Capítulo 32

—¿Qué tal si vamos a por algo de comida?

La pregunta de Merche no nos extraña a ninguno. ¿Por qué será?

—Por supuesto —acepta Koldo—. Al fin y al cabo, solo te has comido un algodón de azúcar y una manzana caramelizada...

—Venga... vamos a buscar una patata de esas rellenas. —Nos coge a Miriam y a mí del brazo y tira de nosotras para que los chicos nos sigan.

Al final no hubo que decidir un plan. Es el último sábado de agosto y en el pueblo se hace una feria con atracciones, puestos de comida y conciertos. Y al parecer, faltar no era una opción.

Merche nos lleva con paso decidido, pues con solo una vuelta, sabe exactamente dónde está lo que busca y no tardamos en hacer cola en el puesto de patatas asadas. Mientras esperamos miro alrededor y agradezco el cambio de paisaje. Por una vez la fiesta es en un enorme parque y no en la playa. Llevamos un par de horas en la feria y ya hemos montado en varias atracciones.

—En cuanto cenemos, vamos al concierto ¿vale?

Merche ha venido con las pilas cargadas. Esta chica no se cansa.

—Lo malo es que aquí no nos venderán alcohol —protesta Koldo—. Deberíamos haber traído litros o algo.

—No hará falta —Iván señala a un chico que arrastra una nevera portátil—. Esos tíos llevan cervezas y no te piden el carnet. Solo quieren sacarse unos euros.

—Casi prefiero que solo vendan cerveza —susurra Miriam a mi lado—. Después del fiasco en la playa, con un par de latas, tendré más que suficiente.

Tiene toda la razón. Yo tampoco quiero pasarme.

Vuelvo a mirar alrededor. No sé por qué pero estoy nerviosa y no hago más que buscar a Alec entre la gente. No hemos quedado en toda la semana y aunque un par de días me preguntó a ver cómo estaba, sé que fui un poco escueta a la hora de contestarle.

—Está ahí —me dice Miriam.

—¿A quién te refieres?

—A Alec. Llevas toda la noche esperando encontrarte con él —Me hace un gesto con la barbilla y yo sigo la línea imaginaria.

Está con unos amigos en otro de los puestos de comida y como si notara mi mirada, se gira y me ve. Les dice algo y se acerca, pero no llega hasta nosotros, se queda a medio camino.

—Ahora vuelvo.

Avanzo hasta él y con cada paso, mi corazón se acelera un poquito más. Maldición. Me había mentalizado para comportarme como si nada, pero ya estoy fallando estrepitosamente.

—¿Qué tal todo? Siento que no hayamos quedado esta semana, con los turnos cruzados...

—Alguna vez tenía que pasar, tampoco podemos cuadrar nuestros horarios de trabajo. No te preocupes, he estado bien.

Aunque estaba deseando verle, en el fondo me ha venido bien estos días alejada de él. Al menos para poder difuminar un poco el recuerdo del sábado.

Koldo grita a mis espaldas para llamar mi atención.

—Te reclaman. ¿Nos vemos luego?

—Sí, claro. Si no me encuentras mándame un mensaje.

Vuelvo con el grupo mientras espero no haber parecido desesperada. "Si no me encuentras mándame un mensaje". "¿Pero qué demonios te pasa Tali?".

Una patata asada y dos cervezas después, bailamos y saltamos en el concierto, como si fuera el último día de nuestras vidas. "Así que esto es lo que me estaba perdiendo" pienso. Miriam también parece estar disfrutando y por un momento me siento genial. Quizás después de todo, aquí pueda ser feliz. Apenas llevamos dos días saliendo con Iván, Merche y Koldo y ya les considero amigos.

Cantamos y nos reímos a carcajadas. Merche, así por las buenas, me planta un beso en la mejilla y hace lo mismo con Miriam que me mira a mí sorprendida por la reacción de la chica. ¿Será siempre así de efusiva o tendrán algo que ver las cervezas?

Iván se viene arriba y me rodea los hombros con su brazo para acercarme a él y hablarme al oído.

—¿Te lo estás pasando bien?

—Genial. Gracias por insistir en que quedáramos todos juntos. Creo a Miriam también le ha venido bien.

—No tienes que darme las gracias. Me alegro de que estés aquí.

