20. ➳ Maldita y amada Alice ♡

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Normativa de los Cupidos: «Si un Cupido aspira a ser maestro luego de cumplir su misión, esta debe ser concluida con éxito en la mitad o menos del tiempo estipulado. De tardar más, no se le ofrecerá el entrenamiento de maestro a menos que su propio mentor considere que lo merece y el caso debe atravesar los altos mandos para la autorización»
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Sam estaba en clase de gimnasia pese a que aún tenía un ligero dolor en la cabeza y en la garganta. Trotaba sola alrededor del campo de fútbol igual que el resto de sus compañeros. Luego de un rato, su casi amiga Emily la alcanzó y Sam al verla, empezó a hablar.

—Hola, Ems. ¿Cómo estás? ¿No te parece injusto que al maestro le paguen por solo mirarnos correr? ¿cuándo has visto que ellos corran con nosotros? Entiendo que él tiene que dar clases todo el día, así que correr seis veces sería algo demasiado agotador para cualquiera, pero ni una vez, Em, ni una lo veo correr. O sea, no es que me moleste correr, es un buen ejercicio después de todo, pero me molesta cuando quiero detenerme dos segundos a tomar aire y el maestro infla el pecho a regañarme por floja. Lo bueno es que, y no sé si lo has notado, los días que tenemos gimnasia, hay pizza en la cafetería, puede ser una mera coincidencia, pero es una muy buena, casi me motiva; si pienso en pizza tengo más fuerzas.

Jacobo sonrió al escucharla hablar tan animada; estar activa siempre la tenía de buen humor por lo que trotando su sonrisa era genuina y su charla era fluida. Emily arrugó un poco la frente, con el mismo gesto que había hecho Melody cuando le dijo a Jacobo que Sam solía hablar demasiado, una mezcla de diversión y confusión.

—¿Cómo estás? —preguntó Emily, un poco jadeante.

—¡Super! ¿Qué tal tú? —Sam se acercó un poco y le dijo en un tono un poco más confidencial—. Lamento lo de Brad.

Jacobo recordó que Brad era el chico que habían encontrado besando a Brenda en su fiesta, el supuesto novio de Emily que ahora iba trotando más adelante con otra chica. Sam de verdad sentía algo de pena por ella porque ella sí consideraba que eran buena pareja.

Junto a Emily no había ningún cupido pero Jacobo descubrió que estaba a unos metros mirándola, pues no deseaba trotar con ella. El cupido de Emily miraba a Brad y lucía una mueca de tristeza y decepción... y un poco de ira, Jacobo pensó en ir a hablarle pero era malo consolando y sintió que sería inútil así que siguió junto a Sam.

—Dime algo, ¿todos en Winston son así o solo fue que me fijé en los dos peores? —Emily sonaba derrotada y resignada.

Sam le sonrió comprensiva porque eso sonaba a pregunta retórica y no a una seria, sin embargo, le respondió en el mismo tono.

—Me temo que tendré que echarle la culpa a tus gustos. Hay chicos muy buenos en Winston, pero te fijaste en los que comparten hasta las chicas.

Jacobo pensó que otros Cupidos la tenían más dura que él pues sus humanas no elegían bien; vale, no había empezado casi nada con Sam y siempre cabía la posibilidad de que con Mario —o con Román— no le fuera de lo mejor, pero le gustaba ser optimista. Tuvo de nuevo deseos de hablar con el cupido de Emily para preguntarle cómo afrontaba eso con ella, si era tan triste como sonaba y si pensaba seguirla flechando luego de eso. Siguiendo la normativa de su trabajo, debía seguirla flechando hasta que fuera la definitiva pero si Jacobo ya se sentía mal por Emily, no imaginaba cómo se sentía su propio cupido y quería saber qué opinaba del reglamento y la ausencia de un vacío que condicionara el amor cuando no sale bien.

