33. ➳ Revelaciones del subconsciente ♡
"¿Por qué, si el amor es lo contrario a la guerra, es una guerra en sí?"
Benito Pérez Galdós.
***
A Jacobo se le unía el miedo, la desconfianza y la sorpresa al mismo tiempo y esa mezcla no era buena, y menos cuando en su mente estaba arraigada una sola afirmación: ellos mentían.
Esa era la única respuesta, Lilith mentía, no era posible que Marissa fuera la mala de la historia, ella le había contado todo con la mayor cantidad posible de detalles y todo había sido cierto, ¿cómo se atrevían ellos a hacerlo dudar? Marissa era la única que había mostrado interés en ayudarle sin condiciones y lo estaba haciendo, no solo a él, a muchos, una cupido de mal corazón no hace todo eso. ¿Es que nunca la habían escuchado hablar sobre Mario? Ese tono compasivo, amoroso. ¿Marissa traidora? No, tenían que estar equivocados.
—No... eso no puede ser cierto —balbuceó Jacobo—. Deben estarla confundiendo con otra Marissa.
—¿Su humano era Mario Darmín? ¿Su compañero Sandro Valmar? ¿Trabajó en Landfield hace cuatro años y fue exiliada a solo unos días del fin de su misión? —espetó Emera. Jacobo calló y eso confirmó todo—. Es la misma Marissa. La única.
Jacobo sintió los ojos mojados y en un chute de valentía se levantó de su silla bruscamente, dispuesto a irse así fuera a las malas, no se quedaría allí escuchando cómo le mentían descaradamente. ¿Aliados? Pfff, ellos eran enemigos y solo querían ponerlo en contra de la única que lo ayudaba. No les iba a creer una palabra.
Lilith se levantó también de su silla y se acercó a Jacobo con un gesto pacífico.
—Jacobo, comprendo si has desarrollado un lazo con ella por el tiempo que lleva contigo y porque te ayuda, pero Marissa Darmín no es una buena aliada.
—Mientes —siseó.
—No tenemos motivo para hacerlo. —Lilith no se dejaba afectar en absoluto por la furia de Jacobo, de hecho seguía usando su dulzura para conciliar—. ¿Qué te dijo ella?
—No les diré nada. ¿Para qué? Ustedes le llevarán la contraria a cualquier cosa que yo diga, solo quieren ponerme en contra de ella.
—¡Ella ya está en contra nuestra! —tronó Emera.
Una mirada de Lilith la calló.
—¿Quieres saber su verdadera historia? —propuso Lilith—. Te la diremos. Mejor, te mostraremos su archivo. No tenemos motivo para mentir, Jacobo, ni para contradecir nada, lo único que haremos será siempre abogar por la verdad.
—No hay archivos, todo se borró —objetó.
—No para nosotros. Lo tenemos todo.
Jacobo negó furtivamente con la cabeza, al borde del desespero. Las palabras de esos maestros empezaban a llegarle al cerebro pero él las ahuyentaba, no quería creer nada.
—Ustedes me pueden mentir.
—Ella ya lo hizo —dedujo Lilith.
El cupido resopló y pasó sus manos por su rostro, agotado. No quería estar allí, no quería escuchar a ninguno de ellos, no quería que tuvieran razón. Miró la puerta pero recordar a los dos guardias del otro lado le recordó que no podría irse por las malas de ahí así que con un hilo de voz dijo:
—Solo... solo díganme si me van a entregar con los Altos Mandos ya y de no ser así, me iré.
Las palabras le sonaron a Jacobo más pesadas de lo que parecían en su cabeza; si le llegaban a decir que lo entregarían, haber visto a Sam unas horas atrás en el estadio habría sido la última vez y el solo imaginar que no podría estar con ella jamás hacía que le doliera toda el alma.
