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Andrés
Como estoy tan aburrido en casa, sigo sin voz y para colmo estoy solo, decido ir a mi departamento para comenzar a refaccionarlo un poco.
Lo primero que hago es armar la cama y barrer y pasarle el trapo a las habitaciones que están llenas de polvo. Luego me fijo la cantidad de pintura que necesito para darle una mano a esto, el blanco es horrible, quizás elija un color marrón o celeste. Además, también tengo que conseguir a un plomero para que arregle la fuga de agua y a un obrero para que arregle el agujero que probablemente va a quedar en la pared.
También me fijo que los enchufes y los respectivos cables anden bien, no vaya a ser que me quede electrocutado cuando ponga a cargar el celular.
Tras unas dos horas de trabajo, decido descansar un instante. Miro la hora y bufo al ver que apenas son las cuatro de la tarde. ¡Estoy aburrido y necesito hablar con alguien!
Vuelvo a mi casa actual para descansar un momento, pero veo que Emanuel llegó, me dejó una nota diciendo que no va a volver hasta mañana porque tiene un viaje y que en la heladera hay comida. Obviamente que yo no me voy a cocinar, las cosas me salen crudas por dentro y quemadas por fuera. Entonces reparo en que voy a tener la casa sola para mí y arqueo una ceja. Hace unos meses hubiera hecho una fiesta y llenado la casa de chicas, pero ahora quiero invitar a una sola y estoy seguro de que no va a aceptar.
Ella pone una especie de muro entre nosotros, siempre se aleja, pero me enloquece y solo provoca que la quiera más. Me arriesgo y le mando un mensaje aunque ya sé la respuesta.
Mi número // 16: 23
Hoy tengo la casa sola. ¿Venís o me comporto como Kevin de Mi pobre angelito?
Pasan diez minutos y todavía no tengo respuesta. Como está trabajando no la quiero molestar mucho, a esta hora siempre suele haber muchos clientes y seguro que está ocupada.
Le escribo al Chino para saber si está disponible esta noche y que venga a jugar unos partidos de FIFA conmigo, ya que mi hermano es malísimo y no es divertido jugar contra alguien a quien es fácil ganarle, pero mi amigo me rechaza diciendo que estoy enfermo y que tiene miedo de que lo contagie. Ruedo los ojos y suspiro. Siento que cada vez estoy más solo.
Morocha // 16: 43
No veo a Dai en todo el día... no creo que pueda.
Bufo. Era obvio, por supuesto que iba a inventar algo para no verme. Entiendo que tiene una hija y lo acepto, no puedo pelear contra eso ni tampoco quiero hacerlo.
Mi número // 16: 44
Ok, no te preocupes. Voy a dormirme temprano.
Me tiro a la cama y miro mi lista de contactos. Muy en el interior tengo ganas de invitar a la colorada y hacer algo, estoy cansado de usar la mano. Hasta cuando era adolescente tenía más relaciones que ahora.
Chasqueo la lengua y enciendo un cigarrillo. Sé que no tengo que fumar con este problema que tengo en la garganta, pero me es imposible. De todos modos, intento controlarlo y me relajo en el sillón mientras inhalo el humo y enciendo el televisor, pero en cuanto me acomodo, cierro los ojos y me dejo arrastrar por la profunda oscuridad.
Vuelvo a despertar a causa de mi estómago rugiendo. Tengo el cuello dolorido por la mala posición y mucho frío. Enciendo la calefacción y voy a buscar unas frazadas para taparme. Pruebo mi voz algunas veces y gruño porque todavía no la recupero. Es como si tuviera un nudo gigante en mis cuerdas vocales, se siente horrible. Decido pedir comida por medio de una aplicación, ya que no puedo llamar a la pizzería y al ver la hora niego con la cabeza. ¿Cómo pude haber dormido cinco horas en el sillón? Ya son más de las nueve de la noche, es una vergüenza. Tengo que hacer algo con mi vida. Mañana voy a trabajar igual, tenga o no tenga voz. Siento que estoy perdiendo el tiempo.
Miro un poco el programa de acumuladores extremos mientras espero a que llegue el delivery. Pedí una milanesa con papas fritas, espero que llegue rápido porque la verdad es que muero de hambre.
El pedido llega a eso de las diez de la noche, y hago todo tipo de cosas que mi hermano no me permite, como comer en el sillón con los pies apoyados sobre la mesa ratona o agarrar las papas fritas con la mano.
Cambio de canal y pongo la primera película que me sale, "¿Y dónde están las rubias?". La miro entre risas hasta que termino de comer, tiro la basura y me doy una ducha rápida antes de irme a dormir. ¿Así van a ser mis días cuando viva solo? ¿Delivery, televisión y dormir temprano? Me convertí en un viejo y ni siquiera piso los cuarenta. Sacudo la cabeza, me niego a irme a dormir, ya demasiado lo hice en el sillón, así que decido seguir mirando la tele.