Sam le contó a Emily unas cuantas cosas que sabía sobre Brad y Emily escuchó atenta aunque su gesto no mostraba si ya lo sabía o si le era indiferente. Brad seguía del otro lado y sus dos cupidos estaban quietos en una esquina del campo, ambos con los brazos cruzados e ignorándose el uno al otro, Jacobo imaginó que seguían en lucha desde el arrebato del viernes.

Si él no podía casi ni con sí mismo, no imaginaba cómo sería compartir la confusión con otra cupido para Sam. No, gracias.

En la hora del receso solo Lisa y Sam se reunieron en el salón de siempre a comer algo, Franco no llegó. Cuando Jacobo vio el gesto de Keit supo que había tensión en la vida de Lisa y ella misma lo confirmó cuando echó pestillo en la puerta y empezó a desahogarse con Sam.

—Le dije a Fran que me gustaba.

—¡Es cierto! ¿Cómo te fue con eso? —La pregunta de Sam salió con expectativa y sincera emoción pero al ver el gesto de Lisa, su gesto se enserió—. Oh, no, salió mal.

—Salió terrible, ¿no ves que no está acá? Me está evitando.

Sam sonrió un poco incómoda pero no dijo nada. Jacobo se acercó a Keit y este tenía el mismo gesto de derrota en el rostro.

—Lo lamento —dijo Jacobo sin saludar—. ¿Qué pasó?

—Ven.

Keit lo tomó del brazo y salieron del salón atravesando la puerta, Lisa se quedó contándole a Sam su versión pero a Jacobo le interesaba más la del cupido. Caminaron un poco hasta que llegaron a la cafetería pero salieron otro tanto hasta encontrar a Emily comiendo junto con su prima y con sus Cupidos al lado.

—¿Ves a Emily?

—Sí —dijo Jacobo—. Fue la chica a la que Brad engañó.

—Vale, mira a su Cupido. Resulta que la cupido de Fran siempre ha sabido que él tiene sentimientos por Emily y desde la fiesta, un rato antes de que Lisa se declarara, habló con él para volverse cómplices y juntarlos. Como Emily está recientemente decepcionada con el tema amoroso de Brad, ella consideró que era buen momento para que Fran intentara algo y como el cupido de Emily no sabe qué hacer, accedió.

—Pero nunca he visto a Fran hablando con Emily. Ni sabía que eran amigos.

—No lo son. Franco es demasiado introvertido y no ha sido capaz de hablarle pero Carine me contó que le ha dejado notas en el casillero desde que ella llegó a estudiar acá, es obvio que le gusta.

—¿Por qué nunca te lo dijo?

—¡Eso mismo le dije yo! Veía a Lisa enamorada y me veía a mí flechándola y ella como una momia no decía nada. Cuando estuvimos en su declaración, ahí sí le pareció buen momento para sincerarse, mientras Fran le decía que la quería como una amiga nada más.

—Se supone que no podemos aliarnos con otros cupidos —recordó Jacobo—. ¿A Emily al menos le gusta Franco?

—No lo sabemos porque nunca han hablado. Ese no es el punto, Jacobo, el punto es que Carine nunca me dijo nada y dejó que Lisa quedara como una tonta. Según ella, lo hacía para "proteger la intimidad de su humano y para buscar lo mejor para él". Dijo que nunca me lo comentó porque estaba segura de que Fran nunca intentaría nada, entonces eventualmente iba a flecharlo con Lisa si el momento final llegaba, pero que como se le presentó la oportunidad con Emily y con su cupido, pues la tomó. ¿Te das cuenta de lo que hizo? ¡Tenía a mi Lisa como segunda opción sin siquiera pensar en sus sentimientos!

Jacobo pensó en Sandro y que en otro contexto, él también había actuado como pensaba que era beneficioso para Alejandra sin pensar en Mario, se dijo que de cualquier manera, a todos los cupidos les tocaba ser egoístas en algún punto y eso no le gustó. No supo qué decirle a Keit que lucía tan afectado.

—Lo lamento.