Los tres cupidos miraron a Lilith esperando su veredicto; Emera tenía el gesto duro, Jeffer lucía neutro y Saulo estaba apesadumbrado con todo. La maestra rubia tomó varios segundos de silencio para responder:
—Estás muy alterado así que vamos a hacer un trato, Jacobo. —Por primera vez, Lilith sonó fiera y pétrea, su tono conciliador ya no estaba, ahora solo había determinación en su dulce voz, así que Jacobo supo que el dictamen no tendría lugar a discusión—. Te dejo ir en este momento para que en la tierra respires y pienses bien las cosas, no le dirás a Marissa de esta reunión y el lunes vendrás, te llevaremos a un lugar especial donde guardamos la historia de Skydalle, allí leerás con calma el expediente de Marissa y sus faltas. Te puedo jurar por todo el amor del mundo que lo que leas será veraz, lo sabrás todo y ahí decidirás de qué lado vas a estar porque el nuestro y el de Marissa no es el mismo.
Jacobo sintió todo su cuerpo temblar.
—¿O?
—O te entregamos ahora mismo por uso indebido de flechas. Tu castigo no será muy grave por eso, pero tu misión será trasladada a otro cupido, así que no verás más a tu humana.
Jacobo no aguantó más y dos lágrimas cayeron de sus ojos, lágrimas de impotencia, de rabia, de duda. No tenía realmente opciones porque dejar a Sam no era una viable así que no le quedaba sino aceptar la primera.
—Vendré el lunes —farfulló con la voz temblorosa—. ¿A qué hora?
—A eso del mediodía. Tengo entendido que los humanos están estudiando a esa hora, no habrá problema. Te veré en el parque central de Corazonia.
Saulo se levantó sin que nadie dijera nada y abrió la puerta por la que habían entrado; Jacobo no dijo una sola palabra más pues la reunión había terminado así que solo caminó con la frente en alto hacia la salida. Antes de cruzar el umbral y encontrarse con la oscuridad del otro lado —libre ahora de guardias—, Saulo le palmeó suavemente la espalda y le dedicó una sonrisa de comprensión que en medio de todo lo hizo sonreír tristemente también.
Al salir a las calles de Corazonia estaba abatido y no bajó inmediatamente, se quedó caminando mucho tiempo tomando el aire de la noche fresca y concurrida. Necesitaba esos minutos para prepararse pues ver a Marissa luego de lo ocurrido y mentirle cuando le preguntara por su demora no iba a ser sencillo y mucho menos era fácil mirarla a los ojos cuando muy dentro de sí y aunque no quería, le creía vagamente las acusaciones a Lilith.
Melody había subido a Skydalle antes de que amaneciera y se había encontrado sorpresivamente con Lilith; la maestra parecía muy emocionada de verla, más que la misma Melody de encontrarla a ella. La llevó al que había sido su cubículo, ahora ocupado por un bebé de casi un año, y sin darle muchas vueltas al asunto, lo dijo:
—Tenemos una situación. ¿Has escuchado rumores sobre rebeldía, Melody?
La cupido fue sincera, no le mentiría a Lilith.
—Sí, pero solo son rumores, no sé gran cosa, maestra. ¿Es real?
—Es real —confirmó—. Es un movimiento que nació fuera de nuestra vista y que por ende nos puede perjudicar, pero nos hemos comunicado con el cupido que mueve gran parte de ello.
—Eso es bueno, ¿correcto?
—Más o menos —admitió Lilith—. La cupido que lo reclutó le ha mentido y él no nos quiere creer respecto a nuestros planes. Necesitamos que se ponga de nuestro lado porque es el único viable para una revolución, ellos no tienen un plan, nosotros sí.
Melody acogió esas palabras lentamente y tardó un poco en traducirlas: era momento, todo se empezaba a mover ahora. No obstante, lo quiso corroborar:
—¿Eso quiere decir que llegó el momento, maestra?
—Esto nos ha tomado desprevenidos, Melody, no creemos estar completamente listos, por eso debemos dialogar con ellos. Lo ideal sería que se unieran a la organización que llevamos pero si nos vamos por las malas y ellos quieren hacerlo ya, pues nos unimos porque no podemos perder la oportunidad. Somos todos o ninguno. No tienen tantos aliados pero sí los suficientes para hacer ruido, y si las cosas se nos desvían, para echarnos todo por la borda.
—Entiendo.
—Por eso me alegra mucho encontrarte ahora, Melody, necesito un favor —anunció.
