48

Camila

Cierro el negocio con Celeste y siento una punzada de preocupación en mi estómago. No sé qué me pasa hoy, pero no puedo parar de pensar en que algo malo va a pasar.

—Te llevo —me dice mi prima. Asiento con la cabeza mientras entro a su vehículo y muerdo mis uñas. Veo el celular cada dos minutos, pero no hay novedades de Andrés—. Tranquila, quizás se está divirtiendo —dice ella. Suspiro y decido confiar en eso.

—Lo sé, solo que tengo una sensación horrible en el pecho. Quizás no pudo impedir la boda y la sensación es miedo a que Jonathan me saque a Dai —agrego.

—Seguro, pero no te preocupes, aunque se hayan podido casar, no va a poder sacártela.

—Eso espero.

Me mira con una sonrisa comprensiva y no deja de hablar en todo el camino. Mi celular suena en mitad del viaje y arqueo las cejas al ver que es Merlina. Tengo ganas de vomitar, sé que algo malo pasó. Contesto con las manos temblando.

—¿Hola?

—Hola, Camila —dice una voz masculina que reconozco como la de Emanuel—. Soy el hermano de Andy, él... él tuvo un accidente.

Suelto un sollozo y mi prima clava los frenos de una. Como ve que no puedo hablar, me saca el teléfono y se pone a hablar con él. Yo no puedo parar de pensar en lo peor. ¡Va a morir! Sí, seguro que va a morir. Cuando amo demasiado a alguien, termina pasando algo feo.

—Te voy a llevar al hospital —comenta ella girando y yendo al lugar—. Está bien, Cami, no te alarmes.

Yo sigo llorando y me pasa pañuelitos de papel para que me seque el rostro. En diez minutos llegamos al hospital y me encuentro a Merlina tomando un café en la entrada. Me abraza y me mira con un poco de lástima, mientras me hace un gesto para indicarme que su novio está en la recepción esperándome.

Entro corriendo y me encuentro con Emanuel enseguida. En su rostro puedo notar la preocupación y me observa con tristeza.

—Andrés está en la habitación cuarenta —me dice—. Él está estable, lo durmieron porque estaba histérico. Chocó contra un paredón, el airbag lo ayudó bastante, pero sufrió un golpe en la cabeza porque el idiota no tenía cinturón y se dio un latigazo cervical, le hicieron una tomografía para ver si tiene alguna lesión en el cerebro y parece que tuvo una pequeña conmoción, se va a recuperar rápido, Cami.

Asiento para mantenerme positiva y corro hacia la habitación. Varios médicos me detienen, pero no les hago caso. Se me escapan varias lágrimas en cuanto lo veo. Tiene una venda en toda su cabeza, un moretón horrible en el ojo, tiene una intravenosa que le está pasando suero y respira con lentitud.

Me siento en la silla que está a su lado y tomo su mano. Yo sabía que algo malo iba a pasarle, no debería haber ido a la boda, debería haber impedido que fuera.

Acaricio su rostro con suavidad y le doy un beso suave en los labios.

Suspiro y cierro mis ojos. El cansancio me llega como una cachetada y me dejo llevar.

Cuando vuelvo a despertar, Andrés está mirándome. Aprieta la mandíbula y mira hacia otro lado cuando me acerco a él.

—Mi amor —le digo.

—¿Dónde está mi hermano? —pregunta con tono cortante.

—Debe estar en su casa... lo llamo si querés. —Asiente con la cabeza y siento un nudo en el estómago. ¿Qué le pasa?—. ¿Querés tomar algo de agua? ¿Llamo a la enfermera? ¿Te duele algo?

—Quiero que me dejes en paz —suelta. Es como un baldazo de agua fría, pero respiro hondo. Quizás está molesto por el accidente.

—Andrés, yo puedo cuidarte... no tengo problema, me quedo —expreso. Chasquea la lengua y cierra los ojos.