—¿Te puedo confesar algo?

—Claro.

—Quisiera tener algo para sacarle a Franco del corazón. —Jacobo se tensó y desvió la mirada. La voz de Keit traslucía una mezcla de rencor y desesperación—. He escuchado que hay lugares en Skydalle donde puedes conseguir cosas para hacer sentir diferente al humano, ¿sabes?

Se lo dijo a modo de confidencia y Jacobo tuvo que hacer una muy mala actuación de que no había escuchado algo así antes; afortunadamente Keit estaba tan alterado que ni siquiera notó su actitud evasiva.

—¿Ah, sí?

—Se rumorea que muchos lo usan, pero para llegar alguien más debe llevarte y ya que desde que bajé hace unos meses solo me hice amigo de Carine, pues no tengo muchas opciones.

—Puede ser un mito —murmuró abochornado.

—No creo. Cuando algo se corre de voz en voz con tanta precisión entre versiones, no puede ser mentira. Dicen que te cobran con flechas sus trucos, que hay cosas para saber cómo se sienten, qué piensan, para hacer que actúen diferente y algunos para manipularles la mente o el corazón.

—Eso suena horrible.

—Horrible es todo esto para ellos. —Keit empezó a caminar de vuelta hacia el salón con Jacobo al lado; a cada segundo hablaba en voz más baja y con menos enojo—. Jacobo, todos son casi niños. No deberían mandarnos a jugar con el amor a los quince o a los diecisiete años, son aún muy jóvenes. Yo creo que se les debería dejar ser libres a esta edad y mandarnos luego de los veinte o algo así cuando sepan tomar el amor con más seriedad. Sí, en la adolescencia se pueden enamorar pero la mayoría son muy inmaduros aún para darle valor al amor verdadero y por eso lo pierden antes de ser adultos, ¿entiendes?

—Eso creo.

—Menos del 30% de los amores de esta edad prosperan hasta la adultez, eso a mi parecer debería ser una señal para los altos mandos de que modifiquen las cosas un poco.

—La normativa no se ha modificado en muchos años, siglos tal vez.

—Pero el mundo avanza, Jacobo. Hace ciento cincuenta años los padres entregaban a sus hijas a los catorce años a un esposo mayor y por eso era necesario que un cupido fuera tan temprano, la mayoría de las chicas de ese entonces no querían lo que les tocó, pero con nuestra ayuda terminaban resignándose y a veces amando a su nuevo dueño. No era lo ideal, pero era mejor el amor que les dábamos a la infelicidad si no lo tenían.

—Y eso para los altos mandos es una misión cumplida, enamorarlos, no importa cómo o con quién.

—Sí, pero te repito, las cosas cambian. Hoy las mujeres, al menos la mayoría, ya no deben resignarse, sino que pueden elegir. Hoy en día pueden decir que no a un mal hombre y viceversa, muchas incluso a sus quince no se quieren enamorar nunca, quieren solo amigos, amigas y fiestas; que sí, esa mentalidad cambia con el tiempo y cuando crezcan, pero a nosotros no nos dan ese tiempo. Nos mandan a esta edad así ellas y ellos quieran o no buscar el amor y es por eso que a veces los dejamos en conflicto y con decepciones en el amor que repercuten hasta que son mayores.

Jacobo arrugó la frente, procesando todo eso. Keit hablaba con firmeza y convicción, como si llevara siglos viendo el comportamiento humano y quisiera sacar todo el desagrado por su labor. No lucía mayor que él y sin embargo, en su mente había mucho más que en la suya.

—¿Cómo sabes todo eso?

—Es mera observación, Jacobo. No he sido muy amigo de ningún otro cupido aparte de Carine, ya te lo dije, pero basta observar un poco y escuchar. Solo en esta preparatoria hay chicos y chicas batallando con su orientación sexual, hay algunos que sufren problemas en su casa que los dejan lejos de pensar en el amor, hay un par que tienen problemas alimenticios, o temas como depresión, ansiedad o que sufren de burlas de los demás, todos los cupidos nos encariñamos tremendamente con ellos y es muy frustrante ver cómo alguien sufre de algo real pero debemos flecharlos para no ser castigados en Skydalle.

