25. ➳ Corazones de cristal en medio de terremotos ♡
"Temerle al amor es temerle a la vida, y aquellos que le temen a la vida ya están casi muertos".
Bertrand Russell
***
Jackie's era una mezcla entre restaurante y puesto callejero de comida rápida. Estaba ubicado en un lote grande a unos minutos del estadio; se componía de un remolque rodante que las hacía de cocina, una caseta de caja y atención al cliente y más de diez mesas plásticas dispuestas a la intemperie dentro de los límites del terreno. Sam se preguntó cómo le hacían cuando llovía aunque no debía preocuparle en ese momento porque el clima estaba del lado de los chicos y había decido mostrar un sol brillante.
El grupo que llegó iba compuesto por más de una docena de chicos; iban los jugadores del partido, algunas novias, Sam, Román, Drew, Mario y las hermanas Todd. Tuvieron que juntar cuatro mesas para poder entrar todos en el mismo lado aunque siendo realistas era innecesario porque al ir un grupo tan grande, se dividía en grupitos más pequeños de charlas o citas de dos.
Sam se sentó en un extremo de la larga mesa que quedó, a la cabeza, con Mario y Román a sus lados. Junto a Román estaba Drew y a su lado Alice, y junto a Mario estaba Marie. Desde que habían salido del estadio Sam había notado la manera en que Marie miraba a Mario y la forma tan poco sutil de batirle las pestañas y de aprovechar cualquier oportunidad mínima para tocarle el antebrazo, el hombro o la espalda.
Pese a que Sam odiaba esa sensación, no podía evitar los celos que le surgían cuando ella le coqueteaba tan abiertamente; para su fortuna, no parecía que Mario estuviera dispuesto a seguirle el flirteo, de hecho se notaba que evadía cada una de sus palabras pícaras o intencionadas, simplemente cambiaba el tema con gentileza y la dejaba en vilo.
—¿Qué quieres comer? —preguntó Mario a Sam—. Yo te recomiendo la hamburguesa de pollo porque me encanta pero puedes pedir lo que quieras.
—Esa está bien entonces —dijo Sam en voz baja.
El chico que se encargó de su extensa mesa tardó unos diez minutos en tomar todas las órdenes y al sentir que ya tenía todo correcto, se alejó, advirtiendo que el pedido tomaría al menos veinticinco minutos.
Marie le dijo algo a Mario y este se giró hacia ella para responderle y Román aprovechó para acercarse un poco más a Sam y hablarle en un intento de privacidad.
—Juegas muy bien.
Sam no pudo evitar sonreír y en reflejo, se pasó su cabello por detrás de la oreja; la cercanía de Román le gustaba y la atontaba a partes iguales. Bajo el sol su piel brillaba y se tornaba de un tono achocolatado casi exótico, además de que sus ojos parecían brillar más y cada vez que movía lo suficiente la cabeza, el arete en su oreja derecha soltaba un destello que encontraba los ojos de Sam.
—Gracias.
—Nunca lo mencionaste —reprochó él—. Hemos hablado por un montón de tiempo y nunca lo dijiste. A juzgar por como te desenvuelves en la cancha, asumo que llevas muchísimo jugando así que es algo importante para ti.
—Lo es. Me encanta jugar. —Sam suspiró—. No lo menciono a nadie, no es porque fueras tú, no pienses que te lo oculté a propósito. Es complicado. Como tal solo lo saben los del equipo, mi mamá y Elliot, ni siquiera mis amigos de Winston lo saben. Cuando uno le cuenta a alguien que practica un deporte o tiene un pasatiempo importante, la primera reacción es querer comprobarlo, querer ver, escuchar, conocer en persona ese hobbie y por eso no lo cuento. Siento que las personas pueden o bien pensar que pierdo mi tiempo o bien pensar que soy genial, subir expectativas y luego decepcionarse. Además mi papá no toleraría que yo juegue fútbol y no quiero problemas con él; siempre le ha halagado a Elliot que le guste el fútbol pero sé que conmigo no lo haría porque ese no es "un deporte de mujeres" —Sam hizo comillas con sus dedos—. Sé que suena un poco absurdo pero pues... así es.
—Pues para ser un "deporte de hombres", le das tres vueltas con un dedo —aseguró Román—. Tú papá tiene cosas raras en la cabeza pero hasta el más loco debe admitir que juegas muy bien. No decepcionarías a nadie por más que suban sus expectativas al cielo.
