Capítulo 15
Todos se giraron hacia el lugar donde el hombre aparecía pero solo Andrew hizo un gesto de desagrado.
El resto saludó con entusiasmo.
—¿Qué te ha pasado? —preguntó al mirar a Duncan.
Este se encogió de hombros y a Petrov no le quedó más que respirar resignado.
Había conocido a sus padres, los vio aprender a quererse después del matrimonio y procrear a esos cuatro niños que hoy eran hombres cargando una responsabilidad que no querían.
—Deberías hacer algo —dijo dándole una palmada—. La vida no nos da nada.
—Mucho menos pidiendo por favor —dijo Parker entrando y clavando los ojos azules sobre Duncan—. La vida es tan perra que no te regala nada, se lo tienes que arrebatar. Eres joven pero la vida pasa y solo hay dos opciones, vives lo que quieres vivir o te resignas a vivir con las migajas que recibes.
—En eso le doy la razón a la cría de lagartija esa —dijo Petrov—. No dejes que nada te detenga.
—Eres un rey —dijo Parker—. Y los reyes no nos frenamos ni inclinamos ante nada ni nadie.
La dureza de Parker hacía que Duncan sonriera. La gente a su alrededor, sus servidores creían que era un tirano pero no lo conocían en absoluto.
Era cierto que era ambicioso y un tanto dictador pero era por su juventud. Nadie mejor que él sabía que siendo rey y tan joven no quedaba más que pisar o dejarse pisar.
—Tomaré en cuenta sus consejos —dijo con una sonrisa amable.
—Y por amor al diablo —dijo Petrov—. Saca a Yekaterina de aquí, hay que ser cínico pero no rebases los límites.
Parker comenzó a reír.
—También lo tomaré en cuenta —dijo Duncan.
—Y luego dicen que yo —dijo Archie.
—Tú no eres casado —dijo Parker—. Puedes hacer de tu pene un rollito de sushi si te apetece, esto no aplica para los que estamos casados.
—Total —dijo Andrew en medio de risas.
Duncan señaló el comedor y los llevó a todos quienes poco a poco fueron llegando y tomando un lugar en el comedor.
Una de las chicas del servicio estuvo a punto de derramar un poco de jugo por estar mirando a Andrew.
Todos se dieron cuenta, más aún cuando él le sonrió, le guiñó un ojo y levantó su anular para mostrar su alianza de matrimonio.
—Pero qué hombre tan fiel —dijo Winston.
—Le sacan los ojos —dijo Parker—. No es fidelidad, es miedo.
—Aún recuerdo tu boda —dijo Duncan—. No sé por qué me aclaraste que eras casado cuando llegaste, yo ya sabía.
—Por tu esposa —dijo Andrew—. A la boda fuiste solo y ella me miraba como si estuviera dispuesta a emparejarme con alguna hermanastra deforme. No gracias.
Las risas colectivas no se hicieron esperar, al menos estaban disfrutando del tiempo antes de que Sabrina apareciera y las cosas se pusieran tensas.
Poco después estaban todos ahí a excepción de ella.
—Bueno, ¿me veré muy grosero si atiendo otro asunto en lugar de quedarme a desayunar con ustedes? Los dejaré a cargo de Archie, las risas están aseguradas —dijo Duncan.
—Ya lárgate con tu rusa —dijo Andrew llevando su copa de agua a la boca.
—No sé qué tienen las rusas que embrujan a mis amigos —dijo Parker.
Andrew comenzó a ahogarse y recibió unas palmadas de Archie quien solo sonrió.
Keira, la esposa de Petrov sonrió divertida y apretó la mano de Andrew quien solo le devolvió la sonrisa causando que Fredek rodara los ojos.
En ese momento, Sabrina abría la puerta. Duncan la observó, se veía radiante, más bella que nunca en su opinión pero aún así solo sentía coraje en ese momento.
—¿Vas a salir, querido? —preguntó fingiendo amor aún cuando todos en el comedor conocían la situación—. ¿Qué te ha pasado?
Duncan no se preocupó por guardar las formas después de todo solo salió del lugar y la dejó en medio del comedor sin nada más.
Caminó hasta la salida sabiendo que sus visitantes estarían bien.
A su lado se situó Mehmet.
—Al menos podrías no ser tan miserable y dejarme desayunar —dijo el turco.
—Vuelve, voy solo —dijo pero Mehmet siguió avanzando a su lado. Se detuvo—. ¿No me escuchaste?
