48. ➳ El aspecto del cambio ♡

"Difícil es, ciertamente, soportar a los demás; pero es más difícil quizás soportarse a sí mismo. Todo hombre que busca con sinceridad su perfeccionamiento, no puede menos que sentirse bien fatigado al final de la jornada".
-Armando Palacio Valdés

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Sam se sentía sumamente cansada y le molestaba no saber exactamente por qué. Cuando por dentro se le abría la conversación ella misma se evitaba porque sentía que toda respuesta válida iba a terminar en que estaba enloqueciendo.

Desde hacía varios días tenía sueños raros que sabían a memorias olvidadas y a malvados sentimientos, Sam no era de las que sueñan cosas distintas cada día, de hecho sus sueños —o pesadillas— eran poco frecuentes y para nada relevantes. Entonces, ¿qué había cambiado? ¿por qué llevaba ya siete noches con esos sueños recurrentes?

Algunos eran buenos, eran recuerdos bonitos de su niñez, algunos escuetos de su adolescencia y otros de un intermedio que ella estaba segura que ya ni tenía en su bodega mental. El problema eran los malos, que si bien eran minoría, eran los que más la llegaban a incomodar y a afectar por todo el día que tenía después. Recuerdos de compañeros molestándola, de su padre gritándola, de su madre sintiéndose claramente decepcionada de ella y de aquellas veces en que se percibió como alguien sumamente inferior comparada a otras compañeras, eran los que la atormentaban.

Cada día se le hacía más complicado fingir que nada pasaba; las sonrisas falsas de cortesía que daba prácticamente cada día a todo el mundo se le hacían más y más pesadas con el paso del tiempo, más difíciles, más inalcanzables, como si el acto de curvar los labios hacia arriba y hacer brillar los ojos, aunque fuera un engaño, le resultara ahora tan imposible como intentar volar.

Había perdido el apetito casi completamente, y un temor se instalaba en ella cada noche en su cama al pretender dormir; le daban miedo sus propios sueños, sentía que al cerrar los ojos por inevitable cansancio, se jugaba una ruleta de emociones en la que no podía tener tanta suerte como quisiera. Deseaba sufrir de insomnio, prefería con mucha ventaja no poder dormir, que dormir un poco y joderse a media madrugada despertando abruptamente y casi siempre a llorar.

Consideraba frustrante el sentir que perdía el control de su propia mente y en el intento de que nadie se diera cuenta, de que nadie sospechara que estaba atravesando un mal momento, se lastimaba más sin darse cuenta.

No le había querido contar a Alice nada pese a que ella era la primera persona en quien debería confiar, no le decía nada a su hermano, ni a Mario, mucho menos a sus amigos del colegio. Solo guardaba todo sin pensar que su cuerpo algún día diría que era suficiente y necesitaría explotar para hacer más espacio para problemas.

Los ojos de Sam estaban vagamente mirando a la nada; se encontraba con Lisa en el césped tras el edificio de Winston tomando el sol a petición de su amiga en la hora del receso. Una vez se sentaron Lisa había empezado a hablar, a contarle de su fin de semana, de las clases, de cualquier cosa pero al poco tiempo Sam se desconectó y solo pudo pensar en el sueño de esa noche, el que le trajo el recuerdo de cuando a sus once años había ido con su familia a viajar a una casa de la que por nada del mundo se quería acordar.

El sueño fue vago y pareció mostrarle el comienzo de ese viaje, como el inicio de una película en sus primeras escenas, la llegada a la casa, la presentación de los dueños de esa casa que eran amigos de sus padres, el perro blanco que la acogió con amor al llegar y el vestido de girasoles que usó dos veces durante esa semana.

Al pensar en ese sueño tenía pequeños cuadros en su memoria de lo ocurrido pero había tenido tan enterrados esos sucesos que se sentía incapaz de recuperar todo el recuerdo, se sentía necesitada de no recuperar ese recuerdo. Era como si ella no hubiera estado ahí, como si todo lo que sabía de esa época gris fueran retazos que le habían contado y por eso no podía poner orden y lógica a lo que había pasado... pero en el fondo sabía que no era una anécdota, que ella lo había vivido y que su incapacidad de recordar no era por lo lejano en el tiempo sino por lo doloroso que resultaba.

Su cabeza se sintió mareada de repente, ajena, opaca. Era una sensación muy frecuente desde que empezó a tener esos sueños. Lo atribuía al desgano y al malestar emocional que todo le traía pero a la vez era consciente de que era una debilidad de su cuerpo por el poco cuidado que le daba últimamente. Todos los ruidos alrededor de Sam estaban distorsionados, los oía como si ella tuviera una gran caja metálica encerrando su cabeza y por eso las ondas de sonido no la atravesaban completamente.