Apago todas las luces, le subo un grado más a la calefacción y me tapo con las frazadas al sentarme para seguir mirando la película. La vi como diez veces pero me sigo riendo como si fuera la primera.
Entonces, el timbre suena y frunzo el ceño. ¿Será que el Chino me tuvo lástima y decidió venir igual? ¿Y si es un ladrón?
Vuelven a tocar y resoplo mientras me levanto y me dirijo a la puerta. Intento ver quién es por el agujero de la cerradura, pero solo logro divisar un abrigo negro.
Rezo mientras abro con lentitud. Ojalá no sean ladrones, por Dios. Arqueo las cejas en cuanto veo que es la morocha y le hago un gesto para que pase rápido, ya que hace mucho frío.
—¡Acá está súper calentito! —exclama sacándose el abrigo. ¿El ambiente estará más caliente que yo? Esbozo una media sonrisa y asiento.
—No te esperaba —digo con ese tono ronco y asqueroso. Al menos puedo hablar un poco más alto que ayer.
—Ya sé, perdón que vine sin avisar. Es que Dai se durmió y aproveché para venir. —Se me queda mirando y da un paso hacia mí. Está tan cerca que no puedo evitar tomarla de la cintura, ella acaricia mi mejilla y luego pasa sus brazos por mis hombros—. Tenía ganas de verte.
—Yo también, morocha —susurro. Se ríe y hago una mueca interrogante.
—Me da risa tu no-voz —expresa. No puedo evitar sonreír.
—Ya te dije que sos mala.
La beso con suavidad y la canción de la escena del auto, A thousand miles, nos interrumpe y nos hace estallar a carcajadas.
Al final nos acurrucamos los dos juntos en el sillón, tapados y mirando la película. Jamás me había sentido de esta manera, tener una mujer entre mis brazos nunca me había hecho sentir tan completo y afortunado, verla sonreír con las escenas y tener su cabeza sobre mi pecho me deja darme cuenta de que no necesito más. Terminamos de ver en silencio hasta que me doy cuenta de que se quedó dormida. La pobrecita trabaja desde temprano, apenas vio a su hija e igual vino a verme. Creo que eso significa mucho.
Intento no moverme mucho para no despertarla, pero cuando trato de levantarla para llevarla a la cama y que esté más cómoda, abre los ojos con lentitud. Se incorpora en el asiento con un bostezo y me mira con expresión avergonzada.
—Perdón, me quedé dormida —susurra.
—No te preocupes, podés dormir en mi cama... yo no tengo sueño, y si me llega a agarrar puedo ir a la cama de mi hermano. No tengo problema —expreso a duras penas. No hablé nada en todo el día y el hecho de estar usando la voz ahora me hace sentir que tengo agujas en la garganta.
—¿De verdad? —pregunta dudosa. Asiento con la cabeza—. No quiero molestar.
—No es molestia para nada, morocha. Puedo prestarte una camiseta para que duermas —replico.
—Está bien, gracias.
La llevo hasta mi habitación y busco alguna remera limpia en el armario. Le doy una negra y larga con el logo de Linkin Park y la dejo sola para que se vista.
Quisiera traspasar la pared, pero la verdad es que la quiero y respeto sus tiempos. Ella sale de la habitación para ir al baño y no puedo evitar observar sus piernas largas y desnudas, la camiseta llega apenas debajo de sus muslos y debo admitir que está demasiado sexy. No sé si voy a poder resistir mucho más. Respiro hondo.
—Entonces me voy a dormir —dice cuando vuelve a aparecer.
—Sí, andá. Mañana vamos juntos a la cafetería —replico. Hace un sonido afirmativo y se acerca para darme un beso.
—Hasta mañana, entonces —murmura.
—Que descanses.
Repaso sus labios una última vez antes de que ella desaparezca por la oscuridad de mi habitación. Presiento que esta noche va a ser muy larga y me va a torturar el hecho de tenerla en mi cama y no tocarla.
Me preparo mentalmente para aguantar el sufrimiento. Tras una hora de estar mirando la repetición de Los Simpson, escucho un golpe fuerte proveniente de mi pieza. Salgo corriendo a ver qué pasó y alumbro con la linterna del celular. Me encuentro a la morocha en el suelo, intentando ponerse de pie. Me mira con diversión.
—Me caí —comenta. Me río, tomo su mano para ayudarla a levantarse y en ese movimiento nuestros cuerpos se chocan. La suelto al instante porque sino voy a dejarme llevar por lo que quiero y todavía tengo que darle su espacio.
—¿Estás bien? —le pregunto. Ella asiente y comienzo a caminar hacia la salida, pero me detiene.
—Andrés... quedate.
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