XII. Luna Roja*

Jasmine había conservado extremadamente bien el maletín café. Las hojas aún estaban arrugadas, vestigio de la humedad de aquella noche. Había pasado ya mucho tiempo, unos cuatro inviernos. Habían sido unos de los años más tranquilos de su vida, sin huidas apresuradas, sin la necesidad de estar vigilando sus espaldas o de fijarse en que cada cosa que hiciera no revelara su terrible error.

Hasta que a finales de un cálido otoño, cuando Jasmine estaba con la pequeña jugando en el parque, una sensación extraña la invadió. Como si alguien la estuviera siguiendo. Serían las ocho de la noche, hora en la que ya no había demasiada gente fuera de casa. Sin embargo, ese día no estaba tan desolado como lo habitual. Había varias personas deambulando por los alrededores del parque, todos adultos. Jasmine le hubiera restado importancia, de no ser porque algo en el dedo anular de una de las personas le llamó la atención. Un anillo de matrimonio, que en realidad era sólo una clave. Posó la mirada en la mano derecha de otra de las personas. El mismo anillo rodeaba su dedo anular. Una alerta de peligro se activó en su mente, sabía lo que eso significaba, pues un día ella había usado un anillo de esos.

¿Acaso vendrían a buscarla? Su respiración se aceleró y sus manos comenzaron a temblar de sólo pensarlo. ¡Pero era imposible! Ella había escondido todo lo que la expusiera tan minuciosamente, que hasta el más inteligente seguiría sus pistas falsas.

Saliendo del examen de Francés, mientras me cuestionaba si el pasado de avoir era eu, me dirigí a la cafetería, donde pasaba más o menos la mitad de mis horas libres con mis amigos. En una de las mesas en el exterior, vi a Andrea sola, en el celular, con un plato de sincronizadas frente a ella. Tuve la necesidad de huir de ella como si fuera un policía y yo un buscado criminal. Demasiado tarde, ya había clavado sus ojos en mí. Su mirada era asesina, y supuse que ya sabía sobre lo que sucedió esa mañana. Maldición, obviamente sabía.

"Entonces no seas un cobarde y ve a hablar con ella." me recriminé. Me acerqué con temor y me senté frente a ella. Sin preámbulos, dije:

—Andy, lo siento, yo sólo...— pero me interrumpió. Parecía que estaba esperando a que yo hiciera aquello.

—No te disculpes, yo tengo la culpa. Tú nunca me dijiste que querías algo conmigo, no debí ilusionarme. Además, te gusta ella, ¿no? Sólo dime una cosa: ¿por qué me besaste?— preguntó seria, casi sarcástica. Me miraba a los ojos, con una seguridad que hace un mes no hubiera creído que tuviera.

Titubeé unos segundos. Ni siquiera podía responder eso ante mí mismo. ¿La había besado porque el momento se había dado, porque ambos habíamos propiciado que sucediera? ¿O por qué lo había hecho? Busqué una respuesta de manera tan ardua que mi confusión me abrumó más y no supe si besar a Scarlett o a Andrea había sido un error. En el instante menos adecuado, mis palabras se esfumaron y mi silencio se perpetuó hasta que escuché unas palabras poco controladas salir de mis labios.

—Yo... quería hacerlo...

Soltó un suspiro y miró hacia algún punto detrás de mí. —Mira, sé que no me dijiste nada, no me prometiste nada. Pero... Tony... si no tenías la intención de... si te gusta ella, déjamelo claro, es lo único que te pido.

¿Por qué me había besado con Scarlett? ¿Por qué había besado a Andrea? ¿Cómo diantres terminé metido en esto?

Continuó hablando, con un tono más sincero.

—Estuve pensando, y llegué a una conclusión. Creo que tú nunca me viste como algo más. Quizá te sentiste obligado a besarme porque te conté lo que había pasado, y cómo me sentía. Quizá lo hiciste por lástima. A ti siempre te gustó ella. Pero mira, aunque sabes que me gustas, y eso no ha cambiado, no pienso estar metida en un triángulo amoroso del que voy a salir perdiendo. Ni voy a esperar a que suceda algo que me de una señal. Eso ya lo he hecho muchas veces...

