Epílogo

Andrés

Un año después

—¡Daiana! —la llamo mientras no para de saltar en la piscina.

—Segundo papá —me dice. No puedo evitar reír, me encanta que me llame así.

—Vinieron los tíos.

—Buf, ¿no pueden entrar a la pileta? —cuestiona. Desde que cumplió los diez años está bastante más rebelde.

—Son solo cinco minutos, saludas y volvés a entrar —comento.

Chasquea la lengua y sale del agua. Le doy una toalla para que se seque y luego la acompaño a saludar a Merlina y Emanuel. Acaban de llegar de Europa, hicieron un viaje durante dos meses.

—Se ven bien —les digo. Merlina esboza una sonrisa con los ojos brillantes y veo un anillo en su dedo que antes no estaba, supongo que habrá sido muy romántico casarse en Europa—. ¡Qué bueno, felicidades! Yo hace un año que vengo luchando contra el no —expreso mirando a Camila con los ojos entrecerrados. Me saca la lengua y le devuelvo una mueca burlona que la hace sonreír.

—Auch, Cami, lo estás haciendo sufrir mucho —dice Emanuel. Me río y les hago un gesto para que se sienten.

—Él me hace sufrir a mí preguntándomelo todo el tiempo —replica ella con diversión—. En un rato viene mi familia —agrega.

—¡Aaah, estoy emocionada! ¡Voy a decirle a Marco que prepare una torta! Él la hace riquísima —dice mi cuñada. Daiana aplaude y choca los cinco con ella. Luego su celular suena.

—Es papá —avisa antes de atender y salir a hablar.

Cruzo una mirada con Cami. Si bien tenemos la tenencia, todavía le quedó ese miedo de que Jonathan venga y nos la saque. Con el dinero que tenía ahorrado nos mudamos a una casa más grande, en la que ahora vivimos los tres juntos, y Dai se va todos los fines de semana con su papá. Todo está perfecto, excepto la negativa de Camila en que nos casemos.

—Chicos, métanse a la pileta —le digo a mi hermano, pero está bastante acaramelado con su mujer y dudo que me haya escuchado. Sonrío y suspiro mientras siento la presencia de mi novia junto a mí.

—Pareciera que están en otro planeta —murmura mirándolos.

—Sí, eso parece. ¿Te gustaría ir a Brasil para la luna de miel? —interrogo.

—¿Qué luna de miel?

—Morocha... no te hagas. Te estás muriendo por decirme que sí.

—Ja, ja. —Ríe con ironía—. Basta, Andy.

—¿Por qué no te querés casar conmigo? —quiero saber.

—¡No son serias tu proposiciones! —exclama. Frunce el ceño—. No puedo decirte que sí porque pareciera que estás haciéndome una broma, siempre me lo decís cuando estamos haciendo cosas raras o en momentos para nada románticos.

—Pero no es una broma, Camila.

Los invitados nos miran con una mezcla de diversión y curiosidad y el timbre suena. Voy a abrir y entra mi cuñado, su mujer embarazada y mi pequeño sobrino, que pide entrar a la pileta enseguida.

—¿Cómo va eso? —pregunto señalando la panza.

—Uf, bastante bien, solo que ya me está matando a patadas —responde. Ya tiene siete meses y va a ser una nena, toda la familia está demasiado emocionada, y me incluyo.

—Bueno, ya que estamos todos, voy a empezar a hacer el asado —dice Marco.

Me río. Es el invitado pero igual cocina. Merlina abre la boca, pero él la interrumpe mostrándole lo que trajo. Torta de chocolate. Mi cuñada chilla y lo abraza.

—¡Te adoro! —le dice ella. Mi hermano se ríe mientras ayuda a guardar las cosas en la heladera.

La noche va cayendo de a poco, es una tarde de verano sensacional. Ponemos música, las mujeres se juntan para hablar y Merlina cuenta emocionada todo lo que hicieron en el viaje.

Yo estoy en la pileta con mi hermano, jugando con los pequeños, pasándonos una pelota inflable gigante, y Marco está al lado de la parrilla mirando la carne con atención.

Entonces comienzo a escuchar una música proveniente de la calle.

—¡Mierda! —exclamo saliendo corriendo del agua.

—¿Qué es eso? —pregunta Camila con curiosidad.

Me seco sin responder y me visto antes de salir. Me olvidé por completo que hoy era el día. En cuanto ella se asoma para mirar, suelta una risa. Estoy vestido de mariachi junto a una banda que está cantando "Si nos dejan". Sé que puede ser ridículo, pero es que ya intenté todo y seguía rechazándome. Si esto no funciona, juro que me doy por vencido.

Merlina es la siguiente en aparecer y ríe mientras empieza a filmar, luego mi hermano suelta una carcajada y me hace burla por lo bajo, pero la mirada emocionada de mi novia es lo que más me alegra. Le doy un ramo de flores y, en cuanto termino de cantar, me arrodillo y saco una cajita de mi bolsillo. Quería una propuesta real, se la voy a dar.

—Por favor, morocha, decime que sí —pido mostrándole el anillo y mirándola a los ojos.

—¿A qué cosa te digo que sí? —inquiere. Tartamudeo y resoplo, olvidé hacer la pregunta importante.

