Capítulo 56
Duncan despertó con el sonido de su celular y se incorporó para ver que la llamada provenía de su hermano Winston.
Se levantó para ir hacia el baño mientras ella todavía dormía. Se apresuró a darse una ducha y luego de unos minutos salió para ver a Yekaterina recién incorporándose en la cama.
—¿Está todo bien? —preguntó la rubia—. ¿Ya te vas?
—Debo ir al palacio —respondió con un gesto de desagrado—. Vendré a verte en un par de horas pero mientras tanto la seguridad se quedará aquí. No está a discusión.
Yekaterina se puso de pie envuelta en las sabanas y se acercó a él para que la abrazara.
—¿Estarás bien? —preguntó con la mirada preocupada—. El hombre que llegó con ellas no me inspira ninguna confianza, creo que lo conozco. Me parece que es una persona mala y no lo sé, solo no quiero que vayas.
—Estaré bien —dijo con una media sonrisa—. Antes de que pueda tocarme, Mehmet le habrá arrancado la cabeza. No te preocupes por nada.
Ella asintió y recibió un beso en la frente antes de verlo irse. Sintió un vivió en el pecho, como si supiera que algo no estaba bien.
—Déjame ir contigo —dijo Yekaterina en un impulso.
—Sabrina, estará en casa —declaró Duncan—. No...
—Lo sé, es solo que no voy a estar tranquila si me quedo sola a esperar noticias tuyas —dijo mientras él suspiraba y asentía—. Me apresuraré y te daré alcance allá.
Duncan le sonrió antes de salir de la casa y mirar a sus agentes unos segundos.
—Necesito que algunos se queden aquí —dijo mientras Roman asentía escuchando las indicaciones del rey—. Algunos se van conmigo y otros se quedan con ella. No quiero que la dejen sola por ningún motivo, aun si Yekaterina lo pide. Apenas termine y esté lista, la llevan a palacio.
Roman designó entonces una cuadrilla de hombres para la guardia de la rusa mientras solo tres de ellos acompañaban al rey de vuelta a casa.
El rey guardó silencio todo el camino mirando por la ventana y apenas llegó se encontró con sus hermanos en espera de él.
—El consejero —dijo Winston entornando los ojos—. Dice que lo llamaste a primera hora.
—Sí, voy a reunirme con él —respondió el rey—. ¿Qué hay en la televisión?
—Chismes, todo en suposiciones, cuentos, tonterías que les contó la abuelita, premoniciones de videntes sobre tu vida, ya sabes —dijo Archie—. Algunos videntes dicen saber hasta cuando te dará diarrea. Lo normal.
—Nada de lo que dice la prensa es cierto —declaró Rudolf—. Se han pasado la mañana especulando sobre ti y sobre toda la familia real.
—Están por lanzar la serie de la vida en palacio real —dijo Mehmet quitándose las gafas mientras entraba.
—Me gustan tus lentes —dijo Archie—. Tienes estilo hasta cuando estamos en problemas.
—Hay que mantener la imagen hasta cuando hay calamidades —respondió el turco con aire de indiferencia—. Ve a tu maldita reunión o voy terminar por explotar, estoy cansado y harto.
—De acuerdo —dijo Duncan—. Yekaterina vendrá en un par de horas, por favor vean que no se encuentre con Sabrina, por si aún estoy ocupado.
—Ve con Dios —dijo Rudolf—. Tengo la impresión de que lo vas a necesitar de tu lado.
Duncan sonrió y avanzó a su despacho donde encontró a su consejero real, este se puso de pie de inmediato y le hizo una venia antes de hablar.
—Majestad —declaró el hombre—. Hay una horda de periodistas que está en espera de una declaración.
—Organiza ya mismo una rueda de prensa —dijo el rey—. No voy a esperar más, la necesito ahora mismo.
—Majestad, ¿cuál será la declaración que dará? —dijo el hombre con los ojos muy abiertos.
