14. ➳ La primera flecha de Cupido ♡

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Normativa de los Cupidos: «Si bien un cupido activo es responsable del corazón de su encargado, no se le podrán implantar culpas si el humano en cuestión toma otro camino siempre y cuando haya certeza de que el cupido ha hecho todo lo posible por cumplir con su misión. Somos herramientas, no dueños de su corazón».
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Jacobo iba junto a Sam en la fiesta de Brenda. La chica del cumpleaños había organizado un juego extenso y complejo de "el gato y el ratón" en el que todos los asistentes debían seguir pistas para alcanzar un supuesto tesoro.

El Cupido no estaba realmente interesado en el juego que le pareció aburrido, y más porque las luces de la casa enorme se prendían y se apagaban en secuencia, así que sentía mareo por la luz y oscuridad repetitivas. En lo que sí estaba concentrado era en la cantidad de Cupidos que había.

Jacobo calculó más de veinte adolescentes en la mansión y más de la mitad ya tenían Cupidos. Algunos de ellos iban con sus flechas listas y Jacobo notó cómo varios de los humanos aprovechaban la oscuridad para un momento romántico en algún cuarto o en alguna esquina.

Sam, Franco y Lisa se habían separado cuando el juego había iniciado y sus Cupidos se habían ido cada uno con ellos. En un momento, Lisa y Sam se encontraron en una habitación iluminada, estaban en bandos opuestos pero no se capturaron la una a la otra, de hecho, Lisa parecía tener un poco de urgencia en hablar con Sam, así que la haló hasta el primer baño que encontraron. Ambos cupidos entraron con ellas.

El Cupido de Lisa tenía el cabello tan desordenado como ella, a la altura de los hombros y unos ojos oscuros y vivaces. Se notaba relajado a la vez que emocionado, como si esperara algo bueno que sabía iba a ocurrir. Tal era el color de su ánimo que le habló por primera vez directamente a Jacobo:

—Hola. Mi nombre es Keit. Mi humana es Lisa.

—Yo soy Jacobo, estoy con Sam.

—Hoy es un día especial —dijo, aunque Jacobo no le había preguntado nada. Supuso que tenía la necesidad de decirle a alguien lo que pasaba por su mente, sin importar a quién o iba a explotar—. Lisa tiene hoy el corazón acelerado y va a confesarle a Franco que le gusta.

—¿Cómo lo sabes?

—Ella habla en las noches con su almohada. Literalmente. Y se lo dijo.

El holograma sobre la cabeza de Samantha —que solo Jacobo podía ver— solo tenía a Lisa y a la misma Sam. A Lisa la tenía con un 75%, debía de quererla mucho. Antes de que Jacobo le respondiera a Keit, escuchó la voz siseante pero contenida de Lisa.

—¡Tengo que contarte algo! Es sobre Fran.

—¿Qué pasa con él?

—Lisa no le ha dicho a nadie que tiene sentimientos por Franco —confesó Keit a Jacobo. Este solo asintió, y a la vez, Lisa lo dijo por sí misma:

—Voy a decirle que me gusta.

Jacobo estaba casi seguro de que Sam ni siquiera lo había sospechado y lo confirmó cuando abrió mucho sus ojos; Jacobo se preguntó si estaba reconsiderando todas las veces en que bromeaba con ellos saliendo y el claro desacuerdo de Franco. La luz del baño se apagó gracias al juego que se llevaba a cabo, así que no pudo verle la expresión al seguir hablando.

—¿Desde cuándo te gusta?

—Desde diciembre —contestó Lisa—. Nos encontramos luego de que las clases terminaran y salimos un par de veces a comer helado, aunque solo como amigos. Pero a mí me empezó a gustar y puede que yo también a él, no lo sé, es una posibilidad... le diré que me gusta y ya veré después qué sucede.

La luz se encendió de nuevo y Jacobo pudo ver los ojos brillantes y enamorados de Lisa, y los escépticos de Sam mientras se mordía el labio, no muy convencida de que fuera buena idea. Lisa también notó esa mirada.

