Capítulo 37

Miró a la gente pasar a su lado y mirarla al tiempo que otros le rendían pleitesía.

—Soy la reina —dijo antes de reír de forma histérica—. Soy la reina, ¡soy la reina!

Algunas personas la miraron mientras, para sorpresa de todos, abordaba un taxi.

—¿A dónde la llevo? —preguntó el hombre sintiéndose honrado de llevar a la reina en su auto.

—A casa —dijo y el hombre sonrió.

—Es raro que el rey no haya venido por usted, se les ve felices todo el tiempo —añadió el hombre mayor—. El castillo está lejos pero para mí es un honor llevar a la reina de vuelta a su hogar.

—Quiero ir con mamá —dijo sorprendiendo al sujeto—. Quiero ir con mamá.

—Tal vez debería ir con el rey, no parece estar bien —insistió el anciano—. La reina no debería estar sola por la calle, así como hay gente buena, también hay gente mala...

—Quiero ir con mamá —repitió Sabrina—. Quiero ir con mamá.

—Debería llamar a su espo...

—¡Quiero ir con mamá! —gritó dentro del auto sorprendiendo al señor—. ¡Quiero ir con mamá! ¡Quiero ir con mamá! ¡Quiero ir con mamá! ¡Quiero ir con mamá! ¡Quiero!...

—Está bien —dijo el hombre al ver que algo andaba mal—. Voy a llevarla, solo debe decirme dónde es.

Sabrina dio la dirección y solo entonces se calmó, mientras tanto, tarareó una canción en todo el camino.

El taxista la miraba a la reina un tanto desconcertado de verla así; de cualquier forma no hizo nada más que llevarla a dirección que ella le solicitó y no dijo una palabra en todo el camino, el cual duró casi una hora puesto que su familia vivía en otra provincia.

Apenas detuvo el carro frente a la propiedad se giró hacia Sabrina quien dormía en el asiento trasero.

El hombre se dijo que no era para menos, llevaba casi una hora viajando.

—Majestad —dijo el hombre tocándola con precaución. Sabrina despertó de golpe y miró alrededor un tanto desconcertada—. Hemos llegado.

Durante varios segundos ella solo le miró fijamente hasta desconcertarlo.

—Gracias —dijo intentando sacar algo de su bolso pero el taxista negó, así que pronto y después de agradecerle, salió del carro y miró al frente donde se alzaba la propiedad.

—La casa que recordaba de su juventud no había cambiado nada, pero tampoco recodaba la casa, ni sus vivencias; no recordaba nada.

Se acercó a la entrada y de inmediato le abrieron la puerta.

—Sabrina —dijo la mujer mayor—. Pasa, cariño. Ya mismo les aviso a tus padres.

—Mamá —dijo Sabrina.

—Sí a tu mamá —añadió la mujer—. Siéntate que ya mismo los llamó, seguramente estarán felices de verte volver a casa aunque sea para una visita. ¿Te gustaría tomar algo?

Sabrina no respondió y la mujer solo se alejó de ahí. La conocía desde joven y sabía que siempre había sido rara pero encantadora.

La reina miró alrededor de la estancia. Se preguntó hacía cuánto que no había visto eso. Años sin volver a casa, pero tampoco recordaba el porqué, ni el cómo, la realidad es que para ella muchas cosas estaban inconclusas y no tenía idea del porqué estaba ahora siendo avasallada por un sinfín de pensamientos sin orden.

—¿Sabrina? —dijo una voz femenina que hizo a ella girarse—. Hija, qué gusto verte.

—Mamá —dijo mirando alrededor—. Todo es tan extraño. No recuerdo la casa.

—¿Cómo has estado? —dijo la mujer—. Pensábamos ir a visitarte en navidad o llamarte para saber que estabas bien, pero con Duncan no hay de qué preocuparnos. No pudiste casarte con un mejor hombre.

—¿Qué hace la reina del país visitando a los mortales? —dijo su padre adentrándose en la sala de visitas—. ¿Y dónde está el rey?

