Capítulo 57

Los murmullos no se hicieron esperar y las cámaras se encendieron dirigiéndose hacia la reina, quien parecía estar fuera de sí.

—Sabrina, será mejor que te calmes —dijo Duncan tratando de acercarse a ella.

—¡No! —gritó sorprendiendo a todos—. ¡No voy a permitir que me hagas daño! ¡Está es mi casa, mi vida, miii reino! ¡Este hombre, quiere sacarme de mi lugar como reina para meter a la amante que él mismo le robó a un traficante!

Un jadeo colectivo se escuchó por toda la habitación.

Neil entró y la tomó del brazo para llevársela sin más. Frente a la vista de todos fue amable pero apenas se alejaron de ahí la arrastró hacia el único lugar que ambos conocían, ahí donde Sabrina se había encargado de borrar cualquier indicio de vigilancia del rey con ayuda de aquellos pocos aliados que tenía dentro del palacio, se la llevó aprovechando el tumulto de personas que querían cuestionar al rey.

Se alejó lo suficiente durante largo rato por los senderos de la propiedad hasta llegar a los jardines más alejados. Miró alrededor y la encaró.

—¿¡Qué crees que haces, pedazo de estúpida!? —gritó furioso al verla perder los papeles.

—¡No me grites! —dijo la mujer—. No te atrevas a gritarme, no lo voy a permitir.

Se tocó la cabeza como si aquello fuera necesario para evitar que su corona se cayera de su sitio.

—No tienes derecho a quitármela —dijo como si fuera una niña y Neil se llevó las manos al rostro de frustración—. No voy a permitirlo, Duncan.

—No soy Duncan, con un carajo —dijo Neil—. Deja de parecer una idiota histérica. ¿No te das cuenta de que lo estas echando todo a perder? Te saqué de ese maldito lugar para que parecieras una mujer normal, pero gracias a tu numerito solo has quedado como la loca de la familia. ¿¡Esperas dejar a tu esposo como el pobre hombre que tuvo que buscar una amante porque la demente de su mujer no es capaz de continuar como reina!?

—¡No me hables así! —gritó en medio de un puchero—. No lo hagas, Michael.

El hombre dio un suspiro furioso y entornó los ojos.

—Entiende que eres la más estúpida de las mujeres —dijo furioso—. Puedes echarlo todo a perder. No se trata de que dejes a Duncan como la víctima sino que la gente crea que puedes reinar sin Duncan.

Sabrina se tapó las orejas y negó repetidamente como si fuera una niña.

—La, la, la, la, la —dijo ella—. No te escucho.

Siguió tarareando un par de veces mientras Neil le miraba sin poder creer lo que pasaba.

—¡Ya cállate! —gritó al mismo tiempo que le daba una bofetada para silenciarla, lanzándola al piso luego el impacto—. Dios mío eres un verdadero problema, pero eso gano por hacerle caso a la otra idiota de tu hermana.

Sabrina comenzó a llorar tirada en el piso y miró al hombre frente a ella antes de hablar.

—¿Por qué me golpeas? —Sus llorosos ojos le miraron con dolor mientras el solo entornaba los ojos—. Yo solo quiero que cuidemos de nuestro hijo.

—Deja de decir estupideces —dijo Neil—. No sé por qué demonios hice caso. Quizás si lo hubiera hecho yo solo, ahora tendría más éxito que con dos idiotas como ustedes.

La sujetó del cabello con fuerza y la hizo mirarlo mientras ella emitía un quejido de dolor.

—Ahora mismo vas a ir a tu habitación, te vas a encerrar y vas a decir solamente lo que yo te diga cuando yo te lo diga, ¿está claro? —preguntó furioso—. Si vuelves a cometer una estupidez como la que hiciste hace un momento, te juro que yo mismo me voy a encargar de dejar viudo a Duncan.

Sabrina lloraba cual chiquilla luego de una reprimenda y parecía totalmente perdida en sus pensamientos. Movía las manos como si tratara de alejar algo que rondaba por su cabeza y a si vez miraba a Neil como si lo estudiara.

—Mi mamá se enojará si seguimos juntos —dijo luego de unos segundos, haciendo que Neil suspirara de frustración—. Ella dice que yo debo ser la reina, no puedo fijarme en nadie que no sea Duncan. No podemos seguir juntos.

—Dios mío, no sirves para nada —dijo clavando los ojos en ella con desprecio—. Nunca en todos estos años has sido buena para nada. Ni siquiera has podido darme un hijo. No se lo diste a Duncan, no sé por qué esperaba que me lo dieras a mí.

Ella parpadeó unos segundos mientras reaccionaba a sus palabras y finalmente se puso de pie para enfrentarlo.

—Si me embarazaba de ti, igual el hijo sería de Duncan —dijo ella—. Estoy casada con el rey.

—¿De verdad crees que el rey iba a aceptar a un bastardo luego de saber que lo engañaste una vez? Eres más imbécil de lo que pareces —declaró furioso—. Él jamás aceptaría estar contigo y tener en su poder a un hijo que no es suyo y menos cuando hace mucho tiene de amante a la zorra esa. Si ella le da un hijo, nada lo frenara para hacerlo legítimo y heredero de esto.

