Capítulo 26. Alec
Tali lleva un rato contándome su última sesión con Elia pero soy incapaz de concentrarme en sus palabras. Estamos en mi casa, tumbados en el sofá, uno frente a otro. Ella tiene los pies subidos al respaldo y los mueve de forma rítmica mientras habla. No es consciente de lo que hace, sin embargo me tiene hipnotizado. Deslizo la vista por sus piernas desnudas hasta llegar al pantalón corto, que se le ha recogido un poco al estar en esa postura, y hago un enorme esfuerzo para subir la vista hasta sus ojos. Trago saliva con dificultad e intento apartar de mí esta estúpida necesidad de besarla.
Bastante que, después de que el sábado me comportara como un idiota, ella ha hecho como si nada y ni siquiera ha sacado el tema relucir.
—De verdad que no sé qué hacer. No avanzo, sigo estancada. Quiere que comience a escribir, sobre mí... y sobre Lili. Que me vendrá bien, pero no estoy tan segura.
—No hay una fórmula matemática que diga cómo te has de sentir o hasta cuando. Yo creí que lo tenía superado y cuando habían pasado tres años tuve un bajón impresionante.
Tali se sienta y cruza las piernas, dejando claro que quiere saber más.
—¿Tres años después?
Asiento sin mirarla. No me gusta recordar esos momentos, pero no quiero engañarla diciendo que todo irá mejor. Puede que sea así, o puede que no.
—Sí, es como que durante los primeros meses, no eres del todo consciente de que no está, además su presencia aún está fresca. No sé decirte qué me pasó, ni siquiera tengo claro el momento, solo recuerdo que de pronto pensé: "Ya no va a estar nunca". Y ese nunca se hizo enorme. Eso, sumado a que cada vez me era más difícil acordarme de las pequeñas cosas con ella... En ese momento, todo se me vino encima. La eché de menos mucho más que el primer día de su ausencia. Fue una temporada jodida, pero poco a poco me fui reponiendo y encontrando la forma de que estuviera presente sin que eso me hundiera en la mierda.
—No sé cómo hacer eso con Lili.
—Tienes que darle espacio a su recuerdo, sin que marque tu día a día. Estarás un paso más cerca de conseguirlo cuando hables de ella, recordando los buenos momentos. Ahí te darás cuenta de que has avanzado.
—¿Cómo se llamaba tu madre?
—Nadine. Un nombre bonito ¿verdad?
Tali se ríe. ¿Acaso no le gusta?
—¡Mucho mejor que el mío! —exclama.
—¿Qué tiene de malo el tuyo? A mí Tali me gusta.
Se mueve un poco para acercarse más a mí y habla en voz baja, como si corriera el riesgo de que alguien más la escuchara, aunque estamos los dos solos.
—Ese no es mi nombre completo, solo una parte.
Sé que acabo de poner cara de sorpresa, pero es que en ningún momento lo había pensado.
—¿Y entonces?
—Me llamo Catalina —suelta con un suspiro.
No puedo evitar reírme y ella me da un golpe en el brazo.
—Oye, menos cachondeo.
—No, si me gusta. Es solo que suena serio. Tali es más... relajado, no sé. Pero ¿por qué no Cata o Lina?
Juega con el borde de su camiseta y sé que todo esto no es algo que suela hablar con la gente. Me siento afortunado.
—En realidad, quería algo más original. Los otros nombres ya están muy oídos.
—Vaya, nunca lo hubiera dicho...
—¡Culpa a mi madre! Siempre le gustaron los nombres de los protagonistas de las telenovelas y nos tocó a sus hijos cargar con sus preferencias. Liliana, Leonardo y Catalina. ¿Qué te parece?
No son muy habituales y me llama la atención que una mujer tan moderna como Inés, haya elegido esos nombres.
—Y todos acabasteis usando un diminutivo...
—Imagínate ir por ahí diciendo; "Soy Catalina Durán".
—Puede que en unos años, lo uses.
