Boda 27
Me levanté de la silla mientras miraba en mi mano el anillo que me había dado mi futuro esposo.
A pesar de haber visto ya muchos anillos, para ser exacta 26 esté era mi favorito.
Y no por qué está vez amara a mi esposo, si no porqué al fin me liberaría de este trabajo.
No piensen que me estoy quejando de ello, ya que gracias a el tengo todo lo que siempre soñé, una buena casa, un auto y una pequeña empresa dedicada a organizar bodas.
Pero a pesar de tenerlo todo estaba cansada, de los matrimonios y de los divorcios.
Estaba cansada de tener que fingir siempre una sonrisa ante todos.
Así que el número 27 sería mi último cliente.
¿De qué trata mi trabajo?
Soy una esposa por contrato.
Mi deber es ayudar a las personas a salir de un problema y cuando digo problema me refiero a cuando se están viendo forzados a casarse.
El contrato dura de 3 a 4 meses y se deben respetar ciertas normas:
1. No debe haber contacto físico.
2. El contrato incluye la ceremonia de bodas y deben claramente contratar mi empresa para ello.
3. Una vez cumplido con el acuerdo jamás deberá volverme a buscar.
4. Jamás nos veremos en mi casa.
5. Mi identidad siempre será desconocida.
Dichas reglas han ayudado a que mi negocio no fracase.
Suspire pesado mientras me veía en el espejo.
—Te ves hermosa. —me dijo la madre de Leo.
Y yo sonreí. El vestido que llevaba era uno corte princesa, no me desagrada, pero tampoco era mi modelo favorito, sin embargo para mí futura suegra era algo importante, así que no quise discutir, ya que al final de cuentas me iban a pagar por usarlo.
Leo era el hijo de un gran empresario que se dedicaba a la distribución de vinos.
A Leo no le gustaba la idea del matrimonio, prefería la fiesta más que el compromiso.
Así que mediante uno de mis clientes obtuvo mi contacto. Armamos una cita y preparamos un contrato.
El chiste era que su familia viera que había sentado cabeza, que dejarán de presentarle a chicas y dejarán de presionarlo con la boda.
Pero las cosas se salieron de control cuando su mamá al conocerme comenzó a organizar la boda y esos 4 meses de contrato se expandieron a medio año, lo peor fue el contrato prenupcial, que establecía que para heredar la fortuna de su abuelo debía estar casado mínimo cinco meses es por eso que nuestro contrato tuvo que extenderse a ese tiempo.
Lo único que me mantenía tranquila es que Leo sería mi último cliente es por eso que había aceptado finalmente.
—¿Estás lista?—dijo Rebeca mientras entraba al salón.
Rebecca era mi socia en el negocio de las bodas, bueno era más que una simple socia ella era como mi hermana.
Asentí y me coloco bien el velo.
— Ojalá y de verdad este sea el último cliente. No odio tu trabajo, pero si te quiero ver feliz, me gustaría que al final una de esas bodas sea cierta. —sonreí y negué con la cabeza.
—Jamás me casaré nuevamente. Lo sabes. —dije y suspiro pesado haciendo aún lado el tema para poder terminar de arreglarme.
Al entrar por el pasillo pude notar que había mucha gente, todos conocidos de Leo ya que yo no tenía familia.
Los presentes se habían levantado.
Mientras avanzaba por el pasillo sonaba una canción cursi que jamás había escuchado. Desde donde estaba podía notar lo nervioso que se encontraba Leo cosa que me hacía gracia.
Al llegar al final del pasillo él cura nos volteó a ver y sonrió. Leo se puso junto a mi y me tomó de la mano.
El sacerdote que nos casó comenzó a decir muchas cosas, aunque no le prestaba mucha atención ya que el vestido me picaba un poco y entonces llegó a la parte importante.
—Señor Leo Coleman ¿acepta como esposa a la señorita Alexis Fernández para amarla y respetarla hasta que la muerte los separe? —finalizó y Leo volteó a verme con una amplia sonrisa.
—Acepto.—la gente que estaba a nuestro alrededor suspiraba y susurraban cosas como "hacen una bonita pareja".
—Señorita Alexis Fernández acepta usted al señor Leo Coleman para amarlo y respetarlo todos los días de su vida hasta que la muerte los separe. —sonreí y asentí.