—Duncan jamás haría tal cosa —dijo Sabrina en respuesta en un momento de lucidez—. Puede ser muchas cosas pero él no es malo. Jamás me haría una humillación de reconocer a un hijo fuera de mi matrimonio con él y mucho menos hacerlo su heredero.

—Es que eres estúpida de verdad —dijo con ironía—. No te has dado cuenta aún de que esa mujer lo tiene idiotizado y de que haría cualquier cosa para mantenerla a su lado—. Ella es la mujer que ama y tú solo el estorbo que se interpone entre ambos, deberías haberte dado cuenta hace mucho. ¿Es que acaso no viste la manera en que ayer te humilló dejándote frente a todos para irse con su amante?

—Ellos nunca estarán juntos —dijo Sabrina—. No se lo voy a permitir. Nunca voy a dejar que él sea feliz con otra mujer, nunca, ¿me escuchas, nunca? Antes me dejo viuda.

Se hizo a un lado mientras Neil la miraba enojado pero sonrió al escuchar su última declaración. Se acercó a ella y le da tomó del brazo para hacer que se girara.

—Deja de jugar a la esposa enamorada, bien sabes que no quieres a Duncan, todos en esta maldita casa lo sabemos, así que deja tus tonterías y céntrate en lo más importante.

—¿Qué es eso importante? —preguntó con la mirada sobre él—. No veo cómo podemos lograrlo después de tanto tiempo, la gente lo ama. Ha mantenido un país próspero y se ha ganado el aprecio de su gente. No me digas ahora que vas a lograr todo en solo horas.

—De eso no te preocupes —declaró Neil—. Solo deja de actuar como la loca que eres, espera a que se quede solo y mátalo. Eres la única que puede hacerlo.

—El rey nunca está solo y si muere...

—Y si muere, el siguiente en la línea de sucesión soy yo —dijo Neil—. Vas a seguir siendo la reina que quieres ser, no te preocupes por eso. Solo asegúrate de que no respire más. Sigue el maldito plan. Esta noche, Duncan debe estar muerto.

—¿Qué si me niego a hacerlo? De sobra sabes que todas las miradas irán sobre mí —dijo con molestia—. Todos creen que yo lo intenté matar la primera vez.

—¿Y no fue así? —cuestionó Neil.

—Te dije que no lo hicieras —declaró ella—. No quiero hacerlo. Duncan ha sido bueno conmigo.

—Duncan, nunca ha sido bueno, no te ama ni te ha amado jamás —declaró—. Deja tus estupideces. Vas a matarlo y punto. Nadie sospechará de ti ni de nadie. Su muerte no dejara rastro.

—No lo haré —decretó con seguridad—. No mataré a Duncan porque no me atrevo a tanto. Sé que en el fondo si hablo con él, si le digo que quiero estar a su lado, él me perdonará y seguirá conmigo.

La risa de Neil la hizo retroceder.

—Jamás volverá a tu lado —declaró con total seguridad—. Ya ha dejado claro que no te ama. Lo ha declarado públicamente y ha dicho que no seguirás siendo la reina. ¡Deja de creer que es un santo!

—Duncan no me dejará desamparada —dijo mirando al hombre—. Tal vez no pueda ser reina pero podría darme algo mejor que el exilio o la cárcel. Estoy segura.

Neil guardó silencio mientras observaba a la mujer a la que todos esos años había mantenido controlada pero que ahora se daba cuenta que aquello fue una pésima inversión de tiempo.

Se acercó hasta quedar a un solo palmo de la mujer y la observó con los ojos verdes que parecían lanzar fuego de rabia.

La tomó de la mandíbula y apretó tan fuerte que la hizo gemir de dolor.

—Escúchame bien porque no voy a repetirlo una vez más —declaró furioso—. Vas a hacer lo que te corresponde o yo mismo me voy a encargar de ti antes de él.

Apretó su mandíbula pero ella seguía negando y solo la soltó unos segundos en los que ella trató de huir.

—Voy a decirle todo a Duncan —dijo mientras intentaba irse—. Estoy segura de que me ayudará.

Neil la atrapó y apretó del brazo mientras ella tironeaba de su agarre. Su bufanda se zafó de su cuello y Neil la atrapó en el aire para enrollarlo en el cuello de Sabrina.

Apretó cada vez más fuerte mientras ella luchaba por liberarse o por gritar. Al mismo tiempo buscaba arañar con sus uñas a Neil.

Él apretó cada vez más fuerte, tanto que sus nudillos estaban blancos por la fuerza que ejercía con los dedos hasta que finalmente el inerte cuerpo de Sabrina se convirtió en un bulto pesado.

La soltó dejando caer a la mujer sobre el pasto. Con la bufanda alrededor de su cuello y los ojos abiertos y llorosos Sabrina yacía en la verde y húmeda hierba.

