Capítulo 8. Alec
Soy idiota. De eso no hay duda.
Lo supe en cuanto vi la expresión de Tali. Y me quedó meridianamente claro, cuando se levantó hecha una furia y sin titubear, me dijo que mejor si no la llamaba. Y aquí estoy, tirado en el sofá de casa, mientras me lamento pensando en el desastre que se cierne sobre mí.
—¿Qué te pasa? Pareces depre...
Mis ojos se encuentran con los de mi hermana, que me observa desde arriba con curiosidad. Me incorporo y dejo que se siente a mi lado.
—He metido la pata.
Arquea las cejas, haciéndome saber que solo con eso no puede hacer una valoración y le cuento lo ocurrido con Tali hace dos días. Cuando termino, la veo negar con resignación.
—Eres idiota.
Eso ya lo sabía yo.
—¿Qué tal si me das alguna solución en vez de remarcar lo evidente?
Alba suelta una suave carcajada, lo que me recuerda lo adorable que es.
—¿Solución? Alec, tengo 15 años. No soy la persona adecuada para arreglar tus meteduras de pata. Tendrás que buscar a otra persona que te aconseje.
—Pues vaya ayuda —protesto.
Se levanta de un salto y me mira divertida.
—Soy buena escuchando, ya sabes que puedes desahogarte conmigo siempre que quieras, pero no pretendas que una adolescente te diga qué hacer. Eso es una mala idea. Por cierto, espero que lo soluciones, porque quiero conocerla. Si ha sido capaz de darte semejante corte, esa chica merece la pena.
Abro la boca con intención de hacer una réplica mordaz, pero Alba se va del salón antes de que tenga oportunidad. Me quedo de nuevo solo y pienso en lo que ha dicho mi hermana. Tiene razón, he de hablar con alguien que tenga más experiencia en la vida.
Aunque mi primer pensamiento recae en mi padre, le desecho al momento. Mi relación con él es nefasta. Nos cruzamos por la casa como desconocidos y cuando hablamos, la cosa no suele acabar bien.
Mi segunda opción es Elia, pero no me apetece explicarle que, en menos de una hora he fracasado como acompañante.
Así que llamo a la tercera persona que cruza mi mente. Es alguien que ha aguantado lo peor de mí, así que no se espantará con nada de lo que pueda contarle. Lo cierto es que si tengo reticencias, es porque ya sé lo que me va a decir.
—Eres idiota —afirma Isabel en cuanto termino de ponerla al día.
—Lo sé. Y ahora que tenemos ese punto claro, ¿me puedes decir qué hago? —suplico desesperado—. Hiciste una buena labor conmigo como acompañante. Si alguien me puede aconsejar bien, esa eres tú.
El silencio al otro lado de la línea se alarga y por un momento pienso que se ha cortado. Hasta que escucho un largo suspiro.
—Elia te ha puesto una ardua tarea. Es tan difícil estar en un lado como en el otro, Alec. Superar una situación así no es nada fácil, ayudar a alguien a avanzar, lo es aún menos. Sé que te has ofrecido para esto porque te sientes en deuda y tú también quieres aportar y ayudar, pero no olvides una cosa: para cumplir con ello, hay que ser muy generoso con la otra parte. Te vas a convertir en su principal apoyo, serás la persona a la que recurrirá cada vez que tenga un mal momento. Dependerá de ti. No olvides eso.
—Vale ¿y entonces qué hago?
—Llamarla, Alec, llamarla.
—Ya... —me da que eso no va a servir.
—No tienes que ser su psicólogo, para eso ya está Elia. Tienes que ser su persona. Tú no estás para hacer juicios de valor sobre su situación, ni decirle lo que ha de hacer. Tu trabajo será hacer que confíe en ti lo suficiente como para que te llame cada vez que lo necesite.
—Como hiciste tú, ¿no? Realmente fui un idiota con ella —reconozco con pesar.
Isabel se ríe sin ningún pudor. Amigas para esto.
