Capítulo 26

Los nervios se apoderaron de Sabrina quien miraba constantemente hacia el lugar de donde debería venir el disparo, aunque se sintió mejor cuando después de varios minutos no hubo nada ni lograba ver a ningún francotirador.

Duncan, por su parte, miró a Mehmet quien no lo perdía de vista aun cuando él seguía parado a solo unos pasos y ante toda la gente, que no dejaba de gritar y vitorear a su rey.

Winston sonrió al ver la aceptación de su hermano entre la gente y se sintió orgulloso de verlo convertirse quizás en el monarca más aceptado de toda la historia de su país.

Cuando Duncan dejó de saludar a su pueblo y logró que la gente se quedara callada, tomó la mano de su esposa y la levantó entrelazando sus dedos a la vista de los concurridos que gritaron emocionados de ver a la pareja real más unidos que nunca.

Sabrina se acercó a Duncan para darle un beso y luego miró al frente, emocionada de compartir con la gente.

Finalmente, el rey tomó el micrófono y comenzó su discurso para dar inicio a las festividades que como era costumbre se alzaban a la noche y duraban seis días, pero por alguna razón, en ese momento, Duncan se sintió extraño.

Los príncipes miraban atentos a Duncan recitar su discurso, felicitar a su gente por el trabajo que realizaba y resaltando que ellos eran el motor del país. Para cualquiera que conociera realmente a Duncan sabría que efectivamente, lo decía en serio, que amaba a su pueblo por ser lo que era.

—Así es como enamoran al país –dijo Archie—. Yo no les creo nada.

Winston contuvo la risa y dejo que su hermano continuara hablando entre dientes.

—Estoy ansioso por ver el desfile –dijo Rudolf.

—Yo también, siempre es hermoso ver la caballería –dijo Kathleen.

—Espero que te refieras a los caballos y no a los sementales –dijo Archie—. ¡Puerca!

Soltó una risilla pero se recompuso de inmediato tras recibir una mirada asesina de Sabrina.

—Archie siguió hablando todo el discurso, distrayendo a sus hermanos y riendo cuando los vio removerse ante las tantas de tonterías que decía para evitar que las cosas se saliera de control y terminaran estallando en risas.

Finalmente Duncan tocó su corona y recitó la frase que haría enardecer a su gente.

—Que la corona no sea un símbolo de poder al pueblo, que mi voz no sea una imposición y que esta tarde; de hoy en adelante y para siempre; la corona, mi voz, mi presencia, mi familia y todos nosotros seamos el símbolo de unión y esperan que el mundo necesita para seguir.

La gente enloqueció en gritos y en aplausos cuando lo vieron tomar la antorcha para encender la llama ceremonial que daría inicio a sus festividades anuales. Esas cuya derrama económica favorecían a los comerciantes, quienes cada año esperaban ansiosos el momento.

Después de aquello, Duncan se movió alrededor del estrado y finalmente se acercó a su silla donde de inmediato fue abordado por su hermano, que estaba ansioso por divertirse.

Se pusieron de pie ante la aparición de sus invitados. La reina y el rey esperaron la llegada de sus iguales.

Duncan se inclinó ante una risueña Perséfone que era acompañada de su esposo, el rey y su cuñado actual príncipe y tercero en la línea de sucesión.

—Bienvenidos –dijo haciendo reír a su amigo, quien le dio una inclinación, posteriormente saludó a la reina siguiendo el protocolo y después a los príncipes y a Kathleen.

Su hermano hizo exactamente lo mismo, inclinándose ante todos y estrechando la mano uno a uno.

—¿No ha venido Feriha? –preguntó Alfred a Winston.

Este sonrió divertido y negó de forma repetida.

—Demasiada gente y aún está recuperándose –dijo obteniendo solo un pestañeo de Alfred—. Necesita descansar muchísimo, ya tendrá oportunidad de ver sementales danzando para ganar la mano de una doncella.

Alfred no sonrió pero no sorprendió a nadie su mal humor, a sabiendas de que hacía mucho ese hombre no lograba ser él mismo.

Poco después tomaron su lugar y Duncan siguió de pie para recibir al Ministro de estado de uno de los mejores países que conocía.

