Capítulo 10
—Así que tienes una amante —dijo una voz detrás de ellos—. Me lo imaginaba.
Duncan se giró para ver a la persona que cuestionaba su actuar.
Quien fuera el amigo de su padre cuando este aún vivía estaba ahí para seguramente darle una regañina.
Lo vio caminar a paso seguro dentro del lugar y miró a Yekaterina con atención antes de fijar la vista en él.
—Preciosa, ¿nos darías unos segundos? —preguntó divertido—. Después te das gusto con él pero justo ahora no creo que sea buena idea.
La rusa miró a Duncan esperando que fuera él quien dijera algo y pronto con un solo asentimiento la hizo salir del lugar.
En cuanto estuvieron solos Duncan miró al recién llegado.
—Si vas a darme un sermón sobre fidelidad será mejor que te ahorres la saliva —dijo con un suspiro—. Sabes bien la clase de matrimonio que llevo y quiero pensar que sabes que no todos tenemos una familia como tú.
—¡Hombre, cuál sermón! —dijo con aire indiferente—. Ese te lo hubiera dado mi esposa de haberte encontrado aquí, seguramente ya estarías recibiendo la ira de sus palabras y de paso uno que otro golpe con el cinto por infiel. Yo soy de mente más abierta.
—Me alegra saber que si tengo un amante mi esposo se lo tomara con humor —dijo la voz delgada y cantarina de una mujer.
Duncan suspiro y miró de uno a otro.
—Usted y yo jovencito, vamos a tener una conversación más tarde. Si puedo llevar al redil a mis hijos por qué no a ustedes cinco —dijo con autoridad silenciando a los dos hombres—. Por cierto donde están los otros demonios.
—Están dentro —respondió divertido.
—¿Y tienes el descaro de tener a tu... amiguita en este lugar donde mora tu esposa? —preguntó venenosa—. Yo no tengo tan abierta la mente como mi esposo.
La mirada que le dio le hizo suponer a Duncan que el hombre mayor estaba en problemas.
—Keira, cariño —dijo Petrov—. Te juro que estos niños de ahora no entienden el concepto de fidelidad, los de la vieja escuela somos recatados, hogareños, sinceros y buenos chicos.
—No quiero empezar a sacar a relucir a todas esas lagartonas de tus burdeluchos —dijo molesta—. Será mejor que vaya dentro y me tome algo para no enfadar más y desquitar mi furia con ambos.
—Pero, amor —dijo Petrov siguiendo a su esposa dentro de la propiedad.
Duncan dio un suspiro y caminó hacia su casa mientras buscaba a Yekaterina por todos lados.
Dentro se encontró con la mirada de reproche de su esposa quien atendía a toda la gente que recién llegaba.
—¿Dónde estabas? —dijo visiblemente molesta.
—Con Petrov, afuera —dijo y ella fingió una sonrisa.
Saludo entonces a Richard Wendell, a Sebastián Cooper, a Vladimir Vulkov quien no lucía muy animado tras el deceso de su hija mayor, que aunque ya tenía muchos meses de haber fallecido parecía no querer irse del todo ni de Alfred Walsh Welhsmen ni de su familia. Posteriormente saludó a su majestad el rey en funciones, Ahmed Hâbbar y a su hijo el ya coronado rey Ibrahim Hâbbar quien lucía sonriente.
—Supe que ya tienes a otro hijo —dijo Duncan mirando a Ibrahim quien asintió de forma repetida y visiblemente emocionado.
—Deberías ponerle una bolsa de plástico a eso —dijo Mehmet señalando su entrepierna—. Es terrible que te sigas reproduciendo. Se debe cuidar la producción.
—Eso mismo digo yo —dijo Archie—. Esto no es un protesta japonesa, Ibrahim. Calma la producción.
El ahora rey en receso sonrió divertido mientras veía a Parker hablar con Andrew al otro lado de la habitación.
