Capítulo 25

Miriam me ha engañado para ir a otra fiesta. No es que me apetezca mucho después del "gran éxito" que resultó la última pero no he sido capaz de decirle que no. Además creo que nos vendrá bien ya que las dos acabamos esa noche sintiéndonos fatal y no quiero que eso nos frene. Seguro que hoy sale todo muchísimo mejor.

Para empezar no es en la playa, sino en la casa de un conocido de Miriam y lo cierto es que me extraña que alguien se anime a hacer fiestas en ese plan. Pero no seré yo la que me queje.

La casa está a las afueras y cuando estamos llegando vemos que no somos las únicas que nos dirigimos allí. Quizás el chico este sea bastante popular, eso, o ha invitado a todo el mundo.

—¿Me parece a mí o va a estar a tope?

—Iñigo tiene muchos amigos —me explica— o conocidos, como prefieras. Juega al fútbol y se comporta como si fuera Messi.

—¿Eso que se escucha es música? ¿A esta distancia?

Aún no hemos llegado y ya nos llega un leve sonido. Menos mal que dejamos las últimas casas atrás, porque si no, estoy segura de que alguien llamaría a la policía.

Al pasar la verja que rodea la propiedad, nos encontramos con un montón de gente bebiendo y pasando el rato, están ocupando la enorme extensión de césped y algunos ni siquiera están teniendo cuidado con las flores. No me quiero ni imaginar qué aspecto tendrá el jardín por la mañana...

—Vamos a por algo para beber.

Miriam me arrastra al interior de la casa y aquello no pinta mejor. Todo el mundo parece divertirse pero no son ni las doce y ya está todo hecho un desastre. Buscamos la cocina y allí un chico no tarda en servirnos un par de vasos de cerveza. Mi amiga se bebe el suyo de trago y pide que se lo vuelva a rellenar, yo en cambio apenas doy un sorbo pues pretendo que me dure un buen rato.

Sigo a Miriam sin saber a dónde quiere ir y al pasar por el salón veo a Alec charlando con otro chico. Me saluda con la mano y yo respondo, sorprendida de encontrarle aquí. Seguimos hasta salir a la parte de atrás donde hay otro jardín y una enorme piscina en la que hay tanta gente que es imposible contarla.

No puedo evitar echar un vistazo atrás en busca de Alec pero ya no está ahí. ¿A dónde ha ido? ¿Se habrá marchado ya?

Me doy cuenta de que Miriam me está contando algo y centro mi atención en ella, al fin y al cabo ¿qué más me da dónde esté Alec? Ya he estado con él entre semana, no es lógico que quiera que me preste atención también aquí...

—Así que acabamos discutiendo.

—¿Quienes? —pregunto al darme cuenta de que no me estoy enterando—. Perdona me he despistado. ¿Con quién has discutido?

—Con Marisa. Es que me tiene harta, no me escucha. Lo único que hace es decirme cómo tengo que hacer las cosas. No entiende que su historia y la mía son muy diferentes y que lo que para ella sirvió puede que no valga para mí.

Recuerdo cuando Alec hizo lo mismo la primera vez que hablamos. Por suerte es algo que no se ha vuelto a repetir.

—Vaya. ¿Y qué piensas hacer? ¿Hay alguna manera de que lo solucionéis?

—Lo cierto es que no. Ya nos ha pasado más veces, quizás simplemente no encajamos. Estoy pensando en hablar con Elia y pedir un cambio.

—¿Crees que a Elia le parecerá bien?

—No es la primera vez que pasa. Hay veces que no se es compatible con esa persona y en esto, sabes que tiene que haber cierta complicidad y confianza para que funcione.

Una extraña sensación se me instala en el pecho al pensar en esa posibilidad. Sé que Alec cree que eso sería fallar, pero si dejara de ser mi acompañante, podríamos ir un paso más allá. A veces, me mira de una manera que me hace pensar que siente algo por mí y la incertidumbre me está matando.

—Voy a por otra cerveza. ¿Te traigo más?

Miro mi vaso aún por la mitad.

—No, así estoy bien.

Se aleja y yo me siento un poco incómoda al quedarme sola. Un grupo pasa a mi lado canturreando la última de Bad Gyal que es lo que suena a todo trapo y no puedo evitar reirme.

—Hola. No esperaba verte aquí.

Me giro hacia la persona que se ha detenido junto a mí y sonrío.

—Hola Iván. Yo tampoco contaba con venir a esta fiesta.