—León Blackdalion –dijo divertido al verlo—. Al fin te dejas ver luego de varios años.

—Estaba ocupado –dijo con indiferencia—. De hecho tengo mucho trabajo como para estar aquí viendo florecitas y hombres en taparrabos. Es solo que al ser un asunto económico no pudimos enviar a quien corresponde, así que aquí estoy, a punto de ver bolas y pectorales llenos de pelos danzando para atraer alguna chica de dinero.

Levantó la vista y sonrió al ver a Mehmet conteniendo la risa.

—Me alegra verte, tan sincero como siempre –dijo Duncan—. Bienvenido, espero que disfrutes la estancia.

—Lo haré si hay alcohol, si no, no quiero nada –respondió el ministro.

—Dios, no cambias –dijo Rudolf—. Pero si el rey se pone tacaño siempre tenemos a Archie, quien de alguna manera convence a la servidumbre de robar algún buen vino.

—Me encantan los tipos que no le temen a nada –dijo León con los ojos de color acero sobre Rudolf.

Tomó su lugar mientras Duncan reía y recibía a otros personajes. Harto de todo el asunto protocolar sonrió animado al ver a su amigo Andrew acompañado de su esposa, quien sujetaba su mano.

—Bienvenidos –dijo Duncan saludando con un abrazo a su amigo y suspirando al ver la cantidad de mandatarios; sin embargo, notó a Sabrina algo nerviosa. La vio removerse varias veces y por un momento quiso pensar que se trataba de lo incomoda que se sentía con la mirada de la esposa de Andrew sobre ella e incluso la del duque quien no dejaba de mirar a la reina.

Finalmente se apartaron y tomaron su lugar mientras Duncan seguía recibiendo a la gente. Mehmet no quitaba la mirada del rey pero algo llamó su atención al ver a Kathleen ponerse de pie y alejarse hacia la gente.

—¿Qué haces? –dijo tomándola del brazo—. Quédate en tu lugar.

—Solo es alguien intentando darme unas flores –dijo ella.

—Así sea un diamante, permanece en tu lugar –dijo alterado.

—Kathleen, haz lo que te dicen –dijo Winston con un tono que no dejaba lugar a un replica.

Molesta volvió a su lugar, no sin antes darle una mirada envenenada a Mehmet, quien solo la ignoró y permaneció con la mirada puesta sobre Duncan.

Sabrina por su parte, no dejaba de mirar el punto desde donde sabía que Duncan sería atacado. Estaba nerviosa y empezaba a sentir que algo no saldría como imaginaba, tenía el ligero mal presentimiento.

—Puedo preguntar, ¿qué es lo que le resulta tan atractivo en aquel lugar, majestad? –preguntó León Blackdalion mirando con curiosidad a la reina antes de señalar con la vista el edificio que se alzaba en diagonal a ellos.

Sabrina se giró hacia el primer ministro con una sonrisa tensa que hizo a León sonreír con malicia.

—Nada en absoluto –dijo mirando a León y fingiendo que estaba azorada—. Es solo que hace tanto no venía al pueblo que me resulta tan cambiado y me sorprende.

—La entiendo, llevaba años sin pasear por mi país, resulta tan extraño –dijo León mirándola con suspicacia—. Aunque es curioso cómo siendo una reina no se pasee por su pueblo, estando tan cerca.

—Tenemos tantas ocupaciones –dijo mirando nerviosa a otro lado—. ¿Cómo está su hija?

—Entiendo que tenga muchas ocupaciones, aun así resulta curioso, aunque tenía la idea de que la mayor parte de las ocupaciones residían en Duncan y mi hija está muy bien, gracias por preguntar –dijo insistente en el tema y sin dejar que ella lo desviara.

—Me alegra que esté muy bien –dijo y se giró hacia donde la esposa del duque no dejaba de verla con atención e incluso la vio girar hacia el mismo edificio. Se dijo que estaba siendo muy obvia, sobre todo al verla tomar el rostro de su esposo, sonreírle mientras él le daba un beso.

Sabrina supuso que le dijo algo desde el momento en que él miro hacia el lugar y después habló con su jefe de seguridad, a su vez habló a Mehmet y este asintió diciendo algo en su micrófono, que hizo a Sabrina alterarse.

