Capítulo 36
Mehmet observó a Yaroslav unos segundos antes de ver aparecer a los Rockefeller. Duncan miró a Sabrina quien tuvo la decencia al menos de mostrarse avergonzada.
Esta no supo que hacer al verse descubierta. Había creído que todo estaba bien, que Mehmet sería incapaz de descubrirla. Cuidó cada uno de sus pasos y aun así nada le salía bien.
Observó entonces al falso agente que Yaroslav le había proporcionado para entrar, pensó que algo estaba mal, después de todo, ella no merecía nada de eso. Se dijo que quizás alguien la estaba traicionando, de lo contrario, no se explicaba cómo demonios es que todo le salía mal.
—Suelta el arma —dijo Yaroslav apretando aún más fuerte la pistola a la sien de Yekaterina.
Mehmet seguía mirando y Duncan aunque asustado confiaba totalmente en el turco y sus hombres.
—¿Sabes que tú y tus docena de imbéciles no saldrán con vida de aquí, verdad? —dijo Mehmet.
Sonrió al ver a Sabrina retroceder a sabiendas de que estaban rodeados.
—Ella es mía, los ladrones son ustedes —dijo Yaroslav—. No tenían ningún derecho a quitármela y esta puta, no tenía por qué irse de mi lado.
El rostro de Yekaterina parecía ponerse cada segundo más pálido y su ropa se tenía de rojo a velocidad.
—No vas a salir de este lugar nunca —dijo Rudolf—. Será mejor que la sueltes.
—¿Y cómo va a justificar el asesinato de uno de los empresarios más importantes de Rusia? —preguntó Yaroslav seguro de que no tenían una respuesta para eso—. Abre la puerta inmediatamente y déjame salir.
Duncan miró a Mehmet y negó renuente a dejarla ir.
—Abran la puerta —dijo Mehmet pulsando su comunicador y bajando su arma.
Yaroslav sonrió y tomó su arma para apretarla a la sien de Yekaterina mientras caminaba hacia atrás para subir a la camioneta.
—No vas a salir de aquí —dijo Duncan quien miró a Mehmet al darse cuenta de que no haría nada para evitar que se la llevaran.
—Déjaló Duncan —dijo Mehmet—. No vamos a arriesgarla, haremos algo después.
El ruso sonrió como si aquello fuera un chiste, así que poco después abría la puerta del auto para subirla.
—¡Abre la maldita reja! —dijo Yaroslav.
Sabrina abordó el auto de adelante junto a cinco hombres y miró a Duncan. Ella sabía que ya estaba en un punto de no regreso y que ese día se dejó al descubierto frente a su marido pero también era consciente de que no había marcha atrás.
El auto salió sin problemas por la pluma de salida y Mehmet se vio diciendo que los dejaran partir en el segundo sendero rumbo a la entrada principal.
—Saca a tus hombres —dijo Mehmet—. Tengo un rey que cuidar y estamos haciendo un trueque.
El hombre miró alrededor y a sabiendas de que no podría superar los números de Mehmet solo hizo una seña que hizo a todos abordar el auto restante y salir mientras Mehmet daba la orden de que los dejaran salir.
—Después de este auto saldrá otro, déjenlo pasar —dijo Mehmet ajustando su auricular mientras todos los veían incrédulo.
Yekaterina fue subida entonces en el asiento trasero mientras el ruso abordaba el asiento piloto y sonreía victorioso. Estaba prácticamente desmayada y necesitaba atención médica.
Comenzó a conducir viendo por el espejo la seña de Mehmet para que alzaran la pluma.
—¿Por qué lo dejas ir? —preguntó Duncan mientras Mehmet seguía con la vista al frente viendo el auto partir—. ¡Mehmet! ¡Contesta!
Lo vio sonreír y hablar por su comunicador.
—¿Ya salió el segundo auto? —preguntó y cuando obtuvo la confirmación sonrió—. Cierren la verja.
Se dio la vuelta y miró a Archie.
—Las llaves de tu moto. —Movió la mano a velocidad para que se las entregara—. Voy a enseñarles como se caza en Turquía. Quiero un auto en dirección a la entrada, llamen a un médico y quiero a mis patos en su corral.