—No hagas esto más difícil, Evelyn, no quiero que me cuides. Carajo, ni siquiera sé tu nombre.

—Puedo venir más tarde... —murmuro confundida por su comportamiento. Aprieta la mandíbula.

—¡No quiero que vengas! ¡No quiero que me cuides! ¡No te quiero cerca nunca más! —exclama a los gritos. Me sobresalto y me quedo sin palabras. No sé cómo reaccionar. Me acerco y tomo su mano, pero la aparta rápidamente sin siquiera mirarme.

—Dijiste que me amabas —digo con voz ahogada.

—Te mentí —contesta con tono ronco—. Ya sabés cómo somos los mujeriegos, con tal de conseguir lo que queremos decimos cualquier cosa —continúa esbozando una sonrisa burlona. Sus palabras duelen más que un puñal en el corazón—. Yo ya tuve lo que quería, me cansé de tener sexo con vos, ya no me servís.

Suelto un sollozo y me mira por un instante con el ceño fruncido, pero vuelve a cerrar los ojos y puedo notar que él también está llorando.

—Andrés, lo que sea que te pase, podemos solucionarlo juntos —susurro.

—¡No! —grita—. ¡No te amo, no me interesas! Desaparecé de mi vista.

Sus palabras salen con tanta furia que me alejo, me pongo el abrigo y antes de salir me detiene en la puerta.

—No pude hacer que mi madre no se casara, así que andá preparándote para quedarte sola —expresa sin ningún tipo de emoción en su voz.

Eso es lo que falta para terminar de hundirme el cuchillo en el corazón. No sentía nada por mí, no le importaba yo, ni Daiana, solo quería tener relaciones conmigo, usarme como una muñeca y tirarme a la basura.

Fui un juguete para él, jugó con mis sentimientos, me enamoró, me hizo creer que me amaba.

Salgo a la calle sin aire. Tengo un cierre en la garganta que no me deja respirar muy bien, el frío me congela la piel, pero no me importa. Está lloviendo fuerte y ni siquiera tengo paraguas, aunque me da igual. El agua se mezcla con mis lágrimas y la helada se siente como alfileres en mi rostro desnudo, pero no me duele. Lo único que me duele ahora es el corazón.

Es creer que por un tiempo pensé que un hombre como él iba a cambiar, perdí mi tiempo, perdí mi dignidad. Ya no me queda amor para dar, ya no puedo volver a enamorarme.

Camino dos pasos y caigo de rodillas al suelo, sollozando y gritando como si se hubiera desgarrado mi alma. Las personas pasan por mi lado, pero no son capaces de ayudarme.

Normal, estoy en la puerta del hospital, ¿por qué habrían de ayudarme? Pudo haber muerto un familiar, puedo estar enferma de la cabeza. Por supuesto que no van a acercarse.

Me hago un ovillo en el suelo, estoy empapada, tengo frío y un dolor indescriptible, pero no me importa. Andrés tenía mi corazón en sus manos y lo estrujo, lo dejó sin sangre, lo pisoteó, lo rompió en veinte mil pedazos... ¿Cómo pude haber sido tan estúpida? Mi cuerpo se estremece recordando cada beso, cada mirada, cada caricia que él me ofrecía. Su sonrisa, sus ojos brillantes, sus palabras tan dulces... todo era mentira.

Un escalofrío me recorre de pies a cabeza y comienzo a temblar.

—Señorita, ¿está bien? —cuestiona un hombre. No respondo, las palabras no me salen. Me siento lenta y lejana del mundo, solo noto que me toma en brazos y me lleva corriendo a urgencias—. Hipotermia —le dice a alguien comenzando a desvestirme para sacarme la ropa mojada.

No puedo reaccionar, varias manos me tocan, me alumbran, me hablan, pero solo miro un punto fijo en la pared mientras las lágrimas siguen resbalando por mis mejillas.