Parecía estar hablando más para sí misma que conmigo. Con la mirada perdida en el infinito, tomó su mochila y se levantó de la mesa, pasando junto a mí y desapareciendo de mi campo de visión. Estaba tan abrumado por una ráfaga de pensamientos, sentimientos, recuerdos, culpas y remordimientos, que no pude detenerla ni decir nada más. Simplemente me quedé sentado, mirando el plástico polvoriento de la mesa.

Sentí las lágrimas picar la parte posterior de mis ojos. ¿Y ahora por qué iba a llorar, si yo había sido el que había provocado todo?

Una repentina furia me invadió, no sabía si contra Andrea, Scarlett o contra mí mismo. Me levanté y me dirigí hacia el interior de la cafetería, a una mesa en el fondo donde estaban mis amigos, riéndose y comiendo. Tiré mi mochila hacia una de las sillas, de manera tan brusca que mis amigos se voltearon a verme, extrañados.

—Voy a comprar comida, ahorita vengo.— dije cortante. Caminaba totalmente ido, dirigiéndome al puesto de sushi donde solía comprar. Volví a la realidad cuando escuché un bufido molesto junto a mí. Giré la cabeza hacia mi derecha y me encontré con la mirada cargada de odio de Vanessa, una de las amigas de Andrea.

Incómodo, me alejé unos pasos y llamé al vendedor, quien, ajeno a todo, tomó mi pedido y me despachó. Me recargué en uno de los extremos de la barra que actuaba como mostrador, y saqué mi celular para perder el tiempo mientras mi comida estaba lista. Sin embargo, pude observar de reojo cómo Vanessa se alejaba y se integraba a un grupo de chicas, que también lanzaron miradas hacia mi dirección. Una vez que tuve el plato desechable y mi par de palillos de madera, volví a la mesa con mis amigos.

Justo antes de que me sentara, sentí un par de manos meterse bajo mis lentes y cubrirme los ojos.

—Hola.— una voz femenina canturreó detrás mío.

Reconocí la voz, era Scarlett, sin duda. No sé cómo es que no sintió mi cara calentarse como si me hubieran estampado contra una estufa. Mis amigos callaron, y supuse que aquello había sido más sorpresa para ellos que para mí. Todavía tenía que contarles lo sucedido antes del examen de Lógica.

Solté un suspiro casi imperceptible y cambié mi tono de voz, que salió demasiado tímido.

—Hola, Scarlett.

Me quitó las manos de los ojos, mientras me devolvía el saludo. Cuando pude ver bien, mis tres amigos estaban mirando expectantes, con una sonrisa disimulada. Me desplomé en una silla, y ella se sentó a mi lado. Antes de hablar, miró al resto de los presentes y se acercó a mi oído. Yo fijé la vista en Jorge, que era el único que no parecía estar viendo un espectáculo de circo.

—¿Hoy tienes algo que hacer por la tarde?— preguntó, excesivamente discreta y algo coqueta. —Hoy vamos a ver quién invita al cine a quién.

Me aparté un poco para poder mirarla y le susurré —Sólo tengo que estudiar para mi último examen.

Sonrió y siguió hablando en voz baja. —Bueno, entonces estudiemos juntos un rato antes de entrar al cine. ¿Te parece si vamos a comer a algún lado y estudiamos allí?

Esperó mi respuesta intimidantemente cerca de mí. Pese a la confesión de aquella mañana, aún tenía la costumbre de analizar lo que me decía. Me detuve un segundo a parar los remordimientos que comenzaban a invadirme. Un pensamiento voló a mi cabeza, como una justificación de todo lo que había pasado. Quizá por algo nunca pude decirle a Andrea que me sentía fuertemente atraído hacia ella. Ante mis amigos, jamás había dejado de tener la imagen de una chica obsesionada, el papel de un personaje plano. Y aunque me hubiera gustado cambiar aquello, sé que su opinión hubiera influenciado bastante sobre mis sentimientos. Quizá por eso había pasado todo.

Mi silencio comenzaba a hacerse notorio. Ante la presión que tenía, tanto por mis amigos y Scarlett, como por mí mismo, mi respuesta no pudo ser otra.

—Sí... sólo... sólo déjame pedir permiso.

Se alejó de golpe y alzó el volumen de su voz, exclamando —¡Perfecto! ¡Al rato nos ponemos de acuerdo en dónde!

Se despidió rápidamente con la mano de todos mientras se levantaba. Luego se alejó hacia alguna parte, dejándome perplejo.

—Tony...— la voz canturrona de Bruno rompió el breve silencio. —Suelta la sopa, ya.

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