—¿Por qué esa cara?

—Por nada. Es un gran paso, y me pone nerviosa aunque seas tú —bromeó.

Samantha internamente se preguntaba si alguna vez ella tendría ese valor cuando se tratase de Mario.

—¿Crees que pueda corresponderme?

—No lo sé, Lisa. Nunca he visto una mirada extraña entre ustedes, pero eso incluye que nunca vi las tuyas y acabas de decirme que te gusta hace mucho, así que no es que yo sea muy observadora. Te deseo suerte.

Jacobo esperó que le dijera algo como "recuerda que él siempre dice que eres solo su amiga", pero no pasó. Asumió que su humana no era muy buena bajando a los demás de sus nubes.

—No me lo he cruzado. Pero voy a hacerlo y ahí tomaré el valor. Ojalá y la luz se apague cuando le diga, para que no me pueda ver roja como un tomate.

—¿A Franco le gusta Lisa? —le preguntó Jacobo a Keit—. Debes saber porque hablas con su Cupido.

—Ella no me dice si sí o si no —admitió Keit, arrugando el puente de la nariz—. Dice que eso es privado y que está en las reglas que no podemos charlar de eso porque podría prestarse para malos entendidos o complicidades inconscientes. Aunque la veo fastidiada cada vez que Franco evade el tema de ellos juntos.

Jacobo pensó en él mismo y en el gesto que debía poner cuando Sam no atendía a los coqueteos de Román. Algo le dijo que la declaración de Lisa no iba a salir muy bien, pero no mencionó nada tampoco; Keit no podía hacer nada para detener a Lisa y lo único que lograría sería preocuparlo.

Las chicas salieron del baño y siguieron corriendo entre las sombras en la búsqueda de las pistas para el tesoro. Al entrar en la casa de Brenda, les habían quitado los celulares a todos para que se prestara suma atención en el juego y Samantha deseó tenerlo en ese momento para entretenerse porque el juego la estaba aburriendo pese a que ya había capturado a varios del equipo contrario.

Luego de un par de horas, las encargadas del juego —las amigas de Brenda— llamaron a todos los concursantes a la sala de reunión; todos los asistentes llegaron allí. Franco había terminado en un equipo opuesto, pero Lisa y Sam estaban ahora en el mismo. Se acercaron y empezaron a cuchichear a la vez que muchos otros cuchicheos invadían la sala.

—¿Lo hiciste? —preguntó Sam.

Lisa chasqueó la lengua.

—No pude. Solo tuve una oportunidad de estar a su lado pero me capturaron enseguida. Tendrá que ser en un rato.

—Oye, deberías esperar un poco —le pidió Sam, cautelosa. La mirada de Lisa se llenó de recelo—. Digo, es que es muy repentino. Si quieres yo puedo sacarle el tema cuando estemos solos y así sabrás si al menos siente una atracción por ti.

—¿Acaso te ha dicho algo antes?

—No.

—¿Entonces por qué tu escepticismo? —Lisa entrecerró los ojos—. ¿Acaso te gusta Franco?

—¡No! No es más que un amigo, Lisa. Te seré sincera: creo que estás arriesgando mucho al ser tan precipitada.

—¿Precipitada? Lo conozco desde los diez años.

—Exacto. Son muchos años de amistad, ¿y si te dice que no le gustas? Los quiero mucho a ambos y no quisiera que se pelearan o se distanciaran por esto.

Lisa lo consideró y Keit miró a Jacobo, como si le preguntara si él estaba de acuerdo. Jacobo solo se encogió de hombros, no tenía idea de nada, ni siquiera estaba seguro de por qué Sam no le decía directamente que era una mala decisión.

—Pero si no se lo digo ahora, luego me arrepentiré de haber callado —dijo Lisa con terquedad—. Cada día cuando estoy con él quiero decirle pero siempre termino llena de miedo, ¿sabes? Pero entonces anoche me dije que no más miedo, que si cabe la posibilidad de que yo le guste, lo único que estoy haciendo es perder tiempo. Tú y yo sabemos que Franco es muy tímido, así que no es de locos suponer que si le gusto, no me lo diría por vergüenza.