—¿No sabía que estarían aquí? —dijo un mirando a Parker desde su lugar.
—Es un monarca y está invitado junto a su esposa, pero también sus amigos, ellos no deben tardar —dijo Duncan.
—Hurs debe estar apurando a todos para que lleguen a tiempo a la cena —dijo Archie—. Por eso me cae tan bien y le voy a invitar un trago.
Aquello comenzó a tomar tintes divertidos, más aún cuando Maddox Gaskell, Hurs Waldorf, Maximilian Archibald, Christopher Davenport y Melina Hadworf asomaron, esta última haciendo honor a su apodo y luciendo como reina atrayendo la atención de todos, sobre todo la de Ibrahim que no apartaba la vista de la mujer aún cuando ella solo hablaba con sus amigos.
—Es muy bonita pero a mí me da miedo —dijo Winston—. Siento que con la mirada de Melina se me caen los calzones.
—Entre ella y Perséfone no se quién es más peligrosa —dijo Rudolf—. Tengo que admitir que Perséfone hace honor a su nombre.
—Bueno, yo conozco a Lydia Petrova —dijo Mehmet—. Fui su entrenador durante algunos años. Cuando la tenía cerca sentía verdadero pánico, aunque admito que es excelente tiradora y muy buena combatiente.
—Bueno, es claro que esas mujeres son de cuidado si te encuentran en una infidelidad —dijo Archie tosiendo a propósito.
El resto comenzó a reír divertido incluyendo a Ibrahim y los hombres mayores.
—Pórtense bien —dijo Ibrahim.
—Lo dice quien no sabía que existía la fidelidad —dijo Archie—. Lo siento, yo me porto bien, pero la realidad es que tengo tanto amor para dar que es egoísta dárselo solo a una. Así que lo reparto entre todas.
—Eso hacía yo —dijo Ibrahim—, pero llega un momento en que conoces a una mujer que requiere tanto amor que todo eso que creías mucho se vuelve nada y te esfuerzas por darle mucho más.
—¿Ya eres poeta? —dijo Mehmet—. No sé que les hacen las mujeres pero están perdiendo lo divertidos. Me voy a quedar solo con mis gatos.
Pronto Duncan se despidió para ir a saludar a los recién llegados y sin darse cuenta estaba riendo y olvidando todos sus problemas sobre todo al ver lo mucho que Andrew y Mehmet se llevaban, lo estupendo que Archie se desataba con Hurs, Winston encajaba con Maddox y Rudolf se burlaba de Max.
Aquello están siendo una velada agradable al ver a Hurs probar cada uno de los bocadillos sin temor alguno y escandalizando junto a Archie a la mitad de los invitados.
Petrov seguía rodando los ojos por algo que le decía su cuñado Ahmed, así que cuando anunciaron la cena fue Hurs quien encabezó la procesión alegando que estar en medio de tanta gente lo ponía nervioso y los nervios le provocaban hambre.
A ellos se les unió Feriha, la mejor amiga de Mehmet y quién todos creían, un día sería su esposa.
Lo primero que hizo fue saludarlo y abrazarlo tras una larga estadía en Londres, donde los problemas de salud la obligaron a retirarse para una recuperación completa. Estaba delgada y un poco demacrada pero había vuelto recuperada y eso era más de lo que todos podían esperar.
Mehmet la recibió con un abrazo gigante y la levantó por los aires para girarla en medio de la habitación atrayendo la atención de la gente. Estaba feliz de verla volver bien, con vida y con una nueva etapa que iniciar.
A Duncan no le pasó desapercibido el gesto de su prima al ver la escena. Era bien sabido que ellas no se llevaban y que Feriha era comparada por su belleza con Kathleen, algo que a ella siempre la había molestado sobremanera.
Mehmet pareció olvidarse de todo mientras sujetaba el rostro de Feriha y la llenaba de besos.
—Parece que vamos a tener pronto uno menos —dijo Parker.
