Capítulo 16

Yekaterina sonrió y miró a su amante. Si bien, lo había estudiado durante mucho tiempo desde que había oído de él a través de Yaroslav y sus planes de hacerlo su socio en el tráfico de drogas, había creído que era un mandatario más, injusto y malo, incluso creyó que Duncan sería cruel, pero para ella cualquier cosa era mejor que estar al lado de Yaroslav. No obstante, no era ni la mitad de lo que pensó, la prensa exageraba todo y sin duda no tenían idea de quién era Duncan Rockerfeller.

En muy poco tiempo se dio cuenta de que solía ser justo, de que tenía amigos que lo respetaban y lo querían, que además de todo respetaba su palabra.

—Estaré agradecida toda la vida —dijo ella.

—No tienes por qué —dijo Duncan abrazándola—. Estás pagando.

—Acostarme contigo no es ningún castigo —dijo haciéndolo reír—. Me gusta.

Duncan la sujetó de la cintura y se acercó para besarla, al mismo tiempo ella devolvió el beso encantada de sentirlo.

Se separaron cuando el aire hizo falta y ella se apartó a regañadientes. Levantó la botella de alcohol y desapareció de la vista de Duncan quien se acomodó en la cama sentándose con la espalda recargada en el cabezal.

Ella volvió y se subió intentando sentarse a su lado pero él la detuvo y la hizo sentarse a horcajadas.

Yekaterina tomó su sitio montada sobre él con las manos en el pecho de Duncan mientras disfrutaba de las caricias del rey en las piernas.

—¿Cómo conociste a Yaroslav? —preguntó Duncan.

La vio tensarse y respirar como si aquello le costará muchísimo.

—Era muy joven, tenía dieciocho años, vivía en un pueblo muy pequeño con mis padres. Mi hermana vivía lejos con unos familiares al estar mi padre sin trabajo; era difícil tenerla ahí —dijo y él asintió—. Papá comenzó a llevar demasiado dinero a casa de la nada, al principio fue raro, mamá le cuestionaba pero pronto todo pasó y las cosas resultaron cómodas para todos; al menos lo fueron hasta que él llegó a casa y me miró. Sus visitas a la casa se hicieron cada vez más recurrentes y un día solo llegó por mí. Mi padre se había endeudado y había que pagar de alguna forma. Poco después supo que tenía una hermana pero mi madre lo negó, dijo que era un chico, para entonces ella ya suponía que intentaría llevársela, la vistió de hombre, hizo lo que pudo y al final la mataron, mataron a mi padre y se llevaron a mi hermana creyendo que era un chico para traficarlo.

—¿Cómo es que no se dio cuenta que era una chica? —cuestionó Duncan.

—A los chicos no los desvisten como a las chicas. Yaroslav poco los ve, una vez quizás y no le importan porque los vende con diferentes fines, más baratos. No prestan mayor atención como a las mujeres —dijo con amargura—. Ni siquiera investigó, no es muy listo. Solo coge a la gente y se la lleva. Todo lo hace alguien llamado Inna, es una especie de asesora infalible. Nunca la vi.

—¿Entonces la cabeza no es Yaroslav? —preguntó.

—Sí, pero es impulsivo, violento y tonto, así que es ella quien hace todo, como su consejera. Yaroslav lo hace todo mal cuando se deja llevar por sus impulsos —dijo y él asintió—. Ella en cambio es minuciosa; afortunadamente ella no estaba cuando ocurrió lo de mi hermana o se habría dado cuenta. Cuando llegó, Yaroslav ya había hecho todo.

—¿Sabes a quien la vendió? —preguntó y ella negó.

—No, nunca lo mencionó y yo no podía preguntar. Tiene demasiada gente leal —dijo con seguridad.

—Bien, necesito de momento algo que pueda identificarla, cualquier cosa —dijo y ella se acercó a su bolso de dónde sacó un USB.

—Es un álbum de fotos —dijo entregándolo—. Tiene todos los datos personales que consideré necesarios. No lo dejo jamás, es todo lo que cargo.

—Bien —dijo aunque aún habían muchas cosas que no le calzaban en su relato, pero se dijo que también debía investigar todo eso.

—¿Cuál es tu nombre real? Espero que no me mientas o lo voy a saber —dijo tomando su mano.

—Mi nombre completo es Yekaterina Antonovna Aslanova —dijo sabiendo que no podía mentirle más—. Puedes buscarlo.