Entonces sintió el zarandeo que Lisa le daba tomándola del brazo.

Los sonidos volvieron y Sam la enfocó.

—Perdona, ¿qué decías? —preguntó Sam, intentando ser cortés, mas lo que halló en la mirada de Lisa fue preocupación pura, un gesto que no le agradaba para nada—. Estoy algo distraída.

—Sam, ¿qué te pasa?

—Nada, solo estoy distraída.

Lisa se mordió su labio, demasiado dudosa de si debía ser directa con ella o no. Si bien Lisa era una buena amiga de Sam, no era lo que dicen íntimas y Lisa era más que consciente de que eso era por decisión de Sam. La conocía lo suficiente para entender que era reservada, que no le gustaba para nada hablar de ella ni que la interrogaran sobre su vida; de hecho, si su amistad había progresado tanto era porque Lisa respetaba eso a rajatabla, nunca metiéndose más de la cuenta en los asuntos de Sam.

Pero esta vez era diferente porque no se trataba de sentir curiosidad sobre su familia o su vida fuera de Winston, esta vez era el aspecto dañado de Samantha, algo que nadie había visto antes y que, aunque solo se dijera entre rumores de pasillos, preocupaba a muchos. Sam ya casi no sonreía, no hablaba con frecuencia, no era el motor de energía que solía ser siempre; cuando de Sam se trataba, daba la impresión de que ella tenía ojos en la nuca y oídos en cada parte de su cuerpo, no como si fuera una chica chismosa sino como si siempre estuviera pendiente de los demás para ayudar en lo que pudiera o simplemente para hacer sentir a los todos importantes y especiales. Y eso había cambiado.

Samantha ya no se esforzaba en mantener conversaciones con los demás, no quería participar en las clases, no sonreía cuando alguien le pedía un favor aunque sí los hacía, seguía cumpliendo con algunas de sus responsabilidades en el comité de organización pero ahora lucía como si fuera una Sam en modo automático, que lo hacía por reflejo y no por gusto como antes.

Y lo más destacable era su aspecto físico. Su cabello rojo, usualmente alocado pero lleno de vida, ahora lucía opaco y muerto, Sam ya no lo dejaba suelto, solo se hacía una trenza desordenada como peinado. Su piel lucía más pálida día tras día, la falta de brillo en sus ojos la hacía ver lúgubre, como si solo fuera la sombra desvanecida de la que era unas semanas atrás. No volvió a probar bocado en la cafetería, no corría veloz en gimnasia, no se pintaba las uñas como antes ni se molestaba en cambiar de suéter durante varios días.

Los rumores se dispararon, igual que siempre con cualquier acontecimiento. Unos decían que Sam tenía el corazón roto, otros decían que había perdido un par de materias y que la había afectado mucho, algún osado inventó que sus padres habían muerto pero en sí, nadie se atrevía ni siquiera a preguntarle.

Lisa pensó muy bien sus palabras antes de decirlas y las acomodó lo menos invasivas que pudo.

—Sam, ¿segura estás bien? ¿te duele algo? Luces algo... cansada.

Sam intentó forzarle una sonrisa tranquilizadora, pero igual que las anteriores, pesó demasiado como para poder hacerla.

—No te preocupes, estoy bien. Una vecina nueva llegó y tiene un perro que aúlla toda la noche —inventó rápidamente—, no he dormido mucho últimamente gracias a ese animal.

Lisa no le creyó ni media palabra pero era inútil intentar sacarle más información.

—Deberían poner una queja —replicó, siguiéndole la corriente.

—Sí, mi papá ya piensa en eso.

El timbre que anunciaba el fin de la hora de receso sonó adentro y Sam se levantó del césped sin ni siquiera tocar el sándwich que había traído de la cafetería. Al ponerse de pie, Lisa se colgó a su brazo con camaradería y antes de cruzar las puertas al interior, le dijo una última frase:

—Si en algún momento quieres hablar de lo que sea, acá me tienes, lo sabes, ¿verdad?

Samantha le sonrió, un gesto natural pero cansado.

—Sí, lo sé.

° ° ° ° °

—Ya está pasando —murmuró Jacobo a Marissa con la voz rota—. Sam ya está mal.

Marissa lo tomó de la mano con cariño.

—Míralo como que cada vez estamos más cerca de terminar con todo.