—Errores de principiante. Nada más. Tampoco es necesario que te fustigues.
—Sabes que no me va a coger el teléfono, ¿verdad?
—Si es como me la has descrito, tenlo por seguro.
Estoy jodido.
—¿Y entonces?
—Piensa un poco. Si no te contesta al móvil, tendrás que buscar otra forma de contactar con ella.
Tiene razón. Lo que no sé es cómo ando tan espeso que yo mismo no me he dado cuenta de ello. Esta situación me tiene del revés.
—De acuerdo. Creo que tengo un plan b.
—Y Alec, una disculpa no vendría mal. Si realmente estaba tan ofendida, no aceptará que te comportes como si nada. Y creo que esa chica tiene cierto orgullo. Sé que tú también, y que lo que dijiste no fue con mala intención, pero has de dar tu brazo a torcer y decir "lo siento, me equivoqué".
Está en lo cierto, sin embargo, yo también tengo mi orgullo y lo de claudicar no lo llevo nada bien. Aunque en esta ocasión, si quiero llevarme bien con ella, no me va a quedar otra.
—Gracias Isa.
—De nada chiquillo. Ya sabes que me encanta ayudarte. ¡Eso sí! Mantenme al día, no quiero quedarme con la intriga y me parece que esta relación vuestra va a dar para mucho. Adiós.
Me quedo pensando en sus últimas palabras. "Esta relación vuestra va a dar para mucho". Lo cierto es que cuando vi que era a Tali a quien iba a acompañar, se me cayó el alma a los pies. Yo ya estaba al tanto de las normas de Elia y sabía que quedaba anulada cualquier posibilidad con ella.
En otras circunstancias, me hubiera dado igual, pero es que a día de hoy aún no me he podido olvidar de la cálida sensación que se instaló en mi pecho cuando la conocí en la penumbra de su habitación. En un instante se generó tanta electricidad estática a nuestro alrededor que de habernos rozado habrían saltado chispas. Fue una situación extraña. Cuando me acerqué a ella, noté cómo aguantaba la respiración y si llegamos a estar dos minutos más a esa distancia, juro que la hubiera besado. ¡A una desconocida a la que ni siquiera ponía cara! Me engañé a mí mismo diciendo que solo lo hubiera hecho para comprobar si su boca sabía a piruleta de cereza, tal y como delataba su aliento. Quería disfrutar de ese dulzor durante un instante...
Si tan solo se hubiera quedado en una anécdota sin más, con el tiempo la sensación desaparecería, se diluiría hasta quedar reducida a nada, pero desde que nos miramos cara a cara en el restaurante, sus ojos oscuros como el pozo más profundo, me atraparon. Solo espero que ya que no va a pasar nada entre nosotros, pueda de verdad ayudarla y que así al menos, el sacrificio valga la pena.
¡Hola! ¿Qué tal por ahí?
Bueno, ya veis que el capítulo viene con sorpresa ya que lo narra Alec. Cuando escribí "Deconstruyendo a Lis" probé eso de alternar capítulos entre los dos protagonistas (Lis y Cesc) y he de decir que me gustó la experiencia. Así que he decidido repetir en esta historia. Solo unos pocos capítulos serán desde su punto de vista, pero creo que viene bien para conocer mejor a Alec.
¿Qué os ha parecido? Me encanta que comience reconociendo que ha sido un idiota. Y para colmo tanto Alba como Isa concuerdan, jajaja
Y ¡ay! ese momento en el que recuerda cuando conoció a Tali... ¿os imagináis que la hubiera besado así por las buenas?
En fin, qué complicado lo tienen.
Y digo yo ¿cómo va a hacer para que Tali le perdone? Porque el enfado no se le va a pasar así como así... ¡Lo sabréis en el próximo capítulo!
Dejadme comentarios, ¡please! Os lo agradeceré eternamente.
Si no se tuercen las cosas, el domingo publico. Os adoro. Besitossss
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