Capítulo 31: Luces tibias
Siendo una especie de invisibles espectadores, no sabían con certeza si eran ellos los fantasmas o si lo serían aquella gente. Alucinando en lugares extraños, o reviviendo voces del pasado;
lo seguro, es que podían sentir cada pizca de sentimiento en esos momentos, tanto que a veces los ojos de las personas parecían verlos a través de aquella particularidad.
Dentro del auto, observaron cuando cruzó ese portón colmado de rosas por primera vez, y lo nerviosa que se encontraba la niña. Era una casona bastante grande, rodeado de un extenso valle y cercado por plantas; una chimenea estaba prendida en el fondo del lugar brindando un ambiente acogedor. Aferrada a su conejo y a la mano del señor, miraba curiosa aquella luminosa habitación. Muchas flores, mucha calidez, y un olorcito dulce que se colaba por una puerta abierta.
-Doña Carmen, hemos llegado. . .-
-¡Acabo de encerar el piso, más vale que te hayas limpiado los pies!-
Haciendo un gesto gracioso con su cara, el abuelo fue de puntitas a la alfombra para tapar la tierra que quedaba esparcida en la entrada. Luego, haciendo otro pidiendo silencio, la nena le asintió en complicidad.
-Qué se habrá mandado usted, mire. . .- llegaba una señora aparentemente mayor, de rodete bien armado y delantal impecable, secándose las manos con un colorido repasador -¡Oh, pero mira a quien tenemos acá!- abriendo sus brazos, se dirigió a la pequeña la cual no sabía cómo reaccionar ante ello
-Aracné, ella es mi amiga Carmen. ¿Le das un abrazo?- las palabras cariñosas por parte de su maestro hicieron que se acercara a la abuela y correspondiera su gesto, recibiendo por parte de la mujer un cálido abrazo, alzándola
-¡Qué bonita que sos, mi vida! ¡Pero mira esos cachetes, flacuchos!- le apretó un poquitín su mejilla buscando un poco de carne –Este viejo mañoso me hablo mucho de vos, que sos una buena alumna y que te portas muuuuy bien, decime ¿Te gustan las madalenas?-
-¿Qué cosa?-
-Ay no me digas que no comiste un bizcochuelo casero en tu vida, que tenes que alimentarte bien, digo- al negar con su cabecita, la señora hizo una cara visiblemente ofendida -¿Pero que pasa acá, no tenes abuela? Bah, yo también qué digo, si es una vieja inútil. . .-
-¡Carmencita!- al hombre casi le da un preinfarto –La nena te está escuchando-
-¡Ah, no importa! Vos no escuches mi vida, tapáte los oídos cuando un mayor diga malas palabras ¿Dale? Ahora a la cocina que se me queman los bizcochitos- llevándosela hasta allí, la dejó en el suelo para sacar del horno sus masas y colocarlas en la mesada de mármol mientras la niña la observaba con atención. Luego vio que preparaba una infusión y le indicaba que fueran al sillón con una bandeja enorme, y cómo se ofreció a ayudar la amable mujer le tendió un muffin para que lo soplara.
Ya sentada en el lugar, le alcanzaron una taza de chocolatada y la señora le explicó cómo quitar el papel del pastelito.
