D O S
Miraba el techo sucio de mi apartamento. Perdida. Hace algunos días, mi decisión de tirar por la borda mi vida (literalmente hablando) ocupaba la totalidad de mis pensamientos todo el tiempo. Ahora, sin embargo, quien ocupaba mis pensamientos era una chica pelirroja de ojos grises.
Solté un gruñido de frustración mientras daba otra vuelta en la cama. Cerré los ojos con fuerza, tratando de ignorar ese extraño pensamiento, ese horrible pensamiento. Me levanté y dirigí la mirada a la soga que hace unos días iba a rodear mi cuello.
Ahora la veía con rechazo. Me dirigí a la cocina a prepararme un café mientras intentaba procesar bien lo que pasaba por mi cabeza. El olor fuerte inundó el apartamento en poco tiempo, pero ni siquiera así podía quitarme de la cabeza la imagen de esa chica, de Lake. De nuestras manos juntas, de sus labios apoyados en el vaso de plástico.
De sus ojos. Sentí mi rostro arder. Mierda, ¿qué carajo me pasa? Decidí que si quería despejarme, debía salir. Y por primera vez en meses, agarré un poco de ropa deportiva y salí a dar una vuelta.
...
Los primeros quinientos metros fueron sencillos. Luego vinieron otros quinientos. Luego de un kilómetro y medio, tuve que parar. Mis pulmones ardían. Mi corazón latía tan rápido que temía que fuera a estallar de pronto. Apoyé mis manos en mis rodillas y respiré por la boca. Me dolía el bazo. He perdido práctica y olvidé lo frustrante que es comenzar a correr.
Pero a la vez me sentía más despejada que nunca. Si le hubiera echo caso a mi psiquiatra antes y hubiera echo ejercicio hace semanas, la idea del suicidio no hubiera sido tan recurrente, aunque sin dudas habría aparecido tarde o temprano.
—¡Tess!— escuché una voz con acento alemán.
Levanté la cabeza. Con ropa deportiva, el rostro brillante por el sudor y agitada, Lake Muller, la chica de la fiesta, venía corriendo hacia mi. Trágame tierra. Maldigo el instante en que decidí salir a despejarme.
—Lake— dije para no quedarme callada.
Creí que seguiría de largo, que simplemente era un saludo casual porque nos encontramos, pero se detuvo. A diferencia mía, se irguió aún más e inspiró una única bocanada de aire por la nariz, con el mentón señalando hacia el cielo.
—Que gusto verte otra vez— dijo ella, mirándome a los ojos. Desvié la mirada.
—Lo mismo digo— fue todo lo que respondí.
—¿Hace mucho que saliste a correr?
Negué con la cabeza.
—Media hora, quizás. Pero había olvidado lo complicado que era cuando no se está uno acostumbrado.
Lake asintió. Me entendía, por supuesto. Ella lleva bastante haciendo esto. Para no sacar conclusiones precipitadas, pregunté directamente.
—¿Y tú?
—Llevo dos horas ya— mierda.
—Eres muy resistente— no pude evitar decir. Ella se ruborizó.
—Gracias. Aunque es más práctica que otra cosa. Llevo corriendo regularmente todos los días desde hace dos años.
La expresión de mi rostro debió haber sido lo que desató una risa en ella. En unos segundos, estaba riendo también. Lo curioso es que yo nunca me río de nada. Tragué saliva cuando me di cuenta de eso.
—¿Tienes sed?— señaló una botella de agua pegada a su cadera. No pude rechazarla.
Nos sentamos en un banco, recomponiendo fuerzas y mirando a todas las personas ir y venir por todo Central Park. Hubo un silencio cómodo. Apoyé mi espalda contra la banca y solté un suspiro.
—¿Has vivido siempre en Nueva York?— preguntó Lake de repente.
La miré con los ojos entornados por el sol, que cada vez parecía más intenso a medida que avanzaba la tarde de verano.
—Así es. Aunque antes vivía en las afueras, antes de mudarme.
—Vaya, ¿vives con tus padres?
Se me hizo un nudo en la garganta. Esa era la pregunta. La jodida pregunta que tanto odiaba que me hicieran. Tragué saliva como pude mientras sacaba fuerzas para decir aquello sin que la voz me saliera muy rota.
—Están muertos.
No vi su expresión. Había los últimos meses rodeada de sonrisas de lástima y pena. Y ya no necesitaba eso. Solo necesitaba dejar de sufrir y...
—¿Te molesta si pregunto como pasó?
Me volteé hacia ella con sorpresa. En su rostro no había ni lástima ni pena. Tristeza, sí. Pero... nada de esas dos emociones que tanto daño me habían echo desde que murieron.
—N-no me gusta recordarlo.
—Está bien, no tienes que hacerlo si no quieres— apoyó una mano en mi hombro—. ¿Quieres un helado?
Y no se si fue su tono de voz, el brillo de sus ojos, su cabello meciéndose con el viento, que me hizo aceptar la invitación, por más que no me gustara el helado.
...
NOTA DE AUTOR
Hoy me levanté inspirado-
Que onda pibardos, ¿todo bien?
Se que no es un capítulo precisamente largo... pero como es mi fanfic mamenla. A la próxima escriben uno ustedes con diez mil palabras de relleno.
Mel: Déjenlo, se levantó agresivo. Mejor nos vamos despidiendo por acá. Esperamos que les haya gustado mucho este capítulo.
Hoshiru: Esta historia tiene mucho futuro por delante. Así que sean pacientes para su finalización.
Mel: En fin, chaoitooo
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