Capítulo 41
—¡Qué demonios! —dijo Rudolf—. Este documento tiene que ser falso.
—¿De qué se trata? —dijo Archie—. Bueno, ¿es que acaso el viejo que teníamos por padre no conocía la decencia y tenía complejo de buen samaritano con todo mundo menos con sus hijos legítimos?
—Eso tiene que ser mentira —dijo Winston—. No puedo creer que haya hecho tal cosa. ¿Es que no sabía que reconocerlo te ponía en riesgo?
—Te desplaza en la línea de sucesión —dijo Duncan, avergonzado de ver que su padre hacía a un lado a su hijo de sangre—. Lo siento.
—Duncan, no es tu culpa —dijo Winston—. Da igual, no me interesa ser rey, pero es estúpido que nuestro padre haya puesto como tu sucesor a un hombre que te ha odiado, que ambiciona ser rey y que ha querido todo aquello que tú tienes. Siempre ha querido hacerte daño, ahora ha venido dispuesto a sacarte del trono.
Duncan se quedó callado unos segundos. Él tenía pensado renunciar al trono pero eso no significaba que deseara que se hiciera a un lado o se humillara a su hermano Winston sin siquiera preguntarle si quería ser el sucesor.
Pensó que seguramente Neil llegaba con toda la intención de sembrar discordia entre ellos y apoderarse del trono, incluso lo creía capaz de inmiscuirse con el consejo para envenenarlos contra ellos.
—Neil viene por el maldito trono —dijo Rudolf.
—Pienso lo mismo —dijo Duncan—. Es curioso que aparezca justo cuando las cosas están tan tensas entre nosotros.
—Tienes toda razón —aseguró Winston—. No es normal, pero me lleva a pensar que alguien le decía todo lo que sucedía en este castillo.
—Nadie en la servidumbre lo tolera —dijo Archie—. No deben ser ellos.
—Creo que hay mucho que descubrir —dijo Duncan—. No vamos a hablar de más enfrente de él, tampoco hablaremos cosas personales cuando esté presente.
—Debería decirte que no sé a dónde llevas a tu hermosa esposa, pero es muy malo que quieras deshacerte de ella tan pronto —dijo la voz de Neil—. Es joven y hermosa, deberías estar fornicando para tener una docena de hijos y asegurar tu lugar en esta casa.
—Parecería que estás preocupado porque yo me quede aquí, pero no tienes que fingir —dijo Duncan—. Todos en este sitio sabemos que quieres mi lugar.
La sonrisa de Neil fue una burla a Duncan, como siempre, como desde que había llegado a esa casa.
—Me temo que voy a decepcionarte mucho —dijo el rey—. No voy a cederte mi lugar ni muerto.
Aunque Neil intentó esconder las ganas que tenía de decir algo, lo cierto es que solo sonrió pero los cuatro hermanos supieron que aquello lo había tomado como una ofensa.
—Pues al paso que vas, si mueres, no habrá un heredero y de acuerdo al documento que te di, el siguiente en la línea de sucesión soy yo —dijo divertido y con ademanes que sacaron una sonrisa a los Rockefeller.
Pocos segundos después, Mehmet llegaba y le daba una mirada a Neil que este devolvió con una de suficiencia.
—El turco —dijo repasando con la vista a Mehmet—. Cuánto tiempo desde que nos vimos la última vez.
—Afortunadamente no nos habíamos visto, pero se dice que no todo puede ser bueno en la vida —respondió Mehmet.
A Neil aquello le desagradó y terminó por mirarlo con desprecio.
Iba a retirarse pero la aparición de Kathleen lo hizo detenerse.
—Pero mira nada más quién está aquí —dijo mirando a la joven—. La perra oportunista. ¿Vienes a cazar a alguno de estos cinco idiotas?
Mehmet iba a atacarlo pero ella levantó la mano con una gracia que frenó a los hombres que la defenderían.
—Creo que has olvidado que somos familia —contestó Kathleen con ese aire de dama que no perdía ni en los peores momentos—. Por muy guapos que sean están prohibidos porque son mis primos. Su padre era medio hermano del mío.
—Mehmet no lo es —dijo Neil—. O quien sabe, con eso de que el padre de Duncan no sabía guardar el pene.
