52

Camila

Tuvimos un fin de semana intenso en la casa de Andrés, y no porque hayamos tenido relaciones ni nada, sino porque estuvimos preparando todo para hacer de cuenta que estamos comprometidos, que vivimos juntos y que somos felices los tres. Daiana se quedó con nosotros todo el día y la pasó muy bien con él, yo no podía parar de reír con las payasadas que hacían y eso solo me hacía preguntarme más, ¿dónde estoy parada? Le dije que no a su propuesta, ¿pero realmente quiero decirle que no?

—Cami, llegaron las regalías de mis álbumes y casualmente ya estoy cobrando lo de YouTube por lo de mi reality. Además de los pagos y donaciones de Twitch —me dice mirando su teléfono en cuanto mi hija se va a casa de mi hermano. Allá sigue teniendo sus cosas y está más cómoda. Yo me quedé con mi acompañante ya que mañana tenemos que ir temprano al juzgado.

—Felicidades —expreso.

—Es en dólares...

—¡Genial!

—Morocha, tengo más de quince mil dólares —comenta sin aliento. Escupo el té que estoy tomando y voy a mirar si dice la verdad.

—¡Sos millonario! —expreso.

—Somos millonarios —me corrige sonriendo—. La verdad es que es un acumulo de regalías, hace meses que no entraba a ver mis ganancias. Es... uff, increíble. Amor, con esto vamos a decirle al juez que podemos mantener a Dai e irnos a un lugar más grande... Bueno, alquilar, porque todavía no alcanza para comprar. —Se ríe por lo bajo.

—Andrés, es tu plata —lo interrumpo sacudiendo la cabeza—. Tenés que gastarlo en cosas para vos.

—A mí no me sirve, morocha. Le pagaría lo que le debo a mi hermano y el resto quiero compartirlo con vos y con Dai, son lo mejor que tengo en la vida.

Lo miro por un instante con una mezcla de emoción y amor, muchísimo amor. ¿Cómo es que estuve tanto tiempo lejos de él? Yo entiendo que me lastimó, quizás no fueron las formas de dejarme, pero me demostró que lo hizo por mi bien y por el de Dai. Además, su insistencia, sus detalles y sus ojos me hacían quererlo cada día más, a pesar de mis negativas.

—¿Qué pasa? —me pregunta al notar que no paro de mirarlo.

—Nada —replico encogiéndome de hombros.

—Ahora que soy millonario me miras con más amor —me dice divertido.

—Ja, tonto. Ahora ya no voy a besarte por llamarme interesada —contesto haciéndome la ofendida. Suelta una risa.

—Morocha, estamos solos.

—Ajá, ¿y?

Se pone de pie y en un rápido movimiento tira de mí para que caiga sobre él. Me atrapa entre sus brazos y me gira rápidamente para apoyarme sobre la mesa. Se coloca entre mis piernas abiertas y me acaricia las mejillas.

—No tengo sexo desde que te dejé —expresa. Hago una mueca de incredulidad al notar que me está mintiendo.

—Te pensás que no, pero te conozco. Si tenés algo que confesar, más te vale que lo hagas ahora —manifiesto con seriedad.

—No es necesario, morocha, fue algo sin importancia. —Arqueo las cejas y suspira, sabe que si no me lo dice va a terminar arruinando todo—. Cuando me dieron de alta después del accidente fui a la casa de Diana, pensé que iba a poder olvidarte estando con ella, lo hicimos cinco minutos hasta que acabé y me puse a llorar.

—¿Te pusiste a llorar? —interrogo frunciendo el ceño. Asiente avergonzado.

—Sentí que hice algo muy malo, me di cuenta de que no iba a poder tener sexo con nadie más en la vida, ni siquiera de manera casual, porque no me sentía completo como cuando terminaba de hacerlo con vos.

Si bien me siento bastante decepcionada por esta confesión, también tengo en cuenta que por lo menos fue sincero y me lo contó, aunque me hubiera gustado enterarme antes.

