Ella y él
La escena se consumió frente a sus ojos. Su cuerpo fue dañándose con lentitud, hasta terminar con su sufrimiento.
Cuando su alma se elevó, retornó al lugar que actualmente podía llamar hogar.
- Esta vez. Desaparecí después de ti. - La muchacha habló con voz baja y tenue. Todavía sentía en los huesos el dolor de sufrir otra muerte.
- No es que me alegre, si te soy sincero. - La figura habló mientras colocaba una manta sobre su desnudo cuerpo agazapado. Ella agarró su mano cuando él la posó en su hombro.
- Otra línea superada. Hay que dirigirnos hacia un nuevo mundo.
La sentencia colocó un peso en sus hombros, aún así ella sonrió con dulzura.
El hombre arrugó su entrecejo y se arrodilló frente a ella.
- Vamos a esperar...
- Gilgamesh...
- Sólo un poco, Ishtar. Por favor.
Él acarició su cabeza con suavidad haciéndola suspirar.
- Está bien. - Ishtar apoyó su cuerpo en el pecho de él. - Gracias. Por quedarte a mi lado después de tanto.
- No hay por qué. Siempre te seguiré Ishtar, no importa dónde vayas.
La oscura habitación a su alrededor le envió escalofríos. En muchas ocasiones se sentía tan sola que de no ser por la compañía de Gilgamesh, ya hubiese sucumbido ante la tentadora locura.
- A veces me pregunto. ¿Realmente vale la pena todo lo que nos he hecho pasar? - Empezó a jugar con un mechón del pelo rubio de Gilgamesh. - No obstante, nunca me arrepiento. Ella es... era mi todo. Además, le debo mucho.
- Nunca te he juzgado por nada de esto, Ishtar. Sé que tienes tus motivos, así como yo te sigo por los míos. Aunque haya mil universos que atravesar. - La abrazó con más fuerza. - He caído por ti.
Gilgamesh se acuerda la primera vez que se encontró con Ishtar. Una niña rota en el cuerpo de un adulto. Tan rota, que por esas fisuras salía la bondad que su cuerpo no podía contener.
Una niña enojada con el mundo por arrebatarle al último ser querido que le quedaba.
Una niña que tuvo que aguantar el pecado de dañar a su hermana, para contradictoriamente, hacerla feliz.
Ja. Qué ironía.
Gilgamesh no tenía lazos con nadie, excepto la persona en sus brazos. Por eso no le importó hacer el papel de villano en cada mundo que visitaban.
Pero no se podía imaginar dañando a Ishtar. Aunque fuese por su bien, para que lograra la añorada felicidad. Le era imposible.
Por eso admiraba la valentía y fortaleza de Ishtar. Al hacer todo lo posible por la supervivencia de su hermana, Rin.
Su larga travesía empezó con un pequeño deseo que distorsionó todas las líneas temporales a partir de ese momento.
La Parca se los había advertido, todo menos vincular nuevamente un alma al plano terrestral.
Lo que es: Prohibido revivir personas.
Pero, cómo Gilgamesh iba a impedir un deseo tan humano de alguien que le imploraba al destino un cambio y este se había reído en su rostro.
La infracción se realizó y ahora Ishtar y él tenían que morir y volver a renacer en otros mundos para enderezar el curso de la "historia".
Con la maldición de siempre aparecer como personajes viles o que dañen a la persona revivida: Rin.
Apartó un par de mechones que obstruían la firme y cálida mirada de Ishtar.
Innumerables de veces tuvo que ver como esta niña se descomponía ante sus ojos.
Su peor miedo, tener que partir antes de ella.
Le aterraba dejarla sola con sus pecados.
Porque sabía que Ishtar era tan pura, que escondería sus espinas y se dañaría por dentro, sólo para proteger a los seres a su alrededor.
Aunque a veces ellos no merecieran protección.
También sabía que Ishtar era capaz de enfrentar sus demonios sola, como la diosa que es.
Pero, aún era tan egoísta como para querer mantenerla a su lado siempre, libre de todo temor.
- Ishtar.
- ¿Mhm?
- Algún día, cuando esto termine, deseo que vivamos por nosotros.
- Jum. - La muchacha miró por la ventana la inmensa negrura y el astro que les proporcionaba luz. - Eso sería agradable.
- He estado pensando. ¿En ese momento lograrás obtener tu final feliz?
Ishtar se quedó en silencio por mucho tiempo.
Gilgamesh ya no esperaba respuesta cuando ella se removió de sus brazos y se acomodó frente a él. La manta se resbaló tentadoramente por sus hombros.
Le asombró encontrarse con una mirada obstinada y brava.
- Gilgamesh, ¿eres tonto? - Luego suavizó su semblante. - Mi final feliz es terminar mis días a tu lado.
Gilgamesh abrió sus párpados de estupefacción. Pero sólo un segundo.
- ¿En serio? - Colocó su palma en la suave mejilla de Ishtar. Ella siguió la caricia.
- Sí. - Se fue acercando hasta unir sus labios en un casto beso.
Cuando se separaron, Ishtar subió sus comisuras en una bella sonrisa que se quedó grabada en el corazón de Gilgamesh. Él le respondió sonriendo también.
- Realmente he caído por ti. - Le besó la frente.
- Y yo por ti.
Nuevamente Ishtar se acurrucó en los brazos de su hogar.
Ahora y siempre serán ella y él.
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