Capítulo 12

Yekaterina lucía alarmada al verlos salir, fue Alfred el único que no salió y se quedó mirando por la ventana, al menos unos segundos antes de ir tras su hermano.

—El chico es raro —dijo Yekaterina.

—Solo está triste, su novia falleció hace poco y supongo la quería demasiado —dijo Duncan.

—Que pena —dijo mirando el andar de Alfred y mientras tanto tomó la mano de Duncan visiblemente nerviosa por lo que estaba pasando con Yaroslav.

Duncan caminó al escritorio y encendió su laptop para ver el recorrido del ruso antes de llamar a su jefe de seguridad quien de inmediato estuvo ahí, sobre todo cuando los helicópteros sobrevolaron el palacio.

La respiración de Yekaterina se hizo trabajosa de solo imaginar lo que Yaroslav había ideado y más aún conociendo las cosas de las que era capaz cuando tenía un capricho.

Miró a Duncan escuchar atento y después ver a Mehmet entrar con ese desparpajo que le caracterizaba; no obstante ella lo sabía, estaba nervioso e intranquilo.

—¿Está todo en orden? —preguntó Duncan.

—Será mejor que salgas de aquí —dijo Mehmet—. No es un lugar seguro.

—¿De qué hablas? Esta es mi casa —respondió—. No voy a dejar que un tipejo cualquiera venga a apoderarse de ella y mucho menos a intimidarme.

—El tiempo corre —Esta vez fue Winston quien entró—. Tenemos minutos.

—La reina va en camino a su refugio temporal —dijo el jefe de seguridad.

—No voy a ir a ningún lado —dijo un Duncan visiblemente autoritario.

—Solo hay dos opciones —añadió Mehmet—. En ninguna sales bien.

—¿Cuáles? —preguntó con ironía.

—Si te quedas, ese hombre viene armado hasta los dientes y es poco discreto desde que ha hecho sobrevolar su helicóptero, además de que seguramente hay francotiradores —dijo Rudolf—. El viene dispuesto a matarte.

—¿Y la opción es huir? —preguntó molesto.

—Sí —dijo Winston—. Vamos a sacarte de aquí.

Mehmet levantó las manos como pidiendo paciencia.

—O puedes entregar a la chic... —dijo pero fue silenciado por la mano de Duncan.

—No —decretó tajante.

—Iba a decir que si la entregas da igual, viene matarte porque se quiere cobrar la afrenta —dijo Mehmet—. Deja que nos hagamos cargo, ve con tu chica por ahí a cortar margaritas y te avisaremos cuando las cosas estén bajo control.

—Será mejor que nos vayamos —dijo Yekaterina tomando el brazo de Duncan.

Su mirada desesperada hizo al rey suavizar el gesto.

—Sáquenla de aquí —ordenó y los guardias inmediatamente la tomaron para llevársela.

—Es mejor que vayas con ella —dijo Mehmet.

—Entonces ven conmigo —dijo mirando a su mejor amigo.

—Me encantaría pero, alguien debe cuidar de las princesas —añadió con una sonrisa.

—Ninguno de mis hermanos se va a quedar aquí y si lo hacen me quedo con ellos —dijo entrando en un estado de fastidio al darse cuenta de que solo estaba tratando de resguardarlo a él.

—Está cruzando el arco —dijo Winston mirando la pantalla.

—¿Qué es lo que está pasando? —dijo Kathleen seguida de su guardaespaldas y de Feriha que lucía agitada.

Mehmet se acercó a Feriha y le avisó que tendrían que ir a otro lugar de forma momentánea.

—Puedo sacarla de aquí —dijo Alfred entrando en escena.

Mehmet se debatía en si hacerlo él mismo y descuidar al rey o confiar en Alfred.

—Estaré agradecido de que lo hagas —dijo finalmente—. Te acompañará alguien e indicará por dónde salir.

—¿Todo este escándalo es por dos o tres que vienen? —dijo Duncan, estallando en coraje.

—No vienen dos o tres, vienen muchos y a Yaroslav le importa a un carajo hacer un escándalo —añadió Archie—. El helicóptero está listo para sacarlo de aquí y huir con tu cabeza. ¡Obedece a la maldita seguridad que no sabemos qué es lo que se trae entre manos!