—Cariño –dijo a Duncan—. Me siento algo sofocada.

—No podemos irnos –dijo Duncan—. ¿Necesitas agua?

Hizo una seña pero fue detenido por ella, quien negó y le sonrió.

—Solo estoy algo nerviosa entre tanta gente –añadió aspirando—. Hace tanto que no estábamos entre tantas personas que me siento extraña y un poco incomoda.

Duncan le dio una sonrisa y después miró a Mehmet quien parecía estar atento escuchando algo.

Sabrina se paró entonces para sorpresa de Duncan haciendo que el personal se alertara.

—¿Qué haces? –preguntó su esposo.

—Nada, solo estoy un poco tensa y quería moverme un poco, ¿es que ni eso puedo hacer? –preguntó dejando ver su molestia.

Duncan no respondió y se giró ignorándola para hablar con su hermano Winston, que sonrió ante algo que el rey murmuró.

La reina miró a los hermanos hablar entre ellos y reír, pero parar cuando los aplausos ante el ejército entrando para iniciar su demostración y su dinámica, llegaron. Por alguna razón aquello llamó la atención de Sabrina, quien miró al primer contingente a caballo con su traje de gala haciendo demostraciones entre el público, perfectamente sincronizados; detrás de ellos algunos tanques de guerra y soldados iban a pie.

El despliegue del ejército hizo a la gente aplaudir y a Duncan ponerse de pie ante el saludo de los soldados.

Se acercó a la balaustrada del improvisado escenario y levantó la mano en señal de respeto a su bandera mientras los soldados pasaban frente a él y su familia. Finalmente la gendarmería hacía su entrada portando su traje de gala y marchando a paso firme mientras realizaban movimiento de carga a sus armas.

Duncan sonrió y miró a sus hermanos mientras Sabrina miraba al contingente con una sonrisa emocionada. Sonrisa que se borró al ver a quien fue contratado para acabar con la vida del rey. En medio del contingente se encontraba el hombre infiltrado y esperando el momento de estar frente a Duncan.

Quiso decirle a su esposo pero aquello sería delatarse, así que trató de pensar en mil posibilidades pero en ese momento no supo que hacer, por lo que se resignó a esperar a que Mehmet hiciera lo suyo.

Lo observó mirar uno a uno a entre la gente y mantener su mano en el arma y a Sabrina no se le ocurrió otra cosa que llamar a la esposa del duque, quien se acercó sin saber que para matar a Duncan tendrían que atravesarla.

—No le parece estupendo –dijo tratando de mantenerla en la misma posición.

—Me parece precioso, pero creo que estoy estorbando –dijo tratando de irse.

La mano de su esposo Andrew se aferró a la cintura de la duquesa y pronto estuvo alejada dejando desprotegido a Duncan.

Miró a la reina quien sabía no se movería un ápice de su esposo, ni siquiera la duquesa era capaz de ponerse en el foco.

Levantó la vista justo en el momento en que el hombre estaba frente a ellos y se movía al igual que el resto con sus armas.

Los rifles fueron hacia arriba y fueron disparadas las balas de salva. Después apuntaron al frente y el corazón se le aceleró sabiendo que estaban entrenados para no disparar.

Miró al frente con la barbilla temblando ante la vista de un Mehmet que giró en dirección a su mirada en el justo momento en que el arma fue denotada e impactaba en el pecho de Duncan enviándolo al suelo.

La gente comenzó a gritar mientras una horda de agentes cubría a los príncipes.

Sabrina lo vio todo en cámara lenta y en shock. La duquesa debajo de su esposo con él cubriendo su cabeza y la seguridad protegiéndola, Parker gritando, pidiendo que sacaran a su esposa de ahí y León intentaba ayudar al ver a los agentes ir tras el hombre.

Mehmet tenía un batallón de gente rodeando el perímetro y cubría a Kathleen.

La reina, no supo en qué momento su cuerpo fue llevado al piso y protegido por la seguridad, todo lo que veía era a su esposo siendo sacado de ahí entre la gente y el caos; a los príncipes siendo llevados fuera. Al mismo tiempo, la culpa se empezaba a cernir sobre ella y se manifestaba mediante el llanto...

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