Sam había ladeado su cuerpo hacia Román para hacerse oír a pesar de las otras diez conversaciones que se llevaban a cabo en el terreno de Jackie's; decidió subir su mirada a la de él y la sinceridad que vio en esos ojos oscuros la hizo sonrojar, peor fue su bochorno cuando miró medio segundo los labios gruesos de Román y tragó en seco, sintiendo ganas de levantarse e irse a casa a llenar una de sus sopas de letras que no le alborotaban el corazón de esa manera.
—Bueno, ahora tú lo sabes. Y gracias.
—Eres una caja de sorpresas.
—Lamento decir que ya esas son todas mis sorpresas —repuso ella, risueña—. Sé hacer postres, jugar fútbol y ya, eso es todo.
—No te creo —respondió Román—. Pienso que tienes mil sorpresas adentro pero que ni tú sabes que son sorpresas porque alguien, y no diré que tu padre pero sí lo pensaré, te las ha arrebatado sin querer.
A Sam la contrariaba demasiado que Román fuera capaz de leer su vida con un par de cosas que le había contado; no sabía si era que ella se mostraba muy transparente con él o si era que él era tan observador que rayaba en lo exagerado. Hablando con él se sentía un poco comprendida y consolada aunque Román apenas y le dijera palabras generalizadas. Esa sensación de sentirse expuesta pero no rechazada era lo que hacía que le gustara Román y al mismo tiempo eso la asustaba.
Jacobo, a medio metro de ellos, suspiró con seriedad. Para Melody no era común verlo con las energías y los ánimos bajos y encontraba ese gesto algo preocupante. Sus manos picaban con la necesidad de ser gentil y tocarle el hombro esperando quizás darle consuelo pero su orgullo no se lo permitía; además, tenía en su mente la escena de un par de horas antes de él hablando en susurros confiados con la otra cupido y ser consciente de que ella misma no tenía esa familiaridad con Jacobo, hacía que se retractara de todo. Si alguien debía consolarlo era una cupido como aquella, alguien que tenía y le brindaba su amistad.
Jacobo tuvo la tentación de rociar a Sam con el aerosol de mente para escuchar lo que pensaba pero se contuvo al suponer que dada la conversación, solo tendría presentes palabras negativas pasadas de su padre y no quería escuchar eso, no quería sentir de nuevo que su corazón se rompía con el de ella.
—Los humanos son muy complejos —musitó Jacobo casi para sí mismo, saliendo un poco de su reflexivo silencio. Melody lo miró, esperando más información—. Sienten mucho pero dudan y callan mucho y yo creo que las dudas y el silencio son los peores enemigos del amor.
—Pueden ser dudas o puede ser un sistema de defensa —replicó ella, más interesada pero aún indiferente; no quería que Jacobo notara que deseaba escucharlo hablar.
—¿Para defender qué? ¿todo es cuestión de orgullo?
—No. Defienden su corazón para evitar que se rompa. El corazón es capaz de guardar los sentimientos más fuertes, Jacobo, pero a la vez es tan frágil como un cristal en una habitación que puede ser azotada por un terremoto. A eso le temen: al terremoto que los deje en pedazos.
Jacobo tuvo un pensamiento lúgubre que no pudo evadir: vio a Sam e imaginó la habitación donde su corazón de cristal residía pero no lo vio entero siendo protegido por la sonrisa falsa de ella sino que lo vio hecho trizas, con trozos en cada centímetro del suelo y eran tantos pedazos que ni el más fuerte y experimentado de los cupidos iba a poder levantarlos todos. Le azotó la angustia de que eso pudiera ser cierto y de que por más que intentara, no fuera a ser capaz de pegar cada fragmento y dejarlo como nuevo, como él quería.
—Es bastante irónico —dijo Jacobo con un nudo en la garganta—. Los humanos le temen al terremoto pero son ellos mismos quienes son huracán para otras personas. Dime en qué parte es eso justo o ideal.
Melody suspiró, sintiendo por primera vez en Jacobo un tono serio y maduro; se mordió el labio al no tener una respuesta inmediata. Solía quejarse internamente del optimismo, inmadurez e hiperactividad del cupido pelirrojo pero en ese momento preferiría verlo soltando chispas emocionadas por los ojos que así, serio, sufriendo, infeliz.
—No lo es. Y lamentablemente somos parte de esto y así debe ser porque es el orden natural de las cosas. No todos los seres humanos pueden ganar cuando del amor se trata pero ellos seguirán adelante sea con su corazón completo o con los trozos que les queden. Solo míralos —insinuó Melody, mirando fijamente cómo Román charlaba con Sam—. Es evidente que Mario siente algo por Sam y que Sam siente algo por él, pero también lo siente por Román. No sabemos cómo terminará esto pero sí es seguro que al menos uno de ellos atravesará el terremoto, así debe ser.