Duncan sonrió y acarició su rostro.

—¿Cuál es tu edad? —Volvió a preguntar a la chica.

—Veinticuatro —respondió.

—¿Tienes familia? —inquirió.

—Unos tíos, si es que aún viven —añadió Yekaterina.

—¿Te gustaría ir a caminar? —preguntó pero ella negó.

—Preferiría quedarme aquí —respondió.

No sé atrevió a contar que tenía miedo de salir y que alguien estuviera espiando, que alguno pudiera ser espía de Yaroslav. No se sentía segura de andar por ahí.

Se recostó sobre el pecho de Duncan quien acarició su espalda lento mientras ella escuchaba el latido de su corazón.

—¿A dónde me llevarán y cuándo irás a verme? —preguntó.

—Van a llevarte a una casa de campo a varios minutos de aquí —respondió Duncan—. Iré a verte algunas veces en la semana. Te proporcionarán un celular para comunicarnos y siempre tendrás seguridad.

—Tengo un celular —dijo pero negó.

—Te darán uno nuevo —replicó y ella asintió.

—¿Pero irás a verme pronto? —insistió temiendo que la dejara ahí y se olvidara de ella.

—Lo haré —respondió.

Ella le dio una sonrisa pero en el fondo tenía miedo de que conociera a otra mujer que le gustara más que ella y la dejara de lado. En el fondo, ella sabía que tenía que asegurar al rey o podría cambiar de parecer y también sabía que solo había una forma de hacerlo.

Se acercó a besarlo y sujetó su rostro entre sus manos al mismo tiempo que Duncan colocaba las palmas en su trasero y recorría hasta su cintura para devolver las manos al trasero de la joven.

—¿Usas algún anticonceptivo? —preguntó de repente y aunque ella se sorprendió de la pregunta asintió con seguridad.

—Sí —reafirmó—. Desde hace años.

—Igual irá a verte un doctor para llevar un control —respondió.

—Bien —dijo nerviosa.

De nuevo se acercó a besarla y la abrazó mientras ella profundizaba el beso, buscando que de nuevo se acostara con ella, quizás porque en el fondo había creído desde años atrás que la única forma de obtener algo era mediante el sexo.

*****

La puerta se abrió en la habitación del hombre que levantó la cabeza al ver entrar a su amante con un semblante enojado.

—¡Lo sabías! ¡Tú lo sabías! —dijo furiosa—. ¡Lo sabías y no me dijiste nada!

—¡¿Qué esperabas que hiciera maldita sea!? —gritó al verla entrar histérica—. Sabrina, Duncan es el rey, no puedo simplemente a ir a contarte los chismes así como así. Lo sabrían.

Se acercó a la reina y tomó su cintura mientras ella se apartaba de él.

—Tranquila, será como alguna otra aventura —dijo tratando de consolarla—. No es la primera amante del rey y lo sabes.

—Pero a ninguna había traído a este lugar —dijo con los ojos llorosos—. Ha dejado de quererme.

El hombre comenzó a reír a carcajadas.

—Cariño, nunca te ha querido —dijo en medio de risas—. Duncan no te ama.

Sabrina en cambio tenía los ojos llorosos. Siempre había sabido de las aventuras de Duncan, todo gracias a él, quien le contaba cada paso que daba el rey, pero jamás le había dolido tanto. Tal vez, se dijo, esta vez dolió porque la defendió, porque la protegió y porque se veía encandilado con la nueva amante y de alguna forma saber que pudiera querer a esa mujer, le dolía y mucho, sin saber por qué.

—¿Quién es ella? —preguntó.

—Yekaterina —dijo el hombre—. La mujer de un empresario. Tu marido se la robó.

—¿Está casada? —preguntó.

—No, no lo está —dijo él—. Era amante de ese hombre, pero para qué tener a un empresario si puedes tener arrodillado a un rey.

—Entonces, la muy perra salta de cama en cama —dijo molesta.

—No lo sé, Mehmet no dirá nada, es perro fiel de Duncan. Es poco lo que sabemos.

—¡Ese maldito turco! —dijo con desprecio.

—Creo que ha llegado el momento —dijo el hombre.

Sabrina le miró confusa.