Desde que Melody había bajado a la Tierra ella y su maestra no se habían visto, pero la cupido subía con frecuencia a Skydalle precisamente por si algún día era necesaria. Antes de bajar su maestra le dijo "te buscaré cuando te necesite pero no dejes de venir seguido" y aunque ya lo hacía por mera rutina, Melody sintió que por fin valía la pena subir un día común y corriente. Le gustaba que su maestra le hablaba con la misma paciencia y dulzura que la última vez que la había visto, como si casi un año no hubiera pasado aún.
—Sí, lo que necesites.
—El cupido vendrá hoy porque le prometimos pruebas de que su aliada le mentía, pero está prevenido conmigo. Está convencido de que solo quiero ponerlo en contra de ella y creo que ir conmigo a la biblioteca de la Fortaleza no le convendrá.
—Y quieres que yo lo lleve.
—Sí. ¿Tienes aún la llave?
—Claro que sí. ¿A qué hora vengo?
Lilith le sonrió sinceramente a la buena disposición de su alumna.
—A mediodía.
—De acuerdo. ¿Quién es?
—Se llama Jacobo White.
Melody sintió un hielo líquido e imaginario recorriéndole la espalda. ¿Jacobo? ¿desde cuándo él estaba metido en rebeldía? No, imposible. Debía ser otro Jacobo White, no era probable que el que ella conocía estuviera metido en eso, él no era así, ese no era el Jacobo desorientado, alegre y fastidioso que la había besado dos días atrás. Imposible.
—¿Jacobo White?
—Sí. ¿Por qué esa cara? ¿lo conoces?
—Conozco uno llamado así pero dudo que sea el mismo. —Melody tuvo que hacer un gran esfuerzo para controlar su reacción para que no luciera muy exagerada o afectada ante su maestra—. El que conozco no sería capaz de empezar un movimiento de rebeldía, es muy noble.
—Bueno, él solo es una especie de peón, la que lo inició fue una exiliada que tiene en tierra.
La cupido sintió las piernas temblar al unir ciertos puntos en su cabeza y aunque varias fichas le cuadraban, se lo quería negar a toda costa.
—¿La exiliada se llama Marissa?
—Sí, Marissa Darmín. ¿Estás aliada con ellos, Melody?
Ante la mirada cautelosa de su maestra, Melody solo atinó a negar con la cabeza, aturdida.
—No. No lo sabía, Maestra. Jacobo sería incapaz... —¿Por qué lo defiendes?, preguntó su interior, todo encaja, por eso esa cupido está con él, ahí está la prueba—. Me ha tomado por sorpresa, mil disculpas.
—Eres su amiga. —No era una pregunta.
—No estoy segura, porque de serlo me habría contado.
—¿De dónde lo conoces?
—Su humana es el interés amoroso de mi Román. —Quiso confesarle la extraña relación que tenía con Jacobo y quizás preguntarle sobre los corrientazos que habían experimentado pero la sensación de traición se sobreponía a todo—. Eso es todo. Hablamos de vez en cuando.
Lilith la examinó con la mirada, escéptica. Nunca había desconfiado de su alumna pero esa expresión que tenía en ese momento no se la había visto antes, un gesto de que recibía una terrible noticia, de que le dolía la noticia.
—¿Algo que quieras decirme, Melody?
El mismo cóctel de emociones entre la sorpresa y la decepción ayudaron a que Melody mintiera con facilidad a la que internamente juró nunca mentirle.
—No, maestra.
—Si te sientes incómoda de llevar a Jacobo ahora que sabes que lo conoces, lo entiendo...
—No, no es eso. Está bien. Jacobo y yo solo nos conocemos de nombre y de cuando su humana y el mío están juntos, no será incómodo.
—¿Él confía en ti?
La pregunta del millón. Melody habría respondido que sí unas horas antes, mas ahora lo dudaba todo.
—No somos tan amigos como para saber eso —intentó bromear—, pero al menos me trata con amabilidad siempre, maestra.
—Eso es bueno. Si ve una cara familiar, será más fácil todo. Debes llevarlo a la biblioteca y pedirle al encargado los registros del caso de Sandro Valmar, ahí está lo que necesito que lea. Acompáñalo, no lo dejes allí solo. Ya luego me contactaré contigo.
—De acuerdo, maestra.
