IV • Confuso equinoccio ~ ♀
Tengo la costumbre de habituarme rápidamente a los ambientes. Si debo reír lo hago, aunque no lo encuentre divertido; si debo escuchar lo hago, aunque no tenga interés; si debo querer, quiero, pero pongo límites en ese proceder; si no veo a alguien no lo extraño, y simplemente lo dejo de atender.
Luego de aquel beso terminó aquella fiesta y entre todos nos despedimos. Con Él sucedió lo mismo, un simple adiós a la salida y desde entonces mis acciones con Él incluyeron lejanía. No lo deseaba, pero era lo correcto, no podía dejar que mis sentimientos se vieran envueltos, en una emoción que se creó solo por ese momento.
"[...] desearía poder conversar", fue un mensaje de su parte. ¿Inesperado? En absoluto, era parte de mi rutina después de todo, fragmentos de nuestra amistad se forjaron con esas frases, y que con el paso de los días no eran necesarios; ya no estaba en condiciones de responder aquello que para Él sí era importante.
Unas cuantas semanas acontecieron y yo seguía en mi rutina, de estudiar como siempre y los fines de semana salir con mis amigas, de conocer a otra persona y dejarme llevar por la adrenalina, sí, nuevamente a mis labios llegaron de otro un beso, junto a emociones que me sacaban de mi raciocinio por el momento.
Pero debo confesar que mi sensación al besar a otro no fue la misma, no como esa impresión de ser protegida; de cuando Él tiernamente sujetó mi rostro con sus manos, cuando nada a nuestro alrededor nos causaba daño, acercando su rostro para besarme cariñosamente, cautivándome con su mirada delicadamente... Pero, ¿en qué rayos estaba pensando? Sin embargo, no quería comprender lo que me estaba pasando.
¿De verdad estás bien?, preguntaban mis amigas, aunque yo tenía también la misma duda, pues en casa y en mis estudios todo estaba normal, es solo que en las noches no paraba de pensar, que esa amistad tan bonita que me había dado alas de libertad, podría llegar a ser aquellos que todos quieren encontrar; aquello a lo que siempre he temido de hallar. Y es por eso que a estos sentimientos tenía que darle un final. No obstante, ¿qué pensará Él después de todo? Así que un nuevo mensaje me atreví a mandar.
A las seis de la tarde sería nuestro encuentro, en aquella plaza donde nos volvimos a reencontrar. Me dirigí a ella sin mayor impedimento, pero mi corazón no dejaba de saltar, así que para relajarme me senté en la banca de siempre por un momento, esperando que mis nervios pudieran parar; después de todo no nos veíamos en mucho tiempo, y la verdad es que lo extrañaba, deseaba con Él volver a hablar.
A lo lejos lo vi caminando como siempre, desde su trabajo, pues venía de dirección poniente, y mientras se acercaba pude notar a su alrededor cómo el tiempo había cambiado, no me había dado cuenta de que pronto estaba el cambio de estación. Volví a mirarlo y sinceramente no me había percatado, cómo Él con su presencia me llenaba de emoción.
Luego de un tímido saludo se sentó a mi lado, era increíble el tiempo que había pasado. Comenzamos a hablar de trivialidades y de otros asuntos, hasta que sorpresivamente me dijo que me había extrañado, y con ello se quebró mi corazón, ya que fui yo la que provocó esa sensación, la que se alejó y sus mensajes no respondió.
No quise entrar en mayores detalles y solo bajé mi mirada, le dije que estuve muy ocupada, que si por favor me disculpara, de no haber respondido como es debido, que también lo había extrañado y... de olvidar si es posible lo sucedido. Aquella noche, ese beso que no debió haber ocurrido, que fue un error, culpé al alcohol, y que si podíamos volver a como éramos antes. Con una sonrisa le pedí seguir siendo amigos como en ese instante. Él accedió y eso extrañamente me dolió.
Nuevamente, el paso del tiempo hizo lo suyo, pues era hora de despedirnos. Él sin mayor complicación se acercó a mi rostro, sus ojos chocolate de la nada se aproximaron, y con un beso en mi mejilla selló esa tarde. Aquel nuevo reencuentro que finalizó todo, o eso es lo que creí, porque realmente sentí, el calor en mis pómulos.
Desde ese día reiteradamente nos encontramos, en aquella plaza como los viejos tiempos. Pero aunque actuaba normal como es debido, cada vez que estábamos juntos mis emociones jugaban conmigo; pues a pesar de que había decidido que más allá de una amistad no estaba permitido, parte de mi barrera se estaba demoliendo, y es que sus acciones, de a poco a mi corazón estaba consiguiendo.
Equinoccio, aquel momento del año en igualdad de tiempo,
donde mi existencia se contrapone a lo que siento.
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