—¿Cuánto llevas en Tierra?

—Casi seis meses. Tengo solo diez con Lisa, me queda poco tiempo.

—No había visto las cosas así —confesó.

La verdad sí las había visto así, pero pensó que solo le sucedía a Sam, pero según Keit, el tener problemas humanos era algo muy frecuente y para los cupidos, frustrante.

—Actualmente los humanos viven más libertad en la tierra, pero a la vez tienen más cadenas en ellos. La presión social o familiar los afecta de diversas maneras, hoy en día y con la libertad de amar a elección, hay más hogares rotos que antes y eso afecta a los jóvenes. En Skydalle se sigue manteniendo el pensamiento que el amor es el pilar más importante de los humanos, que ese amor es sobre lo cual la vida se debe edificar pero ya no es así, ahora todos los humanos aspiran a mucho más y dejan el amor fuera de las prioridades. El mayor pilar de hoy en día es la estabilidad emocional que pueden tener y muchos humanos están desbalanceados en eso, ¿y a los Altos Mandos les importa? Cuando uno de nosotros sube al terminar la misión jamás nos preguntan "¿tu humano quedó feliz?" sino "¿lo flechaste con la flecha definitiva?". No les importa una mierda.

El corazón de Jacobo iba volando dentro de su pecho. Volverse cada día más consciente de lo que sucedía lo llenaba de inquietudes y de un deseo feroz de arreglar todo que le arañaba las entrañas. Ni siquiera pensaba en las consecuencias negativas de llevarle la contraria al pensamiento primario de Skydalle, él solo quería algo mejor para Sam, para todos, para los humanos y para sus compañeros.

Su mente maquinaba a mil por hora, sentía calor en la cabeza, y solo pudo preguntar:

—¿Crees que podamos hacer algo al respecto?

—¿A qué te refieres?

—¿Nunca se ha intentado proponer un cambio en Skydalle?

—Rumores siempre hay de que alguien llega a alzar la voz, pero nunca nada queda oficial en la historia de nuestro mundo así que no sabemos si es real. Si tú vas a la biblioteca principal hallarás libros y libros de historia, Jacobo, pero en ninguno hallarás una rebelión o algo negativo. Para el que lea todos esos tomos, Skydalle es y ha sido siempre un lugar donde el amor reina y la paz se respira.

—Al parecer todo en Skydalle vive a base de rumores.

—Yo estoy del lado conspirativo —admitió Keit, con una diminuta sonrisa ladeada—. Soy de los que creen que todo es verdad. El mercado negro, los rebeldes, los castigos a ellos y el silencio que se le impone a la inconformidad. Imagina por un momento que te apegas a la norma que dice que si no estás satisfecho informes para que asignen otro cupido a tu humana. ¿Qué crees que pasaría contigo?

—No lo sé, ¿qué crees tú?

—Yo pienso o que bien te exilian o te encierran por siempre o que te lavan el cerebro para que quedes como nuevo. No lo sé, puede que exagere, pero eso creo.

Jacobo pensó en Marissa y en Sandro. Ella le había dicho que su caso había sido muy sonado en Skydalle, que había dejado algo así como una huella por los extremos a los que llegó pero ahora le nació la inquietud de saber si encontraría información al respecto de ir a buscarla.

Se sintió ahogado y una vez más, ingenuo. El primer golpe de realidad lo había sentido al ver la habitación de Sam pero no hubiera pensado nunca que de a poco empezaría a ver otra perspectiva de su misión, de sus compañeros, de los humanos e incluso de la verdadera importancia del amor adolescente.

