Capítulo 73

Solo Duncan y Winston se mantuvieron en el recorrido. Rudolf, Archie y ella permanecieron en espera del informe de ellos. Se mantuvieron quietos y volvieron al palacio donde esperaron sentados.

Archie se paseaba de un lado a otro y Rudolf tamborileaba los dedos sobre el sofá. Yekaterina solo permanecía sentada a un lado de ellos.

Al bajar el médico se pusieron de pie y escucharon lo que tuviera que decir.

—Ella estará bien —dijo el galeno—. No se preocupen, solo deberá descansar. Por ahora está dormida y no despertará en un buen rato. Le iba a dejar una receta con los medicamentos que necesita pero el joven me dijo que se las dejara a ustedes.

—¿Mehmet? —preguntó Rudolf.

—Sí, el mismo —dijo el doctor—. Parece que se quedará en la habitación con ella y prefiere que ustedes envíen por los medicamentos.

—Magnífico —dijo Rudolf y pronto tomó al doctor para llevarlo a la salida mientras escuchaba atento cada una de sus indicaciones—. No necesitamos decirle que esto no tiene por qué saberlo mi tío, ¿para qué preocuparlo? Sé que podemos confiar en su discreción.

—Puede estar seguro de que así será —declaró el médico.

Rudolf agradeció y lo llevó a la salida. Al volver miró a Archie, quien se miraba las uñas con indiferencia.

—No tardes con esa receta —dijo el menor de los Rockefeller al ver a su hermano—. El marqués se puede enfadar o Dios no lo quiera se nos tuerce del coraje por la ineficiencia.

Rudolf sonrió y se acercó a su hermano y a Yekaterina. Ella seguía inquieta, en espera de que Duncan volviera.

—Te dije que al señor marqués le gustaba la señorita Marcoise —dijo Archie—, pero nadie me toma en serio.

—Pero él dice que no —dijo Rudolf—. Es inocente hasta que se pruebe lo contrario.

Un resoplido fue lo que salió de la boca de Yekaterina, quien al final no soportó más y luego de tanta espera decidió ir a la habitación de Kathleen para ver cómo estaba. Habían pasado varias horas y Duncan no volvía, así que decidió ocuparse e ir por su amiga.

—Iré a ver a Kathleen —dijo Yekaterina—. Tal vez necesite algo.

Los hermanos de Duncan asintieron y ella subió las escaleras hacia la habitación de la chica. Abrió la puerta y se encontró con Mehmet sosteniendo la mano de Kathleen y completamente dormido con la cabeza a un lado.

Se acercó sigilosa y colocó su mano sobre el hombro de Mehmet, sobresaltándolo.

De inmediato soltó la mano de la rubia y se giró a ver a Yekaterina.

—Ve a dormir, yo me quedaré un rato con ella —dijo la rubia.

—No, me quedaré aquí —dijo Mehmet—. Voy a estar cuando despierte, ve a dormir. Yo estaré bien, no te preocupes. Solo ve con Duncan, debe estar loco por verte.

Yekaterina no quiso insistir a sabiendas de que no lo haría cambiar de opinión, así que solo asintió y se fue a la parte baja de la casa donde se encontró a los hermanos hablando. Les informó que ella estaba dormida y que Mehmet insistía en quedarse ahí con ella y pronto el rey se incorporó a la reunión.

Se acercó a Yekaterina y tomó su mano.

—¿Estás bien? —preguntó Duncan y ella asintió con una media sonrisa—. ¿Cómo está Kath?

—Dormida —dijo Yekaterina—. El médico dice que estará bien y Mehmet está con ella, se niega a moverse de la habitación, tal vez deba llevarle un cobertor o algo para que esté un poco más cómodo.

—Me aseguraré de eso —dijo Duncan.

—¿Qué fue lo que dijeron del túnel? —inquirió la joven rusa.

