Capítulo 7
La rubia de labios pequeños y gruesos, tremendos ojos azules, cabellos tan brillante como el oro y rasgos tan finos y pequeños que parecía tener menos edad de la que en realidad tenía.
Su estilizado cuerpo enfundado en un pantalón ajustado color negro y una blusa que apretaba sus senos le conferían un aspecto de mujer fatal de inmediato.
—Kathleen —dijo Duncan—. Creí que llegarías por la tarde, pero bueno, lo importante es que estás aquí.
La joven se acercó hasta él con una sonrisa y le dio un abrazo enorme que Duncan devolvió tan efusivo como siempre.
—Me da tanto gusto verte —dijo Duncan—. Estás bellísima.
La francesa miró a cada uno de ellos con una sonrisa y comenzó a repartir besos y abrazos a sus primos.
Cuando se detuvo frente al hombre que ahora lucía en la treintena y que parecía haber sido favorecido por el tiempo solo sonrió con suficiencia y le miró de arriba a abajo como si fuera cualquier cosa.
Mehmet observó a la joven frente a sí, esa misma que antes le había hecho la vida imposible y que ahora aparecía de vuelta con ese aire prepotente que siempre le indignó pero que tuvo que admitir le sentaba de maravilla.
Kathleen Marcoise había sido una jovencita de cuerpo esmirriado y demasiado flaca en el pasado, pequeña y tan conflictiva que él prefería pasar de ella.
En el fondo siempre creyó que Kathleen no lo soportaba por sus orígenes y por ser un huérfano que el entonces rey trató como un hijo más. No sabía a ciencia cierta pero lo que tenía claro era que la mujer seguía siendo despreciable, lo había sido siempre y ahora parecía serlo doblemente. La altivez que poseía la hacía insoportable a sus ojos, aunque ahora su belleza la hacía asquerosamente insoportable.
Le dio una sonrisa cínica que ella devolvió con un gesto de desagrado antes de girarse a sus primos.
Ninguno de los cuatro se perdió la reacción de Mehmet ni la de ella, sabiendo por supuesto los encontronazos que se daban. Los cuatro esperaban toda clase de insultos pero al menos parecía que ambos habían madurado y solo habían optado por firmar la paz en silencio.
—Preciosos, ya sé que son como el agua y el aceite pero quiero decirles que tengo hambre y deseo comer con tranquilidad —dijo Archie—. Mehmet como buen aceite, solo resbala y tú, preciosa, hermosa damita, como el agua que eres, solo escurre y no causes estragos.
—No somos como agua y aceite —dijo Mehmet—, más bien, somos como el mar y el cielo. Uno está muy por encima del otro.
—Es claro quién es el cielo y quién es mar —dijo Kathleen—. Nunca olvides tu lugar.
El turco sonrió con ese gesto cretino antes de verla de arriba a abajo.
—Es claro que sigues siendo la misma hueca de antes —dijo sonriente—. Ridícula. Me largo, iré a comer donde se respire aire puro y un hedor a cochinada.
Los cuatro hombres suspiraron sabiendo que no llevaban ni una hora y ya querían matarse.
Ella iba a replicar pero el escándalo afuera los silenció.
Mehmet avanzó a la puerta para ver qué era aquello junto a un Winston que le siguió mientras la puerta se abría de golpe por una mujer que al ver a Mehmet y a Winston se detuvo y desenfundó dos armas y los apuntó moviéndose de inmediato para cubrir sus flancos.
Mehmet sacó su arma de inmediato y apuntó a ella moviéndose para cubrir a
Winston.
—¡Blanchett! —dijo Kathleen acercándose a ella—. ¡Baja las armas, mujer!
La mujer la miró y Duncan detuvo a los hombres de seguridad.
La chica bajó las armas antes de ver a Kathleen.
—No vayas a matar a mi primo Winston —dijo acercándose a él para abrazarlo—. A este otro —señaló a Mehmet— , déjalo peor que coladera.
—¿Quién demonios eres tú? —dijo Winston mirando a la mujer.
—Alteza, lamento lo que pasó —dijo haciendo una inclinación.
—Es mi guardaespaldas —dijo Kathleen—. Les va a caer muy bien.
—No me dejaban pasar y bueno —dijo con un encogimiento de hombros.
Winston se quedó mirando a la mujer y después miró a Duncan.
—Estarás bajo las órdenes de Mehmet —dijo Duncan mirando a la mujer—. Reportarás todo a él.
Blanchett miró a Mehmet que le dio una sonrisa de triunfo que ella devolvió con suficiencia haciéndolo enarcar una ceja.
—No entiendo —dijo Kathleen—. ¿Por qué a él?
—Mehmet se hará cargo de tu seguridad —dijo viendo a la joven protestar.