—Yo prefiero a Román —admitió Jacobo y Melody le sonrió con sinceridad—, pero ella no. Estoy acá para enamorarla pero en este punto tengo priorizado hacerla feliz, ya después ella se las arreglará sola con el amor.
Melody sintió un tinte de admiración por Jacobo; ella ya estaba resignada a que si el tiempo acababa y no le quedaba de otra, flecharía a Román con Sam y ya, daría por concluida su misión, le darían sus alas y luego pediría un puesto en la biblioteca de Skydalle donde vivir y morir; pero Jacobo no. El tono de sus palabras dejaba claro que no pensaba en las consecuencias de lo que decía, él solo quería ver por Sam, no por él y su futuro. Al parecer Jacobo era mejor cupido que ella.
—Pueden castigarte si no la flechas cuando tu plazo acabe.
Jacobo se encogió de hombros como si realmente le valiera menos que nada.
—Flecharla ahora y meterle amor cuando lo que necesita es apoyo, sería castigarla a ella y... —El cupido encorvó los hombros y pasó su mano con brusquedad sobre su cara—. Melody, sé que no te agrada mucho y sé que todos los cupidos dicen esto de sus humanos, pero te juro por todo lo que existe, que ella no lo merece. —La mirada de Jacobo se cristalizó—. La he observado esperando que tal vez haga trampa en un examen, o que le mande mala vibra a otra persona, o que sea grosera con sus padres, o que actúe con egoísmo con alguien, cualquier cosa que pueda justificar la forma en la vida la trata a veces, pero no lo he hallado. Samantha tiene un alma pura pero un corazón quebrado y no quiero ni puedo quedarme sin hacer nada para intentar ayudar. No sé si logre algo o no pero cuando deba volver a Skydalle por fuerza mayor, prefiero pensar que fallé intentando y no que la enamoré con un vacío en el pecho solo por seguir la normativa.
Melody estaba a menos de cinco meses de completar su tiempo en la tierra y jamás había pensado las cosas de esa manera. El sentimiento de firmeza de Jacobo la hacía replantear lo que estaba haciendo y lo que debía hacer con Román cuando el momento llegase, y por primera vez, consideró un camino aparte del establecido.
Mario era por naturaleza alguien cortés pero en ese momento se estaba replanteando los años que su madre dedicó a educarlo porque lo único que quería era levantarse de la silla con brusquedad, tomar a Sam de la mano e irse a cualquier lado en el que no estuviera la parlanchina de Marie y el pegajoso de Román.
Mario empezaba a usar su lado paranoico para suponer que Marie y Román se habían aliado para que él y Sam no pudieran tener un momento de paz y charla como siempre; la chica no dejaba de sacarle temas que a Mario no le importaban mucho y mientras él la escuchaba con atención, miraba de reojo cómo Román le sonreía más de la cuenta a Sam al hablarle y peor, veía cómo ella le correspondía con el mismo tipo de sonrisa.
Sam gesticulaba igual que siempre que hablaba por más de dos minutos, se emocionaba, mecía su cabello y acariciaba el aire con su voz y Mario sentía cómo sus venas hervían al no ser él el receptor de su conversación. No lo había notado antes, pero el pensamiento de que Román tuviera un interés romántico en Samantha empezó a rebotarle en el cerebro al ver cómo la trataba, es decir, lo entendía porque Sam era lo más dulce del mundo, pero le fastidiaba que ahora que se había decidido a insinuarle a su Sam que le gustaba mucho más que como amiga, él se metiera en eso. Sabía que eran vecinos, ¿y si a Sam también le gustaba él? Después de todo Sam ni siquiera imaginaba que Mario pudiera sentir algo por ella, así que era de lo más normal que ella pudiera poner sus ojos en alguien. ¿Por qué me he tardado tanto en dar el paso?, se reprendió.
Mario apagó mentalmente la voz de Marie para poner atención a Sam y a Román sin mirarlos.
—¿Qué tal te fue con los pastelitos? —preguntó Sam.
—No los dejé quemar, punto para mí —respondió Román—. Y quedaron deliciosos, como pensaste.
—Me alegra. Por un momento temí haberme pasado con el azúcar.
—Nunca sobra un poco de azúcar de más. Además, no iban a quedar mal, se hicieron con amor.