Keit se despidió fugazmente al ver que Lisa salía del salón y caminaba a su siguiente clase; el timbre ya había sonado. Jacobo fue tras de Sam aunque su mente estaba demasiado dispersa y a la vez centrada en otros temas que no la incluían. En el camino por los pasillos empezó a mirar con más detenimiento a los demás cupidos, que eran muchos, y la mayoría iba con gesto serio al lado de su humano, no iban precisamente con la emoción con la que él se imaginó que estaría al buscarle el amor a Sam y cuando se dio cuenta de que ese mismo gesto preocupado, evasivo y ausente reinaba en su propio rostro, sintió una opresión en el pecho.

Eso no era normal, eso no era lo que le habían enseñado.

Mucho se empezaba a temer que los maestros les ocultaran el lado real y turbio de la vida de los humanos y los problemas que ellos como cupidos podían encontrar, o peor aún, temió que incluso los maestros estuvieran en las sombras de los altos mandos sin saber gran cosa.

Nada de eso le gustaba y la determinación de hacer algo al respecto le caló más hondo. No había hecho casi nada aún pero una parte de él le decía que se metería en mil problemas con el paso del tiempo y sorprendentemente, no se aterró por sí mismo, de hecho estaba ansioso porque se dijo que si quería hacer la diferencia, o al menos intentarlo —y sí que iba a intentarlo—, debía ser valiente y guardar el temor en el mismo cajón en el que conservaba el amor por Sam; eso le daría valentía y fortaleza.

Alice cumplió su promesa y tocó la ventana de Sam ese mismo lunes en la noche luego de mandarle un mensaje para corroborar de que podía hacerlo. Llevaban ya un buen rato charlando, más que todo Alice que le contaba cómo había sido su último baile de la preparatoria donde estaba y cómo había sido premiada como la sonrisa más bonita de su clase.

—Y si no me coronaron reina fue porque era muy bajita —bromeó—. El rey medía casi dos metros con dieciséis años y al lado mío se vería terrible.

—En Winston no hacemos eso. Bueno, antes lo hacían, pero cuando yo llegué a primero y me metí de lleno en los eventos, propuse sacar eso de las premiaciones del programa.

—¿Por qué?

—Porque coronar a alguien como la más bonita haría que quienes tienen autoestima baja se sientan mal. Al final del curso sí hacemos premiaciones pero son cosas valiosas como el más estudioso, el más amigable, el más colaborador, para las chicas la más bondadosa y para los chicos el más caballero. Hice una exposición al director y a la coordinadora de por qué no era beneficioso para todos premiar la chica más hermosa y sí la chica más talentosa, y les gustó. Creo que estamos en una edad en la que es más factible tomarnos a pecho los cumplidos o los insultos por lo que no hay motivo real para bajar el amor de alguien diciéndole que otro alguien es mucho más perfecto o algo así.

—Bueno, pero eso va en la susceptibilidad de la persona, ¿no?

—Exacto. Pero los que ganan ese tipo de cosas no suelen tener muchos problemas de autoestima porque precisamente los premian por estar bien físicamente, la susceptibilidad siempre está del otro lado, del que pierde y del que se empieza a comparar con el que ganó y a sentirse menos. Creo que el problema siempre es que no se piensa en ese lado de la balanza y yo sí pienso en ese lado de la balanza y prefiero buscar maneras de hacer eso más sencillo.

Alice la observó y la vio tan seria que no quiso replicarle más, tenía en su voz un tinte que decía que quizás hacía todo eso de modo personal o que así lo comenzó al menos; Alice, pese a que había estado en muchos colegios a lo largo de su vida, siempre estuvo bien en todos, era de las más bonitas y eso sumado a su buen carisma y personalidad magnética, nunca le trajo problemas de soledad o de falta de amigos. No obstante ahora teniendo a Sam en frente, intuyó que ella sí había pasado por todo eso aunque ella consideraba que su personalidad y belleza eran maravillosas.

—Te concedo que estando de este lado nunca lo vi de esa manera.

