Capítulo 20
Apenas sintió que el cuerpo de Yekaterina tocaba la cama, abrió los ojos para verla y sonreírle.
Por primera en ese día vio una sonrisa genuina en la chica quien se la devolvió y la abrazó y la besó de nuevo, esta vez más confiado.
Poco a poco fue recorriendo su mandíbula, su cuello y su clavícula a besos a la vez que ella comenzaba a sacarle la ropa.
Comenzaron a besarse cada vez con mayor intensidad al mismo tiempo que a desvestirse.
Cuando ambos estuvieron desnudos, fue ella quien lo empujó y lo mandó a la cama para quedar sobre él. Duncan la miró, ya tenía el miembro listo para la batalla y lo único que pudo hacer fue atraerla hacia él y besarla.
Besó sus turgentes senos con dedicación, los envolvió en su lengua con descaro, los apretó, los disfrutó y la incorporó un poco para besar su abdomen.
Pudo sentir el olor de Yekaterina y de alguna manera se sintió perdido como cada vez que ella estaba cerca.
De nuevo le dio la vuelta dejándola sobre la cama y mientras se acercaba a besarla llevó sus manos de forma atrevida hasta la entrepierna de la rusa. La sintió empapada, como cada vez que estaba con él. Recorrió con suavidad entonces la encharcada vagina de la rubia, toda vez que sus labios se apoderaban de su cuello, senos y mientras tanto sentía las manos de la joven en su cabeza, acariciando con tranquilidad su cuello, su espalda.
—Te extrañé —musitó Yekaterina en medio del delirio—. Mi cuerpo lo hizo.
Duncan levantó la vista hacia ella y clavó la mirada delirante sobre la de la joven quien solo le regaló una sonrisa sincera; después de todo, desde que había perdido su virginidad años atrás a manos de Yaroslav, jamás se había sentido bien ni acostado con nadie por gusto.
Con Duncan era diferente, más allá de que hubiera un arreglo comercial en el qué trabajar juntos, lo cierto es que él le gustaba físicamente e incluso se atrevía a decir que disfrutaba sus conversaciones y el sexo entre ellos era perfecto o al menos a ella le parecía que lo era.
—¿Sí? —preguntó Duncan luego de reponerse al escucharla decir eso—. ¿Cuánto?
Sonrió divertido al verla sonrojarse y cerró los ojos al sentir sus manos acariciar su rostro.
—Me toque más de una vez pensando en ti —susurró Yekaterina sobre sus labios al mismo tiempo que sintió los dedos de Duncan penetrarla con delicadeza.
Él la observó unos segundos con una mirada que Yekaterina no pudo descifrar pero que la hizo enardecer.
Acarició su rostro y disfrutó que sus dedos estuvieran follando despacio su sexo húmedo, al mismo tiempo que dejaba que los labios de Duncan tomaran posesión de los suyos y a su vez ella acarició su cuerpo y tocó cada parte de él.
Duncan, por su parte, se apartó uno segundos de ella y cerró los ojos tratando de controlarse. Se centró en verla, miraba los gestos de la chica al saberse invadida por sus dedos, así que separó sus piernas y sacó los dedos de su sexo, los llevó a su boca y después la besó apasionadamente. Al mismo tiempo, acariciaba sus pechos, jugaba con sus pezones y besaba a la mujer como quizás nunca había besado a ninguna.
Finalmente se metió entre sus piernas y rozó su sexo con la punta de su miembro. Jugó en la entrada de su vagina paseando su miembro entre la humedad de la chica, quien solo atinó a encerrarlo con sus piernas y clavar las uñas en su espalda incitando a Duncan a penetrarla de inmediato.
A diferencia de otras veces, en ese momento no hubo sexo desenfrenado; al contrario, fue lento adentrándose en ella, despacio pero con fuerza hasta estar todo lo profundo que fue posible. Se quedó quieto viendo el rostro de Yekaterina, contraído por el placer.