Mario giró justo a tiempo a mirar a Román cuando le guiñaba un ojo a Sam, en un gesto tan coqueto y cómplice que no podía pasar desapercibido. Luego miró a Sam y vio cómo agachaba la mirada en medio de una sonrisa igual de intencionada. Mario apretó los dientes y escuchó de nuevo con claridad la voz fastidiosa de Marie.
—Una de mis tías es dueña de un restaurante precioso acá en Landfield, quizás algún día podríamos...
Suficiente. Decidió que era momento de interrumpirla... de callarla más bien.
—Qué lindo día hace —dijo Mario en un tono alto para que Sam le prestase atención. Ella giró, deteniendo también su conversación y todos los que escucharon, por reflejo miraron el cielo—. Es bueno que el sol haya salido.
—Técnicamente, lo bueno es que las nubes no hayan salido —respondió Sam—. El sol siempre está ahí, no es que diga "ah, qué calor, me voy a esconder un rato", no. Las que deciden qué clima hará son las nubes y su deseo de tapar el sol, dejarlo ser o llorar lluvia. Y este sol está super intenso, aunque no es culpa del sol, ni de las nubes, sino de la contaminación que ha deteriorado tanto la capa de ozono que nos protege de achicharrarnos como los huevos que cocina Elliot, lo peor es que la gente no se preocupa por eso ahora pero en diez años tendrán cáncer de piel por los rayos ultravioleta y culparán al estado. Culparán... no, culparemos, nosotros somos parte del problema porque al menos yo me escandalizo pensando en la contaminación pero acá estoy en un local de comida rápida que sirve todo en cartón y plástico que obviamente terminará contaminando. Usaré por diez minutos ese plástico y cuando yo me muera, ese plástico seguirá contaminando, ¿no les parece absurdo? Uno a veces piensa "bueno, una bolsita más, una bolsita menos" pero la suma de bolsitas más y bolsitas menos es lo que tiene los mares como están. O sea, supongamos desde que nací: el primer pañal que mamá me puso aún debe estar por ahí en algún lugar del planeta jodiéndolo todo, es decir que desde que llegamos al mundo lo dañamos, es bastante injusto... con el planeta, no con nosotros, nosotros somos la injusticia y ya. ¿No les abruma pensar en que somos como un virus para la Tierra? Y lo peor es que no hacemos gran cosa más que indignarnos y culpar al gobierno, o sea también es culpa del gobierno y del capitalismo... pero ese es otro tema. Yo creo que la Tierra no aguantará ni un siglo completo más a este ritmo, vi en un documental que...
Samantha se calló al percatarse de que tenía más atención que la de Román y Mario como pensó al comienzo de su discurso. Marie la miraba como un bicho raro, ni siquiera la consideraba digna para echarse a reír, solo le parecía ridícula. Drew contenía una risa y codeó a Román aunque Sam no supo por qué; Alice retrajo su labio y estaba sonrojada, con el gesto propio de la vergüenza ajena y más allá de ellos, casi todos los reunidos en la larga mesa la estaban mirando y pulían una expresión de asombro, extrañeza y burla... todo junto. Los del equipo ya conocían a Sam y se habían acostumbrado a sus maneras pero las novias por otro lado la miraban como si le hubiera salido un tercer ojo allí mismo. Samantha quería huir de ahí pero no lo hizo, se limitó a bajar la mirada a la mesa y rezar a todos los dioses que había conocido en clase de filosofía para que los demás la ignorasen.
Román por su lado estaba sonriendo, complacido de escucharla y Mario estaba enternecido, siempre había encontrado dulce la manera en que Sam se perdía en su propia conversación.
Por fortuna, el joven mesero empezó a traer los pedidos, iniciando con el otro extremo de la mesa de donde estaba Sam pero esa distracción fue suficiente para que cada pareja y grupo volvieran a sus asuntos.
—Hablas demasiado —exclamó Marie con desdén. Sam se encogió en su asiento—. Y en voz altísima, ¿te lo han dicho?
Mario arrugó la frente y eso fue la gota que rebasó el vaso de su paciencia y cortesía para con la hermana de Alice.
—Bueno, ella habla mucho pero sobre cosas interesantes, no sobre los restaurantes que tienen sus tías y de los que nadie le ha preguntado.
—Y a mí me gusta escucharla hablar —secundó Román. Decidió solo por ese momento y porque de verdad le desagradaba la tal Marie, ponerse del lado de Mario—. Somos amigos de Sam desde hace bastante, lo suficiente para que disfrutemos su charla y si alguien se incomoda bien puede retirarse, es un mundo libre y acá ni siquiera hay paredes que detengan a nadie.