—Bueno, no hay peligro con eso. Soy una cazafortunas pero ellos no están en la lista. Soy una dama respetable que cuida lo que se dice de ella. Odio que murmuren de mí —respondió con una sonrisa—. Aunque si me lo preguntas, preferiría pecar de incesto y que la gente me llame sacrílega antes de tener que rebajarme y suplicarte atención a ti. Eso sería caer tan bajo.
—Podría ser rey, no te olvides de eso —dijo burlándose de ella—. Si lo quisiera te casarías conmigo.
—Una corona no hace al rey —respondió la rubia—. Es la primera regla.
—Una corona lo es todo —replicó Neil—. No voy a discutir eso, pero si fuera rey quizás podría negociar con tu padre.
—¿En qué siglo crees que vives? —preguntó ella, burlándose.
—En este siglo y por toda una eternidad, la realeza siempre será igual —añadió el hombre—. Siempre vamos a buscar lo mejor para la corona.
—Veo que te consideras realeza —dijo ella con una risilla—. Que gracioso eres.
—¿Tú no te consideras una de nosotros? —inquirió.
—Querido, la realeza se lleva en la sangre, la aristocracia en la crianza y la clase en los modales —respondió Kathleen—. Es claro que no sabes diferenciar una cosa de otra.
—No importa si no lo sé —dijo Neil—. Si un día soy rey, te veré arrastrarte, incluso tal vez hasta pedirías casarte conmigo.
—Cosita, se ve que no me conoces —respondió la joven mirándolo de arriba abajo con una expresión de lástima—. Tengo una clase y un abolengo que amo por encima de cualquier cosa. Preferiría la muerte antes que ver mi sangre contaminarse con un simple obrero. Recuerda que para ser rey no solo hay que ponerse la corona. Eso es... —Hizo una pausa para enfatizar su declaración mientras movía las manos como si aspirara un nuevo olor y se apoyara con ellas para llevar el aroma a su nariz—. Ser rey es un don, una forma de vida con la que se nace, es claro que a ti ni para príncipe de carnaval. En fin, bienvenido a este hermoso castillo y que tu estancia sea maravillosa por estos lugares, permiso.
—No voy a permitir...
—Lo olvidé —interrumpió Kathleen deteniendo sus pasos—. Un rey es un diamante, no cualquier arenilla de mar.
Le dio una sonrisa que solo sirvió para enervar a Neil, más aun cuando la vio caminar con ese aire aristócrata que la caracterizaba y la hacía sentir poderosa en cualquier lugar.
Duncan sonrió y terminó por soltar una carcajada cuando lo vio avanzar a la salida.
—Ojala no vuelva hasta dentro de un siglo —dijo Archie—. No lo soporto y ahora menos soporto a papá, es como si estuviera dispuesto a jodernos la vida.
—Ya lo hizo —dijo Winston—. De hecho lo hizo desde que nos engendró.
—Bueno, chiquillas, relajen la raja —dijo Mehmet—. Respiren y bébanse un tecito que Neil viene por la tiara de Duncan.
—Corona —corrigió Duncan.
—Da igual, solo los mariposos usan adornos llenos de piedritas en la cabeza —replicó.
—Mi corona es bonita, combina con mi hermoso cabello —dijo Archie—. En fin, y si lo matamos y lo usamos de relleno en uno de los tantos baches de la ciudad que el rey no compone.
—Sería un desperdicio —dijo Winston—. Material hueco, ya sabes.
Duncan sonrió ante las estupideces de sus hermanos y dio un sobresalto cuando el sonido estridente de un relámpago resonó.
—Parece que va a llover y muy fuerte —dijo Winston—. Que día de mierda, me voy a mi habitación.
—Yo iré a buscar a Monique —dijo Archie y todos hicieron un gesto de incomprensión—. La chica de la cocina.
—Briggitte —dijo Duncan—. Se llama Briggitte.
—Da igual, Monique, Briggitte, Charlize, Patrice, es lo mismo —dijo indiferente—. El punto es que saben de quien hablo.
—Deja de acostarte con la servidumbre —dijo Duncan.
—Lo dices tan feo que suena como algo inapropiado y no es así —dijo Archie—. Yo soy un ser de amor, tengo tanto que es egoísta de mi parte no compartirlo con ellas.
—Espero que esos derroches de amor, no te hagan embarazar a alguna de ellas —dijo y Archie rodó los ojos.
—Mi semental, no corre sin bozal —respondió y se dio la vuelta.