—El turco tiene a Kathleen ahora y hay que aprovechar —dijo el hombre—. Esa cría lo distrae lo suficiente para descuidar a Duncan. Lo tomamos solo, lo matamos y nos deshacemos de la amante. Sin un rey el país estará en caos, Winston no querrá nada y toda la atención estará sobre él al ser el sucesor. Tomaremos la oportunidad y nos vamos a aprovechar de los escándalos de sus hermanos, de todo lo que podamos y el Parlamento hará cambios que te van a favorecer.

Sabrina se quedó callada.

—Serás la reina si envenenamos a todo mundo —añadió con una sonrisa siniestra—. ¡Vamos cariño! Nadie sospecha de mí, no van a sospechar de ti, irán contra Yaroslav. Winston se verá reducido por el Parlamento. Rudolf se verá atacado al defender a su hermano, Archie será menospreciado por sus escándalos.

—Te olvidas de Mehmet, está en la línea de sucesión por el maldito viejo —dijo mirándolo.

—De ese nos encargamos —dijo él—. Solo hay que poner a su mujercita al filo del acantilado.

—¿De qué hablas? —preguntó confusa—. No tiene una mujer.

—De que Mehmet es un humano, no un inmortal —dijo divertido y con aire de sabiondo—. Como todo ser humano tiene una debilidad y yo ya la encontré.

—No sé si sea buena idea, yo todo lo que quiero es que ella se vaya —dijo molesta—. No la quiero en la vida de mi marido.

—¿Ahora sí es tu marido? No lo ha sido cuando has estado en mi cama —dijo burlándose—. Ahora resulta que te duele que tenga una amante. Vamos querida, no tienes que fingir.

Se acercó a Sabrina mientras la tomaba de la cintura.

—Piensa en nuestra grandeza, lo hemos planeado por años. No tienes que aguantar un esposo estúpido e infiel. Me tienes a mí, yo te quiero y voy a cuidar de ti. Es momento de ser grandes, juntos, tal como lo hemos planeado muchos años —dijo acariciando las mejillas de Sabrina—. Yo voy a tratarte como la reina que eres y no como un mueble más del palacio. Duncan nunca lo hará porque no te quiere, nunca te ha querido.

—Él fue bueno, pero le mentí con lo del embarazo —dijo ella con los ojos llorosos—. Duncan quizás pudo quererme pero le fui infiel, le traicioné.

—Nunca te quiso y menos va a quererte —dijo él con dureza—. Deja de creer que le debes algo, no le debes nada.

Se acercó a besarla pero Sabrina se apartó y caminó a la salida.

—Necesito pensar muchas cosas —dijo aún cuando él intentó abrazarla—. ¡No me toques! No quiero nada, solo quiero pensar.

—¿En qué? —preguntó molesto.

—En todo, en mi futuro, en mi matrimonio, en lo que conviene —dijo antes de salir y cerrar la puerta tras ella volviendo a pasos apresurados al palacio.

Le llevó varios minutos volver entre la espesura del lugar pero apenas estuvo frente a su casa se apresuró hasta la habitación donde horas antes limpió ella misma por indicación de Duncan.

Se dio una ducha mientras pensaba en lo que debía hacer.

Se vistió al salir y en ese momento escuchó la puerta abrirse.

Duncan cruzó la puerta de su habitación, cansado por no haber dormido y por el sexo que había tenido con ella, así que no tenía ganas de pelear con su esposa por lo que se apresuró a ir al vestidor para sacar ropa y de darse una ducha. Se quitó la camisa quedando con el torso desnudo.

Se giró al escuchar la puerta.

Sabrina le miraba desde la entrada con sus grandes y azules ojos.

Tenía puesto un vestido suelto y corto que sorprendió a Duncan.

La rubia se acercó a su marido y colocó las manos en su pecho.

—Lamento todo lo que ha pasado entre nosotros —dijo y él entrecerró los ojos—. Lamento no ser la esposa que mereces.

Se acercó a darle un beso sin dar tiempo a que reaccionara y acarició su pecho como cuando se casaron, como las primeras semanas en las que vivieron en paz antes de que todo se destapara.

—Podemos hacerlo —dijo separándose y mirando los confusos ojos de Duncan—. Podemos mejorar esto.

Duncan estaba sin habla e intentó decir algo pero de nuevo fue abordado por los labios de su esposa quien se colgó de su cuello y acercó su cuerpo a él tratando de despertar el deseo del rey...

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Terminamos el maratón. Gracias por todo. ❤️

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