—Tú calla, que fuiste el primero en casarte —dijo Hurs—. Lo que no tienes es vergüenza.
Parker se encogió de hombros pero justo cuando iba a hablar la llegada de una personas más hizo que todos guardaran silencio.
Alfred Walsh Welhsmen cruzaba la puerta con ese aire contrario a lo que realmente era. Ya no era el chico dinámico y transparente contrario al cinismo de su hermano. No quedaba nada del hombre que habían conocido. Contrario a todo ahora solo podía verse alguien enojado con la vida y con todos.
Duncan lo miró desde su sitio. Caminaba con ese porte de monarca que enorgullecía a Parker, pero ya no era él. Aquel joven que había conocido, amable y algo tímido, tan diferente a la fortaleza y descaro de su gemelo, ahora parecía ser un hombre totalmente vacío, una carcasa. Miró al frente con los ojos azules que no transmitían nada y con ese aire oscuro que dejaba claro cuán negra era su alma.
Le sorprendía verlo ahí después de meses en lo que se había autoexiliado por completo obligando a Parker a tomar sus funciones con regularidad. Ahora, Alfred estaba frente a ellos caminando en su dirección sin mirar a nadie más, simplemente avanzando en su dirección de forma automática y mecánica.
—No sabía que vendrías —dijo un emocionado Parker—. Me alegra que te hayas animado a salir.
—Tenía asuntos que atender aquí —respondió y Parker asintió aunque no del todo convencido.
Duncan interrumpió para llevarlos al salón de la cena dónde sin duda sabía que pasarían un rato agradable.
Alfred continuó su camino a un costado de su gemelo quien trató de animarlo, más una cuando se acercó a Vladimir para saludarlo.
El dolor aún latente en ambos hombres era visible pero claramente ninguno de los dos externó más allá de un saludo cordial.
Del cuello de Alfred colgaba la cadena de Amber, su novia y muchos empezaban a creer que se quedaría ahí por siempre.
Nadie se atrevió a decir nada sobre eso, tenían provocar uno de los tantos estallidos de Alfred.
La gente comenzó a cenar y Hurs se mantuvo callado todo el tiempo como cada que comía, haciendo carreras con Archie para ver quién terminaba la comida antes.
Feriha sonreía a un Mehmet que no paraba de abrazarla y fue en ella en quien Alfred puso su colérica mirada.
Le dio un recorrido con la vista, desde su cabeza con el cabello aún muy corto puesto que recién estaba creciendo y que era cubierto con un velo, su rostro demacrado y ojeroso tras librar una de las batallas más duras de un ser humano y finalmente se detuvo en su pecho.
La joven se removió pero le dio una sonrisa que él no devolvió y se giró a otro lado.
—Estoy tan contenta de estar aquí hoy —dijo emocionada y con los ojos puestos sobre Mehmet—. La vida es hermosa...
—La vida es una porquería —interrumpió Alfred borrando la sonrisa de todos—. Si no lo fuera usted no habría enfermado tan joven de algo tan doloroso como le que es obvio que tenía.
—Alfred —dijo Parker ante la crudeza e insensibilidad de sus palabras con una mujer que había pasado por algo tan terrible.
—Tal vez sí —dijo ella con los ojos llorosos—. Librar dos enfermedades casi al mismo tiempo es más de lo que uno quizás pueda tolerar. Perdí mucho, pero gané el derecho a vivir sana, por eso la vida se ha vuelto hermosa a pesar de que el cáncer me arrebató la posibilidad de ser madre y me hizo perder tiempo valioso en familia y con amigos; aún así estoy viva y eso es suficiente para mí. Al fin y al cabo cada quien ve la vida como mejor le parece, a mí me parece hermosa aún con todos los sinsabores que he tenido que soportar. Cómo la perciba usted es harina de otro costal.
Nadie se atrevió a decir nada mientras observaban a Alfred apretar los labios quizás recordando todo lo que él había perdido...
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