Me giro hacia la puerta de entrada al escuchar esta abrirse y maldigo para mis adentros al ver que se trata de mi padre. Ojalá poder cambiar la cerradura y evitar así que entre a su antojo. Cada vez tengo más claro que esta no es su casa.
—Vaya, estás aquí —saluda acercándose a nosotros —. ¿Y tú eres...?
—Es Tali, una amiga —respondo sin mirarle, dejando claro que hablar con él es una molestia.
Ella se levanta de un salto y le tiende la mano.
—Encantada.
—Vaya, me alegro de que tengas más amigos que Pol. De todas formas no me suenas... ¿Quienes son tus padres? —pregunta con curiosidad.
—Me acabo de mudar hace poco, vivo en la casa que está en la ladera, la del mirador.
Y en ese momento, deseo que la tierra me trague.
—¿Eres la hija de Inés?
Veo el desconcierto en el rostro de Tali y me gustaría poder dar marcha atrás en el tiempo, para que esta conversación no tuviera lugar.
—Así es, ¿la conoces?
—Yo soy quien le ha vendido la casa. Antes vivíamos allí. Pero eso ya te lo habrá contado Alec, ¿no?
Noto cómo su postura se vuelve rígida por la sorpresa, sin embargo, al momento se repone y esboza una enorme sonrisa.
—¡Claro! Le encantan las vistas... —Toma el móvil y echa un rápido vistazo—. Es tarde, me tengo que ir.
Se calza las sandalias y se va hacia la puerta, sin mirarme siquiera.
—Encantado, Tali.
—Igualmente —responde sin girarse.
Me quedo mirando la puerta como un idiota, sin saber qué hacer. He metido la pata hasta el fondo y no sé si es mejor dejar que se vaya o intentar detenerla y hablar con ella.
Cuando me doy cuenta de que al menos tengo que tratar de explicarme, salgo corriendo.
La pillo al final de la calle, enfilando la estrecha carretera que lleva hasta su casa.
—Tali, ¡espera!
No se detiene y pienso que no me ha escuchado, así que la tomo del brazo y tiro un poco de ella para que se detenga. Cuando se gira y me mira, se me cae el alma a los pies. Está llorando y la rabia inunda su rostro. El ceño fruncido, las mejillas encendidas y un leve temblor en el labio inferior. Me odio a mí mismo en este momento.
—Tali yo...
—¡Joder Alec! ¿En serio? ¿Tu casa? Te he contado un montón de cosas y tú ni siquiera has sido capaz de decirme que era tu casa. ¿Te das cuenta de cómo me siento? —me grita.
—Yo no... no sabía cómo...
—¿No sabías cómo ser sincero? —me recrimina con un sarcasmo que hiere—. Nuestra relación se basa en la confianza. ¿Pensabas que no me iba a enterar? Pues ya ves, estas cosas suceden de la forma más tonta.
Tiene toda la razón, no me atreví a decírselo en un primer momento y luego ya...
No soy capaz de contestar pues ninguna de las justificaciones que le dé en este momento, serán suficientes para ella. Verla llorar me mata y sé que le he fallado.
Ante mi silencio niega lentamente, resignada, mientras sus lágrimas resbalan por su rostro. Se las limpia enfadada de su propia actitud y echa a correr carretera abajo.
Me quedo mirando su figura alejarse mientras me siento la persona más miserable del mundo.
Aquí os dejo dos ejemplos de casa que se parecen mucho a la idea que yo tenía en la cabeza y que encontré en Pinterest (bendito sea). ¿Os imaginábais la casa así? Yo soñé con ella y de ahí surgió la historia así que era lo que más claro tenía.
Bueeeeenooooo ¿qué os ha parecido el capítulo? ¡Ay! Este final me rompe el corazoncito. Lo típico de ¿se puede estropear todo en un momento? Ya veis que sí. En fin, que todos somos humanos y cometemos errores, pero a veces no contar algo a tiempo, se termina convirtiendo en un problema y Alec esta vez sí que ha metido la pata hasta el fondo.
¿Conseguirá arreglarlo? El próximo capítulo lo dirá. Besitossss
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