El resto de los guardias tomó a los príncipes y al rey para llevarlos pero Duncan se negó y subió a un auto al ver que Mehmet tomaba otra ruta que no era hacia la entrada. Poco después pasaba el rugir de la moto en otra dirección que no era la de Yaroslav.
—¡Si le haces daño a Violet, te cortaré los testículos! —gritó Archie mientras subía al auto con sus hermanos—. A lo único que le soy fiel es a mi motocicleta y ahí va ese demente a destrozarla.
—No me digas que le pusiste un nombre a tu motocicleta —dijo Winston—. Esto es de idiotas.
—¡Cállense! —dijo Duncan—. No sé qué es lo que hará Mehmet.
—Tampoco lo sé pero suena muy divertido —dijo Rudolf.
Mientras tanto Yaroslav conducía hasta la entrada. Se giró a ver a Yekaterina, quien se mantenía en el asiento trasero apenas consciente de lo que pasaba.
Sonrió victorioso al saber que al fin la tenía de vuelta, se dijo que él se encargaría de darle un castigo ejemplar, uno que no olvidara y para que jamás volviera a escapar.
Volvió a mirarla y solo entonces avanzó con confianza, sobre todo al darse cuenta de que nadie le seguía.
Sin embargo, no esperaba que Mehmet saliera de la nada sobre una motocicleta y un arma que no vio venir.
El turco le disparó directamente al neumático sin darle tiempo a absolutamente nada y lo hizo perder el control del auto y chocar contra el muro de la entrada.
Mehmet de bajó inmediatamente de la moto y se acercó al auto para sacar a Yaroslav que aturdido por el choque intentaba salir de carro para tomar su arma.
Fue sacado de la camioneta por el turco; este le tomó de cabello y lo lanzó al suelo.
—Nunca debes confiar en mí, no hago negocios con animales como tú, yo les doy caza —dijo antes de dispararle directo a la cabeza.
El auto de Duncan se detuvo y al mismo tiempo miraba a Mehmet tomar en brazos a Yekaterina, quien estaba muy débil después de que se le saltaran los puntos de herida.
Se apresuró a ir por ella después de ver el cuerpo de Yaroslav en el piso.
Afortunadamente para ellos, la ambulancia llegó en ese momento para auxiliar a Yekaterina.
—Quiten esa porquería de aquí —dijo Mehmet refiriéndose al ruso—. Necesito que llamen a la instancia encargada.
—Y a un asesino a sueldo porque si mi bebé tiene un solo rayón, no vas a vivir para contarlo —dijo Archie mirando como Yekaterina estaba siendo subida a una ambulancia.
—No le ha pasado nada —dijo Mehmet mientras rodaba los ojos.
—Yo debí cuidarla —dijo Duncan.
—Los reyes no se ensucian las manos jamás —dijo el turco—. Para eso estamos los de seguridad, deja de quejarte. Ahora sube a esa maldita camioneta y vuelve dentro de la casa con tu mujer yo me encargaré cuando venga el servicio de investigación.
Duncan no respondió y en cambio subió con ella para ser llevada de vuelta hasta el castillo. Sujetó su mano y se mantuvo mirándola hasta que fue llevada hasta la habitación.
—Debe salir de aquí —dijo el doctor.
—No voy a irme —respondió Duncan pero Rudolf lo sacó de ahí de inmediato.
—¡Déjame volver! —dijo el rey.
—No irás a ningún lado —declaró su hermano—. Deja que él haga su trabajo.
—Pero ella está sangrando mucho —dijo Duncan.
—Sí pero tú no eres cirujano o lo que sea que necesite. Ella está en buenas manos y le ayudarán —dijo Archie—. Solo deja que hagan su trabajo.
—Sabrina no descansará hasta verla muerta —dijo Winston—. Debemos hacer algo.
—Se acabaron las condescendencias —dijo el rey—. No pienso seguir con este juego.
Se paseó de un lugar a otro hasta que el médico salió de la habitación y le dio una sonrisa débil.
—¿Ella está bien? —Fue lo primero que preguntó—. ¿Yekaterina se pondrá bien?
—Afortunadamente no es una hemorragia, solo se le saltaron los puntos —dijo el médico—, eso no significa, que ella esté bien. Su salud es delicada y su recuperación muy lenta.
