Capítulo 5

- Aran Thranduil, vuestro hijo a despertado- dijo un guardia que tras interrumpir en mitad de la reunión tuvo que explicarse ante el Rey, Thranduil puso una máscara neutra imposible de descifrar.

- Puedes retirarte- dijo el monarca, el guardia puso una mano en un puño en su pecho, una muestra de respeto militar. Y se retiró devuelta a su lugar.

Los consejeros miraron a su majestad para saber que ordenes les daría. Thranduil entrecerró los ojos como meditándolo. Ya había escuchado lo suficiente y ya tenía claro cuales serían sus órdenes.

- Quiero que se formen grupos de recolectores y de caza, hemos de apresurarnos en almacenar alimentos para este duro invierno, también reanudaremos el comercio con la ciudades humanas- Thranduil se levantó majestuoso mientras todos los consejeros asentían prestando atención a sus palabras- eso es todo, quiero un informe en dos días...pueden irse- los consejeros dieron una reverencia antes de retirarse en silencio.

Thranduil inspiró profundo y caminó veloz hasta su alcoba. Sus guardias no lo siguieron a una simple orden de él, a su paso todos le daban saludos de  cortesía o reverencias. Su corazón palpitaba tan rápido, nadie diría que sentía ansiedad de ver a su olass, por fuera se veía imperturbable como siempre. Aunque todos los que le veían podían sentir como una furia contenida se asomaba a su rostro sereno.

Llegando frente a su alcoba encontró al capitán Senthalion, el capitán al verlo se puso en firmes. Thranduil hizo un gesto con la mano que su capitán entendió a la perfección y tomó una postura más relajada.

- ¿Cómo está?

Sabiendo de que preguntaba, el capitán contestó sin hacerle esperar a su rey y sin apartar su mirada de los ojos hielo de Thranduil.

- Se encuentra bien, mi rey, está un poco débil por la falta de alimentos pero ya envíe a una doncella a traerle algo de comer, los sanadores ya lo han revisado, no tiene ninguna complicación por la que preocuparse... el príncipe se recuperará, Aran.

- Muy bien, si es así ya puedes retirarte- dijo Thranduil abriendo la puerta de la alcoba- no quiero que nadie me interrumpa, nadie.

- Se hará como usted ordene, mi rey- dijo el capitán con el puño en el pecho, y se retiró a una señal del orgulloso rey de Mirkwood.

Thranduil entró a la habitación sin saber exactamente que hacer, a paso silencioso se acercó a la gran cama en la que dormía su pequeño hijo, sus cabellos rubios le llegaban por debajo de sus hombros, sus manos aferrándose a su almohada. Se veía adorable.

Sin hacer ruido, Thranduil se sentó al lado de su querido hijo. Se sentía tranquilo al saberlo a salvo, pero a la vez estaba enojado por su imprudencia. Al menos, esa noche dormiría tranquilo.

- A... Adar- la dulce y temblorosa voz de Legolas lo sacó de sus pensamientos.

Legolas observaba a su pensativo padre con timidez. Thranduil sonrió al ver que su hijo había despertado.

- Me alegra verte de nuevo, ioning- dijo Thranduil con un tono de voz suave y bajo, cubrió con las mantas a su pequeño hojita.

- Te escuché en mis sueños, adar- soltó Legolas cansado.

- Estuve llamándote todo el tiempo, mi olass- el Rey se detuvo al escuchar unos golpes en la puerta, se enojó mucho, había dado la orden de no fastidiarlo- ¡¿quién es él que osa incordiarme en este momento?!

- Le ruego que me perdone, su alteza, pero traje la comida para el príncipe- dijo la suave voz de una elfa.

Thranduil se levantó rápido, se había olvidado de aquel detalle en su prisa de querer ver a su hijo. Abrió la puerta y ante él estaba una doncella silvana que traía en una bandeja un plato de sopa y un vaso de jugo de bayas.

- Lamento que le haya interrumpido, mi alteza- se disculpó la doncella con la cabeza baja, estaba aterrada por la dura mirada que le dirigía el rey- pero tengo la orden del sanador de que debía traer comida al príncipe Legolas.

- Yo le daré- dijo Thranduil ya impaciente y cogiendo elegantemente la bandeja con comida- puede retirarse.

La doncella se apresuró en hacer una reverencia y retirarse lejos de la vista del rey, había sufrido el peor susto de su larga vida y no quería tentar a la suerte.

Mientras tanto, Thranduil dejaba la bandeja de comida en una mesa cercana a la cama. Legolas se levantó débilmente al oler la sopa, tenía hambre.

- Adar, ¿puedo estar en tus brazos?- pidió Legolas casi adormilado, Thranduil no contestó pero alzó al pequeño elfing y lo sentó en sus piernas, Legolas se aferró a la túnica de su padre- me siento cansado.

- Lo sé, eso es por que no has comido en tres días, ioneg- dijo Thranduil con un deje amargo en la voz, Legolas tembló al escuchar a su padre.

Legolas sabía muy bien que su padre no era una persona que tolerara la desobediencia. Pensar en como se pondría le hizo estar ansioso.

- Adar... Yo lo siento...

- Por el momento no quiero hablar de tu imprudencia, Legolas- cortó Thranduil con severidad, Legolas evitó la dura mirada de su padre- primero tienes que comer, luego me explicaras a detalle tu nueva travesura.

-... Sí, Adar.

- Bien, porque esta vez tu castigo será duro para ti, Legolas, por más que seas mi hijo debes entender que cada mala acción tiene sus consecuencias.

-... Sí, Adar, lo entiendo.

Thranduil no dijo más al respecto  y ayudó a su hijo a comer. No habría prisas, Legolas era como un niño humano de seis años, pero como príncipe debía ser más maduro en su actuar. Había pensado muy bien en su castigo.

Legolas no pudo evitar desear que su madre estuviera presente, los castigos de su padre no eran para nada lindos. Pero su madre lo sacaría del dilema, o por lo menos haría que su padre le diera otro castigo menos riguroso. Su madre había viajado a Lorien para hablar de asuntos importantes con la dama blanca. De eso ya unos dos meses, extrañaba sus abrazos y besos.

Pero lo que Legolas no sabía era que las cosas se iban a complicar un poco más de lo que le hubiera gustado. 

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