—¿Estás enojada? —me pregunta al ver que no respondo. Niego con la cabeza—. ¿Decepcionada? —Asiento—. Te amo, y te juro que esa fue la última vez que la vi, ni siquiera volvió a la cafetería.

—Yo podría haber estado con Hernán para olvidarte, pero no lo hice —contesto. Aprieta la mandíbula y traga saliva.

—La cagué, ¿no? Otra vez voy a tener que luchar por demostrarte que solo te amo a vos y...

Lo interrumpo con un beso. Mi corazón late sin parar y siento que lo necesito demasiado. Yo sabía con lo que estaba lidiando cuando me enamoré de él y sabía que iba a estar con otra en cuanto tuviera un momento libre, pero durante estos tres meses hizo de todo con tal de que lo volviera a aceptar, lo que me deja más que claro que realmente quiere estar conmigo.

Se aleja para volver a hablar, pero acorto el espacio entre nosotros y nos besamos con desesperación mientras nos sacamos la ropa de manera apresurada. Su boca me recorre por completo y no puedo evitar suspirar. Todavía sigue siendo un experto.

Me toma de la cintura y me gira como si no pesara nada. Me hace inclinar sobre la mesa y en un rápido movimiento lo siento dentro de mí. Me llena por completo y no paro de gemir mientras me embiste con velocidad, aprieta mis glúteos y me da unas nalgadas suaves pero excitantes. Me pasea por la casa y lo hacemos donde sea, no podemos parar de sentirnos.

Terminamos en la cama, me besa apasionadamente hasta darme el último orgasmo de la noche y luego cae sobre mi cuerpo con respiración agitada.

—Camila —murmura besándome.

Esbozo una sonrisa. Si hubiera sabido que mi nombre saliendo de sus labios se iba a escuchar tan sexy, se lo hubiera dicho hace mucho.

—¿Nos casamos?

—¡Que no!

Bufa y un momento después nos quedamos dormidos.

Cuando vuelvo a despertar él se está bañando, así que me pongo a preparar el desayuno. En unas horas tengo el juicio y estoy demasiado nerviosa, tengo que controlarme porque sino la voy a cagar. De todos modos, me da miedo ver a Jonathan y que él sepa que volví con Andrés, ya que es obvio que la amenaza que recibió fue de él.

De repente siento sus labios en mi cuello, sus manos en mi cintura y cierro los ojos.

—Había un olor rico a café y tostadas y sabía que estabas levantada ya —expresa—. ¿Te vas a bañar?

—Sí, después del desayuno.

—Vamos ahora, se me cayó el jabón y necesito a alguien que lo levante —dice arqueando una ceja. Suelto una carcajada y asiento.

Esas son las únicas propuestas que no puedo rechazar.

Cuando llegamos al juzgado, Mario, el abogado, ya nos está esperando. Nos ve tomados de la mano y arquea las cejas.

—¿Volvieron? —cuestiona. Asiento con la cabeza y mi acompañante sonríe de oreja a oreja—. Bueno, me alegra que hayan podido solucionar sus problemas. Ahora vamos a solucionar el problema de la tenencia, con ustedes juntos hay muchas más chances de obtenerla.

Me siento esperanzada. Cruzo una mirada desafiante con Jonathan en cuanto entramos a la sala de espera. Su mujer —mi suegra—, está detrás de él y mira a su hijo con expresión preocupada, aunque este le hace caso omiso.

Mi hermano llega con Daiana y me abraza con fuerza antes de ir a saludar a su papá.

—¿Ella va a poder elegir? —le pregunta Andrés a Mario y el interpelado asiente.

—Sí, pero es menor de edad y en estos casos no suelen prestar mucha atención a los deseos de los niños —expresa.

—Siguiente caso —dice una voz desde la sala. El abogado nos da un breve empujón y entramos.

Tras dos horas de pelea, donde Daiana declara que quiere quedarse conmigo, donde demostrados que Andrés y yo somos una pareja estable con buenas ganancias y que tenemos donde vivir, el caso se cierra. Me dan la tenencia completa a mí, régimen de visitas a Jonathan de dos veces por semana.