—Pues me alegro. Así hemos podido coincidir.

—¿Qué pasa? ¿Te gustaba eso de tenerme de compañera? ¡Si solo fueron dos días!

El chico se encoge de hombros y mira hacia la piscina. Lo he dicho de broma pero su reacción me hace dudar.

—Oye, eres muy difícil de encontrar.

—¿Qué quieres decir?

—Te he buscado en Insta y así...

No sé si sentirme halagada o tener miedo de él.

—Ah, eso. No tengo redes sociales...

—¿De verdad? ¿Por qué?

Esperaba que no insistiera. Doy un trago de cerveza para demorar un poco más mi respuesta y decidir qué decir.

—Todo lo que ahí aparece son medias verdades. La mitad de lo que somos. Siempre mostramos una parte falsa a cambio de ocultar la parte auténtica de nosotros mismos que no aceptamos. Además, hay demasiado odio y presión social...

—Vale, me queda claro.

—¿Y por qué no me has mandado un mensaje? Tienes mi número...

Iván me mira de nuevo y parece un poco apurado.

—Ya, lo sé. Pero lo tengo por el trabajo. No me parecía bien usarlo a nivel personal así por las buenas. Por eso te busqué. A veces es más fácil empezar siguiendo a alguien en redes.

Estoy sorprendida de su actitud. Otro no hubiera dudado en usar mi número y él en cambio, no se creyó con derecho a hacerlo.

—Visto así, ha sido un detalle pero tienes mi permiso para escribirme cuando quieras.

Me sonríe y yo le imito. Cuando alguien más se detiene junto a nosotros, creo que es Miriam, sin embargo se trata de Alec. ¿Acaso se ha acercado al verme hablar con Iván? Por nuestra actitud está más que claro que no es alguien que me esté molestando.

—No estarás bebiendo más de la cuenta como la última vez, ¿no?

Le miro estupefacta. ¿A qué viene eso?

—¿Ahora te vas a comportar como un hermano mayor? Ya tengo uno, gracias—le contesto cabreada por su actitud.

Iván a nuestro lado carraspea y al girarme hacia él, me interroga con la mirada.

—¿Todo bien?

—Sí, es un amigo.

—Entonces os dejo, creo que me están esperando. Te escribiré.

—Genial. Hablamos. —Y le dedico una última sonrisa.

En cambio cuando me vuelvo hacia Alec, le fulmino con la mirada.

—¿A qué ha venido eso?

—Solo me estaba preocupando por ti. ¿A qué ha venido lo del hermano mayor?

¿Ahora resulta que le ha fastidiado eso?

—¿Preferirías que hubiese dicho que te estabas comportando como un novio celoso? No, ¿verdad? Porque nosotros nunca seremos nada más que lo que ya somos. Entonces ¿qué más te da que haya dicho hermano?

Se acerca a mí hasta que su rostro está a pocos centímetros del mío. No puedo recular más, porque mi espalda está apoyada en una columna del porche, así que le mantengo la mirada con toda la dignidad que me es posible. Abre la boca para decir algo, pero no lo hace y en vez de eso convierte sus labios en una fina línea. Está enfadado sin embargo no sé por qué.

—No me pongas las cosas más difíciles, Tali.

La forma en la que pronuncia mi nombre, hace que un cosquilleo baile en mis tripas. Ha sonado oscuro y profundo, tanto que me hace querer más. Cuando me doy cuenta de que tiene la vista puesta en mis labios, estoy a punto de perder el poco autocontrol que me queda.

—Yo no he hecho nada. Si está siendo difícil para ti, deberías pensar cual es el motivo.

Empujo su pecho para que retroceda y en cuanto lo hace, me voy en busca de Miriam. Si permanezco un momento más a su lado, acabaré haciendo una tontería.

¡Madre mía! ¿Podemos hablar de este final de capítulo? En serio que esa frase de "No me pongas las cosas más difíciles, Tali" me parece la bomba. Lo que hacen dos cervezas y verla con Iván, ¡¡¡¡por Dios!!!! Esa frase se le ha escapado totalmente, jajaja y me encanta. Eso sí, ahora hay que aceptar las consecuencias.

Buff. Os diré que los próximos capítulos van a estar llenos de emociones. Todo se va a revolver aún más y cada vez les será más difícil mantener la situación a raya. ¿Tenéis ganas de un poco de drama? Además, el próximo lo narra Alec.

Contadme si os está gustando. Os agradezco mucho los comentarios, de verdad.

Besitosss

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