-Pero Carmencita, yo le había invitado un té. . .-
-Ah, sí. Y yo soy adivina. Además que té ni que ocho cuartos, es un bebé y tiene que tomar la leche- viendo que la chiquita miraba curiosa lo que estaban tomando, se puso a la tarea de enseñarle lo que era -¿No toman mate en la casa, mi vida?-
-No-
-Me dijeron que sólo té inglés tomaban- el señor respondió por su parte
-Ayyyyy perdón- arrugando la nariz y la boca al hablar, hizo reír a la criatura: parecía una bruja de cuento –Esa gente vive en una nube de pedos-
-¡Carmencita!-
-Vos y tu Carmencita sabes cómo me tienen ¿No? Vas a tomar mate amargo- pasándole otra magdalena a la nena, y viendo cómo llenaba sus mejillas comiendo le preguntó -¿Está rico mi amor? ¿Te gusta?- al afirmar con rapidez, la mujer le indicó con ternura –No comas mucho porque en un rato cenamos ¿Qué te gusta comer?-
-Lo que usted quiera, señora-
-Decime Carmencita ¿Dale? Y no, algo debe gustarte más que otra cosa. Oh, bueno igual si nunca te dejaron elegir, esas. . .-
-Carmen. . . –
-¿Le agrego yuyo, Don Raúl?-
-Por favor-
-¿Y te gusta la verdura?- a la señora, darle charla a aquella enana le encantaba
-Sí Carmencita-
-Que bueno, no como mi hijo; ése come carne nada más. Vive a puchero y milanesas, sino fuera porque todo le hago puré-
-¿Cómo anda Marcos?- el hombre le preguntó al tiempo que comía bizcochitos
-Bien gracias a Dios, ahora se fue a lo de Patricia a jugar con los nenes- moviendo un poco la cabeza, corrigió –Bah, a pelearse en realidad. Más le vale que no llegue sucio porque lo mando al baño de un bife-
-¡Carmen. . .!-
-¡¿Qué, ahora qué querés?!-
-El mate está amargo. . .-
-Ay si, sos de gracioso mirá. Ahora voy a tener una compañerita de cocina ¿Querés aprender a cocinar, Aracné? Hay que nombre raro, del extranjero le pusieron. Pero te queda tan bien, sos tan bonita- al tiempo que hablaba se había levantado para apretarle los cachetes rosados a la criatura quien le sonreía, observando a Carmen y a Raúl. Estaba muy contenta, se sentía realmente feliz en aquella casa, sería lo más amable que pudiera con ellos.
-Sí, me gustaría cocinar algo por favor. . .-
-Carmencita, que no toque el fuego ni los cuchillos-
La boca fruncida de la mujer le hicieron entender que estaba vieja para esas obviedades, así que tomó a la pequeña de la mano y la llevó a preparar algo, no sin antes dejar que abrace al señor agradeciéndole.
-Me pone muy contento que la estés pasando lindo. Ahora vas a ayudar a Doña Carmen y luego de cenar vas a dormir acá ¿Sí?-
-Sí, pero. . .-
-Hay muchas sorpresas en esta casa, vamos despacito, y no olvides tener cuidado-
-Che no seas pesado, no te olvides que extremé precauciones cuando vino Ángela a cocinar, eh-
-Mmmm me acuerdo, pero Aracné es chiquita- el doctor era muy sobreprotector, tanto que irritaba un poco a su amiga mayor
-¡Es una bebé hermosa!- ignorándolo, ella alzó a la bebé llevándosela a la cocina.
-¡¿Así que son hermanos?! No, pero el mundo es un pañuelo. . .-
-Quién lo diría, de la mano de Dios los hemos reunido sin querer-
Tomando su café, los adultos se habían sentado en los sillones; al lado de él la nena se había dormido acurrucada con su peluche. Estaba exhausta, eran muchas emociones en un día, y más las que tendría en corto tiempo.
-Mirala como se durmió, pobrecita- la abuela no podía evitar sentir pena por ella, sin embargo sabía que su amigo cambiaría su vida por completo. Y sólo por azahares del destino, ella fue madre gracias a una mujer que no podía tener a su bebé. Sin pedir mucho detalle, accedió a dárselo una vez naciera, para terminar esfumándose sin dejar rastro. A Carmen no le pareció correcto ocultar la verdad al niño, así que la buscó y dejó bien en claro que no la juzgaría, pero que si la criatura quiere saber sobre sus raíces debía cooperar.
Y así fue, el chico creció bien aunque bastante distante del resto. Deseaba tener un hermanito, pero la señora lamentablemente no podía dárselo, y él no había caso. No podía acercarse a los demás niños porque bueno, a veces son muy hirientes; y muchas otras veces simplemente no quería.
-Me imagino que se emocionó con la noticia ¿No?-
-Ufff imaginate, no quería ir al jardín para poder venir para acá-
-Nooo, a la escuela hay que ir, ya veremos cómo lo hablamos. Bueno, hora de ir a la cama, que mañana es un día complicado- tomando a la pequeña en sus brazos, la dejó en el cuarto que habían preparado con anticipación. Para todos, sería una noche distinta, ya que era -por mencionar un ejemplo- la primera vez que Aracné soñaba al dormir.
Un jardín extenso, con muchas mariposas. . .
Había pasado dos semanas en ese lugar: Carmen y Raúl cuidaban mucho de la pequeña. La mimaban y la educaban todos los días; incluso el Dr. García intervino para mantener una vigilancia constante y permitir que su chiquita vea de nuevo a la madre, encuentro que fue muy emotivo a simple vista. La señora vivía en otra casa, estando en pareja nuevamente y aunque se la viera cansada se alegró muchísimo al ver a su hija.