—Voy a anunciar mi separación con Sabrina —dijo el rey haciendo que el hombre soltara un jadeo escandalizado—. Necesito que tengas todo listo en apenas unos minutos.
—Majestad, si me lo permite —dijo el consejero—. Yo creo que se está precipitando mucho en torno a este asunto y no vale la pena arriesgarse por una amante.
Duncan se puso de pie de un salto con la mandíbula tensa y la miraba furiosa cobre el consejero. Este ni siquiera se percató de la molestia del rey ante su declaración y continuó su retahíla de quejas.
»Ninguna de las mujeres que sirvan para su placer y diversión valen más que la reina —continuó el hombre—. La reina debe ser la mujer más importante no solo del reino sino también para usted, mi señor. Esa mujer quien quiera que sea, no es más que...
—Di una palabra más y te arrancaré la lengua —dijo Duncan estampando al hombre contra la pared y mirándolo con la mandíbula tensa—. Tu trabajo es hacer lo que yo te diga, si no puedes hacerlo, es mejor que te largues ahora mismo.
El hombre miró al pacifico rey que conocía perder los estribos por completo y más aún cuando de su amante se trataba.
—Lo lamento mucho, majestad —dijo agachando la vista en señal de respeto.
—No vuelvas a referirte a Yekaterina de una forma despectiva, ni frente a mí ni frente a nadie o te juro que yo mismo haré que te arranquen la cabeza —dijo Duncan mostrándose por primera vez como un rey autoritario—. Cuando la veas, deberás inclinarte ante tu reina.
El hombre miró al rey con los ojos muy abiertos y temerosos al verlo tan colérico.
—Lo siento, majestad —dijo el consejero—. Nunca ha sido mi intención referirme a ella de una manera tan humillante. Me disculpo por ello.
—Quiero esa rueda de prensa ahora mismo —decretó Duncan—. Ya lárgate.
—Por supuesto, mi señor. Ahora mismo me encargaré de ello.
Salió disparado del despacho mientras Duncan permanecía parado, tratando de sosegarse. Se vio interrumpido entonces por la llegada de Sabrina, quien apenas entró le dio una mirada altiva.
—Decidiste venir, querido —dijo la reina usando en su cabeza la tiara que le daba el estatus de la mujer más valiosa luego de mucho tiempo—. Al menos te has dignado a dar la cara luego de lo de ayer.
—No estoy para juegos, Sabrina. Aún voy a averiguar cómo es que saliste del psiquiátrico pero desde ya te digo que no te vas a salir con la tuya —dijo Duncan—. De ninguna manera voy a permitir que me destruyas la vida. De eso puedes estar segura.
—Pero vaya, así que tenemos a un Duncan agresivo —dijo ella—. Es extraño verte así pero no sorprendente, al final crees que vas a lograr quedarte con la corona y me vas a enviar fuera así como así.
—Lo he intentado de todas las formas —dijo y Sabrina sonrió—. No sé qué es lo que quieres pero te aseguro que no voy a permitir que hagas daño. No más.
—Voy a sacarte de este lugar y a reinar como siempre debí hacerlo, bajo mis normas y bajo mis criterios —dijo ella—. No voy a dejar que un rey débil y estúpido siga a mi lado.
—¿Y ese hombre fuerte y decidido es Neil? —preguntó y ella sonrió antes de fruncir el ceño.
—No se llama Neil, se llama Michael —dijo ella con los ojos muy abierto y mirándolo como si fuera un idiota—. Él ha sido siempre el hombre de mi vida, el que debí elegir y quien ahora va a gobernar conmigo.
—Sabrina, sentía pena por ti pero ahora siento lástima y vergüenza ajena —dijo Duncan, borrando la sonrisa de suficiencia de su esposa—. Me da pena que no te des cuenta que ese hombre solo se aprovecha de tu mala salud mental. No hay ningún Michael, ese hombre se llama Neil, es un vividor que ha querido la corona siempre, que cree que es un Rockefeller que no fue reconocido y que apenas ponga un pie en el trono va a desecharte. Me da mucha pena que quieras ayudarlo a llegar a un lugar de donde vas a salir humillada y repudiada.