—Yo iré a caminar por ahí —dijo Rudolf—. Creo que caminaré por la orilla de azotea, con suerte caigo o me cae un rayo, ¡carajo!
—Ten cuidado con la lluvia —añadió Duncan.
Poco después Duncan se disponía a llevar a Sabrina pero la torrencial lluvia le impidió salir por lo peligroso del camino.
—Tendremos que llevarla mañana —dijo a Mehmet—. Prepara todo que nos iremos a primera hora. No quiero que Neil pueda hablar con ella en absoluto.
—Así lo haremos —dijo Mehmet—. Tengo que salir ahora, verificar que Terrence haya llegado a su destino. ¿Necesitas algo?
—Gracias, estoy bien —añadió Duncan—. Necesito pensar con claridad en lo que haré.
—¿Buscarás a Yekaterina? —preguntó Mehmet.
Duncan no respondió, solo se alejó con dirección a su habitación.
Mehmet suspiró y se masajeó la sien al darse cuenta de que la llegada de Neil solo traería más problemas a esa familia de por sí ya bastante fragmentada.
Bajó las escaleras y decidió dar una caminata por los alrededores techados. Llamó a Roman mientras lo hacía y este aseguró que habían instalado con éxito a Terrence y estaba de vuelta para el castillo.
Mehmet tenía un mal presentimiento, así que esperó afuera, mientras la lluvia caía a cantaros, la llegada de Roman y cuando este estuvo ahí se acercó de inmediato a él.
—¿Todo bien? —preguntó el turco.
—¡Carajo, el cielo se está cayendo! —respondió Roman—. Terrence intentó seducirme.
—¿Qué? —inquirió Mehmet.
—La chica... no creo que hayan sido ideas mías —prosiguió Roman—. Me pareció que eso hacía.
—¡Qué demonios! Quiero pensar que no caíste —dijo Mehmet con una media sonrisa.
—Ammm, no. No es mi tipo —replicó el hombre—. Demasiado niña a mi gusto, y yo soy más de las rubias.
Mehmet se giró a verlo con una mirada no tan amigable.
—Aunque, Blanchett es muy guapa —dijo encogiéndose de hombros—. Un día de estos voy a invitarla a salir. En fin, ya me desvié del tema y sí todo está bien, es solo que creo y estoy seguro de que Terrence quería conseguir algo con sus coqueteos.
—Eso es seguro —dijo el turco—. Debes estar alerta con eso, ella no me da buena espina. Necesito que hagas algo además de estar al tanto de la hermana de Sabrina.
—Tú dirás —dijo Roman—. En lo que sea. Debemos estar alerta ahora que llegó Neil.
—Sí, precisamente de eso quiero hablarte —dijo Mehmet—. Quiero que no le quites la vista de encima a Kathleen. Ella será el blanco para distraerme, sabes que a esa mujercita le encanta darme trabajo y problemas.
Roman soltó una risa antes de mirarle.
—Esa chica te tiene mal —dijo Roman—. ¿Por qué no simplemente se quitan toda la furia como lo hace la gente decente?
—¿Y eso cómo sería? —preguntó Mehmet con curiosidad—. En realidad no sé si quiero saber la respuesta.
—Ya sabes, desnudos revolcándose en una cama —dijo Roman—. Tal vez así el humor les mejore a ambos.
—Por favor —dijo Mehmet—. Yo no me acostaría con ella ni borracho. ¿Sabes? Cuando estoy cerca casi no duermo, temo que me envenene.
—O te ponga una serpiente venenosa —dijo Roman en medio de risas.
—No, ella jamás se dejaría al descubierto, no me mordería en público —dijo Mehmet sacando una carcajada a Roman.
—No seas tan duro —dijo este—. ¿Hace cuanto que no la veías? Yo no la conocía pero conmigo se porta bien, ya sabes, no es tan agresiva.
—La última vez que la vi fue hace unos ocho años. Ya no recuerdo. Tuvimos un desencuentro y todo fue fatal —dijo Mehmet—. No quiero ni recordarlo.
Frunció el ceño cuando vio pasar a Neil de regreso a la casa, pero no pudo ir puesto que Roman recibió una llamada.
Cuando colgó miró a Mehmet.
—¿Qué sucede? —preguntó el turco.
—Parece que hay problemas con Terrence —dijo y Mehmet dio un suspiro—. Necesitan que vaya.
—Iré contigo, los príncipes y el rey no saldrán por hoy —dijo el turco...
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