24. ➳ Celos y valentía ♡
"De todos modos, los celos son una consecuencia del amor; os guste o no os guste, ello es así"
Robert Louis Balfour Stevenson
***
Marissa estaba sentada en el suelo, tenía las piernas contra su pecho y se abrazaba a sí misma, su barbilla tocaba sus rodillas y si alguien pudiera ver su gesto diría que no existe otro rostro que refleje tanta satisfacción, cariño y devoción. Miraba a Mario mientras él charlaba animadamente con otro chico; estaban en el estadio y a solo unos minutos de jugar. A como Marissa lo recordaba, Mario había crecido mucho, un poco en estatura, un poco en el ancho de su espalda y otro tanto en el brillo que ahora mostraba en la mirada que no dejaba mucho rastro del infantil que ella tenía en su mente; ahora era más maduro.
Tenerlo tan cerca le hacía devolver sus recuerdos a cuando estaba activa y cuando lo vio tan feliz con Alejandra, de cuando lo flechaba aunque no fuera muy necesario y cuando sentía sus emociones como propias; ya no lo sentía. Seguían teniendo ambos el parecido físico pero aparte de eso, para Marissa era en la práctica un desconocido, ya nada los unía más que su apariencia y sus recuerdos con un Mario adolescente y enamorado.
Mario se levantó de repente con una renovada y bella sonrisa en su rostro, Marissa miró lo que le había cambiado así el humor para bien y notó que Sam iba entrando y se dirigía a él. Jacobo venía a su lado y lucía tranquilo.
Cuando se encontraron por uno de los laterales del lugar, se abrazaron y Marissa notó cómo Mario alargaba el contacto y suspiraba con ella en sus brazos. La sonrisa que Sam le devolvió podía competir con la felicidad en su estado más puro.
Desde que Marissa había bajado no los había visto interactuar juntos, ya había ido a ver a su Mario varias veces pero con Sam no habían coincidido, mas ahora que los tenía en frente y aún sin estar activa pudo sentir esa chispa que había entre ellos. En sus miradas había un contrato tácito de apoyo mútuo y cariño eterno, cuando se tocaban emanaban una energía que cualquiera estando cerca podía asegurar que era de un todo que se complementa con dos corazones.
Marissa llegó hasta donde Jacobo que también observaba.
—No me dijiste que ahora se gustaban —dijo, no a modo de reproche sino de confirmación alegre—. ¿Tienen una relación?
—No. Sam ha tenido su gusto por él desde mucho antes de que yo bajara —confesó Jacobo y Marissa asintió para sí misma como diciéndose que era muy obvio que eso pasaría—. Y Mario... bueno, él nunca le ha correspondido antes.
—Le corresponde ahora —aseguró Marissa.
—¿Tú crees?
Marissa estaba tan absorta mirando a Mario y a Sam que no se percató de la falta de emoción de Jacobo con todo el asunto y el cupido lo agradeció internamente. Ya quería mucho a Marissa y no le parecía correcto decirle que él no deseaba a Mario para su humana, eso solo complicaría y volvería incómodas las cosas.
—No creo, estoy segura. Mírale los ojos, su pupila está dilatada. Y sus manos, las tiene inquietas pero no deja de tocarla de algún modo; o su sonrisa, no están hablando de nada importante pero no deja de sonreírle. Se relame los labios y a la vez traga saliva con frecuencia, Sam lo pone nervioso pero a la vez está cómodo con ella.
Jacobo dejó de mirarlos para analizar a Marissa mientras lo decía, no pudo evitar mirarla fijamente por demasiado tiempo, tanto que ella giró extrañada y lo pilló con ambas cejas en arco, casi incrédulo. Jacobo se sonrojó.
—Perdón.
—¿No me crees?
—No es eso. Es que... ¿cómo lo sabes? ¿cómo sabes que el hecho de que Mario se comporte así significa que siente algo por Sam? No lo estoy negando, solo quiero saber.
—Primero, porque estuve mucho tiempo con él y lo conozco. Y segundo... bueno, eso es de conocimiento público. Que haya sonrojos o tartamudez por nervios son señales obvias pero hay otras que son más sutiles, como las que acabo de decirte. Varias aplican para todos los humanos como la pupila dilatada, pero otros son más personales como el mover de las manos de Mario. Préstale atención a Sam, a su actuar, a su lenguaje corporal. —Marissa señaló a Sam y le empezó a enumerar a Jacobo—. Mira, no tiene ni un solo cabello en su cara pero insiste en ponerlo tras su oreja, eso es un reflejo de nervios.
—¿Y si fueran nervios de los malos y no de los amorosos?