—Claro que te escuché pero soy la niñera —dijo Mehmet—. Mis criaturas no deben andar por ahí dando vueltas por el mundo sin la debida protección.
—Deja las payasadas, solo iré a verla.
—Yo sé a dónde vas pero hasta no verte con la pijama puesta, acostado y arropado no podré dormir en paz —añadió mientras subía al auto con él—. Necesito que me digas que haremos con el ruso calvo.
—No haremos nada —dijo.
—Duncan, ese tipo es cero inteligente, mira que creer que traer diez camionetas que compró en oferta con quince hombres que asocian gordura con fuerza y creer que puede traspasar el palacio, es estúpido, pero creer que traer un contingente más grande de hombres con las mismas características de los quince anteriores y más camionetas es sinónimo de victoria, ya es el colmo y es de locos —dijo Mehmet—. Yaroslav es estúpido, actúa por impulso y coraje pero eso pasará y tendrá tiempo de pensar y planificar y por mucho que me guste mi trabajo también planeo llegar a los sesenta años como mínimo y no tener que dar mi vida por el rey.
—Hablaremos eso a mí regreso —dijo Duncan—. Ahora déjame solo, voy a sacar a Yekaterina de aquí, para ello necesito que coordines su salida a la casa de verano cuánto antes, no la quiero más lejos que a cuarenta minutos y de paso hablaremos de algo que tengo que preguntarte cuando vuelva.
Mehmet frunció el ceño y le miró.
—Si tiene que ver con Kathleen no quiero hablar de eso —dijo y Duncan se giró a verle.
—No sé por qué sacas a colación a mi prima pero no, no es sobre ella —respondió Duncan—. Ya sé que ninguno de los dos se soporta.
—Claro —dijo Mehmet mirando a la ventanilla, al mismo tiempo el auto emprendía el camino.
—Iremos a la estancia de Yekaterina —ordenó Duncan al chófer.
El hombre dio un asentimiento.
El rey se giró a ver a Mehmet.
—Volviendo al asunto que nos compete, te tengo una buena noticia —dijo mirando a Mehmet, quien se giró a verle interesado en el asunto—. Pronto vas a librarte de mi prima.
—¿En serio? —preguntó incrédulo.
—Se irá lejos —añadió.
—¿A dónde y por qué? —preguntó prestando su atención.
—Se ha comprometido —dijo Duncan con una sonrisa viendo el rostro de su amigo tensarse—. Su futuro esposo estará llegando mañana a palacio, vamos a conocerlo. Kathleen estará bien, pero de igual forma necesito que lo investigues por completo, me gustaría estar seguro de que es bueno para ella. Es un empresario y político australiano muy bien posicionado.
Un silencio se hizo luego de su declaración.
—Todo lo que Kathleen siempre ha querido en su vida —dijo Mehmet mirando un punto fijo en el auto—. Un hombre que sepa sus orígenes, dinero y una posición.
—No se le puede culpar —añadió Duncan.
Una sonrisa amarga salió de Mehmet.
—No, no se puede cuando una mujer es ambiciosa —replicó.
—No es ambiciosa, pero también tiene que pensar en su seguridad.
—Los tiene a ustedes, dudo que alguna vez la dejen solo, tiene manos para trabajar pero le gusta vivir como parásito —dijo furioso apretando los dientes—. Por eso va a casarse con otro.
—¿Otro? ¿Quién fue el primero?
—Me refiero a que va a casarse con alguien con dinero —corrigió molesto.
—Bueno, si así fuera. Si lo hiciera solo por dinero, serías un candidato —dijo en medio de risas—. Tienes mucho dinero, Mehmet. No sé casa por eso, se casa porque seguramente lo quiere.
—Tengo mucho dinero pero parte de ese dinero viene de tu padre, fue un regalo, es cierto que lo he trabajado y ha crecido pero ¿quién soy yo? Un guardaespaldas y solo eso —dijo molesto—. En fin, que se case con quién le dé la gana y se largue de una maldita vez y para siempre.
Duncan le miró extrañado al verlo tan molesto.
—No eres un simple guardaespaldas, Mehmet —dijo Duncan—. Eres el quinto hermano.
El turco sonrió a su amigo y le dio un abrazo nada más.
—Tengo hambre —dijo el turco para olvidar la conversación anterior—. No dejaste ni que me tomara un jugo.
