Capítulo 2

Con la mirada puesta al cielo, Lissiel buscaba serenarse ante su nueva etapa de maternidad; sentada en el verde césped, con cientos de flores a su alrededor y bajo un viejo árbol de verdes hojas, acariciaba su vientre redondeado en donde dormía su bebé. El ligero murmullo del viento le trajo el aviso de los árboles de la llegada de alguien amado. Tras las largas cortinas verduscas y colgantes de hojas, apareció Thranduil vistiendo elegante una túnica de un verde gris. El rey de los elfos de los bosques, se echó al lado se su hermosa esposa vestida de blanco y con flores trenzadas en su rubia cabellera. Era una vista que jamás podría olvidar, en especial la sonrisa alegre y amena que lucía en su rostro. Lissiel levantó una mano que fue cogido con suma delicadeza por su adorable esposo entre las suyas para luego besarla. Sin quitarle los ojos de encima, Thranduil abrazó a su esposa y una mano fue a parar al vientre abultado de ella, tranquila y suave. Así estuvieron en unos largos minutos en las que él podía sentir las pequeñas muecas que ella hacía al sufrir un dolor un poco más intenso que el resto.

— Deberíamos estar en palacio, vanimelda— le susurró al oído sobando su vientre en un gesto protector, pero al ver la negativa en su rostro insistió— en palacio te pueden asistir los sanadores, mi reina.

— No, quiero que nuestro hijo nazca aquí— dijo haciendo énfasis en la última palabra, para Lissiel le parecía un lugar idóneo y no iba a cambiar de idea, le había costado mucho escapar de unos preocupados sanadores y apenas tuvo la oportunidad de vestirse. Thranduil decidió rendirse por lo que ambos vieron el atardecer— nuestro hijo se ha quedado dormido, parece que no quiere salir a conocer el mundo.

Escuchar aquello provocó que Thranduil riera un poco y las comisuras de sus labios se notaran, pero en cambio, Lissiel respiraba profundo debido a la espera insoportable cuando deseaba ver a su bebé cuanto antes. Las contracciones en su vientre, el dolor agudo en su pelvis la atacaban de vez en cuando, era fuerte podría resistirlo. Otra contracción más y cerró los ojos, conteniendo un gemido de dolor, sintió la mano de él apretar las suyas para reconfortarla con su presencia. Los árboles se movían de un lado a otro, mecidos por un viento oloroso, mostrando su alegría creciente con la caída de las hojas. En el pequeño claro yacía la reina de los elfos silvanos, dando a luz al que sería el príncipe tan esperado.

— Creo que ya está empezando— dijo Lissiel cogiendo más aire, Thranduil se apresuró en tender una sábana limpia debajo de ella y hacer recostar— valar, duele...

Lissiel gritó ante las contracciones que sufría, el dolor centrado en lo más bajo de ella. Un Thranduil cada vez más ansioso no se apartaba de su lado, besando la coronilla de su amada esposa la animaba a continuar, se sentía impotente por no poder ayudarla pero solo quedaba estar junto a ella. Pero Lissiel le sonrió, mientras su respiración se aceleraba y un tenue sudor empapaba su frente. Otro más doloroso que el anterior y sintió que estaba siendo partida, un dolor indescriptible e insoportable.

— Mel nîn, resiste amor.... Ya falta poco— le susurró su esposo dándole un beso en los labios, pero Lissiel solo atinó a asentir— una vez más... Vanimelda.

Otro gritó, Lissiel empujó con todas sus fuerzas, y de repente, todo acabó. Con la cabeza echada en el verde césped, sus ojos verdes miraron el cielo casi oscurecido con algunas estrellas brillantes en el firmamento. El llanto de un bebé le sacó de sus pensamientos y rápido ladeó la cabeza para ver a su hijo, Thranduil se encargaba de arroparlo con bastante cuidado de una suave manta al hijo de ambos, Lissiel lloró en silencio al verlos y su amado al percatarse de sus lágrimas, se arrodilló a su costado y le dio a su bebé para que le abrazara.

— Es un bello varón, Melleth... Se parece a ti— susurró Thranduil con el brillo de la dicha mostrado en sus ojos azules— ¿te sientes bien?

— Me siento cansada— contestó distraído, sus ojos verdes miraban a la criatura perfecta que dormía plácidamente en sus brazos, Lissiel no podía dejar de soltar las lágrimas de alegría y amor por el delicado ser que había llevado en su vientre— se parece mucho a ti, en realidad, mi amor.

— ¿En serio?— dijo en voz baja Thranduil muy divertido, abrazó a su esposa y a su hijo, esperando un poco más de tiempo para volver al palacio y anunciar el nacimiento de su primogénito heredero— no he logrado ver sus ojos, se ha negado a mostrármelos.

Al oír eso, Lissiel rió bajito para no despertar a su bebé. Le acarició suavemente los cortos cabellos que ya comenzaba a notarse, sus mejillas sonrojadas, los ojitos cerrados, el subir y bajar de su pechito y el diminuto pulgar puesta en la boca. Aquel era su hijo y sintió nacer en ella un corazón maternal, se prometió así misma de que protegería a su...

— Mel nîn, ¿sabes cuál será su nombre?— inquirió ella a su marido, cogiéndole desprevenido. Thranduil se quedó pensativo unos minutos.

— Hay uno que lo he estado considerando todo este tiempo, vanimelda... Pero no sé si te guste o no— le dijo Thranduil acariciando con sus dedos los labios de ella.

— ¿Cuál es mi amor?— preguntó otra vez, con sus verdes y bellos ojos puestos en él. Thranduil bajó la cabeza lentamente, su boca muy cerca de su oreja.

— Como una hoja en primavera o verano siendo arrastrada por el viento hasta mí, melleth— le susurró, y así dicho se levantó, cubrió a su esposa y a su recién nacido hijo con su capa y la levantó ahora a ella en brazos, teniendo Lissiel a su bebé en brazos.

En esa noche inolvidable, la noticia del nacimiento de un nuevo príncipe se expandió por todo el reino y alegró a los elfos sindar y silvanos por igual. Hubo una fiesta en honor a la reina convertida en madre, las doncellas de la corte se acercaban a una feliz Lissiel para ver al bebé que, curiosamente, aún no había abierto los ojos.

Era muy entrada la noche, Lissiel llevaba puesta un vestido ligero de mangas largas, colores gris y verde que solía usar en ocasiones para dormir. Su bebé seguía adorable mientras dormía y ella le cantaba las más dulces nanas que había creado para él, su esposo todavía seguía en el despacho pero pronto iba a estar con ella para dormir juntos. De pronto, sintió un ligero movimiento en los párpados de su bebé, los brazitos se movían inquietos en su despertar. Lissiel estuvo a la expectativa, hasta que al final abrió sus ojitos.

Y una sonrisa se formó en sus labios rosados, mientras sus dedos acariciaban sus pómulos.

— Duerme bien, mi hojita traviesa— dijo y los ojitos azules se cerraron con un bostezo— buenas noches... Legolas.

Con prisa, pero al fin, espero que lo disfruten. Estoy pensando escribir en mis otras historias aunque eso no significa que vaya a dejar el fanfic.

Hasta la próxima.

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