—Todo es suma, Jacobo. Si ella tiene ojos de angustia y pone su cabello tras su oreja, obviamente es que algo le inquieta para mal. Acá no, mírala —insistió—, hace eso pero baja la mirada entre sonrisas, mira a Mario por dos segundos y luego mira al suelo. Después de que Mario la toca ella pone su mano allí donde él estuvo, como si quisiera guardar ese contacto.
Jacobo entrecerró los ojos mientras miraba a Sam, odiando a Marissa por tener razón. Como punto positivo podía pensar que cuando Sam estaba con Román pasaban cosas similares en ella así que no era tan desalentador que se sintiera así con Mario.
Recordó como un flash en su cabeza una frase que Sam había usado el primer día que él estuvo a su lado, cuando le hablaba a sus amigos y les dijo "los gustos no son amor, uno puede tener muchos gustos y no amar a nadie" y se preguntó si ese iba a ser el caso de Sam, si estaba destinada a sentir flechazos por ambos pero no amar a ninguno. Esa inquietud le dio en qué pensar y no se decidía si dadas las circunstancias eso era bueno o malo para ella; Jacobo se sentía contento de que tuviera su química con Román y debía admitir que la tenía con Mario, mas no había ni siquiera pensado en el amor real y verdadero como tal, el cupido sentía que debía hacer un trabajo largo con Samantha y sabía que el amor estaba de último en la lista.
—¿Qué ha pasado aparte de eso? —dijo Jacobo, cambiando de tema.
Marissa también dejó de lado su atención en la pareja para mirar al cupido con seriedad.
—Puede decirse que esto no me ayuda muchísimo. —Se señaló la muñeca donde le había aparecido la inscripción de "prófuga" en tinta rojiza luego de estar en tierra—. Pero en general, de los pocos que quisieron hablar conmigo, me confirmaron que no saben nada del caso de Sandro y yo.
La ropa de Marissa era completamente negra y aunque había bajado con una chaqueta cubierta, la magia de Skydalle le quitó el pedazo de la muñeca para que no pudiera tapar su condena en la piel; prefirió no darle importancia e intentar disimular su mano cuando estuviera con otros cupidos. Había ido ayer a la preparatoria de Winston con Jacobo pero con el fin de buscar más cupidos y hablarles, encontró muchos pero el recelo era latente en la mayoría.
—Bien, hemos confirmado que te borraron de la historia, ¿y ahora?
—Necesito ganarme su confianza, si ellos no me hablan no hay posibilidad de nada.
—¿Pero posibilidad de qué? ¿cuál es exactamente el plan?
Marissa se mordió el labio con ese gesto conocido de los que ocultan algo por temor o por respeto; Jacobo le apostaba más a una tercera opción de que no lo considerase digno de contarle sus planes.
—No tengo uno concreto —dijo finalmente—, pero sí sé que debemos hacer algo con el reglamento.
—Nosotros somos solo funcionarios, Marissa, tú ni siquiera estás activa, dime realmente qué se puede hacer. Siendo realistas dos cupidos no podemos hacer mucho.
—Exacto. —Los ojos de Marissa brillaron—. Dos no podemos, por eso necesitamos más. Debemos unirnos y exigir cambios, que nos den la posibilidad de actualizar el reglamento de acuerdo a la juventud de hoy. Necesitamos nuevas normas y eso es algo que unidos podemos buscar. Los Altos Mandos no tienen dificultad alguna para borrar de la historia dos revoltosos como Sandro o como yo pero si hacemos el suficiente ruido ni siquiera ellos podrán opacarlo. Debemos levantar la voz.
El gesto de Jacobo se petrificó y por un segundo tuvo la desagradable sensación de estar siendo observado; cuando miró hacia la puerta de la entrada del estadio casi esperaba que Ambrosio estuviera allí dispuesto a castigarlo pero no vio a nadie; solo estaba siendo preso de sus temores.
—Eso suena complicado. Tú misma lo dijiste, los demás apenas y te hablan, Marissa y yo quiero ayudar, te juro que sí, pero no voy a arriesgar todo haciendo preguntas que levanten sospechas, las voces vuelan y lo último que quiero es a Ambrosio en la puerta de Sam sacándome de una oreja para llevarme a juicio.
—Entiendo tu preocupación —dijo Marissa—. Sé que no es sencillo.
—Y tengo que seguir con Sam... —La voz de Jacobo se tiñó de esa preocupación que tenía por ella cada vez que la veía mal; la buscó con la mirada y la vio sonriente con Mario pero él sabía que no era suficiente, debajo de su sonrisa, por enamorada o no que estuviera, había tristeza—. Ella me necesita demasiado.
