Capítulo 39

Archie miró a la mujer a su lado.

—¿Por qué no me dejas en paz? —preguntó a la chica—. Creo que he dejado muy claro que no me sienta bien tu compañía.

—Podemos ser amigos —dijo ella—. ¿Cuál es la razón por la que eres así conmigo?

—Tal vez sea porque seguías las indicaciones de tu madre y te la pasabas acosándome —respondió—. No me gusta que me vean como una presa y no me interesa tener una amistad ni acercamiento contigo. Disculpa que sea tan directo.

—Tal vez si me...

Vio a Archie dejarla ahí parada para subir las escaleras donde una mujer estaba parada en la barandilla.

Archie corrió por las escaleras y miró a Yekaterina parada en las escaleras mirando a la habitación donde Sabrina estaba. Se acercó hasta ella y miró dentro de la habitación donde Duncan dejaba un beso en la cabeza de Sabrina.

Se giró a ver a Yekaterina que miraba con los ojos llorosos la escena.

—¿Qué hace de vuelta? —preguntó antes de avanzar con cuidado hacia su habitación.

Archie la tomó del brazo y la ayudó a caminar por el pasillo.

—No deberías estar caminando —dijo con tono de reproche—. Ni deberías preocuparte por nada más.

—No respondiste mi pregunta —dijo ella mientras avanzaba—. ¿Por qué está Sabrina aquí?

—Parece que está enferma y Duncan...

—Va a cuidarla —finalizó ella con los ojos llorosos—. ¿Por qué no me lo había dicho?

—De hecho recién la ha traído, supongo que te lo dirá —dijo abriendo la puerta de su habitación y llevándola a la cama—. Quédate acostada, te hará daño ir de acá para allá.

—¿Me darías tu número telefónico? —preguntó sorprendiendo a Archie—. A veces no hay quien venga y tal vez si te envío un mensaje puedas enviarme a alguien.

—Por supuesto —dijo Archie tomando un papel y anotando su número—. ¿Tienes un teléfono? Aquí en esta habitación no hay instalado uno.

—Está bien, tengo un celular —replicó la rusa mientras sonreía.

Archie sonrió y después de dejarla en la cama salió de la habitación. Posteriormente fue hasta el despacho a encerrarse.

Yekaterina se quedó recostada mirando al techo sin pestañear y solo salió de sus pensamientos cuando Duncan cruzó la puerta.

—Hola, me alegra que estés despierta —dijo el rey caminando hacia ella y dándole una sonrisa—. ¿Te sientes mejor?

—Sí, los analgésicos ayudan —dijo mientras lo veía sentarse en la silla y acercarse hasta ella.

—Estás muy pálida —dijo Duncan acercando su mano para tomar la de ella—, pero espero que pronto estés muy bien.

—¿Ha pasado algo? —preguntó con los ojos claros puestos sobre los de él.

—Algo como qué —preguntó el rey, removiéndose.

—No sé, estuve inconsciente, me gustaría saber qué pasó con Yaroslav —replicó Yekaterina—. También qué sucedió con Sabrina.

—Yaroslav está muerto, hay una investigación en curso, pero estaremos bien —respondió con una sonrisa tranquilizadora.

—¿Y Sabrina? —inquirió mirando hacia la puerta en espera de la respuesta de Duncan—. ¿Sabes dónde está?

Hubo un silencio en el que ella esperó paciente y con los latidos acelerados a que él dijera algo.

—No, no lo sé —respondió Duncan.

La rubia no se giró a verlo, solo permaneció mirando hacia la puerta pensando en lo que acababa de escuchar.

—¿Piensas en ella? —preguntó sin mirarlo—. A veces no te preguntas qué hubiera pasado si yo no hubiera llegado.

—¿Qué? —preguntó Duncan—. Deberías descansar, no es bueno que estés hablando demasiado.

Ella sonrió y permaneció mirando al frente. Miró sin mirar en realidad.

Duncan la arropó e intentó tomar su mano pero Yekaterina la alejó de forma discreta.

El rey caminó entonces a la salida.

—No me respondiste —dijo Yekaterina deteniendo los pasos del rey.

—¿El qué? —inquirió.

—Nada, no importa —dijo la rusa.

Duncan la observó con atención durante largos segundos y finalmente se dio la vuelta luego de dar un suspiro.

—¡Duncan! —dijo de nuevo la joven haciendo que se girara—. ¿Sabes que te agradezco todo lo que has hecho por mí y que te amo mucho?

