Capítulo 13
Pov. Anatia
Nunca un día de clases se me ha hecho tan largo, quiero ir al infierno y descubrir qué soy exactamente junto a Adaria, y lo peor es que aún no se acaba la clase, esta hora en especial se me está haciendo eterna, y no es porque la asignatura no me guste, sino la maldita impaciencia que llevo dentro, la cual me grita que pase de todo y salga de clase, total, no me dirían nada, pero tampoco quiero ser irresponsable.
Un dolor en mi muñeca hace que salga de mi aburrimiento y tenga que ahogar un grito, la marca me está ardiendo igual que ayer, genial, no han pasado ni 24 horas y esto vuelve a pasar, como la marca me empiece a arder cada vez que Adaria se enfade, ando guapa, la conozco lo suficiente como para saber que eso ocurre muy a menudo.
Sigilosamente para no molestar a nadie, recojo mis cosas y salgo de la clase. No tengo ni idea de cómo hacer para ir donde ella, tal vez pueda intentar lo de las escaleras, pero cabe la posibilidad de que no esté en el infierno, sé que no le gusta estar allí, y en ese caso estaré perdida, tampoco es como que pueda volar hacia donde esté ella, es de día y cualquiera podría verme volando, y eso es lo último que deseo.
-Ay Diosito, como quema la maldita marca - digo entre dientes mientras la pongo bajo el chorro de agua, pero ni con esas mengua el ardor.
Maldigo mi suerte, solo a mí me pasan estas cosas, ¿por qué no puedo ser una persona normal?, una con amistades normales, o al menos de la misma especie, ¿cómo hago ahora para ir donde Adaria?, piensa, piensa. Me pongo a pensar en Adaria y rezo a Dios para que algo pase y pueda ir con ella para librarme de esta tortura.
De un momento a otro, aparece un portal, menos mal que estoy sola en el baño, no sé cómo explicaría esto si hubiera alguien aquí. Respiro profundamente para intentar calmar los nervios que me produce el saber que voy a cruzar un portal hacia un lugar incierto, al final cruzo de un salto porque si no, algo me dice que me quedaré sin mano izquierda, maldita marca del demonio.
Abro los ojos con inseguridad, a saber con lo que me voy a encontrar, pero me sorprendo al darme cuenta de que me encuentro en un bosque. Dejo de admirar a mi alrededor y sigo el camino imaginario que indica mi marca con más dolor o menos dolor, ya podría haber otro sistema, es urgente que lea esos libros de la biblioteca del castillo de Adaria.
Al poco de empezar a caminar empiezo a oír unos ruidos muy raros y unas risas muy siniestras, no tardo ni dos minutos en llegar a un claro, hay un montón de gente aquí, y estoy segura de que ninguno de los aquí presentes es humano, pero eso no es lo que llama mi atención, sino la batalla que se está dando en este lugar, con Adaria como protagonista.
-¿Eso es todo?, ¿no tenéis nada mejor? - oh Dios, Adaria tiene los ojos completamente negros, esto no es bueno.
Puedo apreciar claramente como lobos, vampiros, brujas y ángeles luchan contra ella sin conseguir nada, a todos los puede y se burla de ellos, es decir, lo típico en ella, solo que esta es la primera vez que yo lo veo, no sé qué pensar, pensar que es una pasada y Adaria es la mejor, o pensar que esto es horrible y Adaria es demasiado sanguinaria, tal vez una combinación de las dos.
-Disculpa, ¿me podría decir qué está pasando?, acabo de llegar - pregunto a una mujer, no sabría decir de qué especie es.
-Adaria, la princesa de los demonios, ha herido de gravedad a un alpha, y al ser descubierta se ha encarado con todo el mundo diciendo que ella no ha sido.
Frunzo el ceño, eso no tiene sentido, conozco a Adaria, es capaz de decirte a la cara que ha sido ella la asesina con tanta naturalidad que asusta y cabrea a un mismo tiempo, ella nunca negaría haber matado a nadie, ni haberlo herido, ella dice que no lo hizo, pues no lo hizo y punto, odio cuando la gente da por hecho algo solo porque es la vía más sencilla, prejuzgar sin conocer, odio eso.
-¿Y dónde está el alpha herido?, él puede decir si realmente ha sido ella o no.
-Murió antes de que las brujas pudieran sanarlo.
Pues vaya, yo creía que los alphas eran resistentes, que decepción, pero bueno, aún así aquí presentes hay tanto ángeles como demonios, tanto si ha ido al cielo como al infierno, se puede averiguar la verdad preguntándoselo al espíritu del alpha, aunque por el revuelo que hay aquí, algo me dice que nadie ha pensado eso.
Suspiro pesadamente, creo que me toca a mí pararla, por algo soy su guardiana, ya bastante que la acusan de algo que lo más seguro es que no haya hecho, vamos a evitar que cometa algo de lo que luego muchos se arrepientan, porque menos Adaria, cualquiera de los aquí presentes se puede arrepentir de sus actos y palabras hacia ella, y sería lo más decente, todo hay que decirlo.
-Adaria - grito a todo pulmón, por lo que muchos se me quedan mirando, pero justo la que tendría que mirarme no lo hace, genial.
Lo vuelvo a intentar más fuerte, pero nada, solo consigo molestar a unos cuantos que tengo al lado por mis gritos, pero lo dicho, paso de ellos, no tengo tiempo, y menos para perderlo con idiotas. Paso al plan B, meterme en medio de la pelea, aunque este plan no me gusta para nada, y como no me fío de Adaria en ese estado, lo mejor es que vaya volando, no quiero estar en su radio de alcance.
Me concentro y saco mis alas, mis estúpidamente grandes alas, me elevo en el aire y me acerco a ella, pero tengo que alejarme para no recibir una ráfaga de algún hechizo hecho por un brujo. Suspiro de alivio al ver que no me ha pasado nada, esto es más peligroso de lo que pensé, y lo peor es que aún tengo la ropa y la bandolera de la universidad.
-Adaria, por favor - digo volando encima suyo.
Nada, cero, ella sigue concentrada en su pelea con todo quisqui, es como si no me oyera. Bajo un poco mi vuelo, me sorprende que ahora mismo sea la única criatura alada que esté encima de ella, hasta hace unos instantes había varios ángeles intentando controlarla. Por no estar centrada en lo que debería de estar, algo choca contra mí y acabo en el suelo, mi pobre culito.
-Al final acabaré con el culo plano - me quejo adolorida en el suelo.
-¿Anatia? - alzo la vista y puedo apreciar que Adaria ha vuelto a la normalidad.
-No, su hermana gemela, no me conocías porque estaba en el extranjero - Adaria rueda los ojos ante mi comentario, pero puedo apreciar perfectamente su amago de sonrisa.
-¿Te has hecho daño?
-Un poco, casi todo el golpe se lo ha llevado el de siempre - niega divertida con la cabeza y me ofrece su mano para ayudarme a levantarme.
-Gracias - le digo mientras me ayuda a levantarme.
Al estar de pie me quito el polvo, no sé en qué momento se han ido mis alas, tampoco es como que me importe mucho, ya no las necesito. Me doy cuenta que todo está muy silencioso, miro a mi alrededor, y me doy cuenta que todo el mundo nos está viendo con los ojos como platos, genial, adiós a nuestro secreto, peor suerte que la mía no puede haber.
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