Capítulo 2 "Padres robóticos"
Las tres lunas de Khalar brillaban con todo su esplendor. Sula iba caminando despacio, observaba cómo su hija corría persiguiendo a Rin. El animal era mucho más rápido y se paraba en dos patas como burlándose de ella porque no podía alcanzarlo. Salliana reía cada vez que lograba acercarse al Kanyi. En un último intento de atraparlo saltó encima de él y logró cogerlo por una de las cinco colas. Rin se dió por vencido y dejó que le acariciaran el peludo cuello.
Todo era tan hermoso allí. Sula sintió la tristeza que se escondía bajo aquel momento de felicidad. Había perdido a su compañera dos años atrás víctima de una mordedura de Naperús. Lo más que deseaba era que ella estuviera allí riendo junto a su pequeña o esperándolos en casa con la cena lista. Sira siempre tenía una sonrisa en el rostro para reconfortar a los demás y todo el que la veía sonreír se olvidaba de los problemas que tuviera por un momento. También era la mejor cocinera de todo el pueblo. Se había enamorado de ella incluso antes de conocerla, después de haber probado uno de sus platos. La extrañaba mucho.
Miró al cielo esperando ver la estrella que le había sido concedida a su esposa pero en vez de eso vio algo más. Al principio pensó que era una estrella fugaz pero la brillante luz se movía más lento de lo normal, y se estaba acercando. De un momento a otro apareció frente a ellos una cosa gigantesca que reflejaba la claridad lunar con un brillo plateado. Tenía alas triangulares. Sula se preguntó cómo era posible que aquella misteriosa estructura se mantuviera flotando sobre el suelo si sus alas no se movían y no veía hélices por ninguna parte. Salliana se había trasladado junto a él y temblaba de miedo, Rin gruñía a su lado.
Un luminoso agujero apareció en el centro de la cosa voladora y de él salieron unas enormes criaturas con armaduras de metal rojo brillante ¿O esas eran sus pieles? Supo que aunque intentara huir, las criaturas los atraparían de todos modos. Se puso delante de su hija y le dijo con voz autoritaria que corriera, ella lo miró con lágrimas en los ojos pero hizo lo que su padre le ordenaba. Rin se quedó con Sula, al parecer sabía que el padre de su ama planeaba entretener a los extraños para que la niña escapara.
Los seres metálicos eran incluso más altos que Sula que era alto entre los Kalamitas altos. Sabía que no tenía ninguna oportunidad, de todos modos corrió hacia ellos con las largas manos en alto y los puños cerrados, pronunciando un grito de guerra que había escuchado en alguna obra de teatro. Una de las criaturas levantó un arma rara y le disparó un rayo azul que lo hizo dar vueltas por el aire hasta caer en el suelo, consciente pero sin poder moverse. Rin tuvo un destino similar, con la diferencia de que se estampó contra un árbol soltando un aullido lastimero. Sula vio sin poder hacer nada para impedirlo cómo las criaturas cogían a su hija y se la llevaban a lo que seguro sería una nave mientras ella gritaba, se retorcía y trataba de liberarse.
El Primer Oficial Sula Rhar-Tok de la nave de exploración e investigación “Kertrena” se despertó con los dos corazones latiendo fuertemente en su pecho. Había tenido aquella pesadilla muchas veces, una pesadilla que en realidad era un recuerdo de algo que había sucedido 22 años atrás. El despertador comenzó a pitar sobre la mesita que estaba junto a su cama, el sonido era muy parecido al de la alarma de emergencia de la nave y lo dejaba alerta y preparado para un nuevo día, excepto cuando soñaba con aquel horrible acontecimiento. Tenía el rostro perlado de sudor y las manos le temblaban. Se levantó despacio. Algunas veces, luego de uno de esos malos períodos de sueño podía sentir el dolor en el pecho provocado por el disparo del droide y los gritos de su hija hacían eco en sus oídos.
Tardo menos de diez minutos en estar listo. La puerta de su dormitorio se abrió con un pitido.
-¿Alguna novedad en las últimas horas, Karen? -Preguntó Sula.
-Ninguna novedad Comandante Sula -le respondió una voz femenina.
A Sula le parecía ridículo que alguien le hubiese puesto Karen de nombre a la computadora de una nave, y más sabiendo que había sido uno de los técnicos más jóvenes de la nave quien la había nombrado así porque era el nombre de una novia que tenía en ese momento. Cuando la novia lo dejó, la computadora siguió llamándose Karen. Por más que el chico se lamentó el Capitán no estaba dispuesto a reiniciar la computadora para cambiarle el nombre.