—Para poder verlo de esa manera, hay que haber estado en ese lado al menos una vez. No es que crea que las personas bellas y perfectas son malas, al contrario, son afortunadas de ser quienes son y no tienen la culpa de lo que otros sienten que no tienen, es solo que... no sé, tengo una empatía medio tóxica y quiero hacer el mundo de todos mejor, y obviamente no es posible.

—Yo creo que sí es posible. Con solo intentarlo lo haces posible, Sam. No has cambiado casi en nada al respecto, siempre buscando la comodidad y felicidad de los demás.

Sam se encogió de hombros como si le restara importancia, para ella ya era común intentarlo por lo que no le veía gran mérito, ella simplemente era así; no hacía sus buenos actos como un pago para algo mejor o esperando recompensa divina, solo los hacía porque le gustaba, porque la complacía y porque le nacía hacerlo, porque quería evitarle a los demás cualquier sentimiento negativo que ella hubiera podido tener en el pasado.

Hablaban en voz bajita pues eran más de las once y ni sus padres ni los de Alice sabían que estaban allí. Si las pillaran no habría consecuencias extremas, pero mantenerse en el secretismo las hacía sentir como cuando eran niñas y en los recreos se tapaban con sus chaquetas para hablar en privado aún cuando todos los demás niños correteaban a sus alrededores.

Un mensaje llegó en el celular de Sam y lo tomó para mirar. Con toda la confianza del mundo, se hizo junto a Alice para que ella leyera la conversación si quería.

Negro: Hola, estás?

—¿Quién es?

—¿Recuerdas a Román? Te lo presenté el sábado. —Alice asintió—. Pues él. Vive acá en el edificio de enfrente y hablamos seguido.

Alice medio silbó con coquetería.

—¿Tienen algo?

—No. —Sam recordó el casi beso que se dieron en su habitación y enrojeció hasta las orejas—. Solo es un amigo.

—¿Por qué te sonrojas entonces?

—Déjame —dijo ella entre risas—. No seas mala.

—Te gusta.

—Claro que no.

—A él le gustas.

—No —insistió.

—Entonces es gusto mutuo —concluyó.

—Que no.

—Algo se traen ahí. Los sonrojos son como el detector de mentiras a nuestra edad.

—Solo es un amigo.

—Así empiezan todos.

—¡Alice!

Se carcajeó poniendo sus manos sobre su boca para no hacer ruido. Sam la empujó y ella cayó recostada en la cama, pero se incorporó pronto para seguir chismoseando la conversación.

Sam: Sí, qué haces? Deberías estar durmiendo jaja

Negro: Debería muchas cosas pero no sigo las reglas 😎

Sam: Sí, el malo del barrio.

Negro: Así es. Oye, te tengo una propuesta super decente

Sam: Te leo

Negro: Es una propuesta medio favor. Me dijiste que eres buena con el horno y las harinas y necesito unos pastelitos para el cumpleaños de una compañera muy querida por todos. Ya todos me dieron su parte así que obviamente te pagaré. O sea, no es un pago justo porque somos adolescentes y no nos sobra el dinero, pero pondremos todos los ingredientes, pondré mi cocina y si dices que sí, tú pones tu talento.

Sam: Me emocioné hasta que leí que no era un pago justo. Yo ya estaba esperando que me sacaras de la pobreza con esto

Negro: Bien mirado, esto es explotación laboral, pero si lo haces por un amigo pasa a ser casi una obra de caridad

Sam: Estás manipulando mi moral a tu beneficio. Es casi esclavitud pastelera

Negro: A mi pueblo lo esclavizaron por siglos, es hora de que yo lo haga contigo que eres blanca como la leche. La leche opresora, he de añadir.

Sam: Eso es sumamente ofensivo de muchas maneras jajaja.

Sam realmente se estaba riendo y Alice lo hacía también de leer los mensajes. Samantha se imaginó a Román del otro lado también riendo y esa imagen le gustó, le provocó cosquillitas en el estómago y un sonrojo en la cara.

