LXIII. Agujero Negro
Estoy casi seguro de que Scarlett no me reconoció, o ni siquiera me vió. Su semblante asesino no se suavizó ni un poco al pararse frente a nosotros.
Pero en ese momento, eso era lo que menos me importaba. Mi mente se había disparado hacia los recuerdos, los pensamientos y las vagas creencias que había tenido sobre ella unas horas atrás.
A pesar de que no tenía la más mínima certeza de dónde diablos estaba, cómo iba a regresar, o siquiera si iba a salir vivo de esto, una cosa era segura. Todo esto tenía que ver con The Kingdom. Lo que confirmaba aquello de que Scarlett estaba relacionada con ellos. De una u otra forma.
Lo que a su vez significaba que, en efecto, todos esos meses en los que mi idiota yo pasado creyó que estaba en una relación normal y bonita, en realidad estaba siendo un mísero títere para que Queen Victoria pudiera seguir con su reinado.
Ya lo había sospechado.
Pero nunca creí que de verdad fuera a ser cierto.
—¿Quién eres y qué buscas?—la voz fría y amenazadora de Scarlett intimidaba incluso más que la de Jasmine.
Ella no respondió.
—Te hice una pregunta, ladrona. Responde o llamaré a la Reina.
Entonces la famosa Reina estaba aquí, en persona. Claramente Scarlett no me había visto. Quizá a Wendy tampoco.
Jasmine seguía sin responder. A cada segundo que pasaba, la mirada de Scarlett era más y más oscura. Una idea cruzó por mi mente. Sabía que era riesgoso, casi una certeza de que terminaran con nuestra vida, pero si no lo hacía, todo lo que habíamos pasado esa noche sería completamente inútil.
Me separé de la pared en la que me recargaba. Rápidamente, antes de que Wendy o Jasmine lo notaran, me moví hasta el frente, entre Jasmine y Scarlett. La miré a los ojos, y hablé con el tono más furioso y decepcionado que pudo salir. No necesitaba forzarlo. De verdad me sentía así.
Y con la voz firme, más grave de lo normal, le dije:
—Jamás creí que encontrarías otra manera aún peor de traicionarme, Scarlett.
En menos de una fracción de segundo, su expresión dura se borró, como si nunca hubiera existido, y sus ojos se abrieron, aterrorizados. A su cara se le fue el color y sus labios se separaron un poco.
—¿Qué...
—Te puedo perdonar lo de Zacarías, ¿pero esto? Me usaste, y para un crimen que no tiene nombre. ¿Nunca te sentiste culpable, de verdad?
Sus ojos avellana me recorrieron de la cabeza hasta los pies. En menos de un segundo, me reconoció.
—¿Tony...? ¿Qué...? ¿Cómo...?— balbuceaba, realmente sorprendida.
—¿Sabes qué? No contestes eso. No me importa. Sólo quiero que me digas una cosa. ¿Mis papás siguen vivos?
Parecía tener las palabras atoradas en la garganta. Se volvió por encima de su hombro. Luego, me tomó fuertemente de la muñeca y me jaló hacia el pasillo, hacia una de las puertas. En la otra mano, yo aún sostenía el arma.
Escuché cómo Jasmine y Wendy se levantaban y nos seguían al mismo paso. Conté tres puertas antes de que Scarlett se detuviera y abriera una de ellas. Me arrojó ahí dentro. Estaba cerrando la puerta cuando Jasmine la detuvo bruscamente y entró también, junto con Wendy. Scarlett estaba tan confundida que no pudo detenerlas. Luego cerró la puerta.
Se volvió hacia mí, sin decir nada.
Me quité la capucha y la máscara de un tirón. Cuando alcé la mirada, ella no la había apartado de mí.
Pude notar cómo sus manos comenzaron a temblar.
—Tony... ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Cómo diablos llegaste?! ¡¿Por qué...?!— lanzaba preguntas, realmente asustada. Sus ojos estaban enganchados con los míos. La interrumpí.
—Respóndeme, por favor.
Juntó sus manos a la altura de su estómago. Vaciló antes de contestar.
—Sí... están vivos...