—Trabajemos juntos entonces, Jacobo. —Marissa le tocó cariñosamente la muñeca intentando disuadirlo y arrancarle con amabilidad ese gesto de negación—. Puedo tratar de ayudarte con Sam, puedes confiar en mí, cuéntame qué le pasa y tratamos de solucionarlo. Llevo cuatro años recluida en Tormenta Fría pero he usado el tiempo para leer mucho sobre los humanos, puedo saber cosas y relacionarlas con Sam. Nuestra mayor debilidad como Cupidos es la ignorancia y la imposibilidad de hablar con ellos, pero he aprendido mucho, te lo juro.
Hubo esperanza en la mirada marrón de Jacobo y luego su vista deambuló entre Sam y entre Marissa, ellas eran como el fin y los medios: el bienestar de Sam era la meta y Marissa era su camino más viable para conseguirlo. Había escuchado decir que el fin justificaba los medios y algo en la mirada de su compañera le decía que cualquier cosa que hiciera con ella se justificaba al final por su humana.
—¿A cambio de qué?
—Ayuda con los demás cupidos. De los pocos con los que he hablado he concluido que también tienen sus reservas con el funcionamiento de Skydalle pero me dejaron saber que no están dispuestos ni de chiste a desafiar a los superiores.
—Eso no ayuda mucho.
—Claro que sí. Tú bajaste acá con las expectativas en el cielo como todos nosotros, ¿verdad? —Jacobo asintió cauteloso—. Y cambiaste, ¿por qué?
—Porque me di cuenta de que Sam me necesitaba, porque al llegar acá vi la máscara que se pone cada día para intentar ser feliz cuando no lo es, algo de lo que nunca me hablaron en Skydalle.
—Si tú cambiaste, ellos también pueden. —Marissa lo miró con intensidad—. Dime qué te hizo ir a buscarme la primera vez.
Jacobo guardó silencio unos segundos. Su necesidad de ir se dio cuando Mario mostró interés en Samantha y él quería saber por qué sentía recelo por ese humano; no esperaba encontrar a Marissa, la historia de Sandro, las mentiras, los engaños... solo quería velar por Sam, saber por qué quería tanto a Mario, por qué su barrita de amor propio subía tanto con su mera presencia... y la verdad esperaba hallar algo terrible de él para justificar su rencor aunque al final encontró lo contrario.
—Mario empezó a mostrar interés en Sam... y quería saber más de él, eso es todo.
Marissa sabía que le ocultaba algo pero decidió no decir nada, no le convenía hacerlo pasar un mal rato.
—Me dijiste que ya habías ido a comprar... cosas a Skydalle —mencionó Marissa con disimulo—, eso te ayudó a ver que Sam necesitaba ayuda, ¿verdad? Lo que sea que hayas comprado, te hizo ver algo diferente, ¿sí?
—Sí —admitió.
—Eso es. Los elementos que podemos comprar nos ayudan bastante y a la vez que son para los humanos, nos sirven para quitarnos la venda de los ojos. —Jacobo supo el rumbo de sus palabras y negó por instinto. Marissa se acercó más a él, ella era un poco más alta que Jacobo pero inclinó la cabeza para mirarlo a los ojos—. Si llevas a otros cupidos allí les podemos mostrar que hay más maneras, más fáciles y más eficaces...
—Y más ilegales —intervino él—. Creo que con solo el hecho de saber donde queda podrían destituirme, Marissa, ¿y me pides llevar a alguien más? Yo ni siquiera sé qué tanto venden allá, lo que he conseguido es porque me lo han dado prácticamente en las manos y la otra vez compré porque me dijiste exactamente qué comprar.
—Yo sí sé, yo puedo ayudarte con eso. Tú solo debes aparentar que sabes lo que haces y llevar de a un cupido nada más.
—¿Yo aparentando? No me conoces, Marissa, yo tiemblo como gelatina y entro en pánico.
Esa declaración los hizo reír un poco a ambos y estaban tan juntos que la exhalación de esa risa los hizo conscientes de su cercanía. Marissa dio un paso atrás con incomodidad, mas no dejó que eso se apoderase de ella, la conversación era seria.
—Tú puedes, yo confío en ti.
Jacobo negó nuevamente.
—Además... ¿cómo sabrás en quién confiar? Si me mandas con cualquier extraño, puede que el extraño me delate y adiós Samantha, adiós planes, adiós alzar la voz y todo lo demás.
—Yo sabré en quién confiar, créeme. Mira, de los que ya conozco, sufren por su humano como tú con Sam. Uno de ellos está con una chica a la que la molestan casi a diario con bromas estúpidas y él no sabe cómo hacer que ella se sobreponga a eso; otra está con un muchacho que tiende a autolesionarse y evidentemente no está para buscarle el amor, quiere ayudarlo de otras maneras. El amor es poderoso, Jacobo, y en nosotros el poder lo sacamos de nuestros humanos, de lo que sentimos al estar en sus vidas, piensa en cuánto amas a Sam, todos nosotros amamos a nuestros encargados así y cualquiera hará lo que sea para ayudar. Confía, por favor, solo confía en la causa. Te juro que haré todo lo que pueda para ayudarte con Sam de las formas que sea y cuando sea.
