiso se mete el dedo en la boca para limpiarse el diente. Creo que es el chico más asqueroso de la escuela.

—Recuerden que mañana tienen Educación Física —dice el preceptor mientras salimos apresurados del salón después del día escolar.

No puede ser tan malo hacer gimnasia, en la otra escuela yo era una de las mejores. Me gusta mucho el deporte, aunque hay que ver qué es lo que hacen los hombres. Espero que no sean muy brutos o estoy muerta.

Entro al auto de mi primo y él se sienta en el lado del conductor.

—¿Y? ¿Qué te pareció tu primer día? —cuestiona él.

—Normal. Aunque Joaquín no me cae bien.

—¿En serio? Pensé que te gustaría.

—Para nada...

Nos quedamos en silencio hasta llegar a mi casa.

—Mandale saludos a tus padres, yo tengo que ir a ver a mi novia. Mañana te paso a buscar, Mili.

—Está bien. Igual te sigo odiando por meterme en esa cárcel. —Le doy un beso en la mejilla y bajo del auto.

Lo saludo mientras se aleja. Busco la llave que siempre llevo en el bolsillo y no la encuentro. Perdí la llave de mi casa, no puedo creerlo. Busco más profundo pero no hay nada. Mis padres me van a matar. Tampoco tengo el celular encima; no me queda otra que tocar timbre y rezar para que alguien esté y me abra. O me quedaré afuera...

Mi mamá sale cinco minutos después, con una toalla en su cabeza y una bata apenas atada.

—¡Me estaba bañando! ¿Por qué no abriste con tu llave?

—La perdí —respondo encogiéndome de hombros.

Ella resopla y vuelve al baño. Subo a mi habitación y enciendo la computadora. Gracias a Dios me detuve antes de decir que mi nombre es Mili Zalceria, en ese perfil tengo pelo largo y mil fotos de mis artistas preferidos. La mayoría hombres.

Me saco una foto con un perfil varonil y pongo "Registrarse" en Facebook. Nuevo nombre: Lucas Zalceria. ¿No podrían haber inventado un nombre que me distinga de mi primo? Él Luciano, yo Lucas. Que poca imaginación.

Agrego a Luciano, a mis amigas —que no saben que me convierto en hombre— para tener chicas, y a algunos desconocidos que me aparecen en sugerencias de amistades. Esperaré unos días a tener algunos amigos más para que parezca que tengo la cuenta desde hace mucho o, por lo menos, no parecer sospechosa. Después de eso, me pongo a ver videos de cómo se comportan los chicos, instrucciones para imitar a un hombre, cosas que son infalibles en ellos... creo que puedo llegar a convertirme en uno más de ellos.

Practico la voz por una hora seguida y mi garganta ya me está picando. Tengo que mejorar más en eso.

Miro el reloj que está colgado sobre la puerta de mi habitación. Son las cuatro de la tarde. Genial, en el centro están todos los negocios abiertos. Agarro una cartera, la lleno con dinero, monedas, mi celular y la llave... ¿la llave? ¡Soy una tonta! No la había perdido, me la había olvidado encima de la mesita de luz. Me río sola. Soy una cabeza hueca.

Bajo las escaleras y me encuentro a mi mamá en el salón, en una especie de Salón de belleza. Mientras se seca las uñas recién pintadas, se depila las cejas, se corta el flequillo...

—Ya vengo mamá, me voy a hacer hombre —aviso.

—¿Que vas a hacer qué? —cuestiona, sobresaltada.

—Nada, no te preocupes. Chau.

Salgo rápidamente de casa y voy a la parada de colectivos. Tardo una hora en llegar al centro, pero tenía que hacerlo. Entro a una tienda de ropa y elijo lo que mejor me quedaría. Nada de ropa negra, son de todos colores y estampados. El chico que me atiende es tan lindo que tengo que controlarme para no verlo fijamente o tartamudear cuando le hablo. No sé por qué me hago el hombre acá, pero bueno.

Salgo con algunas bolsas y voy a un negocio de celulares para comprarle una funda al mío, ya que mi protector es rosa. Compro uno color azul.

Cuando pienso que ya terminé de comprar todo lo que quería, empiezo a ver vidrieras y casi muero cuando veo a un vestido hermoso... uno que jamás podré usar. Éste es de un color rosa mezclado con naranja, casi color salmón, con brillos, corto hasta por las rodillas —según el maniquí—, un escote muy femenino y una hermosura indescriptible. No puedo dejar de mirarlo.

—¿Lucas? —cuestiona una voz detrás de mí. Me doy vuelta rápidamente.

—Ho... hola Joaquín —digo, mirando al suelo.

—¿Qué hacés, chico nuevo? ¿Acaso estabas admirando ese vestido? —alza las cejas. Niego con la cabeza.

—Estaba mirándolo para mi hermana...

—A mí no me mientas, Zalceria —interrumpe con los ojos entrecerrados—. Hay algo en vos que no me cierra, te acepto solo porque tu primo me cae bien... pero te tengo en la mira, nene.

—Pensá lo que quieras, ni siquiera me conocés.

Él me mira fijamente y luego se va, casi empujándome. Idiota. Juro que no lo soporto. ¿Entro a la tienda para probarme el vestido? Mejor sigo de largo, a ver si Joaquín todavía está espiando por algún lugar. Qué difícil es esto...

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