37

Andrés

Mi padre nos despide con una sonrisa tan grande que se me hace demasiado extraño, no recuerdo haber visto esa cara de felicidad en él en años.

Entramos al auto y miro a la morocha con gesto interrogante.

—Fue aburridísimo, ¿no? —expreso. Me mira como si estuviera loco.

—¡Tu viejo es lo más! —exclama.

Arqueo las cejas. ¿De verdad le cayó bien? Bueno, ahora entiendo porqué Merlina también lo adora. Supongo que es buen suegro.

—Me alegra que te haya caído bien —comento—. La verdad es que lo vi reír como nunca, debes tener una especie de hechizo que hace que todo el mundo te quiera.

—Ojalá, ja.

La miro un instante antes de arrancar el auto.

—¿Tenés sueño? —cuestiono al mirar la hora. Apenas está pasando la medianoche. Niega con la cabeza—. ¿Querés ir a algún lado?

—Mañana tenemos que trabajar y hace mucho frío —murmura soltando un suspiro de cansancio.

—Cierto, ¿entonces te llevo a tu casa?

Me observa por un momento y se encoge de hombros.

—¿Tenés pensado llevarme a algún lugar en especial? —pregunta. Me quedo en silencio, quitando la idea de llevarla a un hotel donde pueda hacerle todo lo que se me ocurra. De repente sonrío y asiento, ya sé a dónde puedo llevarla.

—Te voy a llevar a conocer mi futura casa —replico.

—¿Tu futura casa? —repite atónita. Asiento con la cabeza.

—Más bien es como un monoambiente, se la voy a alquilar al Chino. Ya sabés, estoy cansado de escuchar gemir a mi cuñada, es traumatizante.

Arrugo la nariz con asco y suelta una carcajada tan genuina que me hace sonreír. La miro con los ojos entrecerrados.

—¡Te reís de mis desgracias! —exclamo. Esboza una sonrisa y asiente.

—Perdón, pero siempre te pasan cosas malas.

—Sí, lo único bueno que me pasó... sos vos —replico.

Se sonroja y mira hacia otro lado para ocultar su rostro. Se me hace demasiado tierna.

Quince minutos después, llegamos a mi pequeño departamento. La verdad es que apenas la estoy amueblando, pero una opinión no me viene mal. Abro la puerta y enciendo la luz al entrar. Las paredes están blancas y vacías, apenas hay un refrigerador que le robé a mi hermano, una lámpara colgando del techo y una cama. Al menos el baño está completo.

La ventana da a un patio trasero más chico que el cuarto, pero al menos va a servir para colgar la ropa. Observa todo con interés y asiente.

—Me gusta, para vos está bien. Y no es tan monoambiente.

—No, bueno, tiene cocina-comedor, el cuarto y el baño. Creo que está bastante bien y mi amigo me hace un descuento si arreglo eso. —Señalo una mancha de humedad—. Voy a ver si le pido plata a Ema.

—¿Tu hermano es tu billetera? —interroga divertida.

—Con tal de sacarme de su casa es capaz de comprarme una para mí solo. ¡Le debería haber pedido eso! —expreso. Se ríe y abro la heladera para ver si hay algo. Pura cerveza—. ¿Querés una? —cuestiono mostrando una botella. Se encoge de hombros y asiente—. Tenés que tomar del pico porque no tengo vaso.

—No hay problema —replica agarrando la bebida.

Mientras tomamos, le cuento lo que tengo pensado hacer y en donde voy a colocar los muebles, a lo que ella me da varias ideas que me parecen muy interesantes.

Más tarde, dejo la botella vacía en el suelo y la tomo de la mano para atraerla hacia mí, a lo que suelta un grito de sorpresa. Sonrío y me acerco a su boca sin pensarlo para saborearla. La noto estremecerse e incremento la intensidad de los besos. Debo admitir que me encanta cómo su respiración se vuelve irregular, su piel se calienta y cada tanto suspira contra mis labios con suavidad. Creo que no se da cuenta de esas cosas, pero a mí me calienta como el infierno.

Mis manos se vuelven inquietas, aprieto sus nalgas y en un gesto un poco brusco la pego contra mí. Al contrario de molestarse como pensé que haría, gime por lo bajo, provocándome una excitación incontrolable.

Tuve mucho sexo en mi vida, pero ninguna mujer me había calentado solo con sus besos. Esta morocha me está haciendo conocer un lado de mí que estaba oculto o inexistente, las ganas de desvestirla y repetir lo que hicimos en esa noche son demasiadas, pero siento un cierto respeto y creo que ella es la que debe decidir si hacerlo o no. Además... debo admitirlo, me gusta dejarla con las ganas, eso va a hacer que me desee.

Me alejo de a poco y se queda con la respiración agitada, los labios hinchados y las mejillas sonrojadas. Es una escena demasiado sexy y me controlo con todas mis fuerzas para no tirarme encima de ella. 

—Voy al baño —dice antes de salir corriendo.

Arqueo las cejas y respiro hondo tratando de bajar mi erección, pero mis malditos pensamientos no quieren colaborar imaginando que se debe estar tocando o algo de eso. Sacudo la cabeza y me pongo a cantar por lo bajo para centrarme en otra cosa.