—Me largo —dijo el turco no sin antes dirigirse a Blanchett para hablar de nuevo—. Te espero a las seis de la tarde en el gimnasio, necesito ver tus habilidades, me importa un carajo si la señorita dijo que te quedes a ver si sus callos están más blandos. A las seis en punto. Quiero que quede claro algo: nadie, absolutamente nadie tiene autoridad sobre una orden mía. La seguridad la coordino yo y punto, si la señorita quiere pasarse las reglas por alto, ahí estaremos nosotros para frustrar sus intentos, si quiere gritar la silenciaremos, si quiere hacer lo que venga en gana le damos su estate quieto. El que ordena soy yo en base a mi experiencia y si desobedeces una orden mía te largas. Soy inflexible en eso.
—Entendido —dijo Blanchett.
Mehmet salió de ahí con su andar seguro y altanero.
—Ese es nuestro matón en todo su esplendor —dijo un divertido Archie—. Me siento tan orgulloso de él.
Recibió un golpe de parte de Rudolf y después lo incentivó a caminar al comedor.
—¿Prefieres comer o prefieres instalarte? —preguntó Duncan observando la molestia de Kathleen mientras seguía mirando a la salida donde la figura de Mehmet había desaparecido.
—Iré a mi habitación si no te molesta —dijo y él asintió antes de llamar al personal que se haría cargo de instalarla.
Apenas desapareció de su vista junto a Blanchett los hermanos se miraron entre sí.
—Vayan a comer, yo tengo algo que hacer —dijo Duncan viendo como todos enarcaban una ceja—. Archie mantente alejada de la guardaespaldas.
—¿También te gustó? —preguntó Archie—. No importa, no es el tipo de mujer que me gustaría. Aborrezco una mujer que no es divertida y ella parece no serlo. De ve más varonil que yo.
Duncan no hizo ningún comentario y los dejó ahí sin más.
—El rey debe ser el alma de la fiesta —dijo Archie—. ¡Aburrido!
Duncan no se detuvo, en cambio siguió su camino mientras pensaba en quién pudo ser la mujer que había caminado en medio del jardín y que él había creído que era Yekaterina.
Tomó su celular y envió a Román que revisara las cámaras de seguridad.
Avanzó a paso seguro mientras se cuidaba de que su esposa estuviera ya en el comedor y no pudiera verlo mientras iba hacia el bungalow de Yekaterina.
Anduvo largo rato a pie hasta que finalmente vio los bungalows y sin más se dirigió hasta el que ella residía.
Tocó la puerta y de inmediato se abrió dando paso a una de las mujeres del servicio que seguramente Román se había encargado de llevar para ayudar a Yekaterina.
Se metió y sin decir una palabra fue a la habitación donde apenas abrió escuchó el grito y el sobresalto de la joven quien lucía solamente una toalla enrollada mirando la ropa sobre la cama.
—Majestad —dijo Yekaterina con una sumisión que dejaba claro que no tenía reclamos hacia él.
—Me llamo Duncan —dijo mirándola—. Puedes llamarme por mi nombre.
—Bien, gracias —dijo con una sonrisa.
Hubo un silencio entre ellos antes de que fuera roto por el mismo rey quien tenía varios puntos que aclarar.
—Me gustaría verte hoy en el evento del palacio, por supuesto puedes asistir aunque no estaré contigo, mi esposa absorbe mi tiempo en esos eventos —dijo y ella asintió de nuevo—. Me gustaría aclarar varios puntos también, en primera, quiero que esto sea discreto, lo más discreto que se pueda, estarás aquí unos días antes de que te asigne otro lugar donde vivir. Quiero que estemos claros en lo que es esta relación, cuál es tu lugar y sobre todo que nunca cambie lo que es. Somos amantes, no hay relación sentimental. ¿Me estoy explicando? —Ella asintió—. Me alegra, no quiero tener problemas de celos y exigencias más allá de las que puedo darte y como último punto, necesito que me cuentes quién demonios es Yaroslav y por qué huyes de él. Tengo la impresión de que no es solo un simple empresario.
—Es un delincuentes y narcotraficante —dijo con seguridad—. Esos hoteles y algunos otros negocios, solo sirven para lavar dinero.
Duncan guardó silencio unos segundos en lo que se reponía de aquello antes de volver a hablar.
—¿Por qué estabas con él? —respondió.
—Por cosas horribles de la vida pero no quiero hablar de eso ahora —dijo y él lo entendió.
Se quedaron callados un largo rato antes de que él decidiera que por el momento era suficiente y que poco a poco iría conociendo un poco más de ella, mientras tanto se dijo que debía comenzar su investigación contra Yaroslav, una exhaustiva investigación.
Le sonrió y la tomó de la cintura para apretarla a su cuerpo.
Yekaterina no se negó, después de todo, tuvo que admitirse a sí misma que el rey era además de guapo, muy bueno en la cama.
Duncan deshizo el nudo de la toalla y la miró de arriba a abajo recorriendo su cuerpo con lascivia.