Había llegado sin darse cuenta al comedor. La mayoría de las sillas estaban vacías. Se acomodó en el asiento de siempre: en una de las mesas más cercanas al dispensador de comida rodeado de otros miembros de la tripulación con los que tenía turno en común. Allí estaban el Teniente Patrick Ousbourne del cuerpo científico, la Alférez Lucía Rally, el Oficial de Vuelo Nari y la Teniente Gnamura. Dos humanos, un Syborg y un Knor respectivamente. Sus compañeros lo saludaron respetuosamente pero con el cariño que se forma por vivir en la misma nave por más de cuatro años cumpliendo misiones juntos.
Un pequeño robot camarero flotó hacia la mesa y les sirvió el desayuno a los que llegaron últimos. Cuando Sula estaba a punto de zamparse la galleta de cereal vitamínico que tenía en la mano se oyó la voz de Karen:
—Comandante Sula por favor repórtese a la Sala de Control.
Sula se quedó con la galleta a medio camino de la boca y suspiró con resignación.
—El deber llama —dijo Ousbourne haciendo el saludo de la Unión Intergaláctica de Planetas, colocando los dedos índice y pulgar de la mano derecha sobre el pecho formando una “L” que apuntaba igualmente a la cabeza y al corazón. Exageró el gesto haciendo una floritura en el aire y le sonrió a Sula, medio burlándose porque el kalamita ni siquiera había podido probar el desayuno.
—Que el hambre lo acompañe Comandante.
Ousbourne nunca se hubiese dirigido de esa forma a un oficial superior tan serio como el kalamita, aún con la confianza que se tenían, pero la bebida Knor que inconscientemente había tomado en las celebraciones de la noche anterior todavía le estaba pasando factura. Los demás trataron de no reírse tapándose la boca. Sula no hizo caso a la broma y se puso de pie, antes de que pudiera alejarse de la mesa, la computadora volvió a escucharse:
—Teniente Ousbourne, Alférez Lucía por favor repórtense a la Sala de Control.
Ahora fue el turno de Sula de reír. Ambos salieron del comedor con el estómago vacío.
La Sala de Control era una gigantesca habitación circular llena de ventanas por donde se podía ver el espacio exterior. Los asientos de los oficiales estaban organizados por funciones y cada uno tenía asignado un panel de control con una pantalla holográfica. El Capitán estaba en el centro de la habitación, sentado en su silla de espaldar alto que más parecía un trono. Era un naftaliano: una especie similar a los monos terrestres pero con una postura erguida y con el pelo y los ojos dorados. Se giró al escuchar el sonido del elevador.
—Qué bueno que llegaron, una lanzadera ha sido detectada cerca de una vieja estación espacial en el Cuadrante 807 y Galáctica quiere que vayamos a investigar. Al parecer hay una señal de vida. Los intentos de comunicación han sido un fracaso —El capitán señaló un punto en su pantalla plegable—. El mando superior quiere que llevemos esto con total discreción. Nunca hemos visto un diseño de lanzadera como esa y podría estar habitada con una especie desconocida. También es muy probable que haya estado allí desde hace mucho tiempo.
Al instante una lanzadera apareció delante de la nave, rodeada por vehículos de exploración espacial que la llevaban al puerto de la Kertrena. Sonó un bip en la pantalla plegable del capitán.
—Una confirmación —dijo el Capitán—. Quien ocupa la nave es una niña humana en estado de suspensión. Alférez Rally, cuando la lanzadera esté anclada vea que información puede sacar de los controles internos. Teniente Ousbourne, revise más detalladamente el ADN de la tripulante y todo lo que se pueda saber de ella. Hagan que sus equipos trabajen rápido. Comandante Sula, tome el control. Tengo que dar el primer informe a Galáctica.¡Muévanse, que esperan¡
—Si Capitán —dijeron los tres al unísono y cada uno fue a hacer lo que le habían ordenado.
Sula se sentó en la silla de mando. El cambio de turno estaba por comenzar y la mayoría de los oficiales estaban abandonando la sala para ser relevados. Un robot camarero se materializo delante del Primer Oficial que por fin pudo comer su desayuno en paz. Nari y Gnamura tomaron sus puestos correspondientes. Cuando Sula ya estaba pensando que iba a ser el período de mando más tranquilo que había tenido jamás se activo la alarma de proximidad.
—Una nave desconocida acercándose Capitán —dijo la Teniente Gnamura. Sus dedos grises revoloteaban entre botones, controles táctiles y holográficos.
—Eztan tratando de eztablezer comunicazionez zeñor —Añadió el jefe de comunicaciones, un reptiliano con piel azul escamada.
