XXVI. Agujero de Gusano

—¿Tienes hora libre?— dijo una voz masculina que me sacó del lugar en el que estaba divagando. Me había quedado sentada en la banca junto a la cancha de tenis después de la clase de deportes, mirando al infinito. Todos mis compañeros se habían ido. Zacarías estaba parado frente a mí, mirándome, inexpresivo e ilegible como siempre.

—Eh, sí, sí.— respondí, volviendo a la realidad. —Media hora. Mi siguiente clase es a la una y media.

Después de un silencio incómodo, él habló.

—¿Pasa algo? Parecías ida.

No me moví. Él se sentó junto a mí.

—No, estoy bien, no te preocupes. Simplemente me quedé pensando.

Zacarías siempre se tardaba un momento en contestar. Como si se tardara un poco más de lo normal en procesarlo. —¿Es por lo que sucedió en la cafetería?

Era justo por eso que me incomodaba tenerlo cerca. Me leía mejor que yo misma, infería cosas de mí con una precisión que me aterrorizaba. Parecía como si hubiera estado dentro de mi mente toda mi vida, y apenas llevábamos una semana de conocernos. ¿Cómo diablos lo hacía?

Una hora y media atrás, todo iba perfecto. Nos reíamos de algo que había dicho Bruno, cuando vi a Tony con aquella chica. No fueron exactamente celos, no me molestaba que él estuviera conversando con otra chica, pero es que Carolina no era cualquier chica. La conocía. En primer semestre, Lizet había tenido un novio del que se había enamorado muchísimo. No tenían ningún problema, él la adoraba, tanto que incluso se podía decir que daba envidia. Pero luego, él comenzó a convivir con esa chica. Carolina pareció captar su atención de primeras. Y en poco menos de un mes, el ahora exnovio de Lizet decidió que aquella chica era mejor, y terminó con mi amiga. Dos días después, él y Carolina eran novios oficialmente. Lizet sufrió durante meses.

Justo así, como el exnovio de Lizet había conocido a esa chica, Tony comenzó a hablar con ella. Se mostró encantadora con todos en la mesa, y hasta ahora, creo que mi novio estaba tan hechizado por ella, que no se percató del asco que se revelaba en mi cara. No podía evitar pensar que, al menos, Tony se había sentido atraído hacia Carolina.

—¿Por qué no le adviertes sobre esa tía?— dijo Zacarías rompiendo el silencio. De nuevo, había leído mis pensamientos. Él había notado mi mal humor mientras veníamos de camino a la clase, y yo terminé contándole la historia de Lizet.

—No lo sé, Zac. Quiero confiar en que él se dará cuenta de cómo es... pero... si le digo me voy a ver demasiado paranoica... a todos les cayó muy bien...

—Entonces deja que lo haga. Son evidentes las intenciones que trae, en realidad. Sólo fíjate en cómo ha contado eso de que tu chico la defendió de esa gente.

Puse los ojos en blanco al recordar eso.

—Como si la hubiera salvado del fin del mundo... ¿por qué Tony es tan inocente? Es muy listo, pero ¿qué no se da cuenta de cómo es? Quiero decir, es lindo lo que hizo por ella, muy noble y todo... pero...

—Nah. El chaval sí se da cuenta, pero no lo admite. Y no lo culpo. No mucho. Es una habilidad que tiene la gente como ella. Pero mira, ya, deja de pensar en eso, que te hace daño. ¿Te parece si vamos por unos donuts a la cafe?

Acepté. Nos levantamos y todo el camino hasta la cafetería lo recorrimos en silencio. Un silencio perturbador y misterioso.

Mientras estuvimos en la cafetería comiendo donas azucaradas, nos mantuvimos mayormente callados. Yo revisaba mi celular, o fingía hacerlo, pero sentía su mirada pesada encima de mí por largos ratos.

—¿Y cuánto tiempo lleváis juntos?— dijo de repente. Alcé la mirada.