—Puedes dejarme ahí y regresar —dijo Duncan.
—No —dijo molesto—. Sabes que no voy a dejar a uno de mis patitos andando por ahí.
—Pero te fuiste a Hawái —dijo Duncan.
—Sí, pero de mala gana —respondió Mehmet.
—Ya, claro.
—Es en serio —dijo divertido.
—Por cierto, no me has contado lo del viaje a Hawái —dijo Duncan.
—Cómo diablos voy a contarte si te la has pasado metiéndote en problemas —añadió—. No dejaste ni que me sentará y me tomara un vaso de agua.
Una risa resonó de parte del rey.
—Solo dime una cosa —dijo el turco—. ¿Qué sabes de Yekaterina?
—Muy poco —respondió sincero.
—Ya, ¿entonces estás arriesgando el reino, tu matrimonio, tu reputación y tu vida por un par de tetas lindas y un trasero atractivo nada más? —preguntó curioso.
Duncan no respondió.
—Duncan, entiendo que te guste. Oye la chica es bella pero meterte en problemas con ese hombre solo por un acostón, es demasiado —dijo Mehmet.
—¿Qué sugieres? —preguntó.
—Ya no hay nada que hacer, solo esperar a que ella no te traicione —dijo el turco—. Solo queda esperar a que ella sea leal por siempre al rey.
—Está buscando a su hermana —dijo con la vista sobre su amigo—. Tendré los datos en breve, solo quiero que me ayudes a buscarla. Yekaterina hará cualquier cosa a cambio de mi ayuda para encontrarla.
—Y cuando la encuentres, ¿qué pasará? —preguntó curioso el guardaespaldas.
—Va a irse —dijo Duncan—. Ella ofrece ser mi amante a cambio de encontrar a su hermana y protección para escapar.
Mehmet se mantuvo pensativo, serio y un tanto confuso con todo el asunto pero no dijo más y mucho menos en el momento en que el auto se detuvo frente a la pequeña estancia donde vivía Yekaterina.
Mehmet bajó y después lo hizo Duncan.
—Ve a fornicar —dijo el turco haciendo reír al rey quien solo negó y caminó hasta la entrada de la casa.
Abrió la puerta y la encontró sentada leyendo.
Yekaterina se puso de pie de inmediato y corrió hasta él.
—¿Qué te ha pasado? —preguntó alarmada aunque no necesitó respuesta al darse cuenta que fue la esposa.
—No es nada —dijo Duncan tomando su cintura.
—Es una loca —dijo horrorizada.
Lo guió a la silla antes de soltarse para ir algo para limpiar su cara.
Apenas volvió intentó limpiar su rostro para evitar que se infectara, sobre todo el corte con el cristal pero Duncan se negó.
—Solo quiero descansar un rato —dijo él—. Más tarde vendrán por ti y te llevarán a una nueva casa.
—Puedes dormir luego de que cure eso —dijo pasando el algodón con alcohol sobre su cara.
Duncan respiró y dejó que ella lo hiciera.
Se recostó en la cama y ella limpió su rostro mientras la observaba con tranquilidad.
—Esto es una locura —admitió Duncan paralizando a Yekaterina al imaginar que la dejaría—. Aún así no pretendo guardar las apariencias.
La tomó de la cintura y la atrajo a su cuerpo haciendo que ella derramará el alcohol en el piso.
Separó la piernas y colocó a la joven en medio para poder abrazarla.
—Necesito los datos de tu hermana —dijo con total seguridad—. Van a empezar a buscarla.
Los ojos de Yekaterina se llenaron de lágrimas y se lanzó a abrazarlo.
—Gracias —dijo escondiendo el rostro en su cuello—. Te prometo que no voy a traicionarte jamás.
Duncan sonrió.
—Da igual —dijo atrayendo su rostro hasta casi rozar sus labios con los de ella—. No importa lo que hagas, habrá valido la maldita pena...
________________________________________________________
Síganme en mis redes para sorteos, avances, noticias. etc. Wattpad aún no me deja poner imágenes de nuevo, no sé que le pasa que anda rebelde conmigo. En fin, gracias por sus votos, comentarios y recomendaciones. No saben lo mucho que nos ayuda todo eso y lo mucho que lo apreciamos.
Facebook: Lucylanda Escritora.
Grupo de Facebook: El club de las desterradas.
Instagram: Landa.lucy.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top