Melody compuso su expresión diligente de siempre y se despidió.
Aún era temprano, Román saldría pronto de casa para ir a estudiar y aunque no debería, no podía sacar todo el tema de Jacobo de la cabeza. No concebía la idea de que Jacobo le hubiera mentido, no había conocido mirada más genuina que la suya así que era ilógico que le ocultara ese tipo de cosas... ni siquiera que se las ocultara, es que era ilógico que las hiciera.
Por todos los cupidos, iba temblando cuando fueron al almacén la segunda vez, ¿cómo es que ahora estaba en rebelión? ¿o había fingido todo el tiempo?
Es que nada tenía sentido.
Samantha se levantó con el humor de perros de un mal lunes, cansada mentalmente y con una calma lúgubre en el corazón después de llorar lo de esta vida y la otra el día anterior.
Cuando Eliott al fin decidió que era momento de irse de casa de Mario el sábado cerca de medianoche, ella tenía la evidencia de su llanto en la cara pero se negó a decirle cualquier cosa a su hermano y Alice la apoyó así que no se dijo más y en el camino de vuelta los tres estuvieron en silencio.
El domingo para ella fue de encierro total; cuando Alice y Román le escribieron para preguntarle qué estaba haciendo y si quería hacer algo con alguno ella dijo que estaba en casa de otra amiga, lejos, muy lejos y que no tenía tiempo para nadie cuando en realidad solo se había quedado en su cama con las cortinas cerradas lamentándose por momentos, llorando en otros y sintiéndose miserable en la mayoría.
Sentía tristeza de haber dañado su amistad con Mario, sentía vergüenza de recordar cómo se había desarmado frente a Alice y se sentía enojada con sí misma por hacer las cosas de esa manera.
Dormir esa noche fue algo inquieto y cansino así que casi se alegraba de que la mañana ya hubiera llegado. Tenía cosas que hacer en la preparatoria, unos horarios que cuadrar, unos formularios que llenar y esperaba hablar con el director a mediodía; esa era la distracción que necesitaba para toda su sopa mental.
Su hermano no tenía clases ese lunes por lo que no tuvo que cruzárselo en el comedor a la hora del desayuno y su madre con sus afanes con Ian ni siquiera notó su humor bajoneado que no intentaba ocultar como siempre.
Bajó las escaleras con mucho tiempo por delante así que iba sin prisas, colgó su mochila en su hombro y caminaba con un gesto tan neutro que parecía otra Samantha, su mente era un río de mil corrientes turbulentas y no podía evadirlas fácilmente ni evitar sentir que podía ahogarse en ellas.
No quería ni siquiera pensar en Román aún, pero al igual que la mayoría de mañanas se lo cruzó en la calle cuando él iba también saliendo a estudiar. La llamó y ella se detuvo por cortesía aunque no le apetecía verlo de momento, quizás de ser más grosera le hubiera dicho que se fuera pese a que él en sí no tenía la culpa de nada. Román llegó a ella con su sonrisa de siempre y aunque Sam intentó imitarla y responderla, no sintió que le naciera sincera.
—¿Cómo estás, Sam?
—Bien, gracias.
Cada mañana cuando le preguntaba exactamente lo mismo, Sam respondía un poco más extendida y animada, le decía cualquier anécdota pequeñita sobre su mañana, como que había desayunado algún cereal nuevo o que su hermanito se había untado de café en la camisa o que había intentado hacerse un peinado y al final había optado por llevar el pelo suelto, pero nunca un "bien, gracias" tan seco. A Román le extrañó mucho pero intentó no prestarle atención a eso; todos podían tener malas mañanas.
—Ayer fui con Amy al centro comercial y te compré algo —anunció, metiendo la mano en su bolsillo. Sam sonrió sin ánimos—. Bueno, en realidad nos lo dieron gratis por la compra de muchas cosas de Amy pero ella lo quería así que peleé por él y eso cuenta como comprarlo.
Le tendió un llaverito pequeño con una abejita metálica y sonriente, Sam extendió la mano y él se lo puso suavemente allí, mirando atentamente su cara y le extrañó aún más la falta de emoción de Sam. No esperaba ojos luminosos como si se hubiera ganado la lotería pero sí algo más que esa inexpresión anti-Sam. ¿Habría pasado algo en su casa?