—Duncan está en la casa y va a dejarme —confesó retorciendo sus manos al verlos—. Él tiene otra mujer y dice que la ama, él no me ama a mí. Ella es la mujer que se va quedar con Duncan y yo ya no seré reina, no lo seré más.

—¿De qué hablas? —dijo su madre acercándose a ella—. No puede ser posible, Duncan dio su palabra de quererte siempre.

—No me ama y yo no seré más la reina —dijo tirando de su propio cabello—. Duncan ama a esa mujer y ella será la reina.

Comenzó a golpearse la cabeza mientras sus padres la veían desconcertados.

— ¿¡Qué demonios te pasa!? —deja de actuar como estúpida —dijo su padre—. Debe haber un error, el padre de Duncan estuvo conforme con el arreglo y Duncan también.

—Yo no fui buena esposa —dijo Sabrina—. Ella es mejor, supongo, pero yo quiero ser reina, siempre lo he querido ser, no quiero que te decepciones de mí, papá. Yo sé cuál es mi lugar pero no sé qué hacer para que Duncan me quiera de nuevo.

Los padres de Sabrina se miraron uno al otro para después volver a escucharla.

—¿Michael está aquí? —preguntó y sus padres la miraron antes de volver a darse una mirada de incomprensión—. Me gustaría saludarlo.

—Cariño —dijo su madre—. Michael...

—Ya sé, yo no puedo enamorarme de él porque mi deber es ser la reina —dijo con los ojos llorosos y mirando el piso—, pero él es bueno conmigo y fue mi novio. Ahora es diferente, no voy a serle infiel a Duncan.

—¿Qué demonios te pasa? —dijo su padre al tiempo que ella se daba palmaditas en la cabeza y la madre miraba a su hija con preocupación.

—¿Qué es lo último que recuerdas? —preguntó su madre, quien posteriormente miró a su esposo señalándole el teléfono—. Será mejor que llames a Duncan.

El hombre salió de ahí de inmediato y volvió unos minutos después e hizo un asentimiento a su mujer. Su hija estaba callada y miraba un punto fijo sin hablar.

—Sabrina, hija. ¿Estás bien? —preguntó su madre—. ¿Quieres hablar?

—Que descubrí que estaba embarazada de Charlie —dijo ella.

—¿Quién es Charlie? —preguntó su madre.

—Charlie es mi novio mamá —dijo ella—. El mozo de los caballos.

—No se llama Charlie, mi amor —respondió su madre—. No es tu novio y no te quiso.

—Pero él y yo íbamos a tener un bebé —replicó Sabrina—. Él dijo que me quería, yo sé que sí.

—Mi vida —dijo su madre—. No me estás entendiendo. Él ya no vive —dijo mirándola con atención.

—Eso es mentira —dijo ella—. Michael, es mi novio. Yo no quiero casarme con Duncan. Papá por favor, yo seré buena.

El hombre miró a su esposa y después a Sabrina.

—Ve a descansar un rato y cuando te sientas mejor hablaremos de esto —dijo el hombre mientras a gritos llamaba al personal para que la llevara a la habitación.

—Denle algo para que descanse —dijo su padre.

Apenas se quedó solo con su mujer se miraron el uno al otro.

—¿Duncan vendrá? —preguntó la mujer y él asintió.

Ambos tomaron asiento y se quedaron en silencio durante largo rato, espera de que él llegara a la propiedad.

—Terrence debe estar por ahí —dijo el padre—. Es probable que Duncan venga con sus hermanos y debemos afianzar un compromiso.

—Sus hermanos ya están comprometidos —dijo el hombre.

—Mehmet no —dijo ella—. No está en la línea de sucesión pero es un marqués y evidentemente es millonario. Terrence sería una muy buena esposa.

—Voy a llamarla —dijo su padre.

La llegada de Duncan junto al turco, mucho rato después hizo a la pareja ponerse de pie y de paso a su hija menor quien se detuvo al ver a los recién llegados.