Neil miró alrededor, completamente nervioso y sin saber qué hacer. Buscó desesperado si de ese lado habían cámaras y ella no le hubiera dicho, más aun si alguien pasaba por ahí pero no parecía haber nadie y mucho menos un dispositivo.

Tomó un extremo de la bufanda y buscó que hacer para evitar salir envuelto en aquello. Miró una rama puntiaguda y forzó la bufanda para que se rompiera y pareciera a ojos de todos como si aquello hubiera sido un lamentable accidente. Esperaba que todos creyeran que la bufanda se atoró y ella no pudo salvarse.

Enrolló su cuello perfectamente y arrastró el cuerpo para que quedara semicolgado antes de volver a mirar que todo estuviera en orden y salir de ahí a toda prisa.

Corrió en dirección a su escondite de siempre y salió a la calle de siempre para posteriormente ir a la entrada principal por donde ingresó y miró a los guardias.

— ¿Vieron hacia dónde se fue la reina? La vi salir corriendo de la casa —dijo mirando a los hombres.

—Su majestad no ha pasado por aquí —dijo uno de ellos frunciendo el ceño—. Tampoco lo vimos salir a usted, ¿cómo es que está entrando ahora?

—Salí por el invernadero. —Mintió con facilidad—. Estoy tratando de encontrarla.

—Ahora mismo avisamos para ponernos en la búsqueda —dijo el guardia.

Neil caminó cual aristócrata se sentía y avanzó a paso seguro de vuelta al palacio esperando que nada pasara, al menos nada que lo perjudicara.

Se topó con el consejero real y le saludó amablemente.

—Señor —dijo como si le rindiera pleitesía, algo que al sujeto le gustaba.

—Excelencia —dijo el consejero—. No esperaba verlo por aquí tras las disputas que parecen haber con sus familiares.

—Tonterías, somos familia y estamos para ayudarnos —dijo él fingiendo estar de lado de Duncan—. Aunque ahora no sé qué es lo que pasa.

—El rey ha enloquecido —dijo el consejero—. Me ha pedido que respete a su amante e incluso se ha atrevido a decir que pronto será la reina.

—No veo como eso puede pasar —dijo Neil.

—Pedirá el divorcio —dijo el hombre—. Es un trámite muy tardado. Las bancadas del consejo no querrán darle el visto bueno y llevará años antes de disolver el vínculo matrimonial ante el consejo. Quizás las leyes los divorcien rápido pero el vínculo real es harina de otro costal.

Neil sonrió al escuchar aquello. Si bien, su rabia lo hizo actuar de forma impulsiva y matar a Sabrina, lo que daba a Duncan la posibilidad de casarse cuanto antes al estar viudo, engendrar y a su vez asegurar el reino; sin embargo, acababa de tener la mejor de las ideas.

—Bueno, tendrá que esperar para poder hacer reina a otra o matar a su actual esposa para no esperar tanto —dijo riendo mientras el hombre le miraba un tanto incómodo—. Estoy seguro de que llegara a un acuerdo con la reina y solicitará la disolución. Es divorcio es simple pero según las leyes de este país quien es coronado reina o rey consorte, es sin duda para siempre.

—Estoy seguro de que llegaran a una conciliación —dijo el hombre y se aflojó el cuello de la camisa ante lo que había escuchado.

—Estoy seguro de que sí —declaró Neil—. En fin, iré a ver en que puedo ayudar.

Se alejó del sujetó y enfiló a la entrada del palacio mientras canturreaba una canción como si aquello fuera la muestra de que pronto tendría la victoria.

Miró a los hermanos de Duncan reunidos y a los periodistas saliendo del lugar.

—¿Dónde está el rey? —preguntó.

—Estoy aquí —respondió el rey entrando junto a Mehmet a quien se había acercado apenas pudo librarse de los periodistas.

Tuvo que alejarse unos minutos tras el asedio de las prensa pero finalmente se encontró son Roman y volvieron al palacio donde Mehmet los esperaba.

—No sé por qué estás aquí pero no quiero verte rondando por mi casa —dijo Duncan—. No quiero verte en absoluto.

—Tendrás que aguantarme.

—¿Dónde dejaste a Sabrina? —preguntó Mehmet.

—No lo sé, la loca salió corriendo y no pude darle alcance —declaró—. No iba a corretearla como un slavaje por todo el palacio

—Lárgate ahora mismo de mi casa —dijo Duncan—. Te vas por las buenas o te vas por las malas. No voy a repetirlo de nuevo

—Esta también es mi casa, o ya te olvidaste de eso —dijo Neil en respuesta—. No me digas que ahora te dio amnesia.

—Ya estoy harto —dijo Duncan—. Roman, saca a este tipo de mi presencia y de mi casa. Asegúrate de que no vuelva.

—Por supuesto, majestad —dijo Roman tomando del brazo a Neil y escoltándolo a la salida.

El hombre tironeó de su ropa y salió del lugar por sí solo no sin antes advertir a Duncan que se arrepentiría...

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