—Está precioso, Román, gracias.
Sin mucho entusiasmo lo enganchó a la cremallera de su mochila y al verlo colgando sí sonrió con más sinceridad, sin embargo Román notó que evitaba mirarlo a los ojos. Seguían caminando hacia la parada donde el bus recogía a Sam y sus zapatos raspando en el suelo era lo único que sonaba constantemente entre ambos y eso no le gustaba a Román. Era el primer silencio prolongado que compartía con Samantha y era muy inquietante desconocer el motivo.
Samantha se sentía terrible y no quería mirar a Román porque tenía culpa de haber dicho su nombre cuando no debía. No había querido pensar en lo que eso significaba pero de momento quería tener a Román lejos, había descubierto que tenerlo cerca le activaba demasiadas sensaciones internas y seguía con la creencia de que Román iba a dejar de sentir algo por ella pronto así que se lamentaba por repetir el ciclo de fijarse en un imposible a largo plazo.
—Sam... —Llamó Román, ella asintió como respuesta sin girarse así que él se paró enfrente para que dejara de caminar y ella lo hizo, pero no levantó la mirada—. ¿Pasó algo en tu casa? —Sam negó con la cabeza—. ¿Estás enojada conmigo? —Sam negó nuevamente—. Mírame.
Sam tardó más de cuatro latidos pero finalmente levantó la mirada y los ojos de Román estaban confundidos. Ella intentó sonreírle con naturalidad pese a que una neurona muy absurda de su mente quería contarle todo y preguntarle por qué había dicho su nombre al besar a Mario. ¿Él qué va a saber? Solo se reirá de ti, se dijo.
Sam negó con la cabeza a sí misma y se convenció de que debía poner su sonrisa de siempre, la que usaba así los días fueran grises, la que todo el mundo le conocía; lo hizo y funcionó porque en Román de nuevo lucía la normalidad y la alegría de verla.
—No pasa nada, no te preocupes. Hoy tengo un examen importantísimo y no estudié. —Su respuesta salió con el ánimo de siempre; al menos practicar toda la vida el estar feliz servía para algo—. No es que yo sea una irresponsable, cabe aclarar, solo es por esta vez. Creo que sé todo el temario pero ya sabes, a veces a uno se le olvidan las cosas por los nervios. Solo eso me tiene distraída. El llavero está divino, de verdad te lo agradezco mucho, espero que tu hermana no se molestara.
—No, para nada. Lo peleé justamente y ella es buena perdedora —bromeó—. Te irá bien en el examen, lo sé.
Si bien lo del examen era cierto, no era realmente lo que inquietaba a Sam esa mañana pero sería todo lo que le diría.
—Gracias. Ojalá tu fe en mí me sirva en esa hora.
Sam miró a los ojos a Román y se quedó allí por varios segundos, reprimiendo un suspiro. Sumando lo ocurrido dos noches atrás más la reacción de su mente al tenerlo enfrente solo podía deducir que Román ya estaba muy metido en su corazón, más de lo que ella esperaba, más de lo que debería; puede que para los demás —o sea para Alice— fuera obvio que había un algo entre ellos pero ella misma era tan necia que no lo había querido aceptar del todo antes.
Una cosa era aceptar que Román podía sentir un gusto por ella y ella por él pero otra muy diferente y drástica era ser consciente de que no se trataba de solo un gusto adolescente sino de algo más fuerte, de una raíz que Román había dejado en ella y que cada día crecía y crecía en su corazón.
A unos metros de su parada de bus sus pensamientos se esclarecieron parcialmente y supuso con firmeza que si había dicho el nombre de Román en el peor momento era porque su corazón asociaba un beso y una caricia con él, y no con Mario, como siempre había hecho y esa conclusión solo la alteró más.
Su amor por Mario había nacido a través de los años y Sam lo consideraba fuerte y genuino, y sí lo era, pero Román había entrado en sus sentimientos tan rápido y tan fácil, que fue sencillo reemplazar una ilusión con otra. No dejaba de querer a Mario tanto como lo hacía pero sí debía aceptar que ya no era el único en quien pensaba al imaginar cómo sería enamorarse.