—Neil tenia tantas cosas ahí: pastillas, un cuchillo con sangre que analizarán para saber a quién pertenece, aunque suponen que debió cometer algunos crímenes para obtener posición. Todo eso solo son suposiciones, nada que sea una confirmación —respondió Duncan—. Es todo tan confuso.

—No puedo creerlo —dijo Rudolf—. Ese hombre no tiene límites.

—¿Fue llevado a un hospital? —preguntó Winston.

—Deberían dejarlo morir —dijo Archie—. Personas como esas, solo son un estorbo.

—Fue llevado a un hospital supongo —dijo Duncan—. Dijeron que apenas escapó notificaron al consejero. Por lo pronto apenas terminen las investigaciones se cerrará ese túnel. Debió ser construido de fuera y el personal que desinstaló las cámaras, tal como lo pidió Sabrina, fueron quienes ayudaron en eso. Por eso ella pidió hacer todo como lo hizo.

—Estaba loca —dijo Archie—. En fin, parece que ya se acabó todo. Solo espero que Kathleen se recupere pronto, se case con Mehmet y tengan muchos críos.

—Creo que lo mejor será ir a descansar —dijo Duncan con una media sonrisa—. Espero que mañana sea un mejor día para todos.

Todos asintieron y solo entonces, Duncan fue por un cobertor y se acercó a la habitación de Kathleen. Tocó pero no hubo respuesta, así que entró al cuarto. Sonrió al ver a Mehmet en la cama completamente dormido y arremolinado en una esquina. Se acercó y le colocó el cobertor encima.

Dejó un beso en la frente de Kathleen y miró por las ventanas donde el alba empezaba a despuntar.

—Gracias —musitó a sabiendas de que había sido herida por salvar a Yekaterina—. Esto no debió pasar. Lo lamento, te debo mi vida.

Salió de ahí y fue a su habitación donde se sentó junto a la rubia.

—Me apena ver así a mi prima —declaró el rey—, aunque me alegra que esté bien.

—Es una buena chica —dijo Yekaterina—. Siento tanto que ahora esté herida y más aún, en problemas con su familia.

—Todo se aclarará —dijo Duncan—, o eso espero. Ahora vamos a tratar de dormir, ha sido una noche larga.

*****

La mañana llegó con mucha mayor rapidez pero nadie despertó hasta pasado mediodía. Se reunieron en el comedor e incluso Kathleen, quien bajó en brazos de Mehmet.

—Deberías estar acostada —dijo Winston—. Si quieres subimos a tu habitación a comer todos.

—No, estoy muy bien aquí —dijo ella—. Solo es una cosita de nada, no empiecen que ya suficiente discutí con esta cosa para poder bajar. —Señaló a Mehmet—. No quiero tener otra pelea.

—Me alegra que estés bien —dijo Duncan—. No tengo cómo pagarte lo que hiciste, eres realmente muy buena y voy a deberte esto toda la vida.

—Gracias por lo que hiciste aunque no debiste —dijo Yekaterina—. No me habría perdonado que algo te pasara.

La joven sonrió y negó.

—Solo haz que valga la pena —respondió la rubia—. Quiero ver, al fin, un niño en esta casa. Ya que ninguno se anima. Ni siquiera Winston, ¿cómo se llama tu novia?

El príncipe comenzó a toser y Rudolf le palmeó la espalda.

—No sé de lo que hablas —replicó Winston.

—Mmm, no esperaba menos de ti —dijo la joven—, pero espero no te arrepientas nunca. En fin, tengo una noticia que darles. Ya sé cómo resolver el asunto de mi padre.

Aquello atrajo la atención de todos, quienes se giraron a verla.

—Me da miedo preguntar qué es lo que harás —dijo Duncan—. Por favor, solo no empeores las cosas, no quiero que mi tío venga de nuevo y haga un escándalo, ya... solo quiero un poco de paz.