Jacobo suspiró; su lado racional le decía que se negara rotundamente, que se estaba adelantando a todo, que aún tenía once meses de plazo para estar con Sam y que sin la ayuda de Marissa o de nadie podría llevar la situación a bien tarde o temprano, mas su lado bondadoso y de corazón blando no podía saber que había algún otro cupido viendo cómo su humano se hacía daño a sí mismo y no hacer nada al respecto cuando tenía en sus manos la capacidad de ayudar.
Miró a los ojos a Marissa y sintió en el fondo de su ser que podía confiarle todo a ella, que no había alguien más leal en ningún mundo que ella, que tenía razón en todo y que no lo abandonaría, era como si la conociera de toda la existencia.
—Confío en ti y en la causa —le aseguró, con la voz algo temblorosa—. Acepto.
Melody ingresó al estadio detrás de Román que iba con un amigo suyo; no le tomó mucho rato barrer el lugar con la mirada y para su sorpresa encontró a Jacobo... con una cupido vestida completamente de negro. Jacobo estaba de espaldas pero Melody lo reconoció por el color fuego de su cabello y su manera de pararse, siempre con el peso del cuerpo más en el pie izquierdo que en el otro. Hablaba con aquella cupido casi en susurros y estando tan cerca como podían; Jacobo no le había contado de alguna amiga que tuviera pero si recordaba la primera vez que se vieron y que él tenía todo el entusiasmo de charlar, pues no era descabellado que tuviera amigas o compañeras además de ella que apenas y lo toleraba.
Lo que era más descabellado y que enojó internamente a Melody era ese dejo de desagrado que sentía de verlo así con la desconocida.
Se quedó mirándolos más tiempo del que debería y lo que la sacó de su concentración fue el pitido de un chico a mitad de cancha que anunciaba que ya iba a empezar un partido. Los asistentes que quedaban de pie, entre ellos Román y Drew, fueron a buscar un lugar para sentarse.
Era sábado en la mañana y usualmente Román estaba en sus clases de baile pero la noche anterior el profesor les informó que estaba bastante indispuesto así que se canceló la clase; Román iba con frecuencia al estadio a mirar partidos amistosos, no le gustaba jugar pero sí mirar los partidos, no obstante nunca había ido a esa hora, lo que podía explicar por qué nunca antes había visto a Sam jugar. Melody contó quince segundos que tardó Román en notar a Samantha.
Si Melody se sorprendió de verla entrar en la cancha, Román estaba un paso más allá de sorprendido... anonadado y maravillado le quedaban más afín a lo que sentía. Melody suspiró, esto solo iba a aumentar el cariño para Sam y aunque ya estaba resignada, le incomodaba un poco también.
Pudo sentir cómo el corazón de Román se aceleraba y su mochila empezó a vibrar aunque esta vez la traía bien cerrada y no pensaba sacar ni una sola flecha de ahí. Melody buscó inconscientemente al cupido de Sam con la mirada y cuando dio con él, lo halló mirándola y luego sonriendo y ondeando su mano; no veía a la otra cupido por ahí, seguramente se había ido, lo que le hizo dibujar una sonrisa que Jacobo ilusamente tomó como invitación a acercarse.
No se habían visto desde el jueves luego del encuentro entre sus humanos y aunque ambos pensaban dentro de sí que el encuentro iba a ser incómodo dado el extraño episodio que habían protagonizado con el corrientazo que aún no tenía explicación, lo intentaban disimular lo mejor que podían.
—Hola, Melody. ¿Cómo estás?
La cupido apenas y lo miró, volviendo a su indiferencia de siempre.
—Aún invisible para los humanos y con el tiempo corriendo, gracias —dijo con sarcasmo, luego señaló la cancha donde ya estaban todos jugando—. No sabía que Samantha jugaba... y en el equipo de hombres.
—Pues técnicamente no hay una regla entre ellos que prohíba que una mujer juegue, pero solo Sam quiere jugar con ellos. También hay un equipo de chicas pero a mi Sam no le gusta mucho, además, ella es mucho más buena que cualquiera de los hombres que están jugando.
—Eso veo.
Ambos tenían la mirada en la cancha y Melody debía aceptar que nunca hubiera ni sospechado que Samantha se desenvolviera tan bien en fútbol... o en nada realmente, no le tenía mucha fe a nada que tuviera que ver con ella.