—Voy a quedarme con ustedes —dijo determinante—. Ya quedó claro que Yaroslav es estúpido, se arriesga y hace cosas por impulso, no puede ser tan peligroso en mi territorio.

Alfred no esperó más y tomando a Feriha comenzó a caminar.

—Ve con ellos —dijo Duncan a su prima.

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó con los ojos muy abiertos.

—Te explicaré luego —respondió e hizo que fuera junto a Feriha.

Una vez solos Duncan miró a sus hermanos.

—¿Dónde están nuestros huéspedes? —preguntó.

—Petrov ha desplegado su seguridad en torno a su mujer y Parker igual —dijo Mehmet—. Los demás están jugando en el vestíbulo.

—No esperaba menos —dijo saliendo seguido de sus hermanos y su gente.

—Afuera esperaban todos sus amigos mientras veían su entrada.

Andrew hablaba por teléfono en uno de los rincones y se paseaba de un lado a otro mientras los demás mantenían la vista en el juego.

Duncan lo vio colgar su teléfono y acercarse al mismo tiempo que el resto dejaba el juego para esperarlo.

—Lamento el incidente —dijo y todos restaron importancia.

—Parker, Petrov sus esposas pueden ir...

—Mi esposa no irá a ningún lado donde yo no pueda verla —dijo Parker.

—La mía no se irá, mejor ni le digo, se molesta que la saque de la habitación después de que ya se desmaquilló —dijo Petrov habiendo reír a todos.

—Bueno, solo quédense aquí —dijo Duncan.

—Si nos necesitas solo avísanos —dijo Andrew—. Y ya deja de meterte en problemas.

—Creí que ese era Archie —dijo Richard.

—Pues no, ese es Mehmet, él trae la siete plagas —dijo Archie defendiéndose—. Pero siempre me culpan a mí porque me ven inocente y más joven.

—Las mujeres siempre traen problemas —dijo Winston.

—Las mujeres no traen problemas —dijo Andrew—. Somos nosotros los estúpidos que hacemos las cosas mal, como en este caso, ¿verdad, Duncan?

Duncan sonrió un tanto agradecido de que sus amigos no se escandalizara por nada, de que simplemente le apoyaran.

Salió de ahí cerrando la puerta y yendo hacia el vestíbulo.

Sabía que salir fuera de ese lugar significaba su muerte así que fiel a su estrategia y con Mehmet controlando su seguridad como siempre, esperó el arribo de Yaroslav.

—Cuarenta segundos para su llegada —dijo el hombre de seguridad.

Mehmet apretó el arma en espera de lo que venía y solo unos segundos las camionetas se detenían frente a entrada.

Yaroslav bajó aún con la herida hecha en su última visita, esta vez con un contingente mayor.

A la vista no estaba el rey, solo veía a sus hermanos y a la seguridad, solo unas diez personas pero sabía que todo un ejército estaba listo desde las sombras.

—¡Duncan! —gritó furioso—. ¡Duncan, da la cara!

Duncan salió de entre los hombres y se paró al frente esperando al ruso quien apenas lo vio caminó unos pasos con dificultad y de pronto se vio encañonado por todos los hombres que rodeaban al rey, el más peligroso: el turco.

Yaroslav había oído tanto de él y sus proezas, más aún cuando algunas personas decían que parecía ser un hombre imposible de vencer y que siempre iba un paso adelante.

Aún así no sabía si estaba del todo seguro que él podía vencerlos y salir de ahí con Yekaterina.

—Al menos das la cara —dijo molesto y con un ligero temblor en el ojo izquierdo—. Dile a esa zorra que salga ahora mismo y venga con su dueño.

Duncan apretó la mandíbula ante la forma en que habló de ella y contrario a la vez anterior esta vez no negó nada, solo se acercó un poco más a Yaroslav y con la mirada sobre la de él, habló.

—No —declaró fuerte y conciso—. Yekaterina se quedará aquí, conmigo y punto. Si quieres llevártela tendrás que echar el palacio abajo y vencerme con todo y mi gente.

Por primera vez admitió que tenía a Yekaterina y que de ninguna manera pensaba dejarla ir.

—No voy a dejar que te quedes con mi mujer —dijo Yaroslav.

