VIII • Complejo solsticio ~ ♀

Miedo, sí, miedo de volver a sufrir; miedo de que esa palabra, de aquella que tantos desean encontrar; de esa que muchos anhelan hallar. Que sea la definición de lo que siento, sea el resultado de este tiempo, efecto de que me sacara del abismo, que haya derrumbado la barrera, y que ya no es suficiente que Él sea solo un amigo.

¿Por qué de tanto miedo? Es simplemente experiencia, es no volver a cometer errores que alteren mi existencia, donde puedo dar todo y quedar en la miseria, de dar ese paso hacia adelante, amar, querer, corresponder, compartir la inocencia, donde entregas tu alma y se roban tu esencia.

Pero, Él por mucho ha sido lo mejor de este tiempo. Me brindó su compañía, me demostró su cariño, cómplices de día, noches que no olvido, nuestras tardes de invierno, y una primavera sin sentido; donde una vez más la expresión "amigo", causa más que un solo latido.

Hablar, es la mejor forma de comunicarse ¿verdad? Pero es lo menos que he hecho. Solo acciones, manifestaciones, que nos confunden, sí, solo emociones, compañerismo, complicidad, apoyo mutuo y una gran culpabilidad; al incitar el deseo, iniciar un anhelo, de continuar ese beso y alejarme de nuevo.

Después de esa noche no supe qué decir, era yo la que había dicho que lo anterior era un error, pero, nuevamente en sus brazos, en sus ojos me perdí, en ese beso que recibí. ¿Amor? No, tengo miedo de por Él sentir algo así. Y una vez más de su presencia me alejé, sí, nuevamente dejé de responder.

El tiempo siguió su curso y un número desconocido se hizo presente, un "Hola, ¡tanto tiempo!", y recuerdos que llegaron a mi mente; un latir irregular que su voz hizo latente, con un: "¿Te parece vernos?", frase que para nada fue atrayente. "Claro, ¿por qué no?", de tanta insistencia finalmente, concluyendo con un "adiós, nos vemos próximamente". ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué ha regresado? Solo sabía que mi corazón aún no estaba preparado, de volver a verlo y enfrentar lo que abruptamente había terminado, o tal vez ya era hora de poner fin al pasado.

Llegué temprano y nuestro encuentro fue en la plaza, ya no sabía si ese lugar era de alegría o por mucho una amenaza, pues es ahí donde inició algo hermoso, quizás una esperanza, pero es también aquel lugar donde he hecho perder la confianza, o tal vez mi egoísmo estaba cobrando su venganza.

No había cambiado, ni él ni yo, éramos los mismos de antaño. El prado en sus ojos seguía intenso como siempre, aquellos que me robaban el aliento constantemente, o cuando más de una vez su cercanía rozaba mi locura, y que con un solo roce terminaba perdiendo la cordura. Pero en ese encuentro me di cuenta de que todo era diferente y aunque eventualmente nuestra historia apreciaría, hace mucho que ya me encontraba en la página siguiente; pues si bien mi expareja fue una persona que causó alegría, Él había superado esa historia, aquel recuerdo con creces. "Encontraste a alguien más ¿verdad?", su pregunta. "Quizás", mi ambigüedad ejemplar como respuesta.

"No temas, es solo experiencia, que te hace tener más fuerza, para alcanzar la felicidad que deseas" mi subconsciente. Una frase nueva, un grito a la vida, un anhelo impuesto, un querer: yo puedo; sin embargo, todo tiene un pero. En un encuentro nuevo, me vi con su amigo, que estaba de compras para un festejo, no lo sabía, y me habló al respecto. Él próximamente se iría, una oferta laboral, ¿una vez más la historia se repetiría? De una distancia sin piedad.

Desde esa noticia mi corazón estaba angustiado, buscando explicaciones a lo que sentía, aunque lo tenía más que claro, pero entre mis emociones no había sintonía. A Él lo quiero, lo sabía, pero seguía pensando en el concepto amigo. Pero entonces, ¿por qué desearía? Repetir con Él esos encuentros, donde sus ojos me robaron más que el aliento, donde su cercanía fue querer más que eso, donde mi cordura y locura fueron una sola, cuando nos unimos en ese beso. Sinceramente, ¿qué sucede conmigo?

Era su último día, así que lo esperé donde siempre; era un hábito, lo sabía, y anhelaba que Él se hiciera presente, sería tan solo una despedida, pero mis ojos ya no mienten. "Es solo un amigo", me decía, a la realidad tenía que hacerle frente. «No, no puedo», y ya con Él, tristemente.

Ya no quería cometer la misma equivocación, tenía que seguir adelante; lo invité a sentarse a mi lado, aceptó al instante, un saludo normal más un silencio inquietante. Le entregué un regalo, un chocolate, y con un abrazo natural terminó esa tarde. Prometí contactarme y me alejé deseándole un: "¡Buen viaje!"

Y ahora ¿qué es mejor? ¡Una nueva mentira! ¿Un nuevo amor? Es lo que mi mente y corazón discutían, con un verano que inició ese día.


Solsticio, cuando el Planeta se inclina a su estrella con acierto,

mientras yo, a mi corazón, le sigo mintiendo.

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