—Abra un canal de comunicación Oficial Zila.
Dos humanos aparecieron en la pantalla: Un hombre vestido con camisa y corbata de cuadros y una mujer que estaba usando un vestido de flores y un delantal rosa.
Devuélvannos a nuestra hija o destruiremos vuestra nave —dijo la mujer. Tenía el timbre de voz bastante chillón y un ligero tic nervioso en el ojo izquierdo.
—Destruiremos vuestra nave —repitió su esposo.
—Teniente Rogers active los escudos —dijo Sula bastante sorprendido por el repentino cambio de ambiente.
—Escudos activados y al ciento por ciento señor —respondió el joven humano.
La mujer de la pantalla frunció el seño y apretó un botón en su nave. Un rayo rojo impactó contra la Kertrena.
—¡Estos no son procedimientos civilizados señora! ¡Acaba de atacar a una nave de la Unión Intergaláctica de Planetas! —gritó Sula golpeando la silla con un puño.
Unas chispas se vieron en el cuello del hombre de la pantalla. De pronto la ilusión que tenía la nave enemiga desapareció. En realidad era un armatoste medio estallado, con la carcasa chamuscada y llena de agujeros que solo eran protegidos por los escudos. La comunicación con la Kertrena también se desactivó.
—Los escáneres no detectan vida orgánica señor —Los tentáculos rojos que hacían de pelo en la cabeza de la Teniente Gnamura se agitaron para expresar desconcierto e indignación.
—Escudos al 95%, los rayos son muy potentes -dijo el Teniente Rogers.
—El código de vuelo ezz dezconozido Capitán.
—No estaremos violando ningún punto del reglamento al destruir esa nave —el Teniente Sula apoyó un dedo índice sobre la barbilla—. Si vuelven a atacar, dispárenles.
—Pero Capitán ¿Qué pasa con la niña? Dijeron que son sus padres.
—Quieren destruirnos, señorita Gnamura. No están intentando dialogar y no respetan las directivas de la Unión Intergaláctica. Puede que esas cosas hayan criado a la niña pero no podemos arriesgarnos. Ni siquiera sabemos si sus armas pueden ser más fuertes de lo que nos han mostrado. Además, si siguen atacando con su supuesta hija abordo de esta nave quiere decir que no les importa lo que le pase.
Las armas enemigas comenzaron a abrir fuego, esta vez con láseres azules que debilitaron rápidamente los escudos de la Kertrena.
—¡Enfoquen los disparos en el agujero más cercano a la cabina! —gritó Sula.
De inmediato ambas naves comenzaron a hacer piruetas disparándose mutuamente. El ojo mecánico de Nari se encendía, se apagaba y cambiaba de color enfocándose en varios puntos de la pantalla cada vez que los atacantes cambiaban de dirección. Uno de los disparos enemigos hizo que la Kertrena se estremeciera. Las luces de las paredes y los paneles de control se pusieron rojas. Habían alarmas sonando por todas partes.
La nave del matrimonio robótico era fuerte pero Nari era uno de los mejores pilotos de la Unión y su parte mecánica le permitió detectar un patrón en la navegación enemiga y así pudo destruir el escudo independiente que tapaba el gigantesco agujero que tenían en la cabina. Unos cuantos escombros salieron al espacio por el agujero, al igual que dos cuerpos que agitaban manos y piernas tratando de volver a la nave.
—Teniente Gnamura, active rayo tractor y traiga a esos dos a la nave —Sula apretó un botón en la pantalla que estaba frente a él—. Todos los oficiales de protección disponibles diríjanse al puerto de inmediato, dos entidades no orgánicas serán abordadas. Pueden ser peligrosas —su voz se escuchó por toda la nave.
—¿De qué me perdí? —preguntó el Capitán saliendo del ascensor. El Capitán naftaliano era uno de los capitanes de la Unión Intergaláctica con más encuentros combativos sobrevividos. No porque fuera bueno en su trabajo sino porque era el mejor oliendo los problemas inminentes y evitándolos–. Parece que la puerta de la sala de comunicaciones diplomáticas se bloqueó, pero bueno, estoy seguro de que hiciste lo que yo hubiera hecho Sula, que bueno que te dejé a cargo –le sonrió a Sula con una hilera de enormes y brillantes dientes y se sentó en su asiento–. Ve y encárgate de los problemas del puerto, yo me quedo aquí vigilando por si viene otra nave enemiga.
–Si Capitán –dijo Sula frustrado intentando no pensar en lo fácil que sería para él despegar una silla del suelo para lanzársela al naftaliano. Un perro terrestre sería mejor capitán.
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