Ver a Sam por primera vez la hizo sonreír porque le vio un gesto natural en los ojos y en la sonrisa, un gesto de honestidad pura que Melody supo apreciar. Parte de su recelo a Samantha se debía a que a veces era tan hiperactiva que resultaba falsa a sus ojos, a veces pensaba que Sam era una con Román y otra en su casa y aunque no tenía ni pizca de interés en saber cómo era Sam en su casa, desde que Jacobo estaba con ella la había podido conocer un poco más y ya no la odiaba tanto, y en especial en ese momento mientras la veía jugando, la vio con otros ojos.
—Ella es maravillosa cuando es feliz —musitó Jacobo casi para sí mismo.
Melody estuvo de acuerdo pero no lo verbalizó, guardó las palabras para ella y después sonrió de medio lado durante un solo instante mirando a Jacobo tan devoto a Sam.
La pelirroja rara llevaba una camiseta que le iba un poco grande y Melody asumió que no era suya, tenía un quince en la espalda y era azul, tenía su cabello atado en una coleta y a menudo se calaba las gafas sobre sus coloradas mejillas; luego de varios minutos de partido Melody empezó a notar las miradas que se daba con otro de los jugadores y lo reconoció como el chico con quien dormía el día que aseguró estar enferma.
Al parecer no se había dado cuenta de la presencia de Román que se perdía al haber tantas personas en las graderías; Melody miró a su humano y este tenía el ceño levemente fruncido y aunque para cualquiera que lo mirase de reojo pareciera que estaba sumamente concentrado en el partido, ella que lo vio fijamente supo que su atención solo estaba en Samantha que le sonreía tontamente a su compañero mientras jugaba y que le provocaba un ácido desagradable en la boca del estómago.
Sam estaba en su zona de confort.
El sonido de varias voces en el público, de alguna música fuera del estadio y de los demás jugadores gritando estrategias la tenían contenta, contentísima y más porque estaba jugando con Mario y él le lanzaba miradas y sonrisas abochornantes cada que tenía oportunidad; sabía dentro de sí que no eran a propósito pero a ella le encendían el corazón y poco podía hacer para evitarlo.
Samantha ralentizó un momento en que el balón estaba lejos de ella porque requería un poco de aire, se abanicó con sus manos para evitar que sus gafas se empañaran del todo por el calor que sentía y mirando distraídamente al público, vio a Román sentado en la línea del medio. Sintió cómo sus nervios le golpeaban la frente de lleno, la atacaron en manada los recuerdos de dos días atrás cuando lo besó y todo lo que pasó —y lo que dijo— después y se quería morir de vergüenza ahí mismo. Las piernas le temblaron y no completamente debido al cansancio.
Ese roce de miradas solo duró tres segundos pero bastó eso para que la Sam contenta y buena en el fútbol fuera reemplazada por la simple adolescente que siente mariposas y hormigas rojas al mismo tiempo por un chico que la observa.
Volvió la vista con brusquedad al partido y el balón seguía alejado de ella, pero llegó a los pies de Mario y él se lo envió de una buena patada. Sam quedó en blanco y pateó torpemente el balón ganándose una mirada extrañada de los demás que sabían que ella no hacía nunca ese tipo de jugadas tan terribles. El balón salió de los límites y el otro equipo debía sacar; lo lanzaron hacia el otro extremo de donde estaba Sam y Mario llegó a ella.
—¿Todo bien? —Reparó con más atención en ella—. Sam, ¿te sientes bien? —Le tocó la barbilla con dulzura para hacer que levantara la mirada—. ¿Tienes sed? ¿mareo? Estás pálida. Dime algo.
Sam amagó una sonrisa y negó con la cabeza.
—Todo bien. —Se miraron a los ojos y Sam parpadeó rápidamente, intentando disipar un par de las burbujas de pensamientos que tenía—. Solo me desconcentré un segundo.
—¿Quieres seguir?
—Por supuesto.
Mario se quitó uno de los brazaletes de tela azul bordados con el escudo de un equipo de fútbol que tenía y se lo encajó en la pálida muñeca a Sam cuyo corazón se sentía a punto de colapsar por el gesto; Mario siempre traía esos brazaletes a sus partidos y hasta el día de hoy nunca se había quitado uno. La mirada de Sam debió denotar con mucha obviedad su devoción porque Mario se sonrojó un poco.
—Para la suerte —dijo él.
Sam asintió; su interacción no había durado ni dos minutos pero se sintió como una eternidad completa, al menos sirvió para que Sam volviera su atención al juego, siendo aún muy consciente de los ojos de Román encima suyo.