Me abraza y no puedo evitar pensar en lo que me dijo Miriam. ¿Solo pretende ser mi amigo o busca algo más? Sin embargo, Iván es demasiado educado como para convertir este momento en algo incómodo, así que no tarda en soltarme. Aunque antes de hacerlo, me da un rápido beso en la mejilla. Me dedica una última sonrisa y se centra de nuevo en la canción que está sonando. Yo miro hacia la izquierda porque tengo la sensación de que alguien nos está observando. Así es. Por segunda vez en la noche, mi mirada se cruza con la de Alec y descubro en él un gesto serio que no me gusta nada. Pienso que quizás le ha molestado lo que acaba de ver pero si es así, no le queda otra que fastidiarse. Solo falta que se comporte como el perro del hortelano, ni come ni deja comer. Si él se empeña en que nos mantengamos como lo que somos, tiene que aceptar lo que yo haga y con quien lo haga. Eso es así.

Sin embargo, me da rabia que se comporte de esa manera y cuanto más lo pienso, más me hierve la sangre. Me acerco a Miriam para avisarle.

—Voy a hablar con Alec, ¿vale?

—Ok. No hagas nada que no haría yo —responde guiñándome un ojo.

Me acerco a él, que permanece con los brazos cruzados en una actitud que no le pega nada. Está molesto, muy molesto. Y yo lo estoy más.

—¿Damos una vuelta? —sugiero.

Ni siquiera me contesta pero echa a andar, dispuesto a alejarse del bullicio. Caminamos en silencio hasta que dejamos atrás la multitud y paseamos, esquivando a la gente que está sentada en el césped, desperdigada por todo el parque.

—Parece que te lo estás pasando muy bien.

—Así es.

—Por lo que he visto, Iván y tú os lleváis de maravilla.

—Es pronto para llamarlo amigo, pero sí, nos llevamos bien. Todos ellos son buena gente.

—Ya...

Su actitud me está cabreando. Al igual que el día de la fiesta, tengo la sensación de que está celoso, pero no puede tratarse de eso cuando él no quiere nada conmigo.

—¿Qué pasa contigo? —suelto sin filtro alguno—. No entiendo a qué viene esa actitud.

Me detengo dispuesta a enfrentarlo. Estoy harta de dar rodeos.

—¿A qué te refieres?

—No sé, quizás a que te comportas como si estuvieras molesto. Tus palabras dicen una cosa pero tu cara muestra algo muy distinto.

Se gira hacia mí con las manos en los bolsillos y los ojos clavados en el suelo.

—No me pasa nada. Solo me preocupo por ti. No quiero que te hagan daño.

—¿Y quién me lo va a hacer? ¿Merche? ¿Koldo? ¿Iván? —recalco el último nombre y tal y como esperaba, Alec levanta la vista.

—Lo siento, me estoy comportando como un estúpido cuando no tengo ningún derecho.

—Exacto, no lo tienes. Eres peor que Leo. Si te comportas así con mis amigos ¿qué harás cuando tenga novio?

Inconscientemente se acerca a mí y odio sentir esa cercanía y no poder tocarle.

—Aguantarme, qué voy a hacer. ¿Qué quieres que te diga? ¿Que preferiría que nunca tuvieras novio? ¿Que quiero acapararte las veinticuatro horas del día y que solo tengas tiempo para mí? Por mucho que me joda, tú harás tu vida y yo ocuparé el papel que me corresponde.

Sus palabras me sientan como un puñetazo en la boca del estómago. Me da tanta rabia que se resigne que hago la última cosa que debería. Me alzo de puntillas y le beso. Sin embargo, al contrario de lo que suele suceder en las novelas románticas, Alec se aparta.

Su gesto, me confirma lo que ya suponía: que nunca va a pasar nada entre nosotros. Ojalá se abriera la tierra y me engullera porque en estos momentos solo quiero desaparecer.

¡Ay! ¡Se ha apartado! ¿Por qué se ha apartado? Llorad conmigo... 

Seguro que ahora os apetece darle un guantazo a Alec para que espabile. Aunque para entenderle.. ¿qué tal el próximo capítulo? ¡Narrado por él! Así podréis saber qué demonios se le está pasando por la cabeza.

¿Habrá otro beso? ¡Se aceptan apuestas! 

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