Negro: Si me ofendo a mí mismo no cuenta como ofensa, ja!

—Eso para mí cuenta como coqueteo —afirmó Alice.

—¿Qué clase de gente te ha coqueteado para que veas esto como coqueteo?

—Vamos, te está invitando a su casa, a su cocina, a cocinar con él. Eso es flirteo por donde se lo mire.

—Nunca dijo que estaría ahí y no me "está invitando a su casa", me está pidiendo un favor.

Sam: Para cuándo son?

Negro: Le pedimos permiso a la maestra para usar el salón el viernes, así que para el viernes.

Sam: Le diré a mamá para que me deje ir el jueves entonces. Y no te preocupes, no debes pagarme. Si pones los ingredientes y el horno, no es necesario que me pagues.

Negro: Tu tiempo y trabajo valen, sí te pagaré. Una módica y miserable suma, pero al menos te podrás comprar una cajita feliz... o dos.

Sam: No es necesario, pero como quieras.

—¿Una cajita feliz? —preguntó Alice extrañada—. ¿Cree que tienes once años?

El recuerdo del día de su cumpleaños la hizo sonreír una vez más y desvió la mirada de inmediato al estante donde su pequeño Hombre Araña adornaba.

—Ya te contaré por qué dice eso.

—Uuhh, ya tienen momentos secretos y significativos en común, eso es coqueteo.

—Que no lo es.

—Que sí lo es.

Negro: Entonces, aceptas?

Sam: Condicional a que mamá me de permiso, sí, claro, cuenta conmigo

—Te apuesto a que está suspirando sobre el teléfono de pensar en que irás a cocinar con él y que tendrán masa en las manos y que hablarán y que se besarán.

Alice hacía sonidos graciosos de besos a Sam que no podía hacer otra cosa que sonrojarse y escandalizarse con sus afirmaciones. ¡Por Dios! Ni siquiera lo conocía, apostaba que ni se había grabado su rostro.

—Que no me está coqueteando.

Negro: Muchas gracias! Entonces te aviso a qué hora mi mamá me deja también y vienes el jueves. Te ayudaré... bueno, tendrás que decirme qué hacer pero aprendo rápido y no hago tanto lío. Será divertido cocinar contigo 🧁

Sam giró a ver a Alice que obviamente tenía en su gesto el "¿ves? Te lo dije".

—Sí que está coqueteando.

Sam: Si haces desastres, te daré con un cucharón en la cabeza

Negro: Tomaré el riesgo :D

—Que no.

—Que sí.

—Bueno, ¿y si sí?

—Te gusta él.

—No.

—Sí.

—Claro que no.

—Claro que sí. Puedo seguir toda la noche.

—Eres imposible.

—Y siempre tengo razón —afirmó Alice.

Sam no respondió más pero la idea sí que empezó a dar vueltas en su cabeza y no sabía por qué le agradaba pensar que Alice tenía razón. Cuando fue consciente de sí misma sonriendo al pensar en Román, se sonrojó y cambió rápidamente de tema para quitar la imagen y la sensación de su cabeza y de su estómago.

Amaba a Alice, pero en ese momento la odió un poco por sembrar eso en su mente.

Maldita y amada Alice.

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Prohibiciones de los Cupido: «Nuestra labor es honesta y altruista, así debe sentirse. Se prohíbe no ser feliz».
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♥ Hola, amores ♥

Espero traerles el próximo capítulo pronto 7u7 Ya tengo un poco más de tiempo libre así que ando optimista. 

 Hasta aquí llegan los reglamentos y prohibiciones de Cupidos, ya están expuestas todas las normas así que ya seguimos con capítulos normales sin eso, ahí les aviso :)

¿A poco no es Alice adorable? *o*

Vale, ya lo he dicho, pero ando muy enamorada de esta historia, espero que les pase igual. O sea, debe ser así, si no no se fumarían estos capítulos tan largos y con tanta demora jaja, los amo, no mueran :'v ♥

♡ Nos leemos ♡

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