También, el joven William tuvo que presentarse en el destacamento de Bahía Blanca por lo cual no estuvo durante unos días, y con el trabajo del señor en la corte Aracné a veces se quedaba solita con doña Carmen. Hasta que un día, la joven que vivía con ellos regresó.
Llegaba con muchas compras, ya que amaba pasear y traer regalos a sus seres queridos; una alegre soñadora. Pero grande fue su sorpresa al entrar a la sala y ver un peluche sentado en el sillón; y más aún divisar un duende que andaba escurridizo detrás de las sillas.
-¡Mamá! ¡Mamá! ¿¡Hoy la voy a ver!? ¿¡Will también está!?-
-Si hijo, ella esta acá leyendo con Raúl, y William ya viene. Anda despacito y no grites. . .- no llegó a decir dos palabras que el niño largó a correr por el pasillo -¡QUE NO CORRAS DIJE, CARAJO!-
No podía evitarlo, el pelirrojo siempre quiso un hermano menor. Y ahora había escuchado que el siguiente en nacer después de él se encontraba en esa casa. . . Abrió la puerta para ver dos libros sobre el sillón, uno lo reconocía muy bien: era la tapa del cuento de Alicia en el País de Las Maravillas, y quien estaba por sentarse era una niña pelinegra la cual lo observó repentinamente sorprendida
-¿Aracné?- el pelirrojo al ver la lenta afirmación por parte del joven militar, que los observaba desde el umbral de la cocina, se lanzó a abrazarla lo más fuerte que pudo -¡Aracné, hermanita!-
-¿Quién eres?- la pequeña no sabía aún de su familiaridad, y tampoco podía librarse del encierro del niño
-¡CHE! ¿CÓMO QUE QUIÉN? ¡SOY TU HERMANO, TONTA!- le reclamó estrujándola más fuerte, al tiempo que daba vueltas por el lugar –Soy Marcus, tu hermano mayor. Y él es William, nuestro hermano aún más mayor. . .-
-¡¿EH?!- ella no terminaba de procesar lo dicho cuando los mayores aparecieron
-¡PENDEJO TE DIJE QUE NO SOLTARAS LA LENGUA!- Carmen iba a tomarlo por una oreja cuando el señor García pidió calma con las manos. Acercándose a los niños, les explicó muy sencillamente la rama del parentesco, haciendo hincapié en que la vida toma muchos giros, y hoy estaban reunidos algunos de los hermanos Sarai, fruto del destino o el azahar.
-Pero, lo más importante de todo es que más allá del lazo de sangre, puedan crear un vínculo mucho más importante; un amor fraternal ¿Sí?-
-Sí. . .- los chicos oían al hombre mientras la señora sonreía. De camino a la cocina, hizo señas al militar para que la acompañase
-¿Y. . . puedo saber qué piensas, Will?- mientras pelaba zanahorias, estaba atenta a las reacciones del joven de aspecto firme y frío.
-Ella tendrá muchos problemas en su cabeza, quizás era mejor no decirle nada-
-¿Así que, no te acercarás?-
-No lo creo conveniente-
-Bueno pero escuchame una cosa, podés ser muy recto y todo lo que quieras. Pero mira que ahí, a dos pasos tuyos hay criaturas que, si bien no sería necesario el tema de lo biológico, le podrías hacer mucho bien. A vos también, ojo: tenés la oportunidad de que mientras estás acá pasar un ratito con ellos, chiquito pero hacerlo. Yo sé muy bien que tenes un cargo de alto copete y todo eso en tu división, pero sos humano también. Tené una familia propia también. . .-
-Con ustedes es suficiente-
-Mmmm mirá que Marcos ya te mandó al frente, eh. Y está bien que sea una pulga cargosa y que la nena bueno recién llega mi vida, pero tengo el presentimiento de que vas a ser muy feliz siendo lo que podes ser-
-¿Y cuál sería mi puesto?-
-Un hermano mayor presente, como el que no tuviste. Siempre es bueno dar aquello que alguna vez quisiste y no recibiste, tengo ese consejo para ti-
-No puedo darle una respuesta ahora, necesito pensarlo-
-Bueno, no tardes tanto que el tiempo pasa sin darnos cuenta. Y revolveme el puchero, que me falta ponerle el choclo-
Haciendo caso a la mujer, el joven no cambió su semblante. Observaba por el rabillo del ojo que ambos pequeños se habían sentado a hablar, y que el doctor sonreía jubiloso. Le atraía mucho ese ambiente, pero estaba consciente de que quizás él no esté hecho para tratar con chicos; y no se imaginaba tampoco el cómo acercarse. Sólo recordaba su mamá saliendo todas las noches, y a su hermano mayor saliendo poco después de ella. Siempre solo, quiso ser útil ante una sociedad individual, y logró su cometido con el rango de sargento a sus 27 años.