—Tienes algo que me vuelve loco —confesó Duncan acercando su nariz al cuello de la joven.
Él no la vio pero Yekaterina compuso una sonrisa de satisfacción que dejó claro que estaba complacida con sus pequeños logros; ganar la confianza absoluta de Duncan era el primer paso, pedirle todo su poder para encontrar a quien más quería sería el segundo e irse para siempre lejos después de pagarle con lo único que tenía para dar era el último.
Ella no le traicionaría siempre que él la ayudara.
Sintió las manos de Duncan en su trasero y sonrió al darse cuenta de que lo tenía donde quería.
—Quiero verte hoy en la fiesta —dijo oliendo el aroma de su piel—. Al menos haz más llevadera la noche.
Yekaterina sonrió y dejó un beso en sus labios.
—Gracias porque en tiempo récord han traído todo para mí —dijo señalando la ropa—. Estaré lista para la noche.
Fue tomada de la cintura y llevada hacia el sofá dónde Duncan se sentó con ella a horcajadas.
El rey se dejó acariciar por una mujer que parecía tener una belleza tan sublime e irreal que lograba someterlo por completo y apoderarse de su voluntad en segundos.
Duncan creía incluso que jamás había visto una mujer tan perfecta físicamente como lo era Yekaterina. Debía admitir que el pulso se le aceleraba de solo verla y no solo el pulso, una parte en específico de él reaccionaba inmediatamente y de manera impulsiva sobre la mujer.
Se vio abrazado a ella y en medio de besos en cuestión de minutos estaba prácticamente desnudo; sin embargo, de nuevo se vieron interrumpidos por el sonido del celular del rey.
Leyó el mensaje y dio un suspiro cansado.
—Tengo que irme, pero vendré a verte después de la fiesta —dijo separándose de ella e intentando acomodar su ropa.
—¿No puedes quedarte? —preguntó la joven con frustración.
—No, han llegado los primeros invitados y hay que instalarlos —replicó.
Yekaterina asintió y permaneció sentada mientras él se acomodaba la ropa antes de salir de ahí.
Duncan miró como siempre el transporte que seguramente uno de sus hermanos sabiendo dónde estaba decidió enviar.
Lo abordó y solo un par de minutos después estaba en casa.
Mehmet le miró con una sonrisa al verlo llegar antes de acompañarlo a la sala de visitas.
—Hueles a sexo —dijo Mehmet deteniendo los pasos de Duncan quien le miró asustado.
La risa del turco resonó.
—Es una broma, hombre —dijo divertido.
Duncan siguió su camino y esperó a que el personal abriera la puerta para darle paso.
Ingresó a la estancia al mismo tiempo que el rubio visitante se giraba.
—Parker Walsh Welshmen —dijo Duncan—. Me alegra verte por aquí.
—Bienvenido, majestad —dijo Sabrina al mismo tiempo que el rubio sonreía—. Querido, le decía a nuestro invitado que no se preocupe por la llegada anticipada.
—Y yo le decía a tu... encantadora esposa, que no estoy preocupado —dijo el hombre con cinismo.
Duncan contuvo la risa y asintió.
—Me alegra verte, Parker —dijo Duncan.
—Lo sé —respondió—. Les presento a mi amigo Andrew Downey, es también un duque y viene dispuesto a dejarse dar caza por todas las chicas casamenteras y deseosas de un noble.
—No hagas caso —dijo Andrew extendiendo la mano—. A veces se come el miembro de un payaso y resulta esto. Estoy casado.
—Entiendo —respondió risueño mientras se saludaban unos a otros y después miró a Parker—. Siento lo de la novia de tu hermano.
—Gracias —respondió antes de ver la puerta abrirse y dar paso a su esposa—. Ahí viene mi reina, fue a dar un paseo por el jardín, espero que no te moleste, es solo que es muy inquieta.
—En absoluto —dijo Duncan al ver a la esposa de Parker cruzar la entrada. Se inclinó para recibirla—. Majestad.
La pelinegra sonrió y se acercó para tomar su mano.
—Él es mi mejor amigo, Mehmet y ella mi esposa, Sabrina —dijo mientras la recién llegada parpadeaba confundida.
—Creí que su esposa era la rubia que acabo de ver rondando por allá seguida por unos diez hombres —dijo con los ojos muy abiertos—. De hecho iba a felicitarlo por lo encantadora que me pareció.
Mehmet comenzó a ahogarse.
—¿De qué mujer habla? —preguntó una ofuscada Sabrina quien miró a su esposo en busca de una respuesta...
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Holis, no estaba muerta, andaba de parranda con muchos pendientes. Gracias por la espera, nos leemos el fin de semana. Los adoro, besitos y no se por qué diablos la app no me deja poner mis imágenes, en fin, de paso voy a subir dos extras que me faltaban de contener a la reina para que se vayan a echar un ojo, gracias. Espero sus comentarios.
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