Y por fin, después de muchas horas, el nudo en mi garganta se aflojó, mi corazón se ralentizó y mi cuerpo entero se relajó. Estoy seguro de que jamás volvería a sentir otra oleada de alivio como la que sentí ese días, que recorrió todos y cada uno de mis nervios, de mis venas y de mis órganos. No todo estaba perdido. Tuve que cerrar los ojos un momento para poder calmarme. Solté un suspiro que se sintió como si en él estuviera toda la carga de angustia que venía cargando desde que mis padres desaparecieron.
—Están bien...— repitió.
Cuando abrí los ojos, me quedé un segundo en silencio. Tenía millones de preguntas haciendo un caos en mi mente, pero por alguna razón, la voz se me fue después de eso. Wendy habló por mí.
—Así que tú eres la famosa Scarlett...— su dulce voz reflexiva me pareció como una intervención celestial. Mis ojos y los de Scarlett se desviaron hacia ella —Mira, iré directo al punto. No tienes idea por lo que pasamos para llegar aquí. Tampoco de lo que ha pasado él desde que sus papás desaparecieron. Si están vivos, significa que aún podemos salvarlos de lo que sea que la Reina ésta tenga planeado. Sé todo lo que pasó entre ustedes, pero por favor te pido que lo dejes de lado y nos ayudes. ¿Puedes hacer eso?
Wendy hablaba de manera tan madura que me dejó boquiabierto. Miraba a Scarlett fijamente, esperando su respuesta. Ella seguía en shock, confundida y asustada. Tardó en volver a decir algo.
Asintió con la cabeza.
—Están aquí, allá abajo.
Una ola aún mayor de alivio volvió a recorrerme. La esperanza, que casi había caído al cero, ahora se elevaba exponencialmente. No habíamos fallado. Efectivamente, habíamos llegado a tiempo, y al lugar correcto. Nada más me importó después de eso.
Wendy se quitó la capucha y la máscara también.
—Más te vale no traicionarnos, porque sé mucho, mucho sobre ti.— ahora su voz sonó más clara y amenazadora. —Mi nombre es Wendy, soy amiga de Tony. Ahora, ¿cuál es el plan?
Antes de responder, Scarlett dirigió su mirada hacia Jasmine, que estaba detrás de nosotros, en silencio.
—¿Quién es ella?
—Oh, ella es...— inició Wendy, pero fue interrumpida casi de inmediato.
—Soy la mamá de Wendy. Me llamo Shalia. Mira, que quede claro que no somos ladrones, ya sabes a qué venimos. Estoy con ellos.
Wendy y yo fruncimos el ceño muy ligeramente. No esperábamos que mintiera acerca de quién era. Realmente no había necesidad de inventar nombres. Ninguno de los dos dijo ni hizo nada acerca de ello. Sólo intercambiamos miradas rápidas.
No hay mejor manera de describir cómo me sentía en aquel momento más que como un licuado de todas las emociones posibles.
Después de escuchar la orden de mi madre de buscar a la asesina de mi padre, Kyle me había obligado a salir de ahí. Ya no escuchamos nada más. Una vez fuera, él había caminado rápidamente hacia las escaleras, y desaparecido entre la mercancía y la oscuridad, sin agradecerme ni nada parecido. Yo esperé unos segundos afuera, consciente de que si mi madre me veía en ese momento, no iba a vivir para contarlo. Entonces eché a correr hacia el mismo cuarto donde había despertado. Sería poco más de media noche. Supuse que mi madre había priorizado este descubrimiento, y había pospuesto el asesinato de los padres de Tony, pues no se oía nada más aparte de los pasos de los lacayos vigilantes y voces fugaces.
"Si tan sólo pudiera hacer algo..." pensé, mientras me acostaba en el viejo escritorio. No había manera de que pudiera bajar y hacer algo sin que algún guardia me viera y me preguntara insistentemente qué hacía allí abajo, o peor, que llamara a mi madre.
Por lo que me había resignado, en aquella minúscula oficina, intentando dormir, al menos para olvidar por un rato la amarga realidad que me esperaba al día siguiente. Por supuesto, dormir fue lo último que pude hacer.
