LIV. Horizonte Cosmológico
Jasmine jamás supo porqué creyó que podría vivir con las consecuencias de aquel asesinato.
No sabía porqué creyó que la gran Reina Victoria no se preguntaría quién asesinó a su esposo, a su Rey. No sabía porqué creyó que no se iniciaría una investigación masiva para dar con el responsable. Y que le esperaba un destino mucho peor que la muerte. Llegó un punto en el que Jasmine se preguntó si había valido la pena salvar a aquel niño. Si el precio no había sido extremadamente alto.
Pero era demasiado tarde.
Pasados pocos días, sólo había dos opciones: sucumbir a las consecuencias, o idear algo para liberarse de la culpa. Beatrice, su nueva amiga, la había invitado a comer un frío sábado por la tarde a la casa de su cuñado. Con eso, decidió qué iba a hacer. Optó por el segundo camino. Beatrice le presentó a su esposo, a su hermano, y a la esposa de ese hombre, Olivia. Era una bella mujer de rasgos asiáticos, callada y observadora. No era la primera vez que la veía. La conocía por el anillo que portaba, y porque alguna vez cruzó miradas con ella durante su estancia en la organización.
Una idea siniestra cruzó por su mente, que aunque era de lo menos correcta, la desesperación hizo que Jasmine no se viera detenida por eso en lo más mínimo.
Estudió la casa e insistió en que se había divertido tanto en esa comida, que deberían repetirla. Cuando así fue, pidiendo permiso para pasar al baño, entró al cuarto de Olivia. Escondió allí el arma con la que había asesinado a Julian. Había traído copias de archivos, fotos, e-mails, que indicaran indudablemente que aquella mujer había estado vigilando al hombre. Agradeció haber traído guantes. Sus huellas no la delatarían, no había testigos reales –estaba casi segura de que el criminal que la había visto no diría una palabra, si es que seguía con vida–, y si encontraban el arma en esa casa, no dudarían de que habían encontrado a la responsable. Además, poco después, Jasmine inició el rumor de que el día de la misión alguien los había seguido, seguramente ese alguien había sido, pues ella había huido en cuanto oyó disparos. Rogó porque funcionara, aunque muy en el fondo no creía que fuera a hacerlo.
Pasaron unos segundos antes de que me percatara de un sonido extraño proveniente de la puerta. Parecían unas llaves abriendo el picaporte. Instintivamente, me levanté, oyendo toda mi columna crujir. Bajaba del escritorio cuando la puerta se abrió.
Me oculté tras él, sin ver quién había entrado.
Tenía más miedo que nunca. Un nudo se formó en mi garganta, y las lágrimas picaron mis ojos al repasar mis últimos recuerdos antes de caer inconsciente. ¡Le había disparado a mi propia madre! ¡Pude haberla matado! De repente, sentí la necesidad de buscarla e implorarle que me perdonara.
Los padres de Tony pasaron por mi mente como rayos, y no hicieron otra cosa más que empeorar mi estado de ánimo. ¿Qué habrá pasado con ellos? ¿Estarían vivos? Una sensación siniestra se apoderó de mí.
—¿Princesa?— oí una voz masculina susurrando desde la puerta. —¿Princesa?
Unos pasos se acercaban, y me mantuve en posición fetal hasta que una figura enorme se paró frente al escritorio y lo rodeó, llegando hasta donde yo estaba. Se agachó, encontrándome.
—No vengo a hacerle daño. Tranquila.— susurró ese alguien. Era Kyle. —Necesito su ayuda.
Confundida, me volví hacia él.
—¿Cuán... cuánto tiempo ha pasado?— pregunté nerviosa, también en un susurro.
—No mucho, unas horas... ya anocheció.— hizo una pausa, como buscando las palabras para lo que iba a decir. —Su madre también se desmayó por la pérdida de sangre, pero está bien, usted no se preocupe...
Me sorprendía como podía hablar de aquello como si pasara todos los días. Él continuó.
—Y... bueno, acaba de despertar hace unos minutos y mandaron a llamar al informante para que la viera en el despacho del almacén. Pero sólo la familia de la Reina tiene acceso a los despachos, por lo que...
