Capítulo 51
—Sí, supongo que sí —declaró Mehmet—. Te diré algo que creo que es importante. Deja que la gente diga lo que tenga que decir, están en su derecho de sentirse moralinos, ya sabes, la gente siempre se llena la boca diciendo que las amantes son unas zorras y cosas así, les indigna un comportamiento inmoral de parte de una mujer. Se molestan y el estandarte que usan de argumento es porque las mujeres deben tener dignidad y principios, porque claro deben quererse y amarse, ¿no es así? —Ella asintió—, pero te diré un secreto que podrás comprobar rápido. —Hizo una seña para que ella se acercara como si fuera a contarle un secreto—. Gran parte de las mujeres que critican a las amantes y dicen que las mujeres deben tener dignidad son las mismas que perdonan infidelidades, las que se quedan con ellos cuando les prometen no volver a hacerlo. ¿Qué contradictorio, verdad?
Yekaterina le miró con los ojos llorosos y sonrió sin saber qué decir al respecto, al mismo tiempo, Mehmet sonreía y tomaba su mano dando un beso a sus nudillos y tomando su barbilla para que lo mirara a los ojos y terminara de escucharlo.
»Hay otra parte de las personas que se cree superior por nunca ser infiel a nadie —dijo Mehmet—. Eso no lo hace mejores seres humanos, ¿sabes por qué? —Yekaterina volvió a negar—. Porque un gran número de esas personas es creyente pero se olvida que no debe juzgar porque todos, todos sin excepción alguna tenemos cola que nos pisen, en mayor o menor grado pero siempre tenemos algo. Y finalmente hay un grupo aún peor, los hipócritas, esos que son o fueron infieles pero son los primeros en escandalizarse. Te diré algo, deja que la gente hable lo que le dé la gana, está en su derecho, es más, siéntete orgullosa de ser lo único que hace que su vacía e insignificante vida tenga un poco de acción; deja que se den golpes de pecho, que se asusten. El problema no fue tuyo, fue de Duncan. ¿No es que la gente dice que el hombre propone y la mujer dispone? ¿Eso no aplica a la inversa? ¿Qué pasa cuando la propuesta vino de ti, pero fue Duncan quien dejó que pasara? Duncan y Sabrina se fueron infieles ambos, ella le mintió y engañó, él le fue infiel no solo contigo. Es problema de ellos. Es cierto que no debiste pero fue él quien tomó la decisión de seguir esto, es Duncan quien debía fidelidad.
—Aun asi —dijo Yekaterina.
—Sí, aun así siempre te verán como amante —dijo él—, pero igual van a ladrar, la gente es así. Deja que hagan lo que quieran, nunca vas a tenerlos contentos.
—Pero igual uno no debe meterse en el matrimonio de nadie —dijo agachando la vista y colocando un mechón rubio detrás de su oreja. .
—No, pero creo firmemente que la infidelidad no rompe una relación —declaró Mehmet atrayendo la mirada de la chica—. La infidelidad es el resultado de una relación devaluada en al que dos cobardes no terminan de dar el paso que aniquile.
—No voy a volver con Duncan —dijo Yekaterina.
—Y estás en tu derecho, mi intención no es convencerte de que lo hagas —dijo Mehmet—. Solo quiero que dejes de sentirte como la única mala de la historia, que te perdones si es lo que quieres.
—Necesito trabajar mucho en eso —dijo ella.
—Quiero preguntarte dos cosas —dijo Mehmet y ella hizo una seña para que continuara—. ¿Qué es lo primero que las mujeres preguntan cuándo descubren una infidelidad? ¿Qué es lo primero que los hombres preguntan cuándo descubren que su mujer le fue infiel?
—No lo sé —respondió luego de un rato en silencio.
—¿Qué es lo primero que preguntarías en un caso asi? —inquirió de nuevo.
—Le preguntaría si la ama —respondió Yekaterina y él sonrió.
—Yo le preguntaría cuántas veces se acostó con él —dijo Mehmet riendo y después negó—. Ves la diferencia. A ustedes les golpea el corazón por eso atacan a las amantes y no a él; a los hombres nos golpea la hombría, por eso preguntamos tal cosa.
—¿En serio preguntarías eso? —inquirió.
—No, una vez alguien me fue infiel, pero no escuché explicaciones, en el fondo de mí sabía que nunca se lo perdonaría aun cuando la quería con todo mi corazón —dijo Mehmet—. No pedí una explicación porque odio la traición, pero la primera pregunta que quise hacerle fue un: ¿por qué? Sin embargo, gran parte de los hombres desea saber cuántas veces su mujer se acostó con otro y un alto número de mujeres quiere saber si su pareja le fue infiel por amor a otra. ¿Piensas que Duncan te será infiel si te quedas con él?
—¿Qué? ¡No! No lo había pensado en realidad —declaró ella.
—Gracias, no tengo más preguntas.
Ella frunció el ceño y le miró unos segundos antes de verlo pararse para irse.