Ella sale dos minutos después y se rasca la cabeza antes de mirar su reloj.

—Ya debería irme, es tarde —manifiesta. Seguro está buscando alguna excusa para alejarse, yo me la busqué.

—¿Segura? —interrogo.

—Sí, creo que es lo mejor. Hay que trabajar mañana. Además, quiero llamar al abogado temprano y si no duermo no voy a estar muy lúcida... —Se queda en silencio—. Y la cerveza me da sueño —agrega. Esbozo una sonrisa incrédula, pero termino asintiendo.

—Bueno, te llevo.

Se me queda mirando de una forma extraña y yo hago lo mismo. No entiendo esa expresión, ¿qué estará pensando? ¿Tendré algo raro en la cara? Suspira y se coloca el bolso con lentitud, como si estuviera esperando algo, pero no sé qué.

—¿Estás bien? —le pregunto.

—Sí, sí. Vamos.

Y de repente está muy apurada, no entiendo qué le pasa. Y lo comprendo cuando entramos al auto. Es obvio, ella quería que dé el primer paso para que tengamos relaciones porque probablemente no se anima. Debe ser eso, soy un idiota, pero ya es demasiado tarde, perdí la oportunidad y todo por mi imbecilidad. "Me gusta calentarla", dije, y ahora el que va a quedar caliente soy yo, el estúpido número uno en el mundo.

Detengo el auto en la puerta de su casa. Ya todas las luces están apagadas, avisando que su familia está durmiendo. Nos miramos un instante y busco en mi cabeza algo que pueda decirle, pero no me sale nada.

—Bueno, Andrés, muchas gracias por todo. Tu papá es genial y la pasé lindo —dice—. Y ahora me voy a comer el chocolate porque no quiero quedarme con las ganas de eso. —Abre la puerta y pongo una mano en su pierna para que no baje.

—Lo que me dijiste, eso de "mi amor", ¿fue solo para que mi padre se crea eso de que somos novios? —quiero saber.

—¿Acaso no lo somos? —cuestiona en respuesta. Me quedo en silencio repitiendo eso en mi cabeza y ríe antes de acercarse y darme un beso—. Hasta mañana.

—Hasta unas horas —contesto sonriendo como un tonto.

Baja del auto y me saluda con la mano antes de entrar a su casa. Suspiro aliviado, quizás sea eso lo que quería decirme en casa y no que estaba caliente. Yo siempre malpensando las cosas.

Me dirijo a lo de Ema para devolverle el auto y de paso dormir ahí ya que la cama es muchísimo más cómoda que la que tengo en mi futura casa. Entro a paso lento para no despertarlo hasta que escucho risas en su habitación. Bufo y ruedo los ojos, otra noche más que voy a tener que dormir con la almohada contra mis oídos.

Salgo un momento al patio para fumar, el frío me congela, pero me la aguanto. Solo van a ser cinco minutos.

El vapor de mi respiración se mezcla con el humo del cigarrillo y suspiro mientras me río por lo bajo. Tengo novia, lo cual es una completa locura. Jamás había pensado en comprometerme en una relación, siempre me dije que no sirvo para estar con una sola mujer, pero ahora me encuentro pensando en esa chica que me robó el corazón con su sonrisa. Estoy tan cursi que me doy asco a mí mismo.

Termino de fumar y me meto directo a la cama antes de taparme con mil frazadas para calentar mi cuerpo, ya que estoy tiritando de frío.

Cierro mis ojos y comienzo a quedarme dormido, pero el celular alertando que tengo un mensaje me despierta de nuevo. Entrecierro los ojos al mirar la pantalla y luego los abro de par en par. Es una foto de la morocha comiendo el chocolate en la cama, claramente desnuda, pero con una sábana blanca tapándola.

Morocha // 1:10

Gracias por el chocolate, está muy rico ;)

Mi número // 1:11

Se ve muy, muy rico. Hasta me dieron ganas de probarlo.

Contesto en doble sentido. Ella manda emoticones riendo y una foto del envoltorio vacío, pero no está sobre una mesa, sino sobre su abdomen, y desde esa perspectiva puedo ver que tiene una tanga rosa que le debe quedar maravillosa en persona.

Morocha // 1:12

No hay más :( voy a tener que relamerme los dedos.

Toso de la sorpresa y la imagen se agolpa en mi cabeza mandando toda la sangre a mi entrepierna. Maldita sea, ahora sabe jugar.

Mi número // 1:12

Espero que al menos pienses en mí cuando lo hagas.

Morocha // 1:13

Si no podés dormir, ya sabés porqué es... que descanses.

Y me manda un gif de cinco segundos donde solo veo su mano metiéndose entre las sábanas. Solo eso bastó para disparar mi imaginación, así que resoplo mientras uso mi mano para aliviar la excitación.

Podría estar haciendo esto con ella, pero la cagué. De todos modos, ya no pienso volver a perder otra oportunidad, le voy a dar hasta que nos saquemos todas las ganas.

Y por lo que acaba de pasar, creo que tenemos muchas acumuladas.

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