Sigo tiritando mientras me tapan con varias mantas, me colocan cables y revisan mis signos vitales.

Hipotermia, ja. Solo tengo el maldito corazón roto. De a poco comienzo a sentir mis extremidades de nuevo y mi temblor cesa. Estoy sola en la habitación, con los ojos cerrados y húmedos.

No puedo evitar seguir llorando. Un doctor entra y me escudriña con atención.

—Camila, ¿cómo estás? —dice—. Mientras estabas inconsciente encontramos tu documento y también llamamos a tu hermano para que venga a buscarte en cuanto te demos el alta.

—Estoy bien, solo un poco triste —contesto secándome las lágrimas con rapidez. Respiro hondo y esboza una pequeña sonrisa.

—Te traje un poco de leche caliente, va a hacerte bien —expresa dándome un vasito.

—Gracias —susurro. Me mira un instante con sus ojos verdes y suspira rascándose la cabeza.

—Tu hermano te va a traer ropa, la que tenías estaba toda mojada. ¿Puedo saber qué pasó?

—Salí y me caí.

—¿Y por qué no volviste a levantarte? —inquiere y me encojo de hombros.

—La verdad, me dejó mi novio sin haberme dado siquiera señales de que no me amaba de verdad, y me destruyó porque pensé que íbamos muy en serio. Pero voy a sobrevivir. —Le doy un sorbo a la leche y no sé si mis ojos se empañan por pensar en Andrés o porque la bebida está muy caliente.

—Camila, vas a estar bien. Lo ideal es que ahora vayas a tu casa y te recuperes. Te recomiendo al menos dos días de reposo, comidas bien cargadas, bebidas calientes y dulces, como la chocolatada. Hacer algo de ejercicio también te va a ayudar, tus músculos se quedaron un poco resentidos debido al frío —manifiesta. Asiento con la cabeza y mi hermano entra a la habitación. Se lanza sobre mí y me abraza con fuerza.

—¿Qué pasó? —me pregunta.

—Después te cuento —replico suspirando. Me da un bolso con ropa y me dejan sola para que me vista.

Elijo un pantalón abrigado, me pongo varias blusas, un suéter y unas botas que tienen corderito por dentro. También una bufanda y una gorra de lana. Quizás ahora exagero un poco, pero no quiero que me vuelva a agarrar hipotermia.

Mi hermano firma los papeles del alta por mí, ya que todavía estoy un poco torpe, y camino agarrada del brazo de él. Subimos rápido al auto y termino de desmoronarme ahí.

—¡Cami, por Dios! —exclama al escuchar mi llanto desgarrador—. ¿Le pasó algo a Andrés?

—¡Me dejó! —contesto entre sollozos. Me mira con expresión incrédula y sorprendida.

—¿En serio? —pregunta. Hago un sonido afirmativo mientras trato de calmarme.

—Ayer me dijo que me amaba y hoy me dejó, me dijo que era mentira, que me usó —respondo sin poder calmar mi llanto—. Tuvo un accidente, lo fui a cuidar y así me trató hoy.

—Que hijo de re mil... ¡ojalá hubiera muerto! ¡Ojalá se muera!

—Marco, no, no digas eso —comento.

—¡Te partió al medio, Camila! No te vi así ni siquiera cuando te separaste de Jonathan. Te quedaste afuera, en estado de shock, mojada, triste y con frío. ¡Podrías haber muerto por culpa de ese estúpido!

Trago saliva y miro al frente. Lo que dice es verdad, pero tampoco se merece que le deseemos la muerte. Llegamos a casa en silencio y me prepara un chocolate caliente mientras me siento en el sillón y me acurruco con una manta.

—Vas a superarlo, Cami. Sos fuerte —dice él tomando mi mano. Esbozo una sonrisa que desaparece en cuanto me da la espalda.

En este momento soy la mujer más infeliz del planeta.

.....

¡Hola!

La maratón la voy a subir mañana :)

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