Capitulo 11

Ya en el castillo, Mavis tomó un baño para poder limpiar la sangre de su cuerpo, no sin antes de tomar un vaso de plata y enviar a su padre de regreso al bosque para poder llenar el vaso, claro, explicándole todo desde un inicio y porque debía de hacerlo, de lo contrario, todo sería en vano. Él, aún tenía muchas preguntas, sin embargo, prefirió no hacerlo para no presionar a su hija y fue directo en busca del cuerpo.

Ella por otra parte, se dirigió hacia la habitación de su hijo, donde ya la esperaban su esposo y Érika.

-Mamá- Dijo Dennis, quien tan pronto vio a su madre, extendió sus brazos para darle a entender que quería abrazarla. Ella ni siquiera dudó para hacerlo.

-Aquí estoy, Mami está aquí- abrazó aún más a su hijo y una tormenta se formó en su pecho, pues muy dentro de ella, sabía que era mentira.

-Érika, ¿Puedes dejarme a solas con Jonnathan? - Le preguntó con un tono amargo, quien, al verla, asintió con la cabeza y salió por la puerta.

- ¿Qué sucede? - preguntó su esposo una vez que Érika se había ido.

Ella solo soltó un suspiro y posó su mano en el hombro de Jonnathan, lo miró a los ojos y recordó el clic que hicieron, el primero y el último.

-Mamá estará afuera por un tiempo- miró a Dennis. - Y necesito que cuides de mi padre y de Dennis, sólo será por unas semanas-. Miró a Jonnathan.

-Cariño ¿Todo está bien? - pregunto Jonnathan desconcentrado, con un nudo en garganta y casi a borde de la desesperación.

Mavis sabia bien que no podía permitirse derrumbarse, pero también sabía que no podía ocultarlo de su marido. Y es que en serio lo amaba, de tal modo que moriría solo para que él estuviera bien. Porque si bien los vampiros eran inmortales, estos no eran exentos de la muerte. Pero solo por su bien, solo esta vez, lo guardaría como su pequeño secreto, para que, de tal modo, esté no se viera involucrado en lo que haría. Pues esas semanas las utilizaría para seguir cazando y conseguir más sangre humana, y lo que menos quería era que su amado, su familia, sufriera las consecuencias por su culpa.

-Todo esta bien- Y para su suerte o desgracia, su esposo le creyó.

La situación no era fácil y en definitiva tampoco era para su padre, quien, en su desesperación de alejar sus sentimientos hacia Jonnathan, escribió cartas sobre él para posteriormente quemarlas. Y repitiendo este proceso, haciendo lo mismo una tras otra.

Hubo una en específico que no pudo quemar.

Tu sonrisa es una calidez y una tortura a la vez

Y sin saber qué hacer con este amor, me lo trago en un sabor amargo

Escondiéndome en que dirá la gente

Y soy tan cobarde, que finjo que no sucede nada

Y no hay tristeza, solo un hueco en mi pecho.

Un ardor que va y viene y no me permite llorar.

Todo lo que veo a través de mis ojos es tu belleza

Todo se opaca cuando te escucho hablar

Y a pesar que no eres mío, estoy feliz que estes bien

Aunque ese bien, me esta matando poco a poco

Atte.: Conde Drácula

Y pobre de Drácula, quien al momento de irse para recoger la sangre en el vaso de plata olvido la última carta que había escrito.

- ¿Puedo pasar? - Pregunto Mavis tocando la puerta del su padre. Nadie responde. Pero la puerta se encuentra abierta. Ella duda por instante si entrar o no hacerlo. Y por un momento se da la vuelta en su propio eje para irse, pero se detiene, la curiosidad pudo más que su fuerza de voluntad.

Y entra por la puerta, solo para comprobar que en definitiva no había nadie. Y a los lejos, visualiza un sobre arriba de un muro. Ella sabe que está mal tomar cosas que no son suyas, pero no puede evitarlo, no es propio de su padre escribir, por lo que asume que la carta es de alguien más. ¿Pero de quién?

Mavis sabe que no debería espiar objetos que no son suyos, pero lo hace y decide ver el sobre. Solo para darse cuenta que es una carta, una carta de amor. Al principio no entiende porque su padre escribió una carta de un amor no correspondido, cuando se supone que se encuentra casado con Erika. Pero no hay que ser listos para darse cuenta que se trata de un amor prohibido y es ahí que se da cuenta que su padre esta enamorado de alguien más. No sabe como explicarlo, porque a pesar de no saber de quien se trata esa persona, su pecho le empieza a doler y su corazón se retuerce. Sabe perfectamente que se trata de un mal presagio y por un instante solo quiere arrojar la carta en la chimenea y quemarla. Pero no lo hace, solo devuelve la carta en su lugar, esperando y rezando para que la persona quien va dirigida esa carta no sea quien piensa.

Y si bien, quiere quedarse para averiguar si sus pensamientos son acertados, decide que lo mejor es irse. Y le duele dejar a su familia, pero por su bien de su hijo, sabe perfectamente que no puede quedarse.


Sale de la habitación y va directo a ver a su padre.

- ¿Mavis? -pregunta el conde Drácula a percatarse que su pequeña andaba en las nubes. Desde hace cinco minutos que lo había llamado y aun no le decía nada, tan solo se quedo muda. Ella no hallaba las palabras correctas para decirle a su padre. Pero entonces se dio cuenta, en sus ojos había cierto brillo, uno que solo existe cuando estas enamorado. Y para ella de cierto modo le dio algo de tristeza. Su padre a darse cuenta que no respondía, toma su mano derecha y decide que es hora de enseñarle un secreto de la familia-

Ambos se dirigen hacia una de las tantas habitaciones del hotel. Atravesando varias paredes y puertas, una tras otra, cada una más estrecha que la anterior, casi oculta. Para este Mavis finalmente sale de su transe, pero ya es demasiado tarde para protestar. No es hasta que entran a una puerta roja y algo pequeña, pero es lo suficiente grande para caber un murciélago. Entonces, Mavis entiende, se tiene que transformar en un murciélago. Y antes que lo haga, su padre ya se había convertido en murciélago y se encontraba adentro de la habitación.

- ¿Qué estamos haciendo aquí adentro, papá? -. Pregunta su hija una vez adentro. Notando que la habitación es más grande de lo que aparenta, de hecho, es tan alta como una torre y tan ancha para cabe por lo menos cien personas.

-Quiero mostrarte algo mi pequeña calabacita- y moviendo una gran cortina, ya algo polvorienta y desgastada por el tiempo, justo en medio de la sala, expone un gran traje de color negro, con detalles dorados y rojizos. Muy elegante para su gusto, pero es tan hermoso y brillante que no puede apartar la mirada de el.

-Por siglos nuestros ancestros han usado este traje como una señal de riqueza y poder. Se usaba cuando los vampiros aun cazaban a los humanos y el mundo nos tenían miedo. - Prosiguió su padre- No puedo hacerte cambiar de opinión ni tampoco puedo estar ahí cuando vuelva a suceder, pero si existe una manera para protegerte siempre, aun cuando no esté ahí, es con este traje. Ahora te pertenece-. Y es que, aun con mucho miedo y temor, él quería lo mejor para su hija y la daría su vida sin dudar. Y solo por esta vez, decide abrazarla y consentirla como cuando solía ser una niña y Mavis no hace una queja cuando la avienta por los aires, ni siquiera por esos apodos tan caramelosos con los que suele llamarle. Porque sabe que esta será la ultima vez en un largo tiempo de periodo. O al menos, hasta que regrese de su cacería.

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