Capítulo 6

Thranduil se levantó majestuoso, dejando a su hijo sentado al borde de la cama. El pequeño elfing parecía un poco más recuperado después de consumir alimentos, aunque su estabilidad física apenas había mejorado. Necesitaría un par de días para recuperarse pronto. Pero nada impediría que el niño le explicara a él, debía responder ciertas preguntas. Arropando a su hijo, decidió quedarse.

- ¿Te sientes mejor?

- Sí, adar- susurró Legolas con la voz temblorosa, ya sabía muy bien que le iba llover piedras encima.

- Eso es bueno, porque quiero saber en que estabas pensando cuando te dije expresamente de que te quedarás... ¿qué te pasa, ionneg? - preguntó Thranduil al ver la repentina palidez de su pequeño.

- Na.. nada, adar- dijo Legolas en una voz casi inaudible- estoy bien.

Thranduil enarcó una ceja, sabía que su hijo no decía la verdad. Aunque podía ser comprensivo al respecto, en ocasiones podía llegar a ser intimidante.

- Como quieras, ionneg- el rey miró gravemente al niño, por más miedo que tuviera no dejaría de lado el asunto que llevaba entre manos- ¿y bien? ¿Vas a contestar a mi pregunta?

- So... solo quería jugar un... rato en el jardín- titubeó Legolas al ver el rostro severo de su padre, de inmediato bajó la mirada.

Un espeso silencio, ninguno de los dos se movió. Se respiraba un ambiente tenso.

- Saliste a jugar... - dijo al fin el monarca.

Legolas se mordió el labio con los nervios hasta el cuello, la voz mesurada de su padre no le agradaba ni un poquito.

- Sí, adar.

- Y estuviste en el jardín sin mi permiso... - de nuevo Thranduil habló con una voz serena.

Legolas asintió sin el valor para levantar la mirada a su padre, temía ver los ojos azul hielo de su padre.

- ¡¿Y se puede saber en que estabas pensando?!- gritó furioso Thranduil- ¡¿es qué has perdido la cabeza?! ¡¿Acaso no sabes pensar?!

- Lo siento, adar- sollozó Legolas al ver a su padre furibundo, un Thranduil enojado era más temible que un orco pestilente.

- Es suficiente, Legolas... ahora dime ¿qué más estabas haciendo aparte de jugar?- interrogó Thranduil con aire molesto, no soportaba que su hijo se pusiera a llorar, le hacía recordar mucho a su amada y si eso pasara no podría darle a su hijo el castigo adecuado.  

El pequeño elfing de cabellos rubios intentó contener sus lágrimas pero le era difícil cuando su padre le gritaba de esa forma, quería ver a su madre y pronto. Lo peor es que pensaba que si le contaba de su encuentro con la esquiva y mítica colibrí estrella, lo único que lograría sería enfurecer a su irascible padre. Tragó saliva cada vez más nervioso.

- Yo...yo me...encontré con... - respiró en un intento de controlar su miedo- me encontré con un colibrí estrella... estuve jugando con ella, y luego....

- ¿Acaso me estás mintiendo, Legolas?- inquirió el soberano con los ojos entrecerrados.

El pequeño elfing sacudió la cabeza en señal de negación, al gran rey no acogía bien las mentiras de nadie. Thranduil no contestó de inmediato, su silencio no le gustó al pequeño que de inmediato comenzó a entrar en pánico.

- Adar, yo no te estoy diciendo ninguna mentira, te lo aseguro, yo... yo la ví, volando en el jardín, ¡brillaba como las estrellas, Adar! - gritó emocionado el niño a su serio padre- ¡y como cantaba, si tan solo lo hubieras visto!

- Pero no lo vi, Legolas- cortó el soberano a su hijo antes de que esté siguiera.

El niño agachó la cabeza en un intento de contener las lágrimas, su padre no le creería por más que lo intentara, entonces recibiría un duro castigo y eso lo aterraba. "Nana, te extraño mucho" pensó para sí el pequeño elfing de cabellos dorados. 

- Por suerte para ti, encontré esto- habló Thranduil abriendo su mano, mostrando en su palma una pluma de azul resplandeciente.

Los ojitos azules de Legolas brillaron de alegría al ver la pluma del pequeño pajarito.

- ¡Ada, lo has encontrado!

El majestuoso rey de Mirkwood levantó una mano para detener a su inquieto hijo. Legolas se detuvo un poco más tranquilo que antes.

- Lo tenías tú en tu mano, ionneg- Thranduil cogió con delicadeza la mano pequeña de su niño y puso la pluma en su palma- he reconocer que me sorprendiste mucho, esas criaturas de luz no aparecen ante cualquiera.

- ¿ah, no?- preguntó Legolas un tanto extrañado, Thranduil negó- ¿y por qué no, ada?

- Creo que esa historia deberíamos dejarlo para otro momento, Legolas- atajó Thranduil con severidad, si seguían por ese camino dejaría de lado el tema del castigo del travieso elfing, o por lo menos dejaría de ser duro- no olvides que has cometido una falta grave.

Legolas se mordió el labio inferior con los ojos medio llorosos. Al verlo así el corazón del monarca sufrió un ligero revés. Por todos los Valar, si esto continúa así no seré capaz.... Thranduil se cubrió los ojos en un gesto cansado.

- Ya estuve pensando en tu castigo, ionneg.

El elfing miró con aprehensión a su padre, de repente su delicada piel se tornó pálida. Esperó lo inimaginable.

- Por tercera vez he de ser duro contigo, y esto no lo hago para atormentarte sino para que aprendas de que toda acción tiene sus consecuencias, Legolas.

-... Sí, ada.

- Así que de ahora en adelante, estarás vigilado por tres de mis guardias personales, ya no más travesuras, ¿entendiste?- Legolas asintió abatido, sabía que su hijo odiaba que lo vigilaran- también te incrementaré tus horas de estudio con tu tutor, estoy seguro que no le verá ningún inconveniente.

Legolas se limitó a asentir, lo que su padre le imponía era para él la peor tortura. Eso le impediría jugar libremente o andar a dónde quisiera. Y lo peor era que su padre parecía alargar aquella lista de castigos, en verdad que lo pensó mucho al respecto.

- También te dedicarás a ayudar a las doncellas de la corte de tu madre en sus quehaceres de costura, y a las sirvientas del palacio en las cocinas.

- Sí, adar.

- Pues bien, eso es todo, por el momento te dejaré descansar hasta que recuperes energías. Ya es tarde, duerme bien olass nî.

- Hasta luego, adar.

Thranduil se retiró de la alcoba, pero antes de irse mandó a tres guardias que vigilarán la entrada, el niño estaba débil después de permanecer días en cama, era poco probable que se moviera pero... solo por si acaso.

Mientras tanto, el elfing de cabellos de oro suspiró para sí y se acostó en la cama pensando en el duro castigo que le había impuesto su padre. No se dio cuenta de que él no estaba solo en la habitación.

Y a varios kilómetros de las grandes estancias de los elfos del bosque negro. Una comitiva de elfos se acercaba rápidamente, encabezados por una bella elfa de rasgos delicados, a su lado el capitán la acompañaba sereno e impasible.

- Mi hojita verde, ya voy cariño- susurró Lissiel con una voz inaudible.

La noche se acercaba y el sol comenzaba a descender.

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