El tono de Mario y de Román no había sido grosero, habían usado ese retintín de conversación casual con la ironía de una indirecta, el mismo que Marie usaba con Sam. La tensión en ese lado de la mesa se agrandó porque entre sonrisas de todos, había choque de ideas evidente, todos se miraban con gesto de "solo bromeo" pero también sabían que el recelo era real. Marie apretó los dientes y miró con rencor a Sam cuya mezcla de emociones la tenían en blanco y no pudo sino guardar silencio deseando no estar ahí. El gesto de Marie se recompuso de inmediato y sonrió con amabilidad a todos.
—No dije que no me gustara, solo que hablaba mucho. A veces la gente es muy susceptible. —Soltó una afable risita, intentando restarle importancia al asunto. Drew y Alice no sabían cómo reaccionar así que acompañaron la risa con incomodidad.
El mesero distrajo a Marie y a Alice mientras les daba sus platos y Sam, que aún tenía el corazón acelerado y la vergüenza en la espalda, estiró ambas de sus manos y tocó los antebrazos de Román y de Mario. Los miró al uno y al otro y musitó entre dientes un gracias que ellos respondieron cada uno con una sonrisa.
Mientras los chicos comían sin decir gran cosa, Melody se acercó a Jacobo y le habló casi entre dientes, en susurros.
—Oye, el imbécil ese nos está mirando como si fuéramos bichos asquerosos, ¿quién es?
Jacobo miró hacia donde Melody señalaba y vio al cupido de Marie enfurruñado y con gesto furioso, viéndolos de uno al otro.
—Creo que viene con Marie.
—¿Con la antipática esa? —desdeñó Melody.
—Sí. Lo he estado mirando y creo que el problema es que decidió flecharla con Mario y claramente Mario no está muy interesado.
—Eso no es motivo para que nos mire así. Tu Sam no prefiere a mi Román pero no ando odiándote; ese parece que quiere literalmente fulminarnos con la mirada.
Jacobo tomó esa frase como punta para hablar de otra cosa porque no le gustaba la Melody enfurruñada; se puso en frente a ella bloqueándole la visión del cupido que odiaba al mundo y habló en tono jocoso:
—Al comienzo me odiaste.
—No te odié —defendió ella, luchando sin éxito contra la sonrisa juguetona que se le dibujó en los labios—. Te lo dije antes, si te odiara no te habría hablado eventualmente.
—Al menos un poco de desprecio, acéptalo, ¿o eres así de "no me interesa" con todo el mundo?
Melody soltó una carcajada al escucharlo imitar pobremente su voz femenina, pero se abochornó cuando Jacobo le dedicó una mirada y sonrisa llenas de adoración al verla reír. ¿Por qué rayos la miraba así? Eso es mala educación, ¿no?
—No todo el mundo es encargado de una chica que rechaza a mi chico, es diferente.
—Admites que sí sentiste desprecio.
Melody no pensó mucho antes de responder:
—Sí, pero luego te conocí y no pude despreciarte más.
—¿Es decir que ya puedo llamarte amiga?
Melody sonrió mordiendo su labio inferior, preguntándose por milésima vez cómo era que la energía de Jacobo le afectaba tanto. No es que hubiera conocido algún otro cupido con el nivel de humor de Jacobo pero estaba segura que nadie la hacía sentir así de ¿positiva? ¿animada? ¿acompañada?
—No —dijo finalmente aunque lamentó que la palabra no le saliera con el tinte de seriedad que esperaba—. No todavía.
Jacobo blanqueó los ojos y le dio un amigable empujón; no importaba lo que Melody dijera, él ya la tenía guardada con un cariño especial y amistoso, ya confiaba en ella y si de él dependiera, pasaría varias horas al día charlando a su lado; pero no se lo iba a decir, eso podría fastidiarla más y temía que el poco avance que habían tenido se fuera por el caño.
Jacobo entonces comprendió que no solo los humanos se cuidaban de los terremotos que amenazaban a sus corazónes; quizás el miedo y el instinto protector fueran cosa de todas las especies, incluidas las mágicas destinadas al amor.
Bueno, hooooola, amores mazorcos ♥
Ya pregunté esto hace muchos capítulos pero ya habiendo leído más, va de nuevo la pregunta:
¿Team Román/Sam?
¿Team Mario/Sam?
¿Team Melody/Jacobo?
¿Team Marissa Jacobo?
¿Team Thyfh/lectores? 7u7
Más adelante preguntaré de nuevo, mientras tanto, ¿qué les ha parecido este capítulo? ➳♥
Ah, y la Melody ya empieza a ceder 😏
Nos leemos, gracias por la paciencia ☺♡
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