—No te preocupes, me di a la tarea ayer de solucionar esto de la mejor manera, pensaba decírtelo pero con todo lo que pasó ya no pude —declaró la chica—. Mi padre quiere que yo sea una reina y voy a serlo. Me he comprometido y prometo que esta vez me he comprometido de verdad, voy a casarme con el príncipe de Balemont.

—¿¡Connor Humphries!? —preguntó Archie—. Estamos hablando del mismo príncipe de Balemont.

—Por supuesto, ¿cuál otro? —dijo Kathleen—. De hecho para mantener la paz, he dicho a mi padre que Duncan ha cerrado el compromiso y es todo obra suya. Connor está viajando para pedir oficialmente mi mano.

—Connor es... gay —dijo Rudolf—. Estoy casi seguro de ello.

—Hombre, claro que lo es, no hay que ser muy listo para darse cuenta —replicó Kathleen—. Es por eso que este matrimonio es perfecto. Por fin encuentro un hombre que no espera nada de mí. Se casará conmigo, sus padres le dejarán en paz, yo le dejaré tener amantes a diestra y siniestra y cuando pidan un heredero, está dispuesto a aceptar cualquier hijo que yo tenga con quien yo quiera. Es el esposo perfecto. Ya hemos hablado de ello y estamos claros en que es lo mejor. Él tendrá feliz a su reino y yo a mi padre. Ya saben, hay que encontrar al esposo ideal, me di a la tarea de eso, me enorgullezco de mí misma.

—¡Kathleen, estás loca! —dijo Winston—. ¿Cómo vas a casarte con ese hombre?

—Mi familia no dejará de presionar hasta que lo consigan, prefiero elegirlo yo a que ellos lo hagan —dijo la joven.

Duncan miró al turco quien permanecía mirando su plato de comida y en completo silencio.

—Enhorabuena entonces —dijo el turco—. Ojalá te lleve muy lejos.

—Lo hará, querido —dijo la joven—. No te preocupes, te enviaré postales, quizás así puedas conocer Balemont.

Mehmet se giró a verla y la miró con una expresión indescifrable.

—Te aseguro que no necesito tu invitación para ir a Balemont —dijo Mehmet—, aunque es un país tan pequeño y tan insignificante que ser su reina es igual de poderoso que ser la reina del baile de graduación.

—Lo mismo que ser un marqués por lástima —dijo ella—. Estamos en la misma situación, solo hay una diferencia y es que al menos yo, soy legítima y con un linaje puro, algo de lo que tú no puedes presumir, querido.

Mehmet iba a responder pero Duncan levantó la mano para frenarlo a sabiendas de que empezarían una nueva pelea.

—¡Kathleen! —dijo con tono autoritario—. ¡Ya basta!

La joven sonrió y se puso de pie apoyándose en una mano para salir de la casa. Yekaterina fue tras ella, dejando a los hombres en la mesa y apenas la alcanzó, caminó a su lado.

—¿También vienes a decirme que me quede callada? —preguntó molesta—. Le tengo que soportar sus desplantes pero no puedo decir nada. Él empezó.

—Lo sé —dijo y sintió pena cuando la vio limpiarse las lágrimas de rabia—. Solo trata de llevar la fiesta en paz e ignóralo o esto no se va a terminar nunca. En realidad yo creo que le gustas y se enoja consigo mismo por eso.

—Mehmet vive del pasado —dijo ella—. Me tiene harta y no voy a tolerarle estupideces. No más.

—Solo dale por su lado —declaró ella—. Es todo, ahora que si también te gusta, tal vez deberías ser un poco más amable.

—No se puede ser amable con un animal salvaje —declaró furiosa—. Yo jamás voy a poner mis ojos en Mehmet y estoy cansada de que lo insinúen y quieran metérmelo por los ojos. ¡Estoy harta, verdaderamente harta de que me vean como la mocosa insensible y estúpida. Cansada de eso!

Explotó y se alejó de Yekaterina, quien solo miró su partida pero no pudo decir nada puesto que se encontró con la mirada sorprendida de Feriha.