El rey sonrió y asintió como única respuesta.

—Descansa —dijo luego de un incómodo silencio.

Cerró la puerta y bajó las escaleras para ir a su oficina. Se encontró con Archie, quien bebía una copa.

—Archie —dijo Duncan—. Quiero que entiendas un poco mi postura, ver a Sabrina tan mal, me hace sentir culpable. Me casé con ella, me enfoqué en lo mal que me fue a mí, en lo que me traicionó, pero no fui capaz de pensar en todo lo malo que a ella le pudo pasar para que sus padres estuvieran felices. No vi todo lo que ella sacrificó y sufrió para que al final el matrimonio se fuera al demonio.

—Está bien —respondió Archie.

El rey suspiró mirando a su hermano.

—No espero que lo aceptes, solo que lo entiendas —continuó con tranquilidad—. Me siento mal de verla así.

—Dije que está bien —dijo un malhumorado Archie—. Haz lo que quieras, no tienes que consultarme, ni convencerme. Eres el rey y ya dejaste claro lo que es para ti todo esto y lo respeto aunque no lo comparta ni me importe. Yo no soy un buen samaritano.

—No te entiendo —dijo Duncan.

—Maté a la hermana de Yekaterina porque la mujer que proteges, enferma o no, la envenenó contra su propia hermana a sabiendas de que esa joven tenía un problema emocional que superar luego de vivir en claustro y vaya a saber qué tanto le hicieron pasar —dijo mirando a Duncan—. No tiró del gatillo, pero ella le proporcionó un arma a la chica, no mató a tu hijo, no directamente, pero lo hizo. Yo maté a esa chica en un reflejo para proteger a la mujer que dices querer y le quité a una hermana que probablemente pudo recuperarse para vivir feliz. ¡No me digas que debería entenderte, porque no puedo ni quiero!

Duncan se quedó callado observando a su hermano, quien escupía cada palabra con tanta amargura que se sintió mal por él.

—¿Pero y si Sabrina realmente está enferma? ¿No debería ayudarla? —preguntó Duncan.

—Casi todos, o todos, los violadores, psicópatas, asesinos seriales, etcétera, dicen tener traumas desde pequeños y que por eso son actuaron de la forma en que lo hicieron, ¿vas a ir por ellos y traerlos aquí para reformarlos? —preguntó directamente.

Hubo un silencio escabroso y ensordecedor entre ellos.

—Eso supuse —dijo enfilando a la salida donde una Kathleen, incómoda, se detenía al ver la tensión.

—¿Podrías acompañarme? —dijo la rubia—. Necesito decirte algo.

Archie fue con ella mientras Duncan permaneció con la vista fija sobre el jardín. Se quedó horas observando el lugar y al mismo tiempo pensaba en sus hermanos. Él siempre trató de ser el mejor para ellos, de ser el ejemplo y de hacerlos sentir orgullosos, pero en el fondo siempre supo que era el más débil de todos, el que más fácil se conmovía y quien más culpable solía sentirse por todo.

‹‹Eres el futuro rey y debes saber que todo lo que pase es responsabilidad tuya. Siempre serás el culpable directo de todo. Si alguien se cae, es tu culpa por no quitar las piedras del camino. Un rey es el único que no tiene margen de equivocación, debe ser perceptivo y verlo todo antes de que suceda lo peor o de lo contrario, no nació para ser un monarca››.

Las palabras de su padre resonaron con fuerza. Él no era un rey, si no vio lo que pasaba con Sabrina en realidad.

La cabeza le iba a explotar en ese momento por toda la tensión. Durante horas solo se mantuvo sentado frente a la ventana, observado hasta que vio llega el amanecer y con ello el cansancio, el dolor de cada parte de sus músculos se acentuó.

Salió de su despacho y fue directo al comedor donde encontró a todos en un silencio sepulcral.

Mehmet no apartaba la vista de Kathleen y por alguna razón, Duncan sentía que su prima estaba en problemas de nuevo.

—Por favor, no quiero más discusiones —dijo refiriéndose a ambos.

Miró a la joven del servicio y le preguntó por Terrence.

—La señorita dijo que tomaría el desayuno en la habitación con la reina —dijo y Duncan asintió.

—Voy a darme una ducha y desayunaré con Yekaterina —dijo sin esperar respuesta y salió del lugar para ir rumbo a las escaleras practicante arrastrando los pies.