—Tengo que irme —dijo Mehmet—. Solo quería que supieras que ni los amigos ni hermanos del rey nos escandalizamos por estas cosas, no es asunto nuestro y..., si decides volver y arrastrarlo a un concierto de Coldplay me avisas, me ofreceré a ir con él para vigilarlo, así veré el concierto gratis.
Yekaterina sonrió divertida y le dio un abrazo fuerte.
—Cuídalo mucho —le dijo con una media sonrisa—. No dejes que nada le pase.
—No te preocupes —dijo Mehmet—. Lo mantendré en su jaula.
Ella sonrió y tomó sus manos.
—Puedo pedirte algo más —preguntó ella—. Le he pedido mucho a Kathleen y ya no quiero abusar.
—Adelante —dijo Mehmet.
—Necesito un trabajo, pero no tengo documentos —dijo con una sonrisa nerviosa—. Tal vez puedas ayudarme a conseguir mis identificaciones.
—No te preocupes —dijo Mehmet—. Me encargaré de eso, también hablaré con un amigo para ver si tiene algún empleo.
—Muchas gracias —dijo ella—. Voy a darte mi número.
Corrió a buscar algo donde apuntar pero Mehmet la detuvo y le extendió su celular para que anotara.
Mehmet verificó el número y miró la foto de Kathleen en el perfil. Enarcó una ceja.
—Es de ella, me lo prestó. —Se justificó Yekaterina—. Ya sabes.
—Le diré que el amarillo no le queda, le hace ver como Bob Esponja —dijo Mehmet haciendo reír a Yekaterina—. La bruja me bloqueó y no puedo ver su foto en el número que usa ella.
—No te bloqueó —dijo la rubia con una risilla—, solo te borró de su agenda y configuró su privacidad para solo contactos. No quiere que la veas porque está en traje de baño.
—¿Qué dices? —inquirió Mehmet—. Necesito ver eso.
—¿Prometes que no le dirás que fui yo la chismosa? —preguntó con la mirada sobre él.
—Te lo juro por mi vida —dijo Mehmet.
Yekaterina sacó el celular que Kathleen, buscó el contacto y se lo dio para que lo mirara. Le dio ganas de reír muy fuerte al ver la cara de Mehmet y más cuando parecía que agrandaba la imagen una y otra vez.
—Se te van a salir los ojos —dijo sacando el celular de las manos del hombre.
—No sé de qué hablas —dijo avergonzado—. ¿Cuándo demonios se hizo ese tatuaje? La última vez no lo tenía.
—¿Cuál última vez y cómo sabes que no tenía el tatuaje en esa zona —dijo con los ojos entrecerrados.
—Por Dios, esa mujer usa escotes que dejan ver hasta la conciencia —dijo Mehmet—. Obvio no lo tenía. En fin, ya es hora de irme.
—Cuídate y cuida a los Rockefeller —dijo con una media sonrisa.
Mehmet asintió antes de darle un beso en la frente y salió de ahí dejando a la rubia pensando en sus palabras.
Apenas se quedó sola, miró el celular y soltó una carcajada al darse cuenta de que Mehmet no estuvo agrandando la imagen sino enviándola a su número y no pudo borrarlo puesto que ella le arrebató el celular.
—Desgraciado —dijo en medio de risas.
Dio un suspiro y miró alrededor no sin antes escribirle para molestarlo.
Pocos minutos después se puso a limpiar su nuevo hogar y se mantuvo ocupada hasta la llegada de la noche cuando a pesar del cansancio sentía que no podía descansar. Se sentó en la buhardilla de su habitación y miró hacia la calle mientras pensaba en Duncan.
Sonrió de forma involuntaria cuando recordó las veces que recibía una mirada suya o lo sorprendía mirándola de más.
Siempre le había parecido tan dulce y tan noble, quizás más que cualquiera de sus hermanos. Duncan era un rey justo y bueno, pero también esa debilidad lo convertía en el blanco fácil de los oportunistas, incluso fue un blanco fácil para ella.
Agachó la vista cuando recordó el día en que le dio el anillo más importante de la casa real. Comenzó a llorar no supo si de emoción o de rabia por lo que no pudo ser.
Se había sentido la mujer más importante del mundo, la más valiosa para Duncan y en ese momento pensó que nada ni nadie podría apartarla de él.
Se limpió las lágrimas y miró su teléfono. Miró el número de Duncan antes de abrir el perfil.
La foto de él acompañado de sus hermanos le causó gracia y por un momento escribió un extenso mensaje con todo aquello que nunca más podría decirle. Se atrevió a decirle que nunca habría otro en su lugar y no mentía. Yekaterina estaba segura de que tal vez un día lo dejaría ir y tal vez volvería a enamorarse pero nunca amaría de la manera que lo amaba a él.
Se puso de pie y se levantó de la buhardilla no sin antes borrar todo lo que había escrito y se recostó en su cama abrazando su almohada como si esta fuera todos y cada uno de los momentos que había pasado con él.
