Una ilusión artificial
"Las corrientes han estado muy fuertes últimamente. Siento todo extraño. ¿No crees?" Ella le suspiró en burbujas. No habían palabras, pero él pudo entender por su expresión preocupada. El agua siempre había sido inesperada, pero era diferente. Incluso habían encontrado objetos en el agua que nunca habían visto antes en otro lugar.
Lo único que esperaba era regresar a casa. ¿Pero a qué casa regresar? Su voz aún le llegaba a los oídos, en oleadas. Quizás eso era lo único que le quedaba. Siguió nadando, pero en memorias, ya que el agua a su alrededor no volvería a ser igual de clara.
Cerró sus ojos. Sus colas se entrelazaron. En su vida, no se había sentido tan seguro y tan en calma como cuando tocaba, con la punta de su cola, al cuerpo al lado suyo. Bailarían por horas, nadando en círculos, uno alrededor del otro. Se abrazarían, con la esperanza de nuevas vidas más allá de ellos. Luego, cerrarían sus ojos para seguir la corriente, lento, con sus colas aún aferradas la una a la otra.
Pero no era una extremidad familiar a lo que ahora se aferraba. Se sentía sólido, delgado, recto. Muy diferente de lo que solía ser su mundo. Lo miró, por primera vez. Lo había evitado solo para no decepcionarse a sí mismo con lo que sabía, era real. Era un palillo delgado, azul brillante, con dos pequeñas nubes en cada extremo. Y era, a fin de cuentas, la única pieza sólida al alcance. Se sentía un poco más seguro nadando con ella, mientras buscaba un lugar más despejado. Ese era todo el soporte que le quedaba, al que él se agarró con fuerza. ¿Por qué no aferrarse a ese pedazo de plástico, por artificial que fuera? Se engañó, en un intento por darse una alegría artificial, inútil. Pero alegría, a fin de cuentas.
La luz se volvía más afilada. Incluso tuvo un vistazo de una masa gigante, brillante, mucho más arriba de él y del agua. Era cálido al menos.
Una ola lo arrastró sin que se diera cuenta siquiera. Solo percibió el cambio brusco en toda sensación, atascado en la arena. La luz lo cegaba, hiriente. Sintió la arena seca quemando su piel, mientras él intentaba seguirse moviendo. Enrollaba y estiraba su cola, logrando únicamente formar ondas en la arena. No más agua; solo los rayos de un sol de medio día, cada volviéndose borrosos. La vio acercarse, desde un rincón en su visión, brillando casi tanto como la luz. Solo entonces dejó de moverse desesperadamente, mirándola, al menos por unos segundos. Toda la luz se desvaneció. Los colores en su propia piel se empezaban a debilitar, y su cuerpo se volvía pálido, frío, sin vida.
Así lo encontré al recogerlo, aún aferrado al bastoncillo.
"Pequeño caballo de mar, al menos puedes nadar en estas letras ahora."
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top