—Eres preciosa —dijo metiendo las manos bajo su trasero para tomarla con un poco más de fuerza.
Comenzó a moverse despacio dentro de ella, quien disfrutó cada centímetro del pene y enardeció por el grosor del miembro abriendo su sexo ya bastante húmedo. Sobre todo al sentirlo ir cada vez más profundo pero más aún al darse cuenta de la forma en que la miraba.
La follada lenta fue tomando su ritmo mientras la joven disfrutaba y gemía cada vez más entregada al placer. Poco a poco ella mismo comenzó a moverse para ir al encuentro de las estocadas de Duncan quien comenzó a resoplar y a acelerar un poco sus movimientos.
Pronto empezó a penetrarla con fuerza, tomando sus nalgas entre las manos y levantando su trasero un poco para comenzar un mete y saca salvaje donde Yekaterina podía sentir como los testículos de Duncan golpeaban y rebotaban en su cuerpo con cada acometida que disfrutaba al máximo.
Sus gemidos, cada vez, subieron más y más de intensidad y pronto... todo a su alrededor desapareció en una explosión de placer intensa entre ambos. Momento en el que no hubo nada más que brindar placer uno al otro.
Duncan colocó las piernas de la rusa sobre sus hombros y embistió con todas sus fuerzas mientras resoplaba y besaba su cuello o susurraba cosas a la rubia de forma inconsciente y en medio de la pasión. Yekaterina simplemente se aferró a su cuerpo y sucumbió al placer en medio del orgasmo que se vio acompañado pronto por un Duncan que se rindió sobre ella poco después liberando su corrida dentro del cuerpo de la chica quien solo se aferró a él con las piernas y disfrutó el orgasmo más largo de su vida.
Unos segundos más tarde, Duncan se dejó caer a su lado y la abrazó despacio sin fuerzas para más. Había sido algo rápido pero luego de varios días sin ella, el coito resultó tan placentero como recordaba e incluso más.
—Siento que haya sido tan rápido pero llevaba días sin ti —dijo sacando una risa de la joven que se acercó a él y lo abrazó.
—Estuvo perfecto —respondió recibiendo un beso en su frente.
—Voy a llamar a Mehmet —dijo recibiendo un beso en los labios.
Se levantó dejando en la cama a la chica y se puso el pantalón para después abandonar la habitación.
Yekaterina se incorporó luego de varios minutos y se puso la camisa de Duncan mientras sentía el semen escurrir por sus piernas. Salió a la sala donde lo encontró sentado con el teléfono hablando. Le sonrió y volvió para asearse.
Cuando salió lo encontró acostado en la cama por lo que ella se acercó al verlo palmear el costado de la cama.
Se subió y acomodó una de sus piernas sobre él, quien solo sonrió y pasó la tarde en medio de besos y caricias.
Acarició el lado herido de su rostro y besó cada parte de ella con toda la ternura que nadie sabía el rey poseía. Fue hasta la noche cuando finalmente se despidió y se vistió luego de cenar con ella.
Aseguró que debía volver y a ella no le quedó otra que dejarlo ir, aunque tuvo que admitir que no quería que se fuera pero se conformó con la promesa de que volvería pronto.
Duncan guardó el número de Yekaterina y volvió a palacio donde sus hermanos los recibieron con un fingido rictus severo.
A aquella tarde le siguieron un sin fin de tardes así, en las que el rey trabaja hasta después de la comida y posteriormente desaparecía volviendo al amanecer.
Sabrina se volvió ausente en su vida, al menos Duncan fingía que no existía en la casa y con sus hermanos hablaba poco respecto a su relación con Yekaterina pero todos sabían dónde pasaba las tardes.