No puedo creer que hayamos ganado. En cuanto salimos, festejo y abrazo al abogado y me tiro a los brazos de Andrés para besarlo.

—¡Gracias, gracias, gracias! —le digo entre besos—. Si no hubiera sido por vos, no hubiera podido ganar.

—Mi amor, ibas a ganar igual —murmura—. Porque tenés un abogado de la puta madre.

Me río y asiento mientras vuelvo con Mario para agradecerle por todo lo que hizo, hasta que Jonathan llega e interrumpe nuestra buena energía. Se aclara la voz y se rasca el cuello antes de hablar.

—Camila, quería pedirte disculpas por todo lo que hice, todas las trabas que te puse para quedarme con Daiana... la verdad es que solo quería demostrar que estoy preparado para ser un buen padre, y supongo que aceptar mis errores es el primer paso —dice. Frunzo el ceño.

—Jonathan, me amenazaste de muerte, hiciste que mi novio tenga un accidente y que me dejara —comento con tono amargado. Él asiente y en su expresión se puede notar lo culpable que se siente.

—Perdón, Camila, de verdad. No sé qué decirte, estaba loco, ese día me casaba y no quería que nadie me joda y...

—Eso no es excusa —lo interrumpo—. ¡Lo podrías haber matado! Incluso a mí, casi me muero.

—Cami, solo quiero que quedemos en paz, por Daiana y por el amor que nos tuvimos. Ahora cada uno tiene su pareja y tenemos que seguir, somos adultos. Sé que la cagué demasiado, más cuando estábamos juntos, pero te amé de verdad y nuestra hija es la prueba de nuestro amor, aunque haya sido un fracaso, ella no tiene porqué sufrir por nuestra culpa.

Resoplo. Estuve años luchando para que le prestara atención a su hija y tuvo que pasar por un juicio para que se diera cuenta.

—Estoy de acuerdo —termino diciendo—. Daiana no se merece sufrir solo porque nosotros nos llevamos mal y creo que podemos tener una buena relación, sobre todo teniendo en cuenta que tu esposa es mi suegra y tu hijastro es mi novio.

Suelta una carcajada incómoda y asiente.

—Voy a tratarlo bien a él, es como un hijo más.

Andrés, que estaba dando vueltas escuchando la conversación, se acerca con una sonrisa burlona.

—Ni creas que te voy a decir papá —expresa.

De repente estamos todos riendo, pero yo siento que me río por todo lo que pasó en este tiempo, por estar tan nerviosa, por estar triste, por estar enamorada, por estar enojada y hasta por estar estresada.

—Amo tu sonrisa —murmura mi novio en mi oído.

—Y yo te amo a vos —contesto acariciándolo. Sonríe y me da un beso.

—¿Nos casamos?

—¡No! —Hace puchero y sigo negando, así que emite un gruñido de frustración.

—¿Qué hago para que me digas que sí?

—Sos insistente, tarde o temprano me voy a cansar de decirte que no, pero debo admitir que me gustan todas esas atenciones que me das mientras intentás convencerme —replico. Suelta una risa y arquea una ceja.

—Te voy a torturar cortándote todos los orgasmos hasta que me digas que sí —susurra pegándose a mí.

Me sonrojo mientras miro que nadie a mi alrededor haya escuchado eso y me alivia ver que todos siguen contentos y festejando.

Cierro los ojos un instante para sentir mi paz interior, por primera vez puedo decir que soy plenamente feliz. Tengo a mi hija, tengo una tregua con Jonathan, toda mi familia está unida y tengo a un hombre que me vuelve loca.

Yo no creía en el amor, pero ahora puedo decir que sí. Contengo una carcajada, es lo único que puedo afirmar con seguridad, pero en cuanto siento los labios de Andrés sobre los míos no puedo evitar sonreír.

Bueno, quizás pueda decirle que sí a algo más. 

......

Bueno... Falta el epílogo :)

Pero eso lo voy a subir mañana, para más sufrimiento jajaja

Gracias por leer!!

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