—La verdad ni yo lo tengo muy claro.— respondí con una leve sonrisa.

—No mucho, supongo.— calló un momento. Después, dijo algo que casi me hace juntar mis cosas y salir corriendo. —¿Y te has preguntado si realmente el chico te quiere?

¿Qué? ¿Qué le importaba? ¿Por qué decía eso?

—¿A qué te refieres?— pregunté.

—Quizá sólo está contigo porque no te pudo decir que no.

Su comentario me hirió mucho más de lo que esperaba. Vacilé un segundo antes de contestar.

—¿Y con base en qué asumes eso?

—Quizá ya se acostumbró.— respondió, ignorando mi sarcasmo. Eso me hizo enojar.

—¿A qué quieres llegar con esto? ¿Sabes algo que yo no?— le dije, molesta.

—No. Es sólo que no me da buena espina.

—Zacarías, ¿tú que sabes de él? Sólo llevas conociéndolo dos semanas y casi ni le hablas. Lo conozco mil veces mejor que tú.— puse énfasis en la última frase.

—No necesito hablarle ni conocerlo para saber que hay algo raro en la forma que te trata. No parece quererte ni conocerte tanto como crees.— dijo con una risa apagada. —Es más, apuesto a que yo te conozco mejor, y llevo sabiendo de tu existencia dos semanas también.

Su tono burlón y su actitud de superioridad me exacerbaron. Miré la hora en mi celular y aunque faltaban todavía diez minutos para mi siguiente clase, me levanté y le agradecí fríamente por las donas.

—Te acompaño a tu salón.— dijo mientras me colgaba la mochila al hombro.

—No, gracias. Ya tuve suficiente de ti por hoy.— le respondí sin cuidar mi tono, para después dar media vuelta y caminar hacia mi clase.

***

Tony me estaba esperando recargado en la pared frente a la puerta del salón de mi última clase. Nos sonreímos en cuanto cruzamos miradas. Pero en cuanto nos saludamos, volvió a mi cabeza lo que Zacarías había dicho. ¿Sería posible...

Mi subconsciente me gritó que cómo podía ser que siquiera lo estaba considerando. Tony se portaba tan lindo y caballeroso conmigo. Por todas las estrellas, ¡hasta fuimos de viaje juntos... técnicamente...

Recordé aquel tema. Mi madre y yo no habíamos vuelto a hablar desde aquella última llamada. Cuando estuve en Londres, en casa, apenas hablé con alguien que no fuera yo misma. Mi madre había obtenido lo que quería de mí, pues no me dijo ni me pidió nada más. Estaba claro que tenía un plan en mente; y sepa el universo qué sería. Lo único que sabía era que su objetivo era Tony. Si él llegaba a enterarse que estuve involucrada... quizá hubiera sido mejor que nunca le hubiera hablado y fingiera no sentir nada por él. ¿Quizá era mejor si él en realidad no sentía algo real por mí? Sacudí ese pensamiento. Zacarías estaba loco. Era simplemente eso. Debería dejar de hablarle. Además, ahora ya estaba en paz, sin más presiones estúpidas de mi madre.

Mi novio y yo pasábamos por el salón donde Carolina tomaba también su última clase. Para colmo, ella iba saliendo justo en ese momento.

—¡Tony! ¡Qué coincidencia! ¿Tenías clase en este piso?— preguntó efusiva, mientras lo saludaba con un beso en la mejilla. A mí sólo me pasó la mirada rápidamente.

Por suerte, le respondió frío aunque amable, ya sea porque notó mi expresión disgustada, o porque estaba distraído. —No, vine por Scarlett.

—Oh, ya. ¿Te vas a ir ahorita? Tomamos la misma ruta, así que puedo acompañarte.— no pude evitar querer golpearla.

—No, no te preocupes. Me quedo a natación. Ya será para la otra. Te veo luego.