—¿Ella no podrá tener hijos pronto? —preguntó Winston.
—Me temo que no será posible —dijo el doctor—. Al menos no pronto.
Winston miró a Rudolf a sabiendas de que si Sabrina se embarazaba, estaban perdidos.
—Por ahora sigue inconsciente —dijo el doctor—. Es posible que lo siga hasta mañana pero estará bien, solo debe seguir las indicaciones, vendré a verla por la mañana para ver como evoluciona.
Los hermanos asintieron y dejaron que el doctor se fuera. Horas después Mehmet volvió y sonreía con esa frialdad que le caracterizaba.
—Ya se encargaron de eso, no sé cómo lo vayan a exponer el servicio pero ya hice lo mío, entregué todo para la investigación, eso incluye las imágenes de Sabrina participando —dijo el turco—. Supongo que dado que la policía aquí no hace mucho sino que se encarga el cuerpo de investigación real, tenemos esto ganado.
—No si ella está embarazada —dijo Rudolf—. Se te olvida que las malditas leyes tienen más vacíos legales que la capa de ozono sus agujeros.
—Lo sé pero en base a eso podemos trabajar y poner en duda la paternidad del rey —continuó Mehmet.
—De nada serviría si ella ya está embarazada, cambiar las leyes no serviría puesto que no es aplicable si el camarón ya está en el útero —dijo Archie.
—A menos que gestionemos hoy mismo eso, podemos argumentar que ella hizo la insinuación —dijo Winston—. Si logramos que la cámara alta apruebe la modificación, le habremos la batalla.
—¿Habría algún problema? —preguntó Duncan—. Yaroslav está muerto. Yo era rey por la protección, con el muerto no hay mucho de qué protegerme.
—Y lo seguirás siendo puesto que Yaroslav es más que un hombre —dijo Mehmet—. Es toda una organización. Alguien va a sucederlo tras su muerte y seguramente vendrá en busca de ajustar cuentas.
—Eso es evidente —dijo Winston—. No puedes dejar de ser rey ahora. Necesitamos acabar con ellos antes de que puedas dejar todo esto.
Sabrina por su parte fue en silencio durante algunos minutos en los que supo que ahora tenía un problema.
—Todo salió mal —dijo ella—. Esto no debió pasar.
Escuchó que alguien se comunicaba con el chofer y le informaba la muerte de Yaroslav.
—Tenemos un problema —dijo el chofer.
—Ya lo escuchamos —dijo Sabrina—. Estamos en un problema. Un serio problema.
Finalmente hizo una llamada y pidió que la esperaran en un punto específico.
El auto la dejó en medio de la nada donde lo único que hizo fue a esperar a que él llegara por ella.
—Todo salió mal —dijo apenas se subió al auto—. Ahora tendré a Mehmet tras de mí. Nunca debí hacer lo que hice y dejarme al descubierto. No debí, Duncan me odiará.
Respiraba agitada y retorcía sus manos de miedo.
—Te dije que lo matáramos desde el principio —dijo el hombre—. Tendremos al maldito turco detrás de ahora en adelante.
—Charlie —dijo Sabrina—. Perdí cualquier oportunidad de volver al castillo, con Duncan. Ya no voy a ser reina y papá se enojará, me dijo que no me quedara contigo.
—Tenemos que planear la muerte de Duncan —aseguró el hombre—. Tenemos que matarlo ya, antes de que hable con todos y te deje como la peor de todas. Si lo matamos antes y te embarazas podrás continuar como la reina madre del heredero.
—Debo ir con mi familia —dijo ella ignorándolo por completo—. Debo ir con mi mamá, ella sabrá qué hacer. Mi papá estará muy molesto y yo ya no seré reina.
—Nadie sabrá que no es hijo suyo —continuó él—. ¿¡Qué demonios te pasa!? Pareces una desquiciada. ¡Cállate y escucha!
—Mamá va a reprenderme —dijo ella tocando su cabello.
—¡Ya estoy cansado de ti! —vociferó el masculino—. Bájate ahora del auto y no me llames a menos que estés dispuesta a embarazarte y a matarle.
Sabrina le observó mientras él le hacia una seña para que se bajara del carro.
Finalmente lo hizo y durante algunos minutos se quedó parada en medio de la acera sin saber qué hacer...
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