Las voces de las chicas encargadas se hicieron oír y la charla quedó allí. Se había acordado entre todos los equipos del juego (ya con las pistas reunidas) que el lugar del tesoro era la terraza, así que se les dio la vía libre a cada grupo para subir y ganar el juego. El equipo de Sam y Lisa salió primero y entre empujones suaves y risas, llegaron corriendo a la terraza.

Emily iba a la delantera del equipo, con Sam justo detrás. Durante la noche, Brenda se había manifestado poco pues no había participado en el juego en sí; Sam había concluído que ella, Fran y Lisa estaban solo siendo paranóicos pensando que la porrista tenía malas intenciones con la fiesta e incluso se sintió mal de haber dudado de su buena voluntad.

Sin embargo, cuando llegaron a la terraza y encontraron a Brenda besándose con Brad, el novio de Emily, Sam y Lisa supieron que no había estado de más sospechar; era evidente que Brenda quería hacerle la vida imposible a Emily y por eso había buscado la manera de engatusar a Brad una vez más.

Jacobo se quedó quieto mirando la imagen.

Detrás de Emily había un cupido con unos rasgos muy parecidos a los de su humana, y estaba triste, con los hombros agachados y su mochila llena de flechas colgando lánguidamente de su mano, estaba incrédulo y dolido. Emily tenía los ojos vidriosos pero se controló. Del otro lado de la terraza, Brad tenía sus ojos muy abiertos por la vergüenza de ser descubierto y tenía dos cupidos detrás, un chico y una chica; el chico le estaba pegando collejas a ella y ella solo lucía arrepentida. Seguro que había sido culpa de ella que Brad quisiera besar a Brenda.

—Eso es lo malo de tener dos Cupidos —dijo Keit junto a Jacobo mientras miraba detenidamente la escena—. Es de lo más difícil estar de acuerdo.

—Aunque cabe mencionar que no siempre es así —defendió Jacobo—. Tengo dos amigos en Skydalle que van con la misma humana y se han sabido llevar bien y mantener sus flechas donde pertenecen. Es cuestión de comunicación.

—Y mira —señaló Keit—, Brenda no tiene Cupido.

—Quizás por eso ella busca meterse con alguien que ya tiene novia.

—Los humanos por sí solos son tan malvados, nos necesitan —argumentó Keit—. Al menos a esta edad.

Jacobo difería en parte, pero no dijo nada porque un cruce de palabras de Emily furiosa con Brad avergonzado, tuvo lugar. Los amigos de Emily la defendieron y terminaron yéndose de allí. Al llegar a la fiesta unas horas atrás, Brenda había estipulado que nadie podía irse de la casa hasta la mañana siguiente, pero una de las amigas de Emily amenazó con romper una ventana si no la dejaban salir, así que Brenda tuvo que entregarles sus teléfonos y abrirles la puerta.

Detrás del grupo de Emily y sus amigos que ya iban casi en la salida, iba Fran que se cruzó con Sam y con Lisa; se les unió.

—Yo me voy también —manifestó.

—¿Por qué? —preguntó Lisa.

Su respuesta salió en voz alta, lo suficiente para que todos alrededor lo escucharan:

—Brenda es una manipuladora y lo que hizo estuvo mal. No pienso quedarme celebrando el cumpleaños de una persona así.

Jacobo encontró curioso que la mayoría de Cupidos asintieron, y algunos humanos también; al parecer muy pocos culpaban a Brad de ser el que había engañado a Emily, pues todos culpaban a Brenda porque ya la conocían y sabían de lo que era capaz.

—Yo también me voy —terció alguien.

—Y yo.

—Y nosotras —dijo Lisa, tomando de la mano a Sam que asintió.