—¿También ella se queda?

Esta vez, yo le respondí. —Sí, siempre nos quedamos juntos a natación.— y por un segundo, aprecié con placer su expresión sorprendida. Después, volvió a sacar su odiosa sonrisa, se despidió de ambos, y apresuramos el paso hacia la alberca.

Sin embargo, él no habló en casi todo el trayecto. ¿Ni un "cómo te ha ido"? Al parecer a nadie le apetecía hablar ese día. La sugerencia de Zacarías volvió con ese pensamiento. No perdía nada con intentarlo.

—Eso estuvo raro, ¿no?— dije rompiendo el silencio.

—¿Qué cosa?— Tony pareció salir de su ensimismamiento.

—Eh, pues... lo de Carolina, ¿siempre es así?— expliqué y ahí fue donde captó lo que quería decir.

—¡Ah!— volvió la mirada hacia mí. —No te preocupes por ella. Es así con todos.

Pues eso sí que lo tenía bien claro.

—¿Estás seguro? Yo sólo la he visto así de cariñosa contigo.

—Es su problema entonces. Yo ya tengo lo que necesito.— dijo sonriéndome.

Le devolví la sonrisa, pero no podía dejar el tema ahí.

—Bueno, no es que esté celosa, pero no me gusta que se lleve así contigo. Ella puede estar interpretando cosas que no.

Se detuvo y se giró, haciendo que quedáramos cara a cara. Durante unos segundos, dejó que la gente que pasaba a nuestro alrededor, en silencio. Luego, dijo:

—No le estoy dando nada para que interprete. Simplemente la defendí porque le estaban faltando al respeto.

—Cariño, eso lo comprendo perfecto. Lo que estoy tratando de decirte es que no me gusta como es contigo. Te está coqueteando.

Inesperadamente, vi algo en sus hermosas pupilas azules que me hizo arrepentirme de lo que acababa de decir. ¿Era indignación? ¿Confusión? ¿Molestia, quizá? No lo pude saber. Pero no era bueno.

Se demoró un largo instante en contestar.

—Podría decirte lo mismo de Zacarías.

Me extrañé al oír eso. —No lo puedes comparar con Carolina. Él es nuevo, es tímido y es un rarito. Carolina es todo lo contrario. A ella parece simplemente no importarle que no estés soltero.

—Scarlett, hay personas que simplemente son así. Y no significa que quieren algo más. No confundas amabilidad con coqueteo. Y además, aunque me estuviera coqueteando, yo no le correspondería.— la frialdad en su voz me exasperó.

Puse los ojos en blanco. —¿¡No te das cuenta!? ¿Cómo va a estar siendo sólo amable contigo? ¡Obsérvala, por el amor de Dios! ¡Eso no es amabilidad!— exclamé.

—No me importa si quisiera algo conmigo, de todas formas. A mí no me gusta Carolina.— dijo en tono ahora gélido.

—¡Pero tú a ella sí...— estaba empezando a explotar, era difícil calmarme en ese punto. Él me interrumpió.

—¿Cómo estás tan segura? ¿Ella te dijo?

—¡Pero si no necesitas más pruebas! Mira, quizá no le gustes, pero está claro que quiere que...— hice una pausa, intentando tragarme mis palabras. Pelearme con mi novio era lo último que necesitaba—...olvídalo, yo soy la loca que se está haciendo ideas.

Usó un tono calmado, pero por alguna razón me enojé más. —No exageres...

—¿Qué te está pasando? ¿Por qué la sigues defendiendo?— me serené temporalmente y continué —Dime la verdad, Antonio... ¿Ella te gusta?

Lo que hizo a continuación me dolió. Mucho. Le daba la razón a Zacarías.

No me contestó en seguida. Mantuvo la mirada en la mía, escondiendo algo en sus ojos que no pude descifrar. Pero no importaba, pues ese silencio sólo podía significar una cosa.

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