—Lo hará, la fe mueve montañas y soluciona exámenes.
Sam rió entre dientes sin dejar de mirarlo. La epifanía sobre sus emociones la tenía un poco aturdida y no sabía cómo sentirse al respecto. Dijo lo único que se le vino a la mente:
—Te ves muy bien hoy, Román. Me gustas mucho... —Sam se mordió la lengua, sintiendo el sonrojo avecinarse, así que arregló rápidamente— con esa chaqueta. Me gustas con esa chaqueta, está bonita.
Ver a Román abochornado no estaba en los planes pero a Sam le gustó mucho el gesto que puso de no saber qué responder, así que en lugar de sonrojarse ella misma, le sonrió, orgullosa.
La ventaja en la conversación no le duró mucho porque Román contraatacó:
—Gracias. A mí me gustas mucho... con ese suéter. —Usó el tono juguetón que usaba para incomodarla en el buen sentido y Sam blanqueó los ojos—. Y con el de rayas que usas a veces. Y con cualquier cosa en realidad, te ves bien con todo. Me gustas con todo.
—Con toda mi ropa colorida —musitó ella, sonriendo y sobando las mangas lanudas de su suéter morado.
Román negó con la cabeza, mordiendo su labio en una sonrisa e hizo énfasis en sus siguientes palabras:
—No solo la ropa. Me gustas. Punto. Con todo. Punto. Toda tú. Punto.
«Me gustas con todo». Sam no lo creyó, no porque él fuera mentiroso sino porque en realidad él no conocía ese todo de ella y la idea de mostrarle su interior la intimidó mucho. Román no podía conocerla toda o se iría porque Sam estaba convencida que un desastre roto como ella no era buen hospedaje para ningún corazón ajeno.
Pero no se lo diría. No le mostraría nada y así él no se iría. Como estaban ambos estaban bien y Sam se dijo que esa amistad entre palabras bonitas era lo máximo a lo que podía aspirar con Román.
Evitó responderle y mejor se despidió pues el tiempo ya la alcanzaba.
—Mi bus no tarda en pasar. Te veo... luego.
—Cuando quieras. —Román se acercó y le dejó un beso tierno de dos segundos en la mejilla, Sam usó el tiempo para sentir su aroma a colonia y a jabón de lavanda, suspiró y por medio milisegundo quiso pedirle que la besara en los labios. No lo hizo, solo le sonrió—. Suerte en ese examen.
—Gracias.
El corto cruce de palabras entre Román y Sam había mantenido a sus cupidos envueltos en una tensión casi palpable, no por culpa de ellos sino por lo que había pasado dos días atrás en el orfanato.
Jacobo pensó ilusamente que Melody lo iba a evitar a toda costa y que cuando sus humanos se juntaran ella se alejaría como varias veces había hecho antes, pero no, estaba ahí, a dos metros de él y pese a que no se habían dirigido ni siquiera una mirada, estaban muy conscientes de la presencia del otro porque a su manera, a cada uno le palpitaba el corazón diferente cuando estaban cerca.
Había otro motivo que sumaba al recelo de Melody y sentía que no podría pasar en calma el resto de la mañana si no se lo sacaba de la garganta, así que olvidándose momentáneamente del orgullo, se acercó a Jacobo.
—Hola —dijo con dureza.
No pasaron ni dos segundos y Jacobo ya estaba respondiendo con apremio:
—Primero que nada, mil disculpas por lo que pasó, te juro que pensándolo con cabeza fría no supe por qué hice... lo que hice. Segundo que todo, sé que quieres golpearme o algo peor pero no lo hagas, te prometo que no va a volver a suceder. Tercero que todo, no quisiera perderte como amiga porque lo que dije era cierto: te aprecio y me has ayudado mucho y estoy agradecido. Cuarto que todo, perdón, de nuevo. Quinto que todo, procura olvidar lo que pasó, discúlpame, de corazón estoy arrepentido y...
—Ay, ya cállate —pidió con hastío, aunque lo que quería era sonreír por su tono asustado—. Si quisiera golpearte ya lo habría hecho. Nada pasó, punto.
—Gracias.