Y así, más de la mitad tomaron sus teléfonos y salieron. Jacobo antes de salir buscó a Brenda con la mirada. Su maldad se veía implícita en la sonrisa que dibujó, lejos del arrepentimiento o la tristeza de que todos la vieran como la villana.

La fiesta quedó con menos de quince personas y de los que salieron, se dividían en grupitos para separarse luego en distintas direcciones. Sabiendo las intenciones de Lisa, Sam se sentía en mal tercio, pero tampoco podía llegar a su casa sin su hermano ni podía llamarlo a decirle que quería volver ya; no iba a arruinarle su viernes solo porque el de ella no había salido bien.

Midió sus opciones en unos minutos y solo pudo pensar en Román, que en ese momento debía estar en la fiesta de su prima y que era la única opción sobre a quién escribirle. Sacó su teléfono, aún con Lisa y con Franco a su lado.

Sam: Hola.

Siguieron andando y no hubo respuesta inmediata; era lógico, Román estaba en una fiesta y eran apenas las dos de la mañana, lo más seguro era que estuviera bailando o que hubiera dejado su teléfono en su casa.

—¿A dónde irán ahora? —preguntó Franco.

Lisa miró a Sam.

—Creo que a casa —mintió la pelirroja. No tenía un plan, pero no por eso iba a dañar el de Lisa—. ¿Y ustedes?

—También yo —dijo Franco.

—Puedes acompañar a Lisa a su casa —sugirió Sam. Lisa se lo agradeció con una mirada—. Ustedes viven cerca.

—Sí, me parece bien. ¿Tú te irás en taxi?

—Sí. Mamá me dio dinero.

—Nosotros podemos ir a pie —exclamó Lisa y obtuvo aprobación de Franco—. Estamos más cerca de casa que tú.

—¿Me pueden acompañar mientras tomo un taxi?

—Claro.

Cuando lograron encontrar uno, tanto Lisa como Fran anotaron las placas del vehículo y miraron bien al conductor; le dijeron a Sam en voz alta que esperaban su llamada para asegurarse de que había llegado a casa y el taxi arrancó.

Luego de cinco minutos de viaje, a Sam le llegó la respuesta de Román:

Negro: Hola! Estás ebria y quisiste escribirme a las dos de la madrugada? Porque si es así lo tomaré como un halago.

Sam no tardó nada en responder, aunque no dejaba de mirar cada tantos segundos por la ventana, cerciorándose de que fueran por la vía conocida.

Sam: No a lo primero, sí a lo segundo

Negro: Qué tal tu fiesta?

Sam: Esto es triste, pero ya estoy volviendo a casa

Negro: No era hasta mañana en la mañana?

Sam: Sí, bueno, hubo un cambio de planes repentino. Y corriendo el riesgo de sonar interesada, te cuento que te escribí con la esperanza de que pudiéramos vernos ahorita. No puedo llegar aún a mi casa, así que para fines prácticos, estoy desamparada por las próximas horas.

Negro: Estoy buscando la manera de no sentirme usado

Sam: Puede que no la haya, perdón

Negro: Ja! No te preocupes, solo bromeo. Dónde estás?

Sam: En un taxi, a unos minutos del barrio

Negro: Vale, yo estoy acá en el salón pero me puedo salir sin lío. Dime la placa del taxi y dile que te deje ahí junto al estadio, por la entrada grande. Ahí te espero.

Sam le dio los datos y se despidieron. Solo cinco minutos después, llegaron y Sam pagó el servicio. Al bajarse, Román se acercó; la estaba esperando en la esquina.

Iba de smoking pero se había quitado el saco, así que solo tenía la camisa blanca, el blazer y el corbatín.

Sam no pudo evitar sonreír al verlo.

—Lo sé, me veo super sexy —dijo Román a modo de saludo, tocando las puntas del corbatín.

—No iba a decir eso.

—Ah, vale, ¿qué ibas a decir?

—Hola.

—Estaba mejor lo de "te ves sexy".