Si bien eso era cierto, también lo era que las cosas estaban mal con Samantha. Terriblemente mal. Ver su cambio desde sus propios ojos preocupaba a Marissa más que alentarla como le hacía creer a Jacobo, empezaba a cuestionar la eficacia de ese truco dado por el maestro de Jacobo, se preguntaba si realmente era bueno hacer pasar a un humano, cualquiera que fuera, por ese tormento repentino.

—No come —murmuró Jacobo, como un eco de sus propios pensamientos casi sin ser consciente de que Marissa lo escuchaba—. No desayuna, no almuerza, se ve débil. A este paso no solo será su mente sino también su cuerpo el que le fallará.

—Sí come... a veces —intentó consolar Marissa, sabiendo de inmediato que no servía de nada—. Lo suficiente para mantenerse fuerte al menos.

—No está fuerte, Marissa. Tú y yo lo sabemos.

Marissa no fue capaz de responder nada porque aceptarlo en voz alta solo hundiría más a su amigo pero negarlo sería mentirle. Se quedaba sin palabras para fortalecer a Jacobo, cada minuto que pasaba hacía más difícil alentar las acciones de Jacobo, creer en ellas, confiar en el resultado. Había estado incluso tentada de preguntarle a Aaron si lo que Jacobo hacía era correcto pero el maestro tenía mil cosas en qué pensar y no quería añadirle otro asunto sobre los hombros; le había comentado superficialmente que Jacobo intentaba un método nuevo con Sam pero no entró en detalles; los vio innecesarios.

—Menos de tres semanas —murmuró Jacobo de nuevo, preocupado. Marissa lo miró—. Dime cómo voy a solucionar esto en menos de tres semanas.

—Aaron no te obliga a quedarte en Skydalle cuando...

—Sé que no me obliga, pero es mi deber —cortó—. Lo siento en el corazón, Marissa, no me puedo quedar acá mientras allá arriba Skydalle se cae a pedazos.

Su forma de decirlo sonaba a que ya estaba predispuesto a una derrota, o al menos a que las cosas serían de todo menos fáciles. Le dolía a Marissa escucharlo hablar así, tan serio, tan lastimado pero a la vez tan determinado a ser leal a la causa.

—Jacobo, no está mal querer egoísta de vez en cuando —le respondió, con la misma seriedad—. Sé que es difícil intentar ponerse a uno a mismo sobre los demás y no sentirse mal, y más cuando los quieres desde el fondo del corazón pero hay ocasiones en las que pecar con egoísmo es más saludable. Deberías quedarte con Samantha, ayúdala a ella. Ya has hecho bastante por esta revolución y nadie tomará tu ausencia como una falta.

Jacobo negó con la cabeza.

—Yo sufro porque Sam lo hace y sufro también porque debo fingir que continuar mi misión es mi única prioridad. Me duele tenerla hecha una mierda y aún así tener que enamorarla. Si me metí en esto fue por la necesidad de hacer un cambio por ella y por todos los demás, no me voy a esconder ahora, no me voy a rezagar ahora. Yo necesito alzar mi voz y si para eso es necesario dejar a Sam sola por un tiempo, así sea. Estando acá no podré hacer nada, Marissa, literalmente mi inutilidad es visible. Sam no me ve, no me oye, no me siente, no encontrará jamás consuelo en mí. Si logramos cambiar las cosas en Skydalle, quizás pueda bajar después y hacerle un bien a ella de otra manera.

—Pero sí la ayudas ahora —contrarió Marissa—, lo que haces, sí la estás...

—No. Yo no la ayudo, yo la hundo, Marissa, para que las personas eventualmente la ayuden. ¿No te das cuenta? Yo no estoy acá para hacerle un bien, estoy para llevarla al fondo, confiando en que así habrá quienes le tiendan la mano para salir. —Jacobo señaló a Sam que ya estaba sentándose en su lugar en la clase de filosofía—. Solo tienes que verla, ¿crees que el aspecto que tiene ahora es por una ayuda? Claro que no. Lo descubrí hace poco, hace demasiado poco como para sentirme inteligente, pero ahora lo sé.

—¿Sabes qué?

—Cuál era mi misión. Nunca fue enamorarla por el camino que decidí tomar, nunca fue ayudarla directamente. Mi misión ha sido desde que llegué romperla y ya. No romperla y quedarme como pensé antes, no ver su mejora, no enamorarla después, no. Solo lastimarla y luego irme. —La voz de Jacobo se agravó hasta terminar en un ronco sonido desprovisto de ánimo, Marissa consideró que ese tono era una representación del aspecto físico de Samantha. Observó a Sam con devoto amor y luego concluyó—: Y eso es lo que haré aunque me rompa yo por dentro.