No se esperaba que un juez lo salvara de irse a las Malvinas, ni mucho menos de que tiempo después sería capaz de reunirlo con uno de sus hermanos menores, que ahora eran dos. No estaba listo, para afrontar esas charlas que se tienen con los niños; prefería combatir en tierras lejanas donde nadie lo conocía y donde no existían los lazos afectuosos.
Sólo quería servir a la humanidad con su presencia.
-Disculpe ¿Puedo ayudarlo?- esa vocecita dulce se instaló justo a su lado
-No, estoy bien- sin siquiera verla iba a seguir con lo suyo, pero los gestos de Carmen insinuaban que tuviera más de dos palabras con la chiquita –Bueno, alcánzame un trapo para tomar la tapa de la olla-
Obedeciendo, la pequeña fue hasta una mesada donde estaban los repasadores. No llegaba, y la señora estaba ocupada amasando; soltando un suspiro, William dejó lo que estaba haciendo para buscarlo él mismo pero grande fue la sorpresa al ver a Aracné usar los cajones como escalera y alcanzar el trapo. Se acercó para ayudarle a bajar y sentarla en la mesa donde dejaría también la olla de la sopa
-Eres muy lista ¿Qué edad tienes?-
-4 años señor-
-¿Te gusta cocinar?-
-Sí, aunque sólo ayudo en pocas cosas. . .-
-Si sigues usando tu entorno con inteligencia, podrás hacerlo muy pronto. Es muy similar a las técnicas de combate que se utilizan en campo abierto, mira. . .-
Y hasta que estuvo el almuerzo, el joven le relató sus anécdotas con lo aprendido durante su régimen anterior, mientras la criatura lo oía atentamente. El niño se había colado, contento por su nueva hermanita, cuando llegó a su nariz un aroma peculiar
-¡Mierda, otra vez sopa!-
-¡LA BOCA, PIBE! ¡Y no me vengas con pavadas, Marcos! ¡Más te vale que comas todo y no me hagas renegar!-
-¡William!- el pelirrojo intentó buscar algo de apoyo, pero. . .
-Marcus, hazle caso a tu madre-
-¿No te gusta la sopa, Marcus?-
-¡Aracné, es un asco!-
-¡Te va a crecer la nariz por mentiroso, como a Pinocho!-
-Mentira, nunca me creció ni me apareció nada-
-¡Te va a aparecer un moretón del bife que te voy a meter!-
En medio de la aparente "discusión" la pelinegra sintió la presencia del señor Raúl, el cual acarició sus cabellos con esa tranquila sonrisa que la reconfortaba todos los días.
-¡Ya llegué!- y una joven de largo cabello castaño llegaba tomada de la mano con un muchacho alegre y sereno, ambos cargando bolsas que dejaron en la mesada más próxima
-¡Ángela ayudame! ¡Mamá me quiere hacer tomar sopa de grasa otra vez!-
-¡¿CÓMO QUE SOPA DE GRASA, ENANITO DEL DIABLO?!-
-Doña Carmen, por favor, si ya sabe que es lo único que no le gusta. . .- la chica de tez blanca se acercó al niño para abrazarlo –A cambio, él limpiará su habitación una semana-
-Acá la tenés a la defensora de pobres y ausentes, válgame Dios. A poner la mesa, señores, vamos- mientras todos se iban, la hermana mayor se quedó para darle un abrazo especial a su chiquita, extendiendo sus brazos hacia ella
-¡Aracné, mi pequeña shvíbzik! - la dulzura en su voz hizo que la criatura fuera a su encuentro para abrazarla -¿Cómo estás cariño? ¿Has repasado tus lecciones?-
-Sí Ángela, también leí la partitura de anoche- una vez que la alzó en sus brazos, la pequeña le regaló un beso en la mejilla
-¡Qué bueno, mi roza bonita!- frotando sus rostros, la chica se llevó a su hermanita a la mesa para sentarla entre ella y su prometido –Nuestra málenkaya tiene un gran talento, su música es muy hermosa. . . –
-¿Ah, sí? Que bueno, quizás puedas enseñarme a mí también, roza - el muchacho de rostro amigable tenía una pequeña sonrisa, hasta que. . .