—¿Te querés casar conmigo? —cuestiono sosteniéndole la mirada.

Se queda en silencio. Está toda nuestra familia esperando la respuesta, los vecinos que salieron a ver el escándalo, los mariachis y yo, que me pongo cada vez más serio al notar que no emite palabra. Creo que voy a vomitar.

—Sí, pero va a tener que ser rápido porque estoy... —comienza a decir, pero se interrumpe a sí misma.

—¿Qué? —pregunto poniéndome de pie de inmediato y siento que el color se esfuma de mi rostro.

—Que acepto —dice. Me río aliviado y le pongo el anillo con suavidad antes de besarla apasionadamente. Los mariachis tocan otra vez y todo el mundo aplaude, pero nadie se olvida de mi frase inconclusa.

—¿Estás qué? —quiero saber.

—Estoy ansiosa por casarme con vos —expresa sonriendo. Hago una mueca incrédula pero termino asintiendo.

La levanto y la giro en el aire. Luego la deposito de nuevo en el suelo y vuelvo a besarla con intensidad mientras los demás se ponen a bailar junto a los marichis.

—¿Estás ansiosa o algo más? —interrogo arqueando una ceja. 

—¿Qué más estaría? —dice con tono inocente. Pongo los ojos en blanco.

—Dale, amor, que sabemos muy bien que estuvimos jugando a rellenar la rosquita con crema pastelera —contesto. Se atraganta con la saliva y estalla en carcajadas.

—No estoy embarazada, de verdad —susurra.

—¿Pero podemos tener un bebé? —interrogo ilusionado.

—¡No!

—¡Dale, morocha!

—¡Dame un respiro! Me insististe con que estemos juntos, me insististe con el casamiento y ahora con un bebé. ¿Vos no parás de exigir cosas? —suelta divertida.

—No —contesto y hago una mueca de sorpresa—. Se siente bien decir que no... ahora te entiendo. Yo siempre te estoy diciendo que sí a todo, pero decir que no es como un acto de rebeldía.

Nos reímos y se acerca para besarme, pero la detengo antes de que toque mis labios.

—No —digo. Entrecierra los ojos al ver que estoy conteniendo una carcajada.

—¡Tonto! —exclama. Entonces Dai aparece y mira la escena con expresión confundida.

—¿Qué pasó? —inquiere.

—Que le pedí casamiento a tu mamá, enana —replico. Abre la boca y sonríe.

—¿Y te dijo que sí? —pregunta. Asiento y choca los cinco conmigo—. ¡Al fin, mamá! —agrega logrando sacar carcajadas a todos.

Cuando todos se van después de una magnífica tarde y una noche de festejos, me acuesto con Camila y la acaricio.

—Gracias por estar conmigo, por enseñarme lo que es el amor y más —comento mirándola a los ojos—. Mirá que tuve que aguantar un año lleno de rechazos —agrego. Se ríe y se acerca para besarme.

—Gracias a vos por aguantarme —responde—. Aunque no me olvido de que estuviste con Diana.

Ruedo los ojos y chasqueo la lengua.

—¡Fueron solo cinco minutos! —exclamo—. ¿Tengo que luchar para que te olvides de eso? —Suelta una carcajada y asiente.

—Vas a tener que hacerme el amor por cinco horas...

—Eso es fácil —comento.

—Todos los días...

—Uff, me encanta.

—Durante el resto de tu vida —termina de decir. Hago una mueca de pánico fingida y luego la beso posicionándome sobre ella.

—Podemos empezar ahora —susurro—. Mi futura mujer.

—Merlina ya estaba emocionada haciendo planes para el casamiento —dice riendo. Asiento con la cabeza mientras le saco la ropa interior.

—¿Saco fecha para antes o después? —interrogo.

—¿De qué?

—De que nazca el bebé —replico sonriendo.

—¿Qué bebé? —cuestiona con confusión.

—El que vamos a hacer esta noche —respondo antes de hundirme en ella.

Suelta un gemido e intenta hablar, pero cada vez que emite palabra empujo más fuerte para que siga gimiendo. Si dejo que hable me va a decir que no quiere un hijo y estoy cansado de escucharla decir que no a todo lo que propongo.

—Creo que antes —dice aprovechando un momento de distracción por mi parte. Me detengo de golpe y la miro—. No pares.

—¿Eso significa que puedo hacerte un hijo? —pregunto volviendo a moverme.

—Sí —contesta sin aliento. Paro otra vez.

Me pongo tan contento por el hecho de que aceptó de una, que no puedo parar de reír.

—¡Me dijiste que sí! —exclamo.

—Bueno, Dai quiere un hermanito, vos querés un hijo, ¡y yo quiero que me dejes terminar!

Se pone roja por haber dicho eso y sigo riendo. Ay, la amo tanto...

Con ella tengo todo lo que quiero. No me hace falta más, tengo amor, tengo una familia, tengo sexo del bueno y, lo mejor de todo, tengo desafíos. Me encanta que me diga que no, aunque creo que ahora ya tengo todas las prioridades aceptadas.

Pero bueno, ya voy a encontrar algo para que me siga rechazando, al fin y al cabo, mi naturaleza es insistir hasta obtener todo lo que quiero... ¿o no?

Fin

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top