—Parece que está molesta —dijo la joven—. Se veía más repuesta y su aspecto era mucho mejor.

—¡Feriha! —dijo emocionada—. Me alegra que hayas vuelto.

—Me siento mucho mejor —dijo la joven—. Tengo mucho que contarte, pero tal vez en otro momento, parece que la rubia está de malas.

—Es tan difícil, creo que se debe a su situación familiar, la presionan demasiado y ella trata de revelarse pero no encuentra apoyo —dijo Yekaterina—. Aunque sus primos la ayudan, lo cierto es que no se imponen.

—Lo sé —dijo Feriha—, pero lo mejor es no meterse, cada quien que haga lo que mejor le convengan.

Yekaterina volvió junto a todos los hombres, quienes se pusieron eufóricos de la emoción al darse cuenta de que Feriha había vuelto. Mehmet se acercó a ella y la abrazó tan fuerte que la joven se quejó. Sobre todo cuando vio a todos con su nuevo aspecto. El cabello le crecía y su piel lucía menos pálida.

De nuevo, la belleza de Feriha renacía y a todos les alegraba sobre manera.

—Vine porque me sentía mejor —dijo Feriha—. Estoy feliz de verlos.

—Y nosotros a ti —dijo Archie—. Aceptaría tu propuesta de matrimonio pero hay que darse a desear un poco más.

Soltó una risa e hizo que todos se contagiaran. Vio a Yekaterina acercarse a Duncan y entonces levantó su mano para mostrar su anillo.

Feriha se lanzó a abrazarla para felicitarla y entonces levantó su mano para mostrar la suya.

—¡¿Qué?! —exclamó Archie—. ¿Te comprometiste con otro?

Los abrazos no se hicieron esperar y solo entones ella pudo responder al príncipe.

—Te diste a desear mucho y la cuerda se estiró tanto hasta reventar —añadió la castaña pero nadie dijo nada tras la llegada del consejero.

Su llegada atrajo la mirada de todos los hombres y más cuando este se acercó sumiso a la familia real.

Se plantó frente a Duncan y se inclinó frente a él antes de mirar a Yekaterina tomada de la mano del rey y aunque de mala gana pensaba inclinarse pero ella levantó la mano.

—Su hipocresía me ofende —dijo Yekaterina.

—Lamento los malos entendidos —respondió el hombre tratando de acercarse pero de nuevo ella levantó la mano para frenarla.

—Le guste o no, seré la indiscutible reina próximamente y aunque soy muy buena, no soy para nada tolerante con la gente que no tiene un rango y aun así presume linajes que no posee —dijo haciendo que Duncan sonriera orgulloso—. No quiero verlo más en este lugar.

—Le aseguro que mi intención nunca fue ofenderla y que por nada del mundo pensaría que usted tiene menos valía que cualquier otra persona —declaró tratando de congraciarse con ella—. Le prometo que cualquiera que haya sido la ofensa, no permitiré que vuelva a pasar y tendrá mi lealtad como consejero

—Ya no eres el consejero —dijo Duncan silenciando al hombre—. Nunca una persona que menosprecie a mi esposa será merecedora de un puesto tan alto, amén de que tu familia deberá desalojar la casa otorgada debido a tu posición, puesto que ya no estás a cargo y a su vez enfrentarás un juicio por traición y por fomentar la rebelión. Hablaste con el ministro real más poderoso para sugerir mi destitución inmediata a sabiendas de que eso se castiga con cárcel o pena de muerte. Traicionaste a tu rey en favor de propósitos personales que no puedo dejar pasar por alto.

Hoy mismo serás llevado a las autoridades y sometido al juicio correspondiente.

—Majestad, yo creo que esto se está descontextualizando —dijo pero Duncan se dio la vuelta e hizo una seña para que Roman lo sacara de ahí y lo entregara a la justicia.

—Encárgate de que su familia esté fuera de la casa del consejero, hoy mismo —declaró Duncan...

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