Kyle lucía incómodo. Era extraño verlo así después de años de su actitud fría y determinada.
—Mire, lo que trato de pedirle es que me ayude a entrar al despacho. Usted sólo tiene que saber que esa información me interesa y que su madre no puede enterarse. Sólo quiero saber. Nada más.
Lo miré dubitativa unos segundos. No pensaba entender las razones por las que quería esto, pero esto resultaba muy extraño. Él nunca había traicionado a mi madre de ninguna manera, y de todas las personas, él sería del último que sospecharía. Sin embargo, decidí ayudarle. A mí también me interesaba y la relación con mi madre no podría ser peor. Tener a alguien tan poderoso como Kyle de mi lado podría salvarme.
—Está bien.— respondí. Se mostró sorprendido durante un breve instante. Quizá no creyó que aceptaría tan fácil. —Pero antes dime algo. ¿Qué pasó con los... los que tenía que... asesinar?
Ahora él tardó en responderme un momento, como si recordara aquello y quisiera preguntarme por qué no simplemente obedecí a mi madre.
—Lo pospusieron hasta que la Reina se encuentre un poco mejor. A su madre le pareció más importante esto y no se encuentra en condiciones de actuar, además de que tenemos la orden de no actuar sin su consentimiento explícito en casos como este.— dijo, como si recitara un artículo constitucional de memoria.
No pregunté más. Asentí y tras el "Sígame." de Kyle, salí de mi escondite, luego caminamos hacia afuera de la habitación. Todo estaba en un silencio aterrorizador.
Estábamos en la parte superior del almacén. Tomé el barandal y me asomé. Podía ver el lugar donde estaban Elena y Jarko. Seguían ahí, vivos. Una mano invisible apretujó mi corazón hasta casi hacerlo añicos. No soportaba verlos así. Aparté la mirada y seguí a Kyle hasta llegar al despacho.
—Necesito que nos ocultemos detrás de esas bolsas, mientras llega el informante.— señaló una montaña de mercancía, en la que nos metimos rápidamente. —No creo que tarde mucho.
Y en efecto, un minuto después, oí una voz decir —Por aquí.
Un par de pasos se acercaron a la puerta, la abrieron, y sus voces se fueron apagando por la distancia. Intenté levantarme para actuar, pero Kyle me detuvo poniendo su brazo frente a mí. Unos segundos después, lo quitó y nos levantamos. Cuando llegamos a la puerta, mis ojos se posaron en un lector de huella digital junto al pomo.
—Creo que va a registrarse cuando entremos... y mi madre puede verlo.— advertí, susurrando.
—Ya me encargué de eso.— respondió, frío, casi agresivo.
Lo miré un momento. Después, acerqué mi pulgar al lector y un instante después, el pomo se desbloqueó. Kyle me empujó ligeramente para abrirlo, muy lento y con cuidado.
No debía interesarme, pero admito que la razón de esta manera tan extraña de actuar me inquietaba mucho. Esto debía ser algo importante para él, pero no se me ocurría nada para relacionarlo con ello. Me tomó del antebrazo y me llevó hacia una pequeña pared que separaba la zona donde estaba recostada mi madre y el informante parado junto a ella, y una barra con dispensadores de agua encima. La habitación era colosal, por lo que el volumen de sus voces era apenas el suficiente para entender lo que decían.
Nos agachamos, y en silencio, escuchamos la conversación.
—¿Cómo descubrieron esto?— dijo mi madre.
—Uno de los prisioneros nos dijo que existían unas cámaras ocultas en varias de las casas de los que nos robaron el cargamento.— explicó el informante con su voz aguda. Hacía un par de semanas, le habían robado un camión entero de mercancía a mi madre, y como toda buena líder, no había descansado hasta recuperarlo y castigar a los responsables.