-Hablando de lecciones, Cristian, aún no veo tu progreso en el físico. Esta tarde la tengo libre, así que podremos entrenar juntos- la voz gélida del militar hizo que el mencionado se encogiera en su silla
-¡JAJAJA! ¡Cristian es un miedoso!- y Marcus no siguió riendo porque Doña Carmen le había hecho su mirada fulminante, ésa que anticipaba la ojota en su cola si decía una palabra más. Aracné siempre los veía animadamente, cada uno era un mundo distinto y el que más cercano estaba a ella era el de su mentor; quien había demostrado en poco tiempo lo extenso e infinito que es el poder de las palabras y sus consecuencias, el alcance que podían tener dentro de alguien.
Había conocido a muchas personas, como si fueran una pequeña familia construida a base de coincidencias y cruce de caminos. Era vivir en constante calidez, de respirar tranquilidad y oír melodías puras.
Pero la felicidad tiene sus obstáculos, y sus desafíos; que nadie puede defender como justos.
-Buenas tardes, Dr. García-
Ese día, aquel hombre había vuelto; acompañado de otros con traje negro. Cuando estaban paseando por el Rosedal de Palermo, ya de vuelta a casa, Aracné y Raúl se toparon con ellos en la salida del jardín.
La pequeña no resistió el impulso de ocultarse detrás de su maestro, quien observó con el ceño fruncido a los guardaespaldas que no perdían de vista a la criatura, la cual demostraba pavor en sus ojos.
-Buenas tardes, señor Velázquez ¿En qué lo puedo ayudar?-
-Seré directo, doctor, ya que sólo tengo unos minutos libres. Considero que su tiempo de lección se ha extendido lo suficiente, por lo tanto me llevaré lo que me pertenece en este momento, gracias-
Quiso extender su brazo para tomar a la niña, pero una voz lo interrumpió
-Disculpe usted, pero yo no poseo ningún objeto ni cosa que a usted le pertenezca, señor Velázquez. Puede hacer memoria, si lo desea, pero lo único que nos incumbe desde ahora es el documento que está en el juzgado de menores de Lomas de Zamora. Si necesita asesoramiento, tiene a disponibilidad el bufé de defensores que ofrece el colegio de abogados pertinente, mientras tanto la menor debe quedarse bajo tutela a definir-
El corto sonido de burla que Guillermo emitió, fue más que suficiente para molestar al juez.
-No me haga reír, doctor. Creí que aquella notificación era una simple broma de turno, mire que preocuparse por alguien que ni siquiera lleva su sangre. . .-
-El maltrato jamás será motivo de burla, señor- la voz serena del abuelo se había tornado un poco severa -Y sepa usted que las relaciones que somos capaces de construir, no deberían subestimarse; un sentimiento sincero puede cobrar mucha fuerza si tiene como base el afecto y respeto mutuos. Es una lástima, quienes tienen al alcance esta posibilidad y ni siquiera son capaces de verla-
Visiblemente ofendido, ésa persona recurrió a una última jugada
-¿Ah, sí? ¿Y entonces me dice que USTED será quien la cuide? Las promesas deben cumplirse, más para un hombre tan respetado como justo ¿Se olvida de su familia, acaso?- esa palabra fue la que provocó una grieta en la pequeña, una muy dolorosa.
¿El señor García, tiene una familia. . . biológica? ¿Otra casa, alguien más que lo espera como ella?
-Es un hombre mayor ya, crea que entiendo sus sanas intenciones. Sin embargo, la realidad a veces supera: estamos hablando de una responsabilidad muy pesada e innecesaria ¿Para qué complicarse la vida por algo así? Las acciones traen consecuencias inimaginables, doctor, más allá de la comprensión de uno. Entonces, aclarado esto, supongo que ahora tomará una decisión firme ¿No?-
Cada palabra la había devuelto al umbral de la prisión: la niña rememoraba sus días encerrada, observando el ventanal cuando podía, esperando ver la lluvia caer. Si bien la tristeza la invadía, y que se había resignado a la idea de aceptar su cárcel,
eso no sería la causa de sus lágrimas, ése día.