° ° ° ° ° 

Jacobo no había vuelto a Skydalle desde su charla con Robbie. Él le había pedido que llevara a Marissa pero no se sentía en condición de hacerlo así que mejor omitió eso cuando habló con Aaron para darle el mensaje. A cierta medida sentía que traicionaba a su amiga al ocultarle que Robbie estaba bien y ansioso de verla pero no se sentía capaz de volver pronto al almacén.

No se sentía capaz de casi nada, a decir verdad, pero ocultaba muy bien sus inseguridades al mantenerse callado. Si no pudiera hacer eso, fingir, todos verían que se estaba rompiendo igual que Sam, como un cristal fino que a cada golpe estrenaba una grieta hasta que en algún momento, finalmente, explotaría en mil pedazos.

Se mantenía cuerdo gracias a Melody.

Se había enamorado tanto de ella que tenerla cerca era lo que evitaba que cayera en trozos desperdigados por el suelo. Melody lo escuchaba cuando quería hablar, y cuando no, lo besaba y con eso era suficiente consuelo para mantenerse en pie. Ella había aprendido a leerle las expresiones, los ademanes, incluso las diferentes formas de respirar y se enteraba de cuando Jacobo estaba mal incluso antes de que él mismo lo aceptara.

Esa noche Marissa había salido con Aaron y al parecer no planeaban volver pronto. Sam estaba despierta, pero mucho más apagada que el mismo Jacobo; miraba al techo desde su cama, ausente, pensativa aunque algo en los ojos de Sam decía que en realidad tenía la mente en blanco. Jacobo estaba ansioso y fastidiado, sabiendo que cuando Sam lograse dormir, su mente lo absorbería de inmediato y su malvada misión debía seguir. Ya no se trataba de si quería o no retrasar el recuperar sus recuerdos, ahora se trataba de que era obligatorio hacerlo porque el tiempo se le acababa.

Antes de la medianoche Melody se apareció en la habitación; encontró a Jacobo en el suelo sentado, ojeroso y rendido, pero al verla, una sonrisa sincera le afloró en el rostro. Jacobo deseó lanzarse a sus brazos color chocolate y anidar ahí varias caricias pero se recordó que en Tierra no era posible. Esperó a que Melody se sentara a su lado, no dejó de mirarla ni un segundo.

—Te ves muy bonita cuando llegas de sorpresa —le musitó Jacobo, con ojos brillantes. Melody le regaló una sonrisa en reflejo—. Desearía poder besarte ahora.

Melody se encogió de hombros, resignada, pero la verdad era que ella deseaba lo mismo.

—Te ves agotado —respondió—. ¿Quieres hablar?

—No ahora. ¿Cómo está Román?

Melody titubeó antes de contestar y eso hizo que Jacobo la mirase más fijamente.

—Algo... confundido —confesó finalmente—. Samantha no le responde mensajes últimamente. Está preocupado porque siente que está dando pasos en reversa con Sam.

—No es su culpa. ¿Recuerdas que te dije que Sam podría cambiar con Román? Pues el momento es ahora. Ella está mal, la está pasando terriblemente. Ojalá yo pudiera hablar con Román y pedirle paciencia.

—Él tiene paciencia, Jacobo, es solo que por más que tenga voluntad, no tiene un manual de cómo proceder. Está confundido pero no por eso desiste con Samantha.

Jacobo asintió esperando que ese gesto le diera el agradecimiento que quería dar. Miró a Melody, perdiéndose por varios segundos en la oscuridad de sus ojos que irónicamente tanta luz le traían a su vida, se embelesó tanto observándola que ella soltó una risita nerviosa pero complacida.

—Melody, ¿estás enamorada?

Jacobo tanteó agregar un "de mí" a esa pregunta pero lo descartó al sentirlo innecesario. Sabía que esa pregunta no se hacía nunca, que era indiscreta, difícil de responder e incómoda de hacer pero le salió espontáneamente sin más. Su intención no era que Melody se sintiera extraña ante lo directo del cuestionamiento, ni siquiera era saber si ella lo amaba, en realidad no sabía cuál era su intención así que solo aguardó.

En parte esperaba que Melody riera o que se negara a darle una respuesta alegando algo como "eso no es asunto tuyo" o "no te lo diré por nada del mundo" o algo similar, sin embargo, para su sorpresa, Melody replicó fuerte y claro:

—Sí.

—¿En serio?

—Sí. Y como para aclarar, de ti.

—¿Cómo sabes?

La conversación distaba mucho de ser una declaración romántica de sentimientos mutuos, al contrario, parecía un interrogatorio formal hecho por un tercero sobre sus sentimientos. No molestó a Melody, de hecho le pareció tierno y a la vez apropiado para su temperamento, prefería decirle así de secamente un "sí" a tener una larga y cursi charla al respecto.