—Acepto. —dije y se escucharon más murmullos.
—Por el poder que me otorga la iglesia católica los declaro marido y mujer puede besar a la novia. —Leo me tomó de la cintura y antes de unir nuestros labios en un beso corto susurro a mí odio lo siento.
Los invitados estallaron en aplausos y gritos.
La boda había sido bastante divertida, el banquete delicioso, me encantaba ver cómo Rebecca se superaba cada día en organizar las bodas.
Sonreí mientras miraba por la ventana del auto.
Después de manejar un tiempo Leo se detuvo casi a las afueras de Madrid.
Era una zona bastante exclusiva en donde para entrar debías registrarte y tener una especie de código.
Era la zona residencial más rara que había visto.
—Señora Coleman.— dijo el chófer sacándome de mis pensamientos y salí del auto.
La casa era gigante. Bastante hermosa, pero daba una pinta medio tenebrosa.
Después de mi Leo bajo y agradeció a su chófer
—Nuevamente me disculpo por obligarte a vivir conmigo. Pero mi madre es muy inteligente y si descubre que es una farsa.
Sufriremos los dos. —al escucharlo asentí con la cabeza.
—Descuida, solo será un tiempo. —caminamos a la entrada y al abrir la puerta había 9 personas paradas frente a nosotros todos hicieron una reverencia.
Ella es la señora Bertha es el ama de llaves. Cualquier cosa con gusto se lo puedes pedir.
—Un placer servirle a mi señora. -dijo y camino aún lado de la fila.
—Él es Fernando el chef. Deberás darle una lista con las cosas que eres alérgica para que tenga cuidado a la hora de cocinar.
—Lo más pronto que pueda mi señora. — al escucharlo me asentí y le sonreí.
-No tengo alergias, al menos no a las comidas, así que no hay problema. —él chef sonrió y asintió con la cabeza.
—Y ellas son Daniela, Karen y Eliza son las mucamas. Las tres chicas asintieron con la cabeza, pero la última solo me miraba de arriba a abajo.
—Y él es Agustín. El jardinero.
Por ahora eso es todo lo que necesitas saber.
¿O tienes alguna duda cariño? —dijo y negué con la cabeza.
—Espero que tengamos una buena convivencia. —fue lo único que logré decir ya que era muy mala para hablar en público y todos menos Eliza sonrieron.
Después de eso me enseñó el resto de la casa, desde la cocina hasta el despacho. También me ofreció una habitación para convertirla en mi oficina personal, lo cuál agradecí mucho.
—Y llegamos al área de las recámaras. —dijo al abrir la habitación principal.
—¿Dormiremos juntos?—dije y él asintió. mientras entrábamos a la recámara.
La habitación era gigante. Pero solo tenía una cama.
—El contrato dice. —antes de que terminara respondió.
—Lo sé. —dijo mientras caminaba a la pared que estaba en medio de la habitación. Al llegar quitó un cuadro y tocó un botón al hacerlo la pared se abrió justo por la mitad mostrando una habitación secreta.
—Está será tu habitación solamente Bertha sabe de su existencia.
Así que no hay de qué no debes preocuparte. —suspire al escucharlo y asentí.
—De acuerdo. —dije y él caminó dentro de la habitación. Era igual de grande y bonita que la de él. Me gustaba bastante.
—Cualquier cosa que necesites no dudes en decirme, quiero que te sientas cómoda el tiempo que estarás conmigo.
—¡Gracias! —dije y salió de mi habitación.
Camino a un buró que estaba junto a la cama y sacó un sobre blanco.
Regreso a la habitación y me lo dio.
—Es una tarjeta de crédito no tiene límite y está a tu nombre, es para lo que llegues a necesitar. —negué con la cabeza, pero él insistió.
—No se vería bien que mi esposa pagará sus cosas siendo yo el CEO de la empresa de mi padre. Podemos hacer un recuento al mes y dividir los gatos si deseas. —suspire y asentí.
—De acuerdo. —dije finalmente y salió de mi habitación.
—Junto a la mesita de junto hay un botón para cerrar la puerta.
Gracias por salvarme. —dicho eso dio la vuelta y Suspire pesado.
Leo era una persona increíble y sabía que haría lo posible para que esto resultará.
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