—Mandamos a nuestros hombres a recolectarlas, para ver a quiénes debíamos ejecutar. Pero cuando entramos a su sistema, descubrimos que había grabaciones de hasta veinte años de antigüedad, y pues... consideramos que quizá podíamos encontrar algo favorable para nosotros. Y tras varios días de búsqueda, además de que encontramos información muy útil, encontramos una grabación que muestra el asesinato de nuestro Rey... y Olivia no aparece en ningún momento. Le he traído la grabación para que la vea usted misma.
Kyle estaba casi pegado a mí, por lo que pude sentir como se estremeció al escuchar ese nombre. Pero no fue nada comparado a su reacción cuando escuchó el nombre de la verdadera asesina.
—En cambio, se ve claramente como su acompañante le dispara y luego huye corriendo.
—Espera...— lo interrumpe ella. —Páusalo ahí. Creo recordar quién es esta chica. ¿Tienen su nombre? ¿Trabajaba para nosotros?
—Sí. Se buscó su archivo y efectivamente, trabajaba para nosotros, mi Reina. Su nombre es Jasmine Thompson. Se unió hace dieciocho años, pero luego renunció, hace casi once. No tenía un rango muy importante, sólo realizaba misiones ocasionales. Aún así, firmó la confidencialidad, y desapareció poco después.
Probablemente aquello debió hacerme sentir enojo, odio hacia la tal Jasmine. Quizá debió hacerme perder el control, después de todo, esa chica había asesinado a mi padre. Pero no. No sentí nada más allá de una tristeza fantasmal. El nombre no prendía ningún foco en mi mente, nunca lo había escuchado. Desde mi perspectiva, sonaba exactamente igual al de Olivia: la mujer que asesinó al padre que nunca conocí.
Sin embargo, no fue así para Kyle. Cuando el informante pronunció el nombre de aquella chica, su respiración se aceleró, se inquietó más y cuando le lancé una mirada rápida, pude notar como sus mejillas que parecían hechas de hierro se enrojecieron. Esto parecía tener mucho efecto en él, por algún motivo.
—Jasmine...— repitió mi madre. —La recuerdo. No desapareció después de renunciar. Es la chica que se hizo amiga de Campbell y cuando ella murió, huyó con su hija y toda la investigación. Es la chica problemática. La que perseguimos durante mucho tiempo.
La reacción de mi madre ante tal noticia fue lo que más me entristeció. Ella era la que tenía más razones para perder el control y enfurecerse con esa chica. Pero tampoco. El recuerdo de sus ojos asesinos en mí, después de haberle disparado me golpeó. ¿Cómo era posible que pareciera estar más enojada conmigo que con la tal Jasmine?
El apellido Campbell me trajo otro recuerdo. Una vieja historia que me había contado uno de los pocos lacayos amables, con el que había forjado una pequeña amistad de niña. La historia de la Masacre.
Como la investigación de Campbell había procedido, su muerte no detuvo la acción del resto de la agencia. Había rumores de que varios policías se habían infiltrado en la organización, a pesar de que mi madre había triplicado la seguridad. Ella pretendió no creerles, pero en realidad estaba planeando algo, nadie sabía qué. Y un par de meses después, cuando estuvo segura de que había muchos infiltrados, mandó la orden de asesinar a quien fuera considerado como sospechoso de ello. La mayoría murió, por supuesto, junto con varios inocentes. Hubo algunos que sobrevivieron, pero abandonaron su misión. Aquello fue como una especie de alerta para todos los demás, que dejaron el caso e hicieron como si nunca hubieran sabido de la existencia de The Kingdom. Era por eso que nunca se arrestó realmente a nadie y mi madre no había tenido problemas de ese tipo en un largo tiempo.
Hasta que Elena apareció.
—Hace unos años me informaron que habían visto a Jasmine en este país, cuando retiré la orden de perseguirla. No tenía sentido seguirla ya. No iba a usar ni vender la información que tenía por ningún motivo.— soltó una risa. —Nunca fue una chica valiente. Pero eso podría significar que no se fue de este país. Probablemente la hija de Campbell siga con ella. Dile a tus compañeros que quiero que la busquen, y si la encuentran y sigue viva, quiero que la traigan. Yo me encargaré de ella.
Su voz sonaba como una sentencia de muerte.
—Ah, por cierto. También quiero a la niña.
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