Durante lo que pareció horas y horas, mi mente le dió vueltas a lo que mi madre haría respecto a lo que había sucedido. Su propia hija le había disparado. ¿Me desterraría? ¿Me negaría mi hogar y me exiliaría a algún país lejano? ¿Se desharía de mí? ¿Me asesinaría? Dudaba mucho que me perdonara. Si no perdonaba ni al más fiel de sus lacayos cuando la traicionaban, ¿qué iba a ser de mí? Para ella, yo no era más que un desagradable recordatorio de mi padre, una responsabilidad más, un fondo de ahorros para el futuro de The Kingdom. Era todo menos su hija.
No había lágrimas que sacar. No tenía sentido.
A eso de las cuatro de la madrugada, sin haber podido cerrar los ojos, decidí salir de la oficina, sólo al barandal, que estaba un par de metros separado de la puerta. Quería ver a los padres de Tony. Había un sólo destino para ellos. La impotencia empeoró mi estado de ánimo.
No sé cuánto tiempo me quedé ahí, mirando a la pareja que alguna vez me acogió tan amablemente, atados y heridos, junto a una pared descarapelada, contando los segundos para la muerte, pensando en cómo su único hijo los perdería de manera inevitable.
Un movimiento rápido por mi visión periférica a una decena de metros de mí llamó mi atención. Me volví hacia ello. Una silueta oscura estaba parada frente al barandal, asomándose también. Era una mujer, completamente de negro. Su cara estaba cubierta con un pasamontañas. Una ladrona.
Mi madre lidiaba con ellos de vez en cuando. Gente que creía que escabullirse en los almacenes y robar unas cuantas cajas iba a hacerlos de dinero. Normalmente terminaban muertos.
Me acerqué a ella, que me vio de inmediato y corrió como un ratón a ocultarse.
Pero jamás me imaginé que eso me llevaría a cruzar la mirada con esos ojos azules tan hermosos. Tony nunca ha dejado de sorprenderme.
La confusión fue lo que me llenó principalmente. Mil teorías de cómo pudo haber llegado ahí cruzaron por mi cabeza. Quizá un plan maestro, quizá suerte, quizá... pero era evidente que hacía falta mucho de ambas para llegar a este lugar, que no era ni fácil de encontrar ni fácil de acceder.
Y aún así, estaba frente a mí, vestido de negro, con un aura de peligro alrededor de él.
Lucía... diferente. Tony siempre había sido un chico bueno, caballeroso, tierno y estudioso. Alguien que llenaría de orgullo a una familia entera. Pero ahora, con el cabello revuelto, la mirada sombría, una semiautomática en la mano, enmascarado y furioso, lucía como un vengador oscuro, un auténtico antónimo de lo que siempre había representado.
Y la chica que lo acompañaba, Wendy, me miraba, esperando una respuesta por parte mía. La había visto en los pasillos de la escuela. Solitaria, olvidable. También la había visto hablar con Tony algunas veces, pero creí que se trataba de una compañera de proyecto, o una amiga que haces en la fila de la cafetería. Al parecer me perdí de mucho aquellos meses.
Sin embargo, por encima de la confusión, la ligera alegría que sentía al volver a ver a Tony, la esperanza que había de poder salvar a sus padres, y el miedo que me provocaba lo que había pasado con mi madre, estaba segura de una cosa: mi destino y el de Elena y Jarko no estaba escrito.
Con esto, la posibilidad de otro camino se abría. Y yo haría todo lo posible por tomar ese camino.
Puse todo mi esfuerzo en que mi voz saliera segura.
—Los ayudaré. En realidad... tenemos una ventaja.— dije, con una voz relativamente firme. Hice una pausa. Suspiré.
Nunca creí que fuera a decir esto. Y menos a Tony.
—Yo... soy la hija de la Reina.
Su expresión se transformó a la velocidad de la luz. Sus bellos rasgos duros, furiosos, y decepcionados de cierto modo, se convirtieron en sorpresa, quizá miedo, pero pude notar que la decepción se mantuvo, incluso que aumentó. Tony desvió la mirada hacia el suelo, como si de repente ya no se sintiera capaz de mantener sus ojos en los míos. Como si estuviera avergonzado.
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