Sam rió. Jacobo se enterneció con Román, igual que siempre, y por esta vez, vio a Melody sonriéndoles, y ni siquiera quitó la sonrisa cuando notó que Jacobo la miraba. El holograma del corazón de Sam ya estaba alumbrando con menos opacidad, pero aún era visible, y en la casilla de Román se leía 63%; al menos lo apreciaba.

—Te ves muy bien —concedió Sam—. Gracias por verme, me salvaste de quedarme en el callejón sentada esperando el amanecer.

—¿Quieres entrar? —preguntó Román, señalando hacia donde estaba la fiesta, media calle más allá.

Sam frunció los labios y miró hacia abajo negando con la cabeza, muy incómoda.

—No vengo vestida para fiesta, y ni siquiera conozco a la cumpleañera.

—Uno de mis tíos llegó en pantaloneta —murmuró—, y una de mis primas llegó con el uniforme del colegio porque no alcanzó a cambiarse, así estás bien.

—Tú sí estás formal.

—Y sexy —añadió él mismo—. No lo olvides.

—No creo correcto irrumpir en una fiesta a las dos de la mañana.

—¿Planeas entonces que nos quedemos ambos en el callejón esperando el amanecer?

Román lo dijo con sarcasmo, pero Sam estaba seria y asimismo, respondió:

—Sí, por favorcito.

Samantha se sonrojó y Melody se rió de ella alto y fuerte, pero no con un tono ofensivo, sino uno rayando más en lo cariñoso, por lo que Jacobo terminó riendo también. Ambos cupidos compartieron una mirada amable y Jacobo se preguntó si Melody se encontraba bien porque esa gentileza no era propia de ella. Quizás en la madrugada los Cupidos amargados eran más dulces.

—Vale, ¿qué tal esto? Vamos a mi casa y nos quedamos allá hasta que te tengas que ir. Le diré a mamá que voy contigo, y te aseguro que aprovecha para mandar a mi hermana con nosotros porque ya está ebria bailando reguetón.

—¿No se molestará?

—No, qué va. Ella y mi papá estarán felices de quedarse en la fiesta sin preocuparse por nosotros.

—Me refiero a que si no se molesta de que vaya contigo. Mi papá no me dejaría llevar a nadie a la casa y menos a las dos de la mañana.

—¿Vas con intenciones de robarnos o agredirnos físicamente?

—¿Lo que diga acá podrá ser usado en mi contra?

—Sí.

—Entonces no, no planeo ni robar ni golpear a nadie.

—¡Ahí está! Entonces no hay problema, vamos.

Jacobo llevaba exactamente una semana y poco más de dos horas con Sam, así que intervino y por primera vez, le lanzó una flecha fugaz a su encargada. La punta, igual de invisible y etérea como él, atravesó un poco en la espalda de Sam, a la altura del corazón. La humana ni se inmutó, pero la flecha resplandeció tres segundos con un tono rosado y luego se apagó, desapareciendo en su cuerpo igual que un fantasma.

La única respuesta de ella fue mirar a los ojos a Román y sonreír de un modo distinto, su corazón se apuró tres latidos en el espacio de uno solo y la barrita sobre su cabeza con el nombre de Román, subió a 81%.

—De acuerdo.

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Prohibiciones de los Cupido: «Si algún cupido se entera de que otro está incumpliendo alguna regla, tiene prohibido callar. Su deber es delatarlo con los maestros o con los altos mando; de cubrir la falta, se tomará com complicidad y cargará la misma cantidad de culpa y castigo».
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♥ Hola, amores Mazorcos ♥

¡Llegamos a 10 mil lecturas! Yeeii ♥

Infinitas gracias por el apoyo dado a mi Jacobo y a Sam♡.

Espero que les haya gustado este capítulo, no fue el más largo pero fue hecho con amor y letras (?) No olviden dejar su opinión; me encanta leer sus comentarios ♡

♡ N o s   l e e m o s    p r o n t o ♡

Pd: preparen su vena shipper para el próximo capítulo *o* 


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