—¿No es lo mismo que tú quieres hacer? —dijo ella—. La humillación de anoche supongo que para ti no cuenta para nada.
—Tienes un punto, pero te aseguro que nunca lo habría hecho si no tuviéramos que llegar a esto —dijo él—. Podemos terminar las cosas bien, voy a darte el reconocimiento monetario y por supuesto conservarás muchos de tus privilegios a pesar de no ser más la reina pero si sales de aquí con una mancha no podré ayudarte en absoluto.
—Ahora te importo —dijo ella—. Eres tan imbécil y tan poco hábil que nunca te diste cuenta de que Michael siempre estuvo aquí, en casa. Esperamos este momento hace mucho, porque vamos a vivir juntos, a tener hijos y seremos los reyes de este país. El pueblo nos amará y reinaremos por generaciones.
El rey se quedó callado al escuchar y comprendió de inmediato que el hombre que había estado detrás de todo por mucho tiempo debía ser Neil. Pensó que todo ese tiempo se aprovechó de ella y le hizo daño a tal grado que cada vez veía peor a Sabrina.
—Debes volver al hospital —dijo Duncan pero fue silenciado por la llegada del consejero.
—Está todo listo, majestad —dijo el sujeto mientras Duncan dejaba parada a Sabrina y salía del lugar—. Están esperando en la sala de reuniones donde usted acostumbra a dar las noticias de carácter general. Hemos reunido en tiempo record a todas las cadenas de televisión que fueron posibles.
—Bien —dijo Duncan mientras avanzaba y se encontraba con sus hermanos en el pasillo.
Mehmet le sonrió y le siguió haciendo señas a Roman para que estuviera al pendiente.
Los cinco hombres ingresaron al lugar y de inmediato los flashes se encendieron al tomar al verlos. Tomaron asiento y miraron al frente donde una comunidad de periodistas esperaba por ellos.
—Buenos días —dijo Duncan.
Un saludo colectivo se escuchó entonces mientras todos en el sitio esperaban lograr la mejor imagen y el mejor audio.
—Solo haré un par de declaraciones pero no ahondaré en asuntos que van más allá de su jurisdicción, a su vez dejaré al final espacio para tres preguntas y trataré de ser lo más breve posible.
******
Yekaterina arribó al palacio en compañía de los hombres de Duncan y miró alrededor esperando verlo; no obstante fue notificada diciendo que estaba en una rueda de prensa.
—Esperaré en el despachó —dijo y Roman asintió antes de hacer una seña a los hombres para que la guiaran hacia la oficina del rey sin dejarla sola.
—¿Qué hace esta mujer aquí? —dijo la voz de Sabrina resonando por el pasillo principal—. ¿Tienes el descaro de venir a mi casa? ¿¡Y ustedes que hacen escoltándola como si fuera la señora de la casa!?
—Su majestad el rey ordenó que se recibiera en...
—¡Me importa muy poco lo que el rey haya ordenado, esta es mi casa y no va a entrar aquí la zorra de mi marido! —declaró Sabrina.
Se acercó a Yekaterina e intentó tomarla del cabello para sacarla del lugar pero la rubia se defendió dándole una bofetada.
—Esperaré a Duncan en su despacho y no pienso intervenir en tu camino. Por favor llevemos esto de la manera más civilizada que sea posible. Si me atacas, haré lo mismo —dijo Yekaterina enfrentado a Sabrina.
—¿Qué es lo que pasa? —dijo la voz de Neil—. Buenas tardes, querida.
Yekaterina lo observó a detalle y solo entonces recordó que había sido él el hombre que le había abordado en los jardines y que incluso se había atrevido a amenazar con atacar a Kathleen.