Para él aquello se había vuelto necesario. Cada tarde abordaba su auto y recorría una hora de camino para llegar a ella pasar la tarde en medio de pláticas, salir a caminar cerca o simplemente pasar la tarde viendo televisión. Si bien, tenía sexo con ella muy seguido, lo cierto es que no siempre era así. Con los seis primeros meses después de dejarla en casa Silver la relación entre ellos tomó un giro más íntimo. Duncan aprendió que ella hablaba tres idiomas, que era excelente bailarina y que últimamente tenía una debilidad exagerada por las fresas congeladas y la crema batida.
Era buena jugadora de ajedrez y muy buena cocinera. Duncan olvidaba sus problemas cuando estaba con ella e incluso empezó a sentirse incómodo usando su alianza matrimonial al ir a verla, así que siempre dejaba su anillo en casa y aunque al principio le llevaba flores, las últimas ocasiones cargaba fresas congeladas.
Ella le recibía con un abrazo y un beso colgándose de él.
La convivencia juntos, tomó un tinte diferente, en el que cada uno fue conociéndose, disfrutando del otro.
Ella conoció al Duncan menos cínico y más cariñoso, atento y caballero. Se dio cuenta de que no la veía como un trozo de carne y que adoraba a los gatos. Entendió que le costaba mucho confiar en las personas pero cuando lo hacía era muy fiel. Conoció al Duncan romántico, detallista y amoroso que adoraba verla sin tanto maquillaje y más natural.
Ella empezaba a sentirse asustada de las sensaciones que provocaba solo leer un mensaje suyo en las mañanas. Lo que revoloteaba en su estómago al verlo llegar en las tardes y la opresión en el pecho que sentía cuando lo veía irse.
Cada día le resultaba más incómodo y hasta doloroso verlo irse y saber que iría al lecho de otra mujer. No se atrevía a preguntar si se acostaba con ella, quizás por el miedo a la respuesta, pero negar que le dolía el corazón de solo imaginar que así fuera, sería estúpido. Más aún cuando él no hablaba en absoluto de su vida en palacio.
Estar encerrada y no poder ir de su mano a ningún sitio lejano se había vuelto incómodo. A ella le hacía falta verlo siempre, le faltaba en la cama, pero nunca se atrevería a decirlo.
Escuchó el sonido la puerta y se puso de pie para abrir.
Sonrió al verlo y se acercó a besarlo apretándolo a sí luego de que el día anterior no lo había visto por cuestiones de trabajo.
—Hola —dijo luego de separarse de ella—. Estaba loco por verte.
Extendió las fresas y ella sacó una para colocarlo en su boca y luego besarlo.
—Creí que no vendrías de nuevo —dijo ella.
—Siempre vendré —dijo mirándola—. Ayer tuve unos pendientes, el fin de semana hay asuntos protocolares en el palacio y debo tener todo listo. Mi esposa no está muy participativa y...
Se quedó callada al verla removerse y la abrazó atrayéndola a su cuerpo y besándola apasionadamente en medio de la sala mientras ella luchaba por hacer a un lado la sensación amarga que sentía luego de oír que la mencionaba.
Se alejó de ella y comenzó a hablar de la festividad y el despliegue de seguridad que habría, sobre todo tomando en cuenta que la familia real hacía el recorrido iniciando las festividades anuales.
—Mehmet cree que quizás Yaroslav intente algo —dijo alarmando a Yekaterina—. No he sabido nada de él. Lo último que sabemos es que fue a Rusia, pero no podemos confiarnos.
Ella sonrió nerviosa sabiendo que no podría ir a las festividades donde ella estaría pero al menos esperaba verlo en la televisión.
—Espero verte en televisión —dijo y él asintió.
Recibió un guiño de Duncan que la hizo reír y acercarse a besarlo.
—Cada día eres más guapo —dijo Yekaterina haciendo reír a Duncan—, y pronto es tu cumpleaños, solo falta una semana.
—¿Vas a darme un regalo? —preguntó el rey.
—Voy a darte uno —respondió con una sonrisa pícara...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top