—Duncan —dijo la mujer—. Sabrina ha venido muy mal y queremos saber qué es lo que está pasando entre ustedes. Dice que no será más la reina y que tienes otra mujer.

—Bienvenidos ambos —dijo el padre de Sabrina—. Mehmet, que gusto verte, no sé si ya conoces a mi hija menor, Terrence.

—No, no la había conocido pero no se moleste en intentar metérmela por los ojos —dijo directamente—. Suelo ser yo quien elijo a mis parejas y por supuesto nadie elegirá a mi marquesa.

La joven le miró con los ojos muy abiertos.

—No me lo tome a mal, señorita —dijo Mehmet—, pero estoy evitando que sus padres gasten palabras y saliva innecesaria.

La chica se fue de ahí sin decir una palabra mientras la pareja miraba a Mehmet y este se encogió de hombros.

—Lo siento —dijo Mehmet—. No tengo sangre real ni crianza de caballero. Me disculpo.

Duncan miró a su amigo y después a sus suegros.

—Sabrina y yo vamos a divorciarnos —dijo directamente mientras la pareja mayor se ponía de pie de un salto—. Ambos hecho cosas que no tengo que discutir con ustedes pero que son irreconciliables.

—¿Hay otra mujer? —preguntó el hombre.

—Sí, tengo otra mujer —respondió con seguridad—. Estoy enamorado y deseo casarme con ella.

—¿Vas a dejar a mi hija por tu amante? —dijo la mujer empezando a alterarse—. ¿Qué clase de insensatez es esa? Mi hija vale muchísimo, se acordó con tu padre.

—Su hija provocó la muerte de mi hijo con Yekaterina —prosiguió Duncan—. Ha hecho cosas que... ella no es feliz a mi lado.

—Pero es la reina —dijo su madre—. Nació para eso. No puedes votarla cuando a ti te da una calentura por una cualquiera roba maridos.

—Cuide lo que dice —dijo Duncan acercándose a la mujer y apretando los dientes.

—Mi hija no merece esto —dijo la mujer—. No vamos a permitir que la despojes de lo que le corresponde por matrimonio.

—No vamos a hablar de Duncan el hombre y esposo de Sabrina —dijo Mehmet—. Eso que lo resuelvan solos, pero vamos a hablar de Duncan el soberano de este país. Sabrina planeó junto con su amante el asesinato del rey, atentó contra la vida de su primogénito y violó las leyes tanto como cualquier otro delincuente que en este país sería castigado con pena de muerte.

La mujer miró a Mehmet e iba a decir algo pero fue interrumpida por los gritos de Sabrina bajando a trompicones por la escalera.

Se detuvo de golpe al ver al rey; con los ojos llorosos corrió hacia él arrodillándose para sorpresa de Duncan y del mismo Mehmet.

—Por favor, no quiero casarme contigo —dijo en medio de lágrimas—. Estoy embarazada de otro y yo lo amo.

Duncan miró con confusión a su amigo, quien estaba igual que él.

—Sabrina —dijo Duncan tomándola de los brazos para levantarla.

Observó la pequeña caja que tenía y la miró confuso antes de interrogar de forma silenciosa a los padres de la mujer.

—¿Qué es lo que pasa? —dijo él mirando a sus padres que no supieron responder.

—Sabrina sacó entonces un pequeño cofre de madera donde habían guardados varios artículos hechos de paja y tonterías sin valor, al menos sin valor monetario.

—Este es Aspir —dijo sacando una figurilla de caballo. Él me lo regaló —dijo mirando a Duncan—. Se quiere casar conmigo.

—¿De quién hablas? —dijo tomando una de las hojas que había dentro de la caja y desdoblando para leer.

Era una nota firmada por Michael.

—¿Michael era tu novio? —preguntó y ella asintió.

—Espero un bebé —respondió Sabrina.

Duncan agachó la vista y miró a su amigo quien no sabía qué demonios estaba pasando.

—Me habías dicho que se llamaba de otra manera —dijo Duncan.

—Ella no sabe lo que está diciendo —aseguró la madre de Sabrina.