—¡Tú! —dijo mirándolo.
—Yo —respondió con una sonrisa de burla—. ¿Puedo preguntar qué haces en la casa de la reina? ¿No deberías estar en un burdel? Tal vez a Yaroslav le faltó mano dura pero tal vez la persona que quedó en su lugar desee saber que la humillación a su antiguo jefe vino de este palacio.
—Cuida como me hablas —farfulló Yekaterina y él soltó una risotada—. No voy a permitir que me hagas daño, que te burles de mí o que me lastimes de cualquier forma. Te aseguro que no te gustará para nada el contraataque.
—Qué miedo —dijo Neil—. No importa. ¡Sáquenla!
Los guardias no se movieron, en cambio miraron a Roman, quien se quedó quieto.
—¿No has escuchado? —preguntó Neil—. Está también es mi propiedad y yo quiero que esta zorra se vaya de aquí.
—Me temo que por mucho que sea su casa también, el rey sigue siendo otro y yo estoy bajo su mando desde los inicios, así que no puedo atender su solicitud.
—Sácala ahora mismo o yo misma voy a echarte a ti —dijo Sabrina a Roman mientras el pobre hombre no sabía qué hacer.
—Majestad creo que debería esperar a que el rey termine lo que está haciendo y hablar con él sobre este asunto —declaró Roman—. Yo solo estoy siguiendo las órdenes que se me encargaron.
—Por supuesto, ahora mismo lo arreglo —dijo yendo hacia la sala de reuniones—. No voy a dejar que me haga ningún mal.
—Sabrina, ¿qué haces? —dijo Neil yendo hacia ella para tratar de frenarla a sabiendas de que podía ponerse loca con una crisis y arriesgar todo.
Yekaterina miró el intercambio y sirvió para que los guardias pudieran llevarla a un lugar seguro.
—Sabrina —dijo Neil. La tomó del brazo y la hizo girarse hacia él pero la mujer estaba furiosa y yendo hacia dentro de la sala—. ¡Sabrina, detente!
—¡Abre la puerta! —dijo al guardia, quien no se movió de su sitio y permaneció parado al frente—. ¡Abre, qué esperas!
Al ver que el hombre no se movía, terminó por golpearlo repetidas veces y comenzar a gritar tan fuerte que atrajo la atención de las personas que estaban dentro de la sala.
Mehmet miró a los Rockefeller e intentó ponerse de pie para salir a controlar la situación, pero Archie lo detuvo.
—La separación entre la actual reina y yo es inminente —declaró Duncan en ese momento y de inmediato un murmullo colectivo se escuchó—. Las razones están demás pero hace mucho que entre nosotros todo se terminó y solo hacíamos lo que quedaba por hacer para mantener la tranquilidad del pueblo. Hoy la situación es insostenible y lo hago público.
—¿Actualmente hay una pareja nueva para usted, majestad? —dijo una voz al fondo—. Sé que dijo que las preguntas al final, pero creo que es algo que todos queremos saber. Más allá de que seguramente la casa real, hará el anuncio de ruptura oficial y formal, esperamos que esta reunión entre usted y nosotros con el afán de calmar lo que se vivió anoche, tenga una resolución.
—Sí, actualmente tengo una nueva pareja —dijo con sinceridad después de ver a sus hermanos que parecían imperturbables a pesar de que el escandalo afuera era cada vez más sonoro—. El divorcio ya está en trámite y por supuesto se hará con total apego a las leyes de este país.
—¡Mentira! —dijo Sabrina, quien entró gritando y con el cabello deshecho—. ¡Yo no voy a dejar de ser la reina, antes muerta!
Duncan cerró los ojos al ver las condiciones en las que entraba. Si bien estaba furioso, tampoco quería dar una imagen como la que ella estaba proyectando en ese momento.
—Antes muerta que dejarle mi corona a tu puta...
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