—Una pregunta, Jacobo. ¿Confías en mí? —Soltó abruptamente.
Al cupido le extrañó la pregunta, mas por instinto asintió.
—Sí, ¿tú confías en mí?
Melody esperó a que Jacobo levantara la mirada para verlo a los ojos antes de responder, sus iris marrones usualmente le daban confianza aunque no se lo dijera con frecuencia; estando con Jacobo se sentía en una verdadera amistad pero nunca se lo diría, menos en ese momento cuando por encima de la confianza estaba la duda y la condicionalidad de lo que él le dijera.
—Confías en mí, ¿me mentirías?
—No —dijo de inmediato.
—Dime de dónde salió Marissa.
Jacobo se sonrojó por la pregunta y Melody notó con tristeza que él desviaba la mirada.
—De Skydalle, por supuesto —bromeó.
Melody no rió.
—¿Qué hace acá contigo? No me mientas.
Román ya había partido hacía varios segundos y los dos cupidos estaban junto a la parada del bus con Sam. Melody retorció sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta, temerosa y ansiosa a partes iguales.
No me mientas, por favor. Pidió en su interior. No me mientras, Jacobo.
El cupido tardó mucho en responder, Melody tenía la esperanza de que la demora fuera porque buscaba una manera de explicar todo lo que Marissa escondía, pero se decepcionó tremendamente cuando se dio cuenta de que la demora era porque estaba buscando una mentira para darle.
—Solo visita al que era su humano, Mario; por él y por Sam somos amigos.
Melody tuvo ganas de llorar o de gritarlo pero decidió mejor sentir rabia silenciosa contra él. Tonta era al pensar que él confiaba en ella, era evidente que ambos estaban en lugares distintos o en opiniones diferentes sobre lo que una amistad era. Melody pensó que ya que para Jacobo era fácil hacer amigos, no considerada tan importante a una más, en cambio para ella que nunca confiaba en nadie, era algo extraordinario tomarle cariño tan pronto... y muy doloroso darse cuenta de que no era igual para él.
Se equivocó, por supuesto, quiso confiarse antes de tiempo y ahora se daba cuenta; él no merecía ese puesto de amigo y ella no merecía ese cariño falso.
—Hay algo que odio, Jacobo, y es que me mientan.
Melody apretó los dientes al decirlo y su mirada era gélida al observar cómo Jacobo se hacía el desentendido.
—No te miento.
La cupido rió sin ganas y se acercó un paso más a Jacobo. Su voz siguiente sonó baja pero tan fría que lo hizo estremecer.
—Un dato sobre mí: cuando te pida que no me mientas, es porque ya sé toda la verdad pero quiero escucharla de tu boca. —Dio media vuelta y antes de alejarse, concluyó—: Sí, me mientes, desde decirme que confías en mí hasta tus motivaciones con Marissa.
Él quedó helado y ella se alejó para buscar a Román, odiando esa sensación agria y corrosiva que le atravesó el interior al pensar en Jacobo.
¡Hola, mis amores Mazorcas!
¿Qué les ha parecido este capítulo? <3
AHHHHHHHHHHHHHHHHHH A MÍ ME ENCANTÓ HAHAHA
Cosilla curiosa: en esta novela ha disminuido la cantidad de lectores de un tiempo para acá, supongo que los aburre que no haya salseo y se van haha, no se preocupen, este no es un anuncio tristongo o de queja, al contrario, es uno de agradecimiento porque sigas acá a pesar de mis demoras y todos los fallos que puedas encontrar con esta historia. Que se queden a pesar de no ser puro romance (como prometí al comienzo xD) significa mucho para mí y por eso tienes un lugarcito de Mazorca honoraria en mi corazón. Mil gracias por tus votos y su cariño.
Ya lo he dicho montonar de veces, pero de nuevo: esta es la historia que más amo con todo mi corazón de las 16 que tengo publicadas así que les garantizo que jamás la abandonaré, puedo tardar pero no renunciar a ella. (a menos que me muera, ahí sí nada qué hacer :v) Agradezco su paciencia y si leyeron todo este mensaje que ni al caso, también agradezco su compromiso con Thyfhanhy INC
♥ Los amo mil ♥ Nos leemos pronto ♥
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