-Tiene razón, es tiempo de tomar una decisión. . .-
Esperando la llegada de un adiós, cerró sus ojitos y se aferró a su peluche; lista para agradecer esos momentos únicos que él le había brindado,
pero luego de unos segundos en silencio, que parecían eternos, sus orbes negros captaron algo frente a ella,
una mano extendida . . .
-¿Vamos, Aracné?-
Lo miró, callada; no era el asombro lo que ralentizaba sus movimientos, sino la duda. Sentía sobre sí la mirada amenazante del hombre, pero la sonrisa de Raúl era mucho más fuerte. Ella era muy inocente, y aun así sabía lo que representaba aceptar su gesto.
No obstante, quería volver a verlos, seguir a su lado.
Porque los amaba,
¿Se puede culpar a una criatura el amar a quienes la aman?
-Sí, quiero ir. . .-
Su voz quebrada pedía ayuda a gritos, desesperada por recibir el cariño que una verdadera familia le había brindado, y al tener encima de su boca la cabeza de su peluche le daba un aspecto dolorosamente tierno.
-Entonces, vamos, que se hizo tarde y los buenos niños deben dormir temprano. . .- alzándola e ignorando a las personas que tenía enfrente, el abuelo a paso firme se dirigió a su auto. La criatura se hundió en el abrazo de su maestro, sintiendo la manera en la que era protegida y dejando de lado los pensamientos que hasta hace poco lastimaban su alma.
Él, desde que la conoció, supo que era una niña excepcional. No por cualquier cosa, como los dones o talentos que albergaba; sino por ser ella misma, por su corazón, la forma en la que siente.
Siempre pensando en el resto, de emociones transparentes y voluntad firme.
El resto, era inexplicable. Cada momento que pasaban juntos, era único: todos aportaban una pizca a su familia, a su existencia. Una hermosa sensación acogedora, donde desbordaban la calidez y el cariño; donde contaban unos con otros, siempre velando por el bienestar de sus miembros.
Dándole un significado a la palabra más importante que un niño puede recibir;
como le ocurrió a Aracné, la primera Navidad que tuvo en su casa.
Ella había quedado sola en la mesa, junto al conejo que había recibido como presente de Papá Noel; cuando el abuelito se sentó y tomó sus manitos, para hablarle desde lo más profundo de su corazón.
-Aracné, todos nosotros conformamos una familia, pequeña y de a pedacitos; pero que siempre se mantendrá unida. Para que tengas un lugar al cual regresar, donde siempre esperaremos por ti; toda la vida. Ése es el significado que le damos, estar para ti y para todos, en todo momento y para lo que necesites. Apoyándote en los malos momentos y compartiendo los buenos, disfrutando de tus alegrías y consolándote en tus tristezas. Éste es nuestro regalo para ti, hija mía. Te amamos-
Esas palabras fueron las que el doctor le dijo, con toda la familia reunida: sus hermanos William, Marcus y Ángela, su cuñado Cristian, su abuela Carmencita,
y su padre, Raúl.
Las lágrimas que brotaron esa noche, en medio del afectuoso abrazo que recibió,
marcaron profundamente a los jóvenes que observaban desde lejos.
Y a la vez sintiendo esas emociones en carne propia, podían contemplar claramente las piezas más importantes de su amiga, Aracné.
El peliverde no podía disimular la enorme sonrisa que surcaba su rostro, acentuando sus mejillas;
el bicolor en cambio aprovechó el muérdago que colgaba en el librero donde estaban parados para besarlo
-¡Shou-chan!- ahora las pecas pasaron a ser lucecitas sobre el sonrojo del menor
-¿Qué? Ellos también lo hacen. . .- sin disimular su propio carmín en la cara Todoroki señaló a la pareja la cual se besaba bajo otro muérdago,
y ambos rieron cuando el doctor los vió y se apuró a desviar la mirada de los pequeños,
más sonrojado que un tomate.
- ¡Chicos, con los nenes presentes no por favor! -
- Vos y tu papitis aguda. . .-
-¡Pero Carmencita!-
-¡Feliz Navidad!-
Puedes decir que se lo han dicho ellos mismos,
o que eran ecos en la mente de su amiga. . .
Lo innegable,
es que esas palabras tienen dueño.
¿Qué tanto
puede llegar a significar una persona?
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