******
Duncan permaneció sentado sobre el sillón ejecutivo, balanceándose de un lado a otro mientras miraba a la nada.
Tres días habían pasado desde que la había visto la última vez y ninguno parecía mitigar lo que sentía.
A veces sentía ganas de salir a buscarla pero se había prometido que respetaría sus decisiones aunque su corazón se marchitaba cada día.
Se recostó sin saber cómo sentirse mejor y no enloquecer sin ella.
—¿Está todo bien? —preguntó la voz de su Winston quien lo sacó de sus pensamientos—. Hace rato que llevo haciendo la misma pregunta y no me respondes.
—Lo siento —dijo Duncan—. Estaba distraído.
—¿Por qué la dejaste ir si te pesa tanto? —preguntó mientras Duncan suspiraba.
Él se seguía preguntando lo mismo. Una parte de sí, le decía que podía retenerla hasta convencerla de que se quedara con él, pero otra le obligaba a respetar sus decisiones.
—Ella no quiere estar conmigo —dijo en respuesta.
—No, ella no quiere estar con el rey —dijo Winston—. Ella ama a Duncan y quiere a Duncan. Si no puedes darle al hombre entonces no le interesa el rey.
—Da igual —dijo el hombre.
—No da igual, pero creo que si te has rendido lo mejor es dejarla en paz —dijo su hermano—. Ella te quiere, pero también necesita un hombre que esté dispuesto a ser egoísta con el mundo. Alguien que no siempre anteponga su nación, al perro, al canario, a todos antes que su felicidad. Ser egoísta no es malo, no cuando se trata de ser feliz y no haces daño a nadie. Ya ayudaste a Sabrina, ahora haz lo tuyo y punto. Deja atrás cualquier cosa. Si Archie quisiera una mujer así, estoy seguro de que ya habría mandado al infierno a cualquiera.
Duncan le miró y sonrió.
—Pero Archie no quiere a nadie así —respondió divertido—. Tiene un corazón de acero.
—Hasta el acero se funde —dijo Winston—. Y yo estoy deseando ver ese momento.
—Espero no morir antes de que eso pase y ojala algún día ese hombre haga algo que no escandalice al mundo —dijo Duncan—. Es todo lo que pido. ¿Por cierto como vas con Hailee?
Winston frunció el ceño antes de responder.
—¿De qué hablas? —preguntó Winston.
—No te hagas el idiota, ya llevas casi cinco años con ella. No creas que no lo sé —dijo el rey—. ¿Estás enamorado?
La carcajada de su hermano lo hizo mirarlo con atención mientras pensaba en lo siguiente que diría.
—Ya llegué —dijo Rudolf, cruzando la puerta junto a Archie.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Duncan a Winston e ignorando a sus hermanos, quienes se sentaron sin entender lo que pasaba.
—Es gracioso que asocies tiempo con amor —dijo Winston—. Respondiendo tu pregunta. No, no estoy enamorado de Hailee, pero estoy cómodo. No exige, no presiona y lo más importante... conoce su lugar a mi lado.
—Menos mal —dijo Archie—. Me gustan esas mujeres, cuando la veas dile que tiene un aliado y regálale un buen vino.
Duncan le dio una mirada envenenada.
—¿Te has preguntado por qué se queda contigo? —preguntó Duncan—. ¿Ella sabe que estás comprometido?
—Ella no tiene que saber nada que involucre mi vida privada —declaró Winston.
—Menos mal, creí que las mujeres que compartían cama y mucho tiempo con nosotros eran parte de nuestra vida privada —dijo Duncan—. ¿Qué le das aparte de tu miseria de tiempo?
Rudolf sonrió divertido y ganó una mirada de advertencia de Winston.
—Ella está bien con esto —dijo Winston—. ¿Cuál es el problema?
—¿Ella te lo ha dicho? —preguntó Archie—. ¿Te ha dicho que no le importa que seas un príncipe y que algún día vas a casarte?
Un silencio se formó entre ellos antes de que Winston pensara en su respuesta.
—Eso imaginé —dijo Duncan—. ¿Sabe al menos que eres un príncipe?
—Por supuesto que lo sabe, por Dios, la prensa saca más fotos de nosotros que artículos relevantes —respondió molesto—. No quiero seguir hablando de esto. Hailee y yo estamos bien cada uno sin meterse en la vida del otro.
—Bien y solo como mero dato curioso —dijo Rudolf—. ¿Cuántos años más va a durar o el trato es hasta que llegue tu prometida?
—No voy a casarme —dijo Winston—. Ya deja eso.
—Todos tenemos una novia oficial por ahí —dijo Rudolf—. No olvides que para tener los títulos hay que casarse y que además si abdicas, todo el sacrificio de Duncan sería estúpido, no solo eso, romper el compromiso traería consecuencias que mejor no quiero imaginar. Ve pensando en el momento en que vas a decirle a la tal Lindsey que tienes una novia por ahí y que ella es tu fabulosa amante...
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