—Solo lo sé.

—¿Cómo lo sientes? —objetó Jacobo, interesado—. ¿Qué sientes?

—¿Esperas que te dé un discurso empalagoso de lo que yo creo que es el amor? —ironizó Melody.

—No. Solo dime lo que sientes, no importa si es empalagoso o duro como una roca.

El comentario le sacó una sonrisa a Melody, que pensó muy bien sus palabras antes de decirlas.

—Pienso en ti casi a cada hora del día, a donde sea que vaya con Román, veo o escucho o huelo algo que me recuerda a ti. Cuando te beso se me olvidan momentáneamente los problemas con nuestros humanos. Pienso en que cuando eres tan alegre me fastidias pero que a la vez eso me encanta, quisiera a veces contagiarme de tu humor, siento que me falta ese optimismo con todo. Antes, cuando pensaba en el amor tenía las definiciones que Lilith me ha dado toda mi vida, eso de que el amor es entrega, es unión, es cariño, felicidad, comprensión, ya sabes, todo esa perfección que nos pintan en las lecciones.

—¿Y ahora ya no lo ves así?

—El amor ya no lo veo como algo perfecto, lo veo lleno de baches y de obstáculos, de defectos y problemas, pero no por eso deja de ser cariñoso, comprensivo, entregado y unido. Es amor es un equilibrio de lo bueno y lo malo, de los pros y contras y de la voluntad de recibir cada parte, las oscuras y las brillantes. Cuando pienso en ti tengo la certeza interna de que quiero abrirle los brazos a todo eso, incluso a las partes que puede que no me gusten. Ahora, para mí, la definición de amor es Jacobo, así que yo tomo eso como que estoy enamorada.

Jacobo deslizó su mano sobre el suelo para buscar la de Melody. El acercamiento mínimo les produjo un dolor leve pero no quiso apartar la mano por eso; cuando entrelazó sus dedos le sonrió con los labios apretados pero con los ojos húmedos, enamorados.

—Puedes ser muy dulce cuando te lo propones.

—Solo me lo propongo si estás conmigo.

—Entonces quédate conmigo toda la vida.

—Una vez que estemos en Skydalle con nuestras misiones concluidas, nadie podrá separarme de ti.

El recordatorio de las misiones solo le trajo a Jacobo a la mente el hecho de que el tiempo que lo regía ahora no era el de su misión sino la cuenta regresiva hasta el cierre de Skydalle. Jacobo no estaba seguro de si Robbie ya había contactado con Ambrosio como habían prometido para ponerlos a todos al día con los planes cercanos, pero al menos sabía que Melody no lo sabía aún.

Odiaba ocultarle ese tipo de cosas pero ya había cometido demasiados errores como para que meter a Melody más de la cuenta en este asunto fuera uno más. El tiempo se acababa, la bomba de cupidos sería lanzada dentro de poco y a Jacobo no dejaba de retumbarle en la cabeza la advertencia tácita de "estar en la revolución puede significar perder la vida", esa era la conclusión más evidente de su charla con Robbie y desde que fue plenamente consciente de ese riesgo, una cosa ya tenía Jacobo en claro: no podía arriesgar la vida de Melody en esa situación.

De repente le llegó a Jacobo la respuesta del por qué le había preguntado a Melody si lo amaba: porque quería estar seguro de que ella comprendía el sentimiento profundo que era el amor genuino, no porque tuviese dudas sobre Melody sino porque solamente albergando un amor tan puro como el que Jacobo tenía por ella, podría Melody comprender más adelante por qué Jacobo tomaba ciertas decisiones a sus espaldas.

—Mel —la llamó Jacobo; ella lo miró—. Lo que sea que sientes por mí en este momento, duplícalo por veinte y te harás a una idea de lo mucho que te he aprendido a amar en estos meses. Recuérdalo siempre, ¿de acuerdo?

—No. Me olvidaré de ello cada día, tendrás que decírmelo con frecuencia.

El deseo de besarla fue más fuerte pero el ardor en sus manos aumentaba a cada segundo por seguir con sus dedos entrelazados.

—Mientras estemos juntos no dejaré de decirlo.

Pero cuando nos separemos, deberás recordarlo y aferrarte a esa memoria, añadió Jacobo para sus adentros.

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Hola, amores <3

Mil gracias por seguir acá a pesar del mes casi completo de espera, de verdad lo aprecio. Espero actualizar seguido en esta época de aislamiento, crucemos dedos para que así sea. 

¿Qué les ha parecido este capítulo? 7u7

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