IX • Idealizado verano ~ ♂
En una oportunidad, en un sueño la comencé a buscar, pero no la encontraba. Miraba atento a mi alrededor, hasta que por fin la localizaba, detenía el tiempo con fervor, pero Ella de mi lado se alejaba. Era tan vívido, tan real, que solo dolor en mí causaba. Recuerdo que esa vez desperté desesperado, sufriendo por dentro, pues a pesar de la distancia, la seguía queriendo; siempre deseando, que la alcancen mis sentimientos, que como amigo, ya no me siguiera viendo, pero esa pesadilla me aterrizaba de mi sueño.
Pasaron los días, y esas semanas, con un pensamiento que ardía, cada vez que se contactaba, lo que había prometido sí sucedía, pues Ella sin falta conmigo hablaba. Era feliz, me emocionaba; sin embargo, ya no quería, que aquellas emociones se desbordaran.
Los dos meses acabaron rápidamente, por fin estaba de vuelta, y en vacaciones prontamente. Arreglé mis cosas enseguida, y viajé a mi destino de siempre, aquella cabaña de infancia, de recuerdos inocentes, donde el amor ¿qué era eso? Sí, un sentimiento ausente. Pero ese verano cambiaría las cosas, pues conmigo Ella estaría presente.
En un descuido la invité, mientras aún seguía lejos, en esas conversaciones casuales, donde aceptó encantada sin complejos. Era tiempo de relajarse, sus clases ya habían terminado, un gran año de su parte, pero al igual que yo, necesitaba, deseaba despejarse. "No me enamoraré, no me enamoraré", era lo que repetía una y otra vez, al esperar ese día, donde nuevamente estaríamos juntos, sí, por fin en su compañía.
La esperé en una jornada de calor, no obstante, era agradable, pues después de tanto tiempo, por fin podría apreciarle; volver a mirar su rostro, un momento entrañable, de tenerla junto de mí, por más de una tarde.
Mi corazón saltó de emoción, cuando por fin mis ojos la alcanzaron, y un nerviosismo se apoderó de mí, y ya estaba abrumado, pues todo lo que me obligué a repetir, había sido en vano, y es que simplemente lo tenía que admitir: de Ella yo, estaba enamorado.
Y nuevamente frente a mí, Ella por fin estaba, hermosa como siempre, cautivándome como si nada, embobándome con su olor, ¡cuánto me exaltaba!, llenando mi mundo de color... Ella sencillamente me maravillaba.
Esa noche solo los dos, recorrimos la playa, la arena bajo nuestros pies, y esa luna que iluminaba. Conversamos hasta largas horas, todo era divertido, anécdotas, penas y alegrías, incluso nuestras travesuras de niños. Nos sentamos a descansar, a la orilla del lago, nada nos interrumpió en aquel lugar, sino fuera por su mano, pues se acercó sin dudar, y me tiró hacia abajo, para apreciar el hermoso cielo estelar, pero yo solo la quedé mirando.
"No me ilusionaré, no me ilusionaré", en ese instante me repetía, pero Ella giró su rostro, vaya sincronía. Nos miramos en silencio, una gran agonía, hasta que mi mano se acercó a Ella, e inicié una caricia. Ella cerró sus ojos, y me dio una sonrisa, acercó su cuerpo al mío, con una sutil risa. «¿Cómo podía estar así? ¿Acaso no lo sabía? Si esto seguía así, ya no me controlaría».
"¿No has bebido alcohol?", una estúpida pregunta, Ella solo rio con aún más fuerza. "Esto es mi decisión" me dijo luego de calmarse; "ya no quiero pensar que es un error, o por lo menos, no esta noche". No lo podía creer, después de todo este tiempo, que Ella estuviera diciendo precisamente eso, acaso ¿era nuevamente un sueño? Donde despierto y Ella ¿se desvanece de nuevo?
Ya no dudé... y tan solo me acerqué más a Ella. Con mi mano recorrí su rostro, sus ojos, su nariz, y también su mejilla. Rocé por fin sus labios, mi corazón empezó a agitarse, me estaba perdiendo en su mirada, y Ella también comenzó a aproximarse. Nuevamente, solo unos centímetros era lo que nos distanciaba. Respiraba su piel, su aroma, ¡lo disfrutaba!, había pasado tan solo unos pocos segundos, pero ya no lo soportaba, y finalmente inmerso en sus labios, me encontraba. Un nuevo beso, uno muy distinto, uno cálido, esperado, un beso... no solo por instinto.
¿Un amor de verano? Sí, podría decirse, pues tan solo estuvimos juntos unos cuantos días, y lo confieso, fuimos muy felices, pero había llegado la hora de despedirse, el verano ya acababa y Ella de mi lado tenía que irse. Yo próximamente a mi trabajo también volvería, y nuevamente iniciaría la rutina. Esa tarde nos dijimos adiós, mas sin pensar una promesa entre nosotros surgió... que nos volveríamos a ver; que volveríamos hablar... y en nuestros ojos un quizás, lo que sucedió ¿podría continuar?
Desde ese día en verano, no solo en la arena quedaron huellas,
desde ese día, has dejado en mí estelas.
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