Llegó a la habitación y abrió la puerta. Se encontró con la cama sin hacer y sonrió para ir al baño.

Tocó la puerta repetidas veces pero nadie respondió.

—¿Yeka? —preguntó pero no hubo contestación.

Abrió la puerta y se asomó para ver que no había nadie más ahí.

—Hola —dijo una voz detrás de él que hizo que se girara.

—¿Qué haces fuera de la cama? —dijo al ver a la rubia parada con dificultad en la entrada.

—Estaba en la habitación de Feriha —dijo y él asintió—. Se va hoy de viaje, dijo que necesita conocer un poco más, está animada.

—Sí, ella es bastante optimista —dijo Duncan—, y valiente.

—Tal vez es lo que me falta —dijo en respuesta.

—Bueno, ella seguro que puede venir a charlar contigo cuando quieras —dijo con una sonrisa tranquilizadora—. He pedido el desayuno, solo me doy una ducha rápida y podemos hacerlo juntos.

—Me refería a que me falta la valentía y el coraje de Feriha y ya desayuné con ella —dijo sin levantar la vista.

—Lo siento, me quedé el resto de la noche en la oficina —dijo y ella asintió—. Bueno, entonces me doy una ducha y me tal vez me puedas acompañar mientras desayuno.

Ella no dijo nada y mientras lo vio intentar acercarse ella negó, levantando la mano para detenerlo.

—Me voy —dijo paralizando a Duncan—. Voy a irme con Feriha, iré con cuidado para no lastimarme de nuevo, pero no me voy a quedar aquí.

—¿De qué hablas? —preguntó sin moverse de su lugar.

—De Sabrina —respondió—. Está en la otra habitación y siempre he dicho que no hay lugar para las dos. Yo admito...

—Escúchame...

—No, esta vez escúchame tú a mí —dijo ella—. Yo no debí meterme en algo contigo a sabiendas de que estabas casado y tal vez enamorado de tu esposa. No voy a justificarme pero en mi defensa diré que lo hice por mi hermana y lo habría hecho una y otra vez si con ello la recuperaba.

Hizo una pausa.

—Las cosas se salieron de control pero como dicen, lo que mal empieza, mal acaba y nosotros empezamos mal —continuó antes de limpiarse las lágrimas—. Te vi ayer con Sabrina, te vi abrazarla y darle un beso. Me mentiste cuando te pregunté por ella, no respondiste mi pregunta y cuando te fuiste te dije que te amaba y solo dijiste descansa.

De nuevo se quedó callada y sonrió.

—Creo que soy yo quien sale sobrando en tu vida —dijo levantando la mano una vez más cuando Duncan intentó hablar—. Arregla tus asuntos con ella.

Caminó hasta el rey y se acercó para tomar sus manos entre las suyas. Le dio un beso en los nudillos.

—Te agradezco todo lo bueno, pero es momento de que siga mi camino y de que tú sigas el tuyo con ella.

—Las cosas no son así —dijo Duncan apretando sus manos para evitar que se fuera—. Ella está enferma y de alguna manera me siento responsable. Solo necesito que la revisen y buscaré que su hermana y ella se instalen en algún otro lugar.

—Deja de engañarte, bien sabes que la dejarás aquí y no podemos estar ambas en el mismo lugar —dijo la rubia—. La muestra más grande de amor que puedo darte es evitar lo que tarde o temprano va a pasar. No eres capaz de elegir y yo estoy facilitándote la tarea, tal vez un día lo entiendas.

Duncan apretó sus manos pero ella tiró con fuerza para soltarse y salió de la habitación donde una Feriha esperaba al pie de ella con Mehmet a su lado.

El turco se acercó a ayudarla a bajar y una vez en el vestíbulo Yekaterina hizo una venia de agradecimiento a todos, quienes le devolvieron el gesto con una sonrisa.

—Muchas gracias por todo —dijo mirando a los Rockefeller.

—Que te vaya bien —dijo Archie quien se seguía sintiendo culpable por lo de su hermana—. Cualquier cosa, siempre puedes llamar.

La rubia agradeció de nuevo y enfiló a la salida con Mehmet y Feriha; segundos después Duncan reaccionaba y bajaba corriendo para detenerla pero Winston lo frenó, a sabiendas de que necesitaban eso para que su hermano se comprometiera con él mismo...

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Hola de nuevo, muchas gracias por sus comentarios, sus votos, sus recomendaciones. Les agradezco con el corazón.

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