Los largos minutos del primer tiempo del partido nunca habían sido tan pesados para Sam que ya había marcado un gol; a la vez que quería sentarse ya a descansar un poco, quería que nunca terminara para no estar obligada a dejar la cancha y por educación, saludar a Román.
El pitido para dar fin al primer tiempo resonó y a todos les hizo dar un largo suspiro; Sam le estaba dando la espalda al público, haciendo tiempo estirando sus brazos sin moverse de su lugar, recuperando el aliento y rezando para que apareciera de repente en su habitación por arte de magia; Mario no tardó en llegar a ella y abrazarla desde atrás, Sam sintió el mentón de Mario sobre su hombro y sus brazos rodeándola y no pudo evitar sonreír. No era la primera vez que él la abrazaba de esa manera pero eso no disminuía lo que sentía cada vez.
—Felicidades por ese gol —murmuró él.
—El único, cabe recalcar —dijo ella con algo de molestia—. Sé que no todos los días pueden ser buenos pero usualmente para este punto ya he marcado mínimo dos y estoy segura de que el que sí marqué fue por descuido del portero, lo vi con su teléfono, vamos que ni siquiera se tomó la molestia de considerar que podíamos anotar, ¿por qué crees que pase eso? ¿crees que nos considera muy malos o que se considera a sí mismo muy bueno? En cualquiera de los casos no es justo porque todos debemos jugar con esfuerzo y dedicación si no cuál es el chiste, vale, en esta ocasión nos ha servido que se las diera de la gran cosa y no es que me queje del momento porque vamos ganando, solo me quejo de él porque —Mario le dio un sonoro beso en la mejilla y el hilo que llevaba en su mente se rompió un poco—... ummm, ¿porque no es justo?
Las manos de Mario, que se juntaban en el abdomen de Sam, poco a poco soltaron el agarre hasta que ella se giró y le dio la cara; Sam detectó por segunda vez luego de aquel día que había enfermado, una mirada diferente en Mario y una sonrisa torcida inusual pero preciosa. La garganta se le secó y la risa nerviosa le afloró en los labios.
—Con o sin el descuido de ese chico ganaríamos, te tenemos en nuestro equipo.
Estaban en uno de los extremos de la cancha donde no llamaban muchísimo la atención y por unos segundos a Sam se le olvidó hasta lo que estaba haciendo ahí, solo pensaba en Mario y en lo mucho que lo quería, en lo mucho que amaba que él le diera crédito por jugar bien, que le dijera que lo hacía bien, que la hiciera sentir que compensaba todos sus fracasos con el talento de jugar que tanto disfrutaba. Adoraba de Mario que él sí la notaba realmente, que la hacía sentir como que le prestaba atención a todo lo que dijera o hiciera, que le aseguraba con sus actos que ella era digna y merecedora de felicitaciones y que nunca dudaba de decirle que se sentía muy orgulloso de ella aún con todos sus fallos.
Mario tenía para ella el amor que ella misma no tenía para sí misma.
—¡Sam! —La voz de Alice rompió agradablemente ese momento entre Mario en ella. Sam volteó y vio que su amiga se acercaba con su hermana, venían apenas entrando al estadio—. ¡No sabía que jugabas! Ese es el tipo de cosas que debiste decirme anoche, hubiera venido hace rato a verte.
—Olvidé mencionarlo —dijo ella, distraía—. Y hola, Alice. —Alice blanqueó los ojos—. Hola, Marie. Les presento a...
—A Mario —interrumpió Marie, sonriéndole solo a él—. Nos conocimos hace un par de días.
—Así que tú eres la famosa Alice —murmuró Mario—. Tu hermana te mencionó una vez y tu amiga te ha mencionado como cien mil veces.
Sam le dio un codazo a Mario y este, risueño, le pasó el brazo por los hombros, atrayéndola tiernamente a él.
—Exagera; solo te mencioné un par de vecesitas.
—Sí, pero una vecesita de Sam equivale a unos quince minutos de charla —apuntó Mario, ella lo miró blanqueando los ojos—. No me odies, Sam.
—¿Hace rato empezó el partido? —Alice miró alrededor.
—Ya acabó el primer tiempo. Tarde como siempre, Alice.
—Si me hubieras dicho sería diferente...
—¿Sales con Sam? —preguntó Marie directamente, interrumpiendo a su hermana y mirando a Sam de pies a cabeza haciendo que se sonrojara con violencia.
—Siempre salgo con Sam —respondió Mario a la defensiva pues no le había gustado la mirada que le había dado; aferró más el brazo que la rodeaba—. ¿Por qué?
—Me refiero a que si son novios o algo.
—¿Eres tú muy amiga de Sam? —replicó Mario una vez más.