—¿De dónde sacaste eso? —inquirió su padre a la joven mujer.

—Yo se lo di —respondió la voz de Terrence—. Me apena ver a mi hermana de esa manera. Ha sido infeliz, ha hecho infeliz a su esposo, él la ha hecho infeliz y ninguno lo merece. Yo sabía que esto iba a pasar un día.

—¿De qué hablas? vuelve a tu habitación —dijo la madre.

—Cuéntame —dijo Duncan.

—Sabrina no recuerda del todo lo que pasó, se llama Amnesia disociativa —dijo con una sonrisa—. Ella nunca quiso engañarte, ella deseó decirte la verdad e incluso planeó su fuga, donde yo la iba a ayudar. Él la amaba, pero casualmente una noche antes de que ella se revelara, mi padre envió a su novio tan lejos por algo que podía conseguir cerca, ¿no fue así papá? ¿Cuantos herreros hay en la ciudad? Pero fue enviado lejos, por supuesto hubo fallos en el auto que le costaron la vida.

Duncan cerró los ojos y miró a Sabrina que seguía mirando le caballo de paja.

—Mi hermana nunca se repuso y a ti te dijeron que ella estuvo enferma durante algunas semanas, en las que mi madre le lavó la cabeza, le dio el guion y la confundió —dijo su hermana limpiando sus lágrimas—. Sabrina envió el suceso al fondo de su cabeza porque le dolía tanto que no supo lidiar con ello. A su vez guardó todo aquello que le dijeron una y otra vez, de tal manera que ella misma se contradice porque no logra unir todo en ese espacio de recuerdos que esta vació. Lo llenó con basura, lo que sea que te haya dicho de ese hijo y él es mentira. Ni siquiera puede recordar su nombre del todo. A veces lo llama Charlie, Josep, Michael. Brian. Mi hermana está enferma y algo o alguien desató el shock y con ello la confusión. Ahora está perdida en el tiempo. Cree que no se ha casado contigo.

Duncan y Mehmet compartieron una mirada de angustia antes de mirar a la chica.

—Hace un rato dijo que era tu esposa y ahora dice que no se quiere casar —continuó Terrence—. Mis padres la enfermaron porque nos hacen daño y no les importa nada más que casarnos con los mejores partidos, esconder verdades, aun si eso implica destrozar la vida de sus hijas.

—¡Eso no es verdad! —dijo su padre—. Ve a tu habitación ahora mismo y no salgas...

—Te olvidas que no soy una niña —dijo la chica—. No puedo probar que lo asesinaste, pero ustedes y yo sabemos que es cierto.

Duncan se quedó callado unos segundos antes de mirar a Sabrina y después a su amigo.

—Lleva a Sabrina al auto —ordenó a Mehmet y Terrence le sonrió.

—¿Puedo ir con ustedes? —preguntó y él asintió.

—Tu hermana te necesitará —dijo Duncan para después mirar a los padres de su esposa y hablar—. Tendrán que devolver lo que se acordó y por supuesto el pacto quedará deshecho.

—No puedes hacernos eso —dijo el hombre.

—Ya lo hice —dijo antes de darse la vuelta y salir con Terrence rumbo a la salida donde ordenó a los custodios que se quedaran a vigilarlos.

Solo una camioneta fue tras ellos al partir de ahí.

Duncan miró a Sabrina quien seguía mirando su cofre en completo silencio y después miró a Mehmet. El resto del camino fue en silencio hasta cruzar las puertas del castillo.

En la entrada sus hermanos esperaban pacientes hasta que lo vieron bajar junto a Mehmet y después ayudar a bajar a Terrence y a Sabrina.

Los Rockefeller restantes vieron la llegada de Duncan, estaban confundidos con la aparición de ella en el castillo pero no dijeron nada, mucho menos cuando él habló.

—Instalen a la reina en su habitación —declaró el rey para sorpresa y consternación de sus hermanos...

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Hola de nuevo, muchas gracias por sus comentarios, sus votos, sus recomendaciones. Les agradezco con el corazón.

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