—Ya me he quedado con ella —rebatió Duncan—. Acaso no te das cuenta de que si ella no ha vuelto es precisamente porque no quiere, más bien ha estado bastante cómoda aquí. Puedes intentar lo que quieras pero de este palacio no saldrás con vida si intentas hacernos daño. Será mejor que te largues ahora mismo de mi casa.

—No voy a irme de aquí sin ella —decretó haciendo que Mehmet suspirara molesto.

—Entonces tenemos serios problemas —dijo Mehmet apuntando a su cabeza.

*****

En la habitación, escondida mirando a la pared estaba Yekaterina mientras una Kathleen bastante consternada y confundida miraba a la joven y después a Feriha quien se mantenía sentada sin saber qué hacer y solo retorciendo sus manos de nervios.

—¿Quién eres tú? —preguntó Kathleen.

—Yekaterina —dijo paseándose de un lado a otro.

—¿Y qué relación hay entre mi primo y tú? —Volvió a preguntar antes de que mirara a Feriha que esperaba atenta la respuesta.

—Somos amigos —dijo pero evidentemente Kathleen no se creyó una palabra—. ¿Crees que él esté bien?

Esta vez se dirigió hacia Alfred, quien solo se limitó a asentir y miró a las mujeres.

—¿Eres su amante? —dijo Kathleen—. No puedo creer que tengas el descaro de venir a vivir aquí y convivir con la reina. No eres más que...

—¿Por qué le reclamas a ella? —preguntó Alfred interrumpiendo a la chica.

—Duncan en casado —dijo Kathleen como si eso lo explicara todo.

—Exacto, el casado es él, quien debe fidelidad es él. No lo victimices como el pobrecito que se dejó engatusar, después de todo, el que rompió su promesa de fidelidad fue él —dijo totalmente molesto—. No hagamos al joven un pobrecito indefenso que bien sabes que tus primos son todos menos unos jovencitos influenciables.

—No puedo más con esta incertidumbre —dijo Yekaterina y sin más abandonó la seguridad del lugar en tan solo segundos.

Alfred fue tras ella y se sorprendió al verla correr en los pasillos.

Finalmente Yekaterina se vio sujeta por Alfred de la cintura quien intentó llevarla de regreso al lugar pero ella lo mordió y salió corriendo hacia Duncan y no porque le importara el rey, sino porque temía que fuera herido y ella no pudiera alcanzar su objetivo.

Se apresuró a salir a la sala donde se detuvo de inmediato al ver a Yaroslav encarar a un Duncan que abrió los ojos de forma desmesurada al verla aparecer.

El ruso se lanzó sobre ella y la tomó del brazo apretando fuerte.

—¡Ahora mismo nos largamos de aquí! —exclamó furioso apretando su brazo hasta lastimarla.

—¡No voy a irme! —gritó liberándose como pudo.

Yaroslav se acercó de nuevo pero está vez Duncan se interpuso y tomó al hombre del cuello con toda la fuerza que pudo para lanzarlo al piso.

—¡Fuera de aquí ahora mismo! —dijo acercándose a él.

El ruso sacó su arma y apuntó al rey quien se detuvo pero de inmediato una horda de hombres de seguridad salieron de la nada para cubrir a su mandatario y someter a todos los recién llegados.

Si bien la gente de Yaroslav era numerosa, no podría competir jamás con todos aquellos que cubrían a un rey dispuesto a acabar con él.

El ruso supo que de nuevo se tendría que ir con las manos vacías y que en ese país no tenía las ventajas que tenía en el suyo, puesto que ahí no era el poderoso; al contrario, ahí estaba en desventaja frente a un hombre que se sabía vencedor antes de iniciar la contienda.

—Nos volveremos a ver, ¡perra! —Escupió las palabras con asco—. Olvídate de verlo alguna vez de nuevo.

La mirada de Yekaterina lucía asustada pero dispuesta a no dejarse amedrentar como tantos años atrás.

—Se puso de pie sin que sus hombres se movieran de su sitio esperando indicaciones aún cuando sabían que de abrir fuego no saldrían vivos de ahí, pero se dijo que debía planear su ataque de una forma consciente y meticulosa.

—Vamos a encontrarnos maldita zorra —dijo levantando su arma y de nuevo se vio tacleado por un Duncan que parecía un colegial en medio de una pelea callejera...

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