La tensión entre los cuatro aumentaba y más para Alice y Sam que solo miraban al uno y al otro, Sam avergonzada porque la tuvieran como centro de atención y Alice sonrojada porque su hermana se estaba portando muy grosera.
—No me respondiste.
—La respuesta es algo que no es de tu incumbencia a menos que seas muy buena amiga de Sam.
Marie apretó los dientes pero sus ojos amigables no mudaron su expresión, era muy paradójico su gesto y Sam se preguntó por primera vez el motivo del recelo. No conocía muy bien a Marie realmente, sabía de ella solo que era la hermana amada de su mejor amiga pero eso era todo por lo que no había motivo para rencores.
—Y no lo eres —dijo Sam al fin, sintiendo una pizca de valentía. Sin embargo seguía siendo ella y no podía ser totalmente desagradable; miró a Mario con una sonrisa—. Mi amiga solo es Alice, aunque Alice ama tanto a Marie que es casi mi amiga.
Hasta Sam se sorprendió de su tono sarcástico, ella no solía ser así con nadie, pero había algo en la voz y en la mirada de Marie que hizo que la sintiera como una especie de amenaza. Ambas se miraron y se dedicaron una sonrisa amablemente falsa.
—¡Oh, miren! Ahí está Román —exclamó Alice, intentando romper el hielo; batió las manos en saludo a un punto a la espalda de Sam—. Vamos a saludar.
El tema del enamoramiento de Sam por Mario no había sido discutido aún con Alice por lo que ella no podía realmente saber que su actuar de buenas intenciones no era favorable para su amiga. Samantha se inquietó; tenía el brazo de Mario posesivamente sobre su hombro —y sí que le encantaba eso— y también tenía a Román allí sabiendo que con mirarlo a los ojos medio segundo bastaría para rememorar la sensación del beso que habían compartido —y que también guardaba con satisfacción en su memoria—. Era una situación que en otros momentos se le habría presentado surrealista e imposible y esperaba que su mente no soltara algún vómito verbal —o intestinal porque nunca se sabe— o entrara en pánico.
No había que temer, ¿verdad? Se había besado con Román, eso era todo, no es como si se hubieran casado en Las Vegas a escondidas.
Alice y Marie caminaron hacia Román y a Sam no le quedó de otra que seguirlos con Mario a su lado. Cuando llegaron a ellos, Román y su amigo se pusieron de pie y pulieron una amable sonrisa; Alice se inclinó y le dio un gentil beso en la mejilla a Román de saludo y otro a Drew, Sam supuso que se habían llevado bien en la preparatoria y que ya eran amigos.
—¿Tú sabías que Sam jugaba? —cuestionó Alice en tono alegre a Román—. No me dijiste.
—No, no lo sabía. —Sam decidió al fin mirar a los ojos a Román y a sus nervios no le sentó muy bien aunque intentó sonreírle—. Fue una agradable sorpresa. —Los ojos de Román solo bailaron en los suyos por dos segundos y luego miró a Mario, puliendo una sonrisa muy amistosa—. Mario, ¿verdad? Fuiste al bazar de mi preparatoria.
Mario le devolvió el gesto sin malicia alguna y tuvo que soltar a Sam para estrecharle la mano a modo de saludo a Román. Cualquiera que los viera diría que eran buenos amigos desde hace mucho tiempo.
—Sí. Y eres vecino de Sam.
—Así es. Él es Drew, un amigo —presentó Román y él les sonrió a todos pues solo conocía a Alice de todos ellos—. ¿Siempre juegan los sábados?
—No siempre, al menos no Sam, yo sí. Lo que no sabía era que ni tú ni Alice lo sabían —añadió en medio de una risa. Todos miraron a Sam.
—Sí... no salía el tema y se me pasó contarles.
—Sam habla como lora pero nunca dice lo importante —remató Alice y todos, incluida la misma Sam, rieron.
—¡Mario! —Se escuchó un grito del otro lado del estadio. Ya que todos estaban juntos, todos voltearon a mirar; era otro de los jugadores—. ¡Jackie's al acabar! ¡Te apuntas?
—¡Sí! —respondió Mario y su amigo volvió a la conversación con su grupo. Sam y los demás miraron a Mario y él explicó sin que se lo preguntaran—. Jackie's es el local de comida rápida a donde vamos los sábados luego de los partidos. Usualmente es en la tarde o noche pero hoy será para almorzar, ¿quieres ir, Sam? —La atención de Mario cayó de lleno en la chica de pelo rojo pero rápidamente se recordó que no estaban solos y miró al grupo de nuevo—. ¿Quieren ir? No es muy lejos y entre más vayamos, nos dan mejor precio.
—Yo me uno —dijo animadamente Alice, con ese carisma que la caracterizaba. Sam notó que miraba a Drew enseguida y que él tenía esa sonrisa tierna y enamoradiza en los labios al observarla a ella—. ¿Ustedes?
—Yo me uno —dijo Drew, solo mirando a Alice y sonriendo.
—Yo también —se sumó Marie.
—¿Sam? —increpó Mario.
—Claro.
—¿Román?
Jacobo y Melody estaban congelados a cada lado de sus humanos, era evidente que Melody no tenía un aprecio especial por Mario... o más bien por los celos que hacía sentir a Román, aunque le daba crédito a su humano por no demostrarlos. Jacobo se sintió contrariado porque técnicamente estaba del lado de Román pero bueno... su humana era Samantha nada más así que no podía cambiar de bando y joderlo todo.
Había un cupido furioso detrás de Marie y los de Drew y Alice estaban en su propia conversación —mucho menos tensa y más agradable que la del resto—, pero Jacobo solo podía observar cómo la presión caía de lleno en Sam. Estaba seguro de que Mario ni siquiera sospechaba que Román pudiera ser algo más para Sam y Alice tampoco sabía nada por lo que ese secreto del beso entre ellos les rebotaba en las pupilas solo a ambos, chocando con la confianza y familiaridad de Mario al tratarla a ella.
Román no sabía que Sam tenía un interés en otro chico y le chocaba verla así tan cómoda con Mario, quería preguntarle si tenía algo con él o si estaba flechada pero eso no venía a lugar de modo alguno; Sam no tenía ninguna relación con él ante la cual dar explicaciones y la verdad era que un beso de diez segundos en sí no era gran cosa... aunque para él sí lo había sido.
Jacobo miró a Melody que dejó de sentir recelo por Sam y lo traspasó a Mario a quien ahora veía como el problema. Para Melody había sido claro que a Sam le gustaba Román cuando se besaron; eso es algo que los humanos se pueden ocultar entre ellos pero no a los cupidos así que si algo no se daba de ese pseudo romance con Román, para la lógica de Melody, era por culpa de Mario.
Y no era justo.
Jacobo era el único que veía fijamente a Melody por lo que los demás no notaron cuando sacó de su mochila un pequeño frasco de donde salió una cápsula fucsia que le lanzó a Román y le atravesó el pecho, dejando una pequeña estela de luz a la altura del corazón. Román no lo sintió físicamente y Jacobo se preguntó qué era eso.
Todos miraban a Román esperando su respuesta; por su expresión mezcla de derrota y celos, los cupidos suponían que se negaría pero cuando la cápsula se apagó por completo en su interior, respondió con firmeza y con el mentón en alto:
—Sí, me apunto.
La conversación se trasladó a un cruce de palabras amistoso entre Drew y Mario; Jacobo dejó de prestar atención y se acercó a Melody. Ella tenía su gesto pétreo, serio, casi enojado pero por primera vez, no era una actitud para con Jacobo sino a la situación en sí.
—¿Qué fue eso? La píldora que le diste.
Melody fulminó con la mirada al cupido de Sam pero no le salió su comentario mordaz o su típico "no es de tu incumbencia" o sus derivados, en realidad él no era el problema, a cambio de eso, respondió con sinceridad y en voz baja para que solo él oyera.
—Valentía. Iba a irse a casa al ver a Sam tan pegada a ese tal Mario pero no es justo porque él la quiere demasiado y aunque me pese admitirlo, a ella también le gusta él. No es momento de abandonar, ya se besaron, le tomó meses lograr eso y no voy a dejar que renuncie en dos minutos. No es justo.
—Y la cápsula de valentía ayuda a eso porque... —Jacobo dejó la frase en vilo, como si fuera una pregunta.
Melody suspiró con fuerza y sus palabras hicieron sonreír a Jacobo:
—Para que luche por Samantha.
¡Hola, amores! ♥
Iba a cortar este capítulo por lo largo que había salido pero no encontré una escena donde pudiera dividirlo y que no se fuera la onda, so, acá está (?)
He descubierto por qué me gusta tanto esta historia. Es la primera novela larga que narro en tercera persona y me emociona contar "varias historias" al tiempo, no solo me concentro en un personaje y su pensar sino en varios y eso me encanta desde ahora jaja, creo que haré más historias en este formato xD
♡¿Qué les ha parecido el capítulo?♡
Yo siempre he dicho que amo a Melody y eso no va a cambiar como ella con sus humores raros -yceloscof-. Y la Alice acaba de llegar y ya va flechando corazones 7u7
¿No les pasa que shippean a Jacobo con Marissa? ajskjascjaja a mí sí xD
♥Gracias por su espera y